Partida Rol por web

Ishaya echaba un cable al pueblo como curandero, Lyria ayudaba en lo que podía, Jarik daba ánimos Erzen y este último seguro que algo de provecho se pondría a hacer en cuanto se repusiera anímicamente. 

Estupendo

Pensó Sicarius mientras espada en ristre iba decapitando zombies caidos.

Juraría que debían de ser más...

Dudaba al ver que faltaban cadáveres, no había tenido tiempo de ver las virtudes de la daga que portaba Erzen. Zas. Prosiguió decapitando.

Al acabar Sicarius decidió que ya había hecho bastante por hoy, él no era un curandero ni pensaba recoger este desastre, demasiado había hecho por este inmundo pueblo que quiso lincharle sin motivos y que escupió en el nombre de Petros Lorrimor de cuerpo presente. Con media docena de zombies había acabado y por lo menos a un par hirió de gravedad, no, no iba a ponerse a apilar cadáveres, él los creaba, no los recogía, que ellos arreglaran este desaguisado, hoy Sicarius solo tenía un objetivo, buscar algo que le regara el seco y sediento gaznate y que le hiciese olvidar. Este día que empezaba pensaba pasarlo bebiendo hasta perder el sentido.

Miró al horizonte, el amanecer le recordó que un nuevo día empezaba y que la vida continuaba. Escupió una enorme flema de sangre y babas y con el reverso enguantado de su mano limpió su boca y nariz de sudor, sangre y mocos.

Alguien en este pueblo tiene vino? necesito un buen trago, o mejor dicho, necesito un barril.

El olor que se podía respirar era difícil de describir. El aroma a podredumbre, carne quemada junto con un sabor amargo y ferroso, se mezclaban en la dosis perfecta que únicamente las batallas eran capaces de formular. Tras la resquebrajada puerta, asomaron los rostros consumidos por el pánico de los lugareños. Una mujer, de cara manchada por el polvo, y ropa hecha jirones, salió del interior como alma que lleva al diablo, arrodillándose junto al hombre que Kendra atendía.

- ¡¡KEVIN!! ¡¡KEVIN!!...- gritaba presa del miedo de perder al ser que tal vez más amara sobre la faz de todo Golarion. El hombre, aturdido y con una gran mancha de sangre seca en el pelo, abrió los ojos, mientras que la muchacha se lo arrancaba de los brazos a la hija de Lorrimor. - ¡¡Gracias señorita!! ¡¡Gracias!!...- agradecía entre lágrimas mientras acurrucaba a su marido todavía convalesciente.

- ¡¡Es el joven Redge!!... ¡¡El joven Redge!!- Los murmullos se dispersaron como si de una nube contagiosa se tratara. La gente salía poco a poco del Salón del Consejo y miraban con una mezcla de asombro y admiración al inquisidor. Muchas madres, con varios hijos agarrados a sus faldas se acercaron para besar la mano de Desther. Tal muestra de gratitud, resultaba extinta en Canterwall desde hacía tiempos inmemoriales, y sólo se reservaba a los héroes de verdad.

Del interior del edificio fueron desfilando los supervivientes del ataque. Por suerte, eran muchos los que habían sobrevivido. La gran mayoría. Maese Heartmouth, acompañado de Zolkar Elkarid y su hijo Pevrin, se dirigieron hasta Lyria: - ¿El Padre Grimburrow?...¿Ha sobrevivido?...- preguntaba el Consejero Mayor con el pavor marcado en sus ojos - ¡¿Volverán?!...-

Jominda salió como una exhalación del salón y corrió donde se hallaba el cuerpo de Caeller. Por suerte, Ishaya había gastado sus últimos dones en el veterano alguacil, y este pudo abrir los ojos. Al ver al sacerdote enano, sonrió y de forma jocosa exclamó: -Tú no debes ser Pharasma, ¿no?- Mientras la herborista dejaba atrás los secretos y tabús para fundirse en un beso de amor con su amado.

La gente fue apilando los cuerpos de los caídos. Tenían muchas cosas que hacer, pero sin duda, la tarea más ardua, sería olvidar el rostro de la no muerte, el recuerdo de ver a seres queridos profanados por el mal.

Sicarius exclamó que bebería hasta reventar, y que necesitaba ahogar sus penas en alcohol. Cuando el guerrero afirmó tener sed, una niña de pelo rubio, vestida con un camisón ensangrentado y rostro manchado por el humo y las cenizas, se acercó al mocetón con un odre. No había vino ni cerveza, sólamente agua. La niña miraba fijamente al zagal, y parecía como si observara a la mismísima representación de un flamante caballero de la Cruzada Brillante. Tal vez Sicarius formara parte de algo mucho más importante ahora. Tal vez de su mente fría y su cuerpo templado para el combate dependía que niñas como las que tenía delante volviera a ver un nuevo día. Las pesadillas parecieron ceder para dar paso al cansancio.

