Partida Rol por web

La flecha disparada por Emeldur acierta en uno de los arqueros trasgos, al que traspasa con la enorme fuerza impartida por el hombre de los bosques; el trasgo cae sin poder ni empulgar su flecha.

A su vez, Menelcar arroja su lanza corta contra otro de los arqueros, que también es traspasado y cae redondo al suelo.

En la excelente posición que el enano había escogido, Till clavó la espada en tierra un momento mientras tensaba el arco y descargaba una lluvia de flechas sobre los trasgos enemigos. Las mismas parecían solo lluvia, lamentablemente...

El trasgo que se llevó el flechazo de Till aúlla al clavársele la flecha, temiendo que ésta hubiera penetrado su armadura, pero sigue en pie.

Borgil dispara tres flechas casi en el mismo instante, pero sus ansias le traicionan, y falla las tres.

El trasgo superviviente toma a Till como objetivo, y le lanza dos flechas, pero también falla.

El pequeño se retuerce cuando sendas flechas pasan silbando cerca de él. Cuando el enemigo está frente a ellos, deja caer el arco y toma la espada juntando el poco valor que le queda.

Anar se aferró a su hacha y fijó la mirada en los trasgos. Algunos ya habían caído sin apenas oposición y eso cargó de confianza al enano.

—¡Adelante! —gritó alzando el hacha al aire—. Esto va a ser pan comido, no aguantan ni el aire de las flechas de los nuestros. ¡Menelcar, atento, será la primera vez que veas matar dos orcos de un sólo hachazo!

Las fanfarronerías de Anar retumbaban a la par de sus numerosas carcajadas. 

Borgil guarda su arco con disgusto por haber fallado, y desenvaina su espada, adoptando posición abierta.

Los orcos cargan loma arriba, dos para Anar (A y B), tres para Borgil (C, D y E), tres para Menelcar (F, G y H) y dos para Till (I y J). El trasgo arquero restante y el uruk se quedan a distancia.

Como si de una jauría hambrienta se tratara, los orcos cargan sobre nuestra posición gritando y aullando.
Por mi parte, suelto un ultimo reniego entre dientes mientras alzo mi hacha dispuesto a cortarle la cabeza al primero que se me acerque. Pero el orco que se me aproxima, quizás mas ágil que sus compañeros, o tal vez mas afortunado, logra esquivar mi tajo.
No. No es algo que me agrade precisamente, y mirándolo directamente a sus porcinos ojos, le garantizo una inminente ronda de dolor y sangre.
¡Te tomo la palabra Maese Enano!. ¡Por la cuenta que nos trae!
Y tras estas palabras, alzo mi hacha preparado para desviar el contragolpe de mi oponente.

Como si de una jauría hambrienta se tratara, los orcos cargan sobre nuestra posición gritando y aullando.
Por mi parte, suelto un ultimo reniego entre dientes mientras alzo mi hacha dispuesto a cortarle la cabeza al primero que se me acerque.
Y el primero de estos desgraciados, no tarda en sentir la mordedura del filo de mi hacha. Retrocede unos pasos aturdido tras el impacto y es ese momento el que aprovecho para decir.
¡Emeldur!. ¡El ultimo arquero!. ¡Acaba con el!

El hobbit convierte a su resolución en acero al recibir la embestida de los orcos. Por suerte, al ser colina arriba, su ímpetu no es arrollador y el pequeño tiene oportunidad de girar a un lado para evitar el golpe. El orco presenta entonces un flanco descubierto, en el cual Till hunde la espada con toda la fuerza de que es capaz, vociferando como un demonio salido del infierno.

Borgil espera, relamiéndose de gusto, la llegada de los orcos, y aprovecha la posición para clavar su espada en el primer orco que aparece.

Labo vi Orodruin*, dice.

Las flechas volaron y no me fue nada mal en mi disparo, alcanzando a uno de aquellos horribles trasgos y dándole muerte.

Pronto las espadas también tomaron protagonismo en la contienda, armé de nuevo mi arco tratarndo de mantener el temple que me caracterizaba, apuntando al último de los combatientes a distancia, por lo lejos había visto un enemigo mayor pero por el momento permanecía fuera de alcancé.

No me atreví a gritar por no perder la concentración, inspiré hondo y retuve el aire antes de soltar la siguiente flecha.

El último de los arqueros, que ya estaba herido, cae con un grito al recibir el impacto certero de una flecha de Emeldur. Las cosas, con todo y no pintar como un paseo campestre, empezaban a igualarse al eliminar el peligro de las flechas orcas.

El uruk se desgañitaba desde la retaguardia, intentando infundir ardor guerrero en sus tropas, pero sin ponerse a tiro de flecha: ¡Venga, cabrones! ¡Cargaos rápido a esa pandilla de desgraciados o me aseguraré de que peléis guardias en Cirith Ungol hasta que se congele el puto monte del Destino!