Partida Rol por web

Anar intentó mantenerse en silencio pero las pisadas del enano no eran tan discretas como las de los humanos o los elfos. Agudizó los sentidos y caminó entre el grupo.

El hobbit intentó no hacer ningún ruido mientras se acercaba a este lugar. Tan opresivo, tan falto de alegría y vida... casi que podía sentirse gris. No recordaba haber estado tanto tiempo en silencio, o que este le fuera tan natural, como en estos últimos días.

Un destino aciago... pensó, y así empezaba una canción. Por lo que empezó a tararearla en la cabeza, sin atreverse a hacerlo con los labios.

Vuestra atención al detalle os permite daros cuenta de que, si bien la zona está en general deshabitada (es decir, hace mucho que no ha habido grandes movimientos de gente por la misma), algún rastro aquí y allá os avisa de que dista mucho de estar vacía. Al acercaros al pasadizo de la base del cono, los rastros de actividad menguan por lo que deducís que esa zona es muy poco concurrida.

Una vez junto a la formación de roca que figura en vuestro dibujo, la entrada es prácticamente invisible si no se sabe que está allí. Es el momento de internarse en el pasadizo.

Habían rastros, pero nada muy concluyente, aunque lo suficiente como para mantenernos alerta, una vez más preferí no hablar.

Respiré hondo y eché un vistazo atrás, no me gustaba nada adentrarme en aquel lugar pero que había que hacerlo, sin pensármelo más veces tomé una flecha y me adentré, no tenía reparos en ser de los primeros en hacerlo, una vez en el umbral esperé que mis ojos se acostumbraran y a mis compañeros antes de seguir avanzando.

Con decisión Anar caminó tras Emeldur. Antes de dar el primer paso miró fijamente a su hacha.

—Adelante, te abriré camino si fuera necesario maese Emeldur. Vamos —azuzó.

Borgil comprueba que sus armas están preparadas, y entra en el pasadizo sin más comentarios.

El pequeño hobbit duda entre el arco y su pequeña hoja, pero decide que si los espacios son estrechos, entonces mejor la espada. La desenfunda con cuidado y se adentra en el oscuro pasadizo, con el corazón en un puño.

Ya algunos de mis compañeros, desaparecen por la boca del pasadizo. Y asi van desapareciendo todos hasta que unicamente quedo yo en el exterior.
Ahora que estoy solo, agudizo el oido por si percibiera algun sonido que revelara presencia hostil. Pero entre el casco y la quietud que nos rodeaba, no distingo nada.
Con el hacha presta en mi diestra, finalmente me giro y me interno por la boca del tunel detras de los mios.

Tras un trayecto corto y sin incidentes, desembocáis en una especie de mirador o puesto de guardia, resguardado por un alto parapeto de piedra natural, que domina el interior del cono volcánico desde una buena distancia.

Es un excelente lugar para, disimuladamente, colocar el artefacto escudriñador.

Siendo como soy el ultimo del grupo, me detengo cuando veo como los demás lo hacen. Hecho un vistazo a mi alrededor y lo que veo no me tranquiliza mucho que digamos.
Pues el lugar en el que hemos acabado, parece una zona de vigilancia.
El lugar perfecto para toparnos con algún guardia si los hubiera. Afortunadamente para nosotros, parece que nuestra particular excursión, no ha sido detectada por nadie.
Lo que no podemos saber, es en que grado esta realmente abandonada la Torre de la hechiceria.
Por tanto, aproximandome a los mios un par de pasos nada mas, y procurando que mis botas no hagan ningún ruido inoportuno, susurro apenas.
¿Que os parece?. ¿Buen sitio para colocar el encargo?. Por mi es suficiente. No quisiera tentar a la suerte mas de lo estrictamente necesario en un lugar como este.
Y dicho esto, hago un ademán con mi zurda, pues la diestra la tengo ocupada con mi hacha, abarcando el paisaje que nos rodea.
Bonito, precisamente bonito, no es.

No eran necesarios las palabras impacientes del enano para que avanzase por el pasadizo, pero era su naturaleza y no iba a reprochar nada, sabía que su hacha me podría defender en un momento dado.

Proseguí avanzando hasta llegar a una especie de puesto de guardia – Creo que es un buen sitio – respondí a Menalcar - el portador del objeto mágico, que lo deposite…

Seguí sin bajar la guardia, atento con mi arco, quizás mi precaución era excesiva, pero nunca están de más esas cosas.

Till saca de sus ropas el objeto, colocándolo según las instrucciones dadas, en un resquicio entre la pared y el piso. Busca algo con qué ocultarlo de miradas casuales.

- Qué dicen? Lo verán? Me parece que este lugar es muy de paso, deberíamos ocultarlo más. El mediano señala a la pared de piedra, buscando un hueco en ella, o si puede treparse.

Veis una pequeña repisa de piedra, a un metro por encima de vosotros, donde la piedra no destacará y dominará todo el interior.

Un metro arriba, una repisa de piedra es ideal, mucho mejor que el suelo. El hobbit junta toda su dignidad para ofrecerle al elfo el objeto, puesto que no va a reconocer que para él es un poco... alto como para colocarla con comodidad.

Borgil examina con atención la repisa, y coloca el artefacto con cuidado, de forma que parece una piedra más, de las muchas que hay en esa pared de roca, preocupándose incluso de esparcir un poco de tierra volcánica por encima y por los lados, y colocar unas briznas de liquen de forma que parezca que lleva allí varias eras geológicas.

Estando el mediano y el elfo atareados en la colocación del objeto vigilé un poco el perímetro sin soltar el arco ni alejándome demasiado, tan solo para asegurarme que no venían visitas oportunas.

Cuando hubieron finalizado susurré - ¿Nos vamos? – Y comencé a caminar por de vuelta por donde habíamos venido.

Mientras que Emeldur se ocupaba del entorno, por mi parte no perdía de vista yo el acceso por el que habíamos aparecido.
Pues la idea de que, justamente por allí, fuera a aparecer un pelotón de cualquier cosa, no era muy tranquilizadora que digamos.
Entretanto, nuestros compañeros elfo y mediano, se dedicaban a disimular de una manera excelente por cierto, el objetivo de la misión.
Y cuando escucho a Emeldur, asiento con la cabeza levemente antes de decir.
Totalmente de acuerdo. Y como siempre, que los mas aptos inicien la marcha. Yo me ocupare de la retaguardia por lo que pueda pasar.

Retrocedéis sin problemas por el pasadizo, y salís de nuevo al exterior del cono.

De allí retomáis el rumbo hacia el norte, internándoos de nuevo en el bosque.