Erzsen y Jarik dialogaban. El joven conde no se podía mover. Aquella daga lo había llevado hasta los límites del combate, pero había salido victorioso. Extenuado, creyó ver a su padre entre los lugareños. Lo miraba con cara de asentimiento y orgullo. Lo miraba con los ojos de un padre que sabe que puede descansar tranquilo. De repente un joven muchacho se acercó hasta el dúo. - No se preocupe señor, yo ayudaré a su amigo.- le dijo el lugareño a Jarik. Entonces es cuando cayó en la cuenta. Ese chico era el mismo chaval al que unos días antes, su arma de fuego le había arrancado la mano. Sólo había agradecimiento en sus ojos...

Finalmente, el Padre Grimburrow apareció en la Plaza. Su estado era lamentable. Un acólito le ayudaba a caminar, mientras que otro transportaba su mochila y una preciosa maza cuya cabeza representaba a la Guardiana del Skein. Al ver al anciano sacerdote, la gente vitoreó con alegría, pero nada más lejos de la realidad, el Padre Vauran se encontraba en una situación crítica. Múltiples heridas, cruzaban su cuerpo desprovisto de armadura, pero además, su rostros y cuerpo parecía consumido por el despliegue de poder realizado. Zolkar, se prestó para llevar al Padre Grimburrow hasta la taberna del Demonio Sonriente, pues allí podría descansar.

- Ishaya ¿Podéis acompañadme?- preguntó el tabernero al sacerdote enano.

Dios!! Cuanto dolor podían crear los no muertos... La senda susurrante pagaría la deuda que tenía con este pueblo y para con ellos.. Recordar los momentos más terribles de la vida es algo que a nadie le gusta. Y en este aspecto Jarik no era diferente a sus hermanos. Continuó ayudando a la gente a salir  para ver el sol saliente, para que este calentase sus heladas almas. Para que su luz calentase una vez más su espíritu y continuasen con sus vidas. Pero estas gentes sencillas no tenían al profesor para ayudarles a sobrellevar el dolor...

Un pensamiento le cruzó por la mente  cuando comprendió que en este momento, en este pueblo, ellos tenían que cargar con la misión del profesor. Remendar heridas tanto físicas como sicológicas. Y ser un ancla para aquellos que en estos momentos necesitasen apoyo... Ellos conocían en primera persona la sensación...

Pero estaba tan cansado... Su cuerpo parecía que quería caerse cada dos minutos.. Aín así, aguantaría lo que fueseque se tuviese que hacer

Aquella noche en Ravengro la no-muerte se había presentado para acabar con toda la vida existente. Pharasma sabía que aquella noche no sería la última noche, aún no.... Los Vengadores de Pharasma habían salido victoriosos pero el coste había sido enorme.... Aún no se había hecho recuento pero una sola vida arrebatada por la no-muerte era demasiado... En aquel momento no podían decidir el próximo paso, lo mejor sería descansar hasta que se hubiesen recobrado de la noche aciaga...

En aquellas cavilaciones se encontraba Ishaya cuando aparecieron en la plaza el Padre Grimburrow y sus acólitos....la lucha también había llegado al templo... El Padre Grimburrow estaba malherido, quizá su destino se estaba cumpliendo... Ante el requerimiento de Zolkar, el clérigo pharasmita se aproximó para ayudar a portar al venerable padre.

Pharasma sea contigo, Padre Grimburrow...

Y acompañó al tabernero al interior del edificio. Por el momento su mente estaría pendiente del padre Grimburrow, no tenía buen aspecto y quizás sus limitados dones no pudieran hacer nada por él... La Dama de las Tumbas sabrá, ella lo sabía todo....

Lyria empezó a contestar a los lugareños cuando la figura del padre Vauran irrumpió en la, de nuevo, tranquila plaza del pueblo. La extenuación reflejada en su rostro delataba que había hecho lo posible por erradicar toda presencia muerta viviente del pueblo, pero esto le había pasado factura. Vio como Zolkar e Ishaya tenían la intención de cuidar al veterano padre, y sólo en ese momento se dio cuenta de lo canadá que estaba; habían pasado todo el día en extenuantes condiciones, y ahora su cuerpo le exigía el merecido descanso. Sin embargo su mente le impulsaba a conocer las respuestas a todas las preguntas que su cabeza le formulaba cada instante, ..., quién ganaría esa batalla interna, su cansado cuerpo o su incesante e incombustible mente?

