Partida Rol por web

Cuando mi esposo me presentó no pude evitar una sonrisa ante su adjetivo para conmigo, lo que hizo que mi saludo no verbal fuera iluminado con una hermosa y natural sonrisa. Asentí a todo el mundo con la cabeza y no mencioné palabra alguna, como mi educación londinense me requería.

Cuando el Señor Hollister invitó a la comitiva a una cena, señalando la mansión victoriana, Dorothy se quedó mirándola, fascinada por el contraste que había entre ella y las pobres y sucias casas junto al puerto.

- Será un placer acudir a la cena, Señor Hollister. Por favor dé las gracias de nuestra parte al Gobernador y espero que su viaje sea provechoso. dijo con voz clara y serena.

Después uno de los guías se ocupó de gestionar la carga del equipaje con porteadores nativos, a lo cual Lady Cottonwell, cogió unicamente una pequeña bolsa de mano (algo más grande y pesada que un bolso normal de mujer) y dejó en su sitio el resto de equipaje que había cargado desde el barco, demostrando que no habría problema en que lo cargaran hasta sus aposentos.

Al parecer los guías eran bastante poco discretos, pero la primera impresión que le causaron fue de confianza, y aquello le gustó, no habría soportado que fueran de aquellos hombres que le revolvían el estómago nada más conocerles, como desgraciadamente había pasado con algunos pasajeros en el barco.

Volvió a asentir con la cabeza al Señor Costigan, que se presentó demasiado entusiasmado, dando muestras de sus ganas de ser tenido en cuenta. Sus palabras, lejos de tranquilizarla, la ofendieron, la forma en la que dijo salvajes, refiriéndose a los nativos de la zona, le molestó, sin embargo, trató de que no hubiera muestra alguna en su rostro sereno.

Jim, entre los porteadores y controlando que todo fuera bien con el equipaje (no fuera que empezaran con el pie izquierdo, después de todo este grupo era nuevo para él), bufó al oir las últimas palabras del militar.

- Salvajes bretones invadiendo las ciudades romanas, ay pobre del Imperio!  dijo con voz queda pero audible. 

Hervía por decir que estos nativos serían extraños, pero no por ellos eran inferiores a tantos hombres civilizados que hubiera conocido, aquí y allá. Buscó con la mirada a William, su compañero, para decirle con un significativo gesto que él entendería: Te lo dije. Los militares serán un problema.

William se encogió de hombros ante el comentario de Jim. ¿Qué te voy a decir compadre, ellos pagan? No quitó ojo a la encantadora esposa de Cottonwell y ya de paso a su doncella. Si el cielo existía debía tener ángeles como aquellos en las puertas. Su mirada se cruzó de nuevo con su socio y sonrió al notar su reprobación. ¡Pero que soso era aquel hombre! ¡Tendría que haberse hecho cura o algo parecido! 

Al escuchar a la señora Cottonwell decidió intentar ganarse un punto:

- Oh, vamos Costigan. Los nativos no nos molestarán si nosotros no los molestamos antes. Después de todo ¡ellos estaban aquí primero! ¿Qué ha sido de la educación inglesa?

Se rió ante su propia broma. En realidad para él también eran salvajes... y peligrosos a veces, pero con tal de complacer a la señora Cottonwell sería capaz de bailar con ellos e incluso invitarles a una ronda en el bar. Además: le molestaba aquel militar petulante. ¿Quién se creía que era? ¿El rey de la selva?

Hollister asiente, tal vez algo divertido por los comentarios hechos, aunque es difícil de decir, muestra una leve sonrisa que bien podría ser una simple ilusión de cordialidad

-informare a Sir Luggard de que acudirán a la cena, espero que disfruten de su estancia den Port Harcourt y en africa-

Tras despedirse Hollister se aleja y varios porteadores negros llevan vuestro equipaje al hotel donde estaréis un par de días antes de empezar la expedición propiamente

al ver que habían MUCHOS más ingleses decidió seguir callado, el miedo que tenía al odio que recibia de los ingleses era mucho, principalmente tras las hostigaciones de Lord Cottonwell, solo pensaba en ganarse le respeto de ellos cazando, o al menos intentarlo, un médico siempre venía bien, esperaba que ellos lo entendieran

 -Tengan cuidado con las maletas, por favor. Lo que llevan dentro es muy importante.-  Dijo Maurice acordándose de lo delicadas que eran las cámaras fotográficas.

