Partida Rol por web

Atravesaron rápidamente la plaza del mercado y pronto se acercaron a los exteriores de la ciudad, fuera del tumulto del mercado, donde hacía pocas horas habían dejando la estatua.

Siverus les seguía acompañado de sus hombres con cara de desconfianza disimulada en ocasiones con una ligera sonrisa de complicidad.

El ritmo de Mortinus no permitía atravesar el mercado con demasiada fluidez pero los novicios lo hicieron sin demasiada demora. Pronto se encontraban en el perímetro de la ciudad, fuera del mercado, cerca del lugar donde hacía pocas horas los novicios escondieron el vial. Recordaban exactamente la zona, sellada a fuego en su memoria.

Detrás continuaba el hermano Mortinus con aspecto cansado pero ansioso por recuperar el arma que consideraban definitiva para las guarniciones de Estigma.

- Bueno... Aquí es donde esperaremos a nuestros compañeros.- dijo el joven Nicarius - Espero que no tarden...

La verdad es que le preocupaba que sus compañeros no volviesen, ya que no habían quedado en nada concreto. Sin embargo para estos casos sólo quedaba la opción de esperar.

Ilias llegó al lugar, observó los alrededores y se limitó a buscar una posición defendible donde esperar si Ulrich y Daynee volvían.

Muy poco después de abandonar la plaza del mercado de Ligaheim en dirección hacía el periférico lugar donde dejaron la nave con la estatua en su interior, Daynee y Ulrich llegaron a una explanada acompañados por tres hombres. Uno de ellos elegantemente vestido que se revelaba claramente como un miembro del gremio de Cestmir y dos más que le acompañaban a modo de escolta.

Junto a los novicios descansaba un nuevo monje de aspecto cansado y algo entrado en años. Los tres permanecían en silencio, sin mirarse y oteando el horizonte alerta, especialmente Ilias, que se afanaba en mantenerse bien dispuesto para la acción desde una ventajosa posición.

Detrás de los novicios, a varios cientos de metros, se adivinaba la escondida silueta de El Cachorro, la nave que utilizaron para el descenso a Ligaheim.

El magistrado que acompañaba a Ulrich y Daynee levantó la mano en el mismo momento que divisó a los novicios instando a su grupo a la detención. Desde la lejanía Ilias y Nicarius podían ver y oír perfectamente la que sucedía y no quitaban ojo de encima del nuevo grupo.

—Señor Cestmir. ¿No cree que ya hemos ido demasiado lejos? No sería propio de usted, a la par que nada elegante, jugar sucio, ¿verdad?

El hombre se adelantó y los dos hombres que le acompañaban aumentaron el estado de alerta. La mirada se mantenía fija en el grupo de religiosos; no revelaba nada, ni odio, ni pasión, ni calma... sencillamente nada.

Un instante después volvió la vista hacia Ulrich

—¿Y bien, anticípeme la localización de lo nuestro? —dijo bajando la voz para enunciar las dos ultimas palabras asegurándose que aún así los novicios le oían.

-Si ha tenido el valor de acompañarme con escolta armada hasta aquí bien debe ser capaz de resolver la situación, ¿verdad? Si dejan las armas aquí, no ocurrirá nada malo a nadie. ¿O cree que se ha parado en un lugar seguro? -el tono del magistrado era gélido, ni siquiera se molestaba en hablar con su interlocutor... probablemente para no delatar la posición de los francotiradores (o no).

El novicio Avestita simplemente aguardó a tener claro si tenia que atacar o simplemente esperar.

No sabia si habían acompañado a Ulrich a la fuerza o según el plan previsto de que se llevaran la estatua sin su contenido interno.

Nicarius sacó su arma. Ya que los recién llegados no habían tenido la educación de deponer las suyas el sacerdote no pensaba dejarse amilanar. Puso cara seria, como si todos los días se viera enfrentado a secuaces armados.

- ¿Nos vas a presentar a tu nuevo amigo?- le dijo a Ulrich sin ningún tono de cortesía - Hacen bien en quedarse ahí.- el novicio miró hacia un tejado cercano de reojo.

Daynee no había dicho nada en todo el trayecto hasta llegar al lugar donde estaba el Cachorro, ¿para qué? No tenía muy claro si Cestmir sabía lo que hacía, pero de momento estaban vivos, algo era algo. Si este farol funcionaba, sería mejor.

Miró a los dos novicios, y al monje que no conocía. Evitó mirar hacia otro lado, pero captó claramente la intención del eskatónico al mirar de reojo a un lado. Era cuestión de quien tenía el farol más grande, y cuánto estaban dispuestos a jugarse en ello.

Los cálculos eran claros, ahora estaban más igualados, mucho más igualados. Sólo había que esperar qué decidía el Letrado.

El magistrado chasqueó la lengua repetidas veces mientras negaba con la cabeza.

—¡Qué falta de decoro señor Cestmir! —dijo mientras se acercaba hacía el novicio Nicarius.

El magistrado caminaba lentamente, desafiante, mirando en la dirección que miraba el novicio repetidas veces.

—Permítanme presentarme sacerdotes, mi nombre es Siverus Tyoder, letrado y director de operaciones de su descortés amigo Cestmir —dijo mientras alargaba la mano desde una distancia prudencial.

- Encantado.- respondió Nicarius sin identificarse y sin soltar la pistola - ¿Y cual es la operación a la que se refiere exactamente?

Las piernas le temblaban pero gracias al Pancreator el hábito lo disimulaba bastante bien. La última vez que hubo un tiroteo estuvo a punto de reunirse con el Pancreator.

El letrado ladeó la cabeza y frunció el ceño.

—Padre, no se ofenda pero no acostumbro a hablar de mis negocios con desconocidos —dijo excusándose y volviendo su camino hacía Ulrich.

Le hizo un gesto al magistrado y fue a colocarse junto a sus hombres.

—Señor Cestmir, le ruego que resuelva sus asuntos con sus amigos y acabemos pronto con la entrega. No tengo todo el día... y mucho menos nuestro cliente.

-Bueno, ahora que su vida también está en la balanza, señor Tyoder, podemos llegar a un trato más generoso por su parte. Por su bien, haga una oferta generosa -Ulrich se alzó en toda su estatura (que no era poca) y por un momento pareció cobrar una nobleza guerrera largo tiempo olvidada.

¿Faroleaba? Sí, claro, pero ¿qué hacen los magistrados sino guerrear dialécticamente?

Ilias permanecía callado y en silencio, aguardando el momento en que las cosas se resolvieran solas, o el olor a churrasco invadiera sus fosas nasales.

Nicarius no dejaba de observar la situación. El juego ahora parecía estar entre Ulrich y su rimbombante superior.

El letrado cerró los ojos mientras negaba con la cabeza. Mientras introdujo la mano en el bolsillo interno de su chaqueta y sacó el pequeño arma que anteriormente había sacado de su sillón y apuntó directamente a Cestmir con ella.

—Es usted rematadamente tonto, Ulrich —dijo manteniendo el arma apuntando—