Erzsen, ayudado por el aldeano recobró algo de fuerza y espiritu. Durante un instante lo observó. Recordaría que hace escasos dias el chico pelirrojo abatido había casi asesinado a dos convecinos suyos? Si era así, aquellos ojos cansados pero decididos no lo mostraban. Que grande podía llegar a ser el espiritu humano en tiempos de gran dolor!! Aquella mano extendida para ayudar le dió al joven conde más fuerza que un reparador sueño. Aquellos que en otro momento fueran enfurecidos labriegos se tornaban ahora amables y afanados supervivientes. Y en aquel instante que la callosa mano del hombre aferró la suya Erzsen supo que daría su vida por todos ellos.

Después, al ver entre los aldeanos a su padre fugazmente sonriendole, el muchacho de ojos de jade lloró en silencio, agradecido por todo aquello que sin saber le había legado. Sacrificio, valor, entrega, nobleza. Los vitores sencillos que le propinaban a Desther encendieron en él una chispa de orgullo ajeno, una sensación de formar parte de un todo indestructible, inviolable y eterno. Y oyendo aquellas voces supo también, con más fuerza que nunca, que moriría mil una veces por sus hermanos, Desther incluido. Los amaba con toda la intensidad de su menudo corazón. Y las silenciosas lagrimas se volvieron alegres, aún en aquel marco terrible. Una ligera brisa matutina removió sus cabellos de fuego, y por un leve instante, el hedor de la muerte se esfumó, trayendo consigo un aroma sutil pero poderoso. La esperanza.

Esa niña y su mirada no iban a sanar sus heridas, pero si curaron algo dentro de su alma dolida. Como si de una semilla germinando se tratara, la luz llenó el corazón de Sicarius, su feo rostro y su mal carácter quedaron a un lado por un instante, agarró el odre y le dio un buen trago, no era vino, pero le embriagó como la más dulce de las bebidas espirituosas.

Agua?

Reprochó gruñendo. Pero antes de que la niña tuviese tiempo de reaccionar el enorme guerrero soltó una enorme carcajada y repitió de forma afable:

Agua!

De nuevo el mocetón bebió entre risas como si fuese la última copa de buen vino que quedase en Golarion y al acabar agarró a la niña y se la subió a hombros.

Los primeros rayos de luz de la mañana entrecortaron la figura del gran guerrero y la niña entrando en el pueblo mientras cantaban una vieja canción de taberna. Sicarius parecía otro, como si la batalla hubiese destrozado todo su ser y esta niña con un simple gesto amigable hubiera recompuesto su alma por completo.

Por unos instantes el grosero y batallador guerrero formó parte de todo aquello, pero sabía que el deber le llamaría en breve y que su cansancio y heridas clamaban descanso, el merecido descanso que solo una mullida cama le podría ofrecer. Así pues Sicarius se dedicó a buscarse un sitio para dormir, si no podía ser la casa de su maestro sería cualquier otro lugar.

El joven Redge había sido recibido como a un héroe, como a uno de aquellos hombres y mujeres legendarios provenientes de asombrosas historias que se explicaban a menudo a los niños de Ravengro. Tal recibimiento dejó atónito al inquisidor, quien no supó como responder a las muestras de afecto de sus vecinos más que con algunas expresiones modestas con las que logró salir al paso.

A decir verdad, su principal interés en aquel momento no eran sus vecinos, sino los que durante los últimos días habían sido sus compañeros de armas.... los vengadores. Tras dejar atrás a los aldeanos fue en su busca para averiguar si todos estaban bien o si necesitaban algo.

Poco a poco, las personas de Ravengro fueron adaptándose a la situación vivida. Quedaban muchas cosas por hacer, pero ya habría tiempo para afrontarlas. Por hoy, la gente podía sentirse satisfecha de volver a sentir el calor de los rayos de la mañana, de haber salido victoriosos de una batalla, cuyo resultado hasta el último instante era la representación de la mismísima incertidumbre.

Muchas cosas se habían perdido en Ravengro, pero también se habían ganado otras. Ahora Ravengro poseía a sus héroes. Quizás no los héroes que merecía, pero sí los que necesitaba. Unos héroes capaces de mancharse las manos por el bien. Capaces de convertirse en villanos si así prevalecía la bondad. Capaces de soportar injurias o persecuciones. Capaces de ser guardianes en las noches de oscuridad y desesperación... Los únicos capaces de llamarse...  Vengadores de Pharasma.