[mansión del Gobernador]

Hace una hora que el sol se puso y por fin la temperatura se os hace un poco mas agradable. Os encamináis a la mansión del Gobernador en Port Harcourt, conforme vais llegando podéis apreciar mas la belleza del edificio, totalmente fuer de lugar si lo comparáis con el resto de la sucia ciudad, la verja que rodea su jardín parece querer mantener Africa fuera de su recinto.

Esta última ilusión acaba cuando varios criados negros acuden a recibiros y haceros pasar al interior

Tras la presentación con vuestro nuevo patrón habéis pasado la tarde ordenando los fardos que van a llevar, como de costumbre cargan una gran cantidad de equipaje inútil, pero eso estaba calculado y no es problema, tal vez molestia.

Mañana habrá que empezar a trabajar en serio cargando el barco fluvial, dirigiendo la operación en vuestro caso. Pero esta noche no tenéis mucho que hacer, os queda poco dinero de lo que os adelantaron por este trabajo, aunque mas que de sobra para hacer una ronda por los bares locales, también podríais ir a hablar con el capataz de los porteadores o ir a beber con el capitan del barco.

La opción de irse a dormir temprano también esta presente claro

Pasas el resto de la tarde vigilando la descarga del equipaje de Lord Cottonwell y sus acompañantes, te da la impresión de que llevan demasiado equipaje, con muchas cosas innecesarias.

Acabadas las operaciones de descarga tienes poco que hacer, tal vez volver a ver al comandante, ya que si no dices nada el te mandara los hombres que le parezcan.

Por otro lado aun tienes dinero para conocer un poco mas la vida nocturna en la ciudad.

William normalmente solía cuidarse de no beber el día antes de la expedición. Más que nada porque no sabía parar y si no era precavido antes de empezar a beber lo más probable es que apareciese por la mañana todavía aferrado a una botella.

- Mi buen amigo: me temo que no estamos invitados a la cena. De cualquier forma no sabría como comportarme con tanto palo-tieso que hay en ese grupo... y no quisiera dar una mala impresión a las damas con mis modales. Prefiero lucirme en la selva, que es donde puedo demostrar mi buen hacer. ¿Te has fijado en las chicas? Yo creo que a la sirvienta le gustas ¿Has visto como te miraba?

Se encogió de hombros:

- ¿Quieres hablar con el jefe de porteadores para ver si nos tiene que advertir algo de la zona que visitaremos?

Tras terminar de descargar el equipaje, que era mucho dado que la comitiva era de un Lord y mayor de lo esperada, tenia la garganta casi afonica de gritar a los malditos negros que movieran sus culos e hicieran su trabajo. Decidí buscar a los guias, aunque fueran amigos de los kaffir habria que llevarse con ellos durante el viaje y planear bien las cosas. Me dirijí al bar donde les encontré por primera vez teniendo la esperanza de que fueran animales de costumbres o al menos alguien allí tuviera alguna pista. De no ser asi, una buena ginebra no me vendria mal de todas maneras.

El escocés consideró las palabras de su compañero mientras chupaba el extremo ya acabado de un cigarrillo.

- Sí, creo que hablar con Tembaqui, a ver qué opina. Cuando menos sabremos cómo tratarlo para extraerle el mayor jugo.   

Por fin, alejado de los "blancos", se permitió una leve sonrisa que hubiera asustado a alguien no preparado para ella. La mueca dejaba en evidencia las numerosas arrugas alrededor de sus ojos, marcas del sol, y tres cicatrices lívidas paralelas, desde el labio inferior hasta el mentón. Bill sonrió recordando la primera vez que se encontraron con una leona... Jim insistió en el honor de enfrentarse a la bestia; lo más gracioso es que luego del incidente prefiere matarlas con el rifle a cien pasos.

- Así que me miraba? Problema de ella. Te las dejo a tí, sabes de sobra que esos jueguitos enferman mi cabeza peor que el sol de mediodía. Por otro lado, ese Costigan va a ser un problema. Viste como gritaba a los porteadores? Como si fueran animales, ellos mismos. Como si de su culo no saliera mierda igual que todos nosotros, culminó escupiendo el suelo.

De camino al lugar donde descansan los porteadores veis a lo lejos a Costigan de camino al bar donde os encontrasteis la otra vez, tal vez le guste el ambiente o tal vez quiera hablar con vosotros

- Bueno, esto era a lo que me refería - comenta Herbert al llegar a la mansión, sin duda ese edificio le había impresionado bastante, sobretodo teniendo en cuenta lo que había alrededor, algo que lo hacía aun mas impresionante. Aunque no estaba cansado Herbert necesitaba estar sentado un rato tranquilamente en un buen sitio y esto parecía perfecto de momento.

Así que se encaminó hacia dentro siguiendo a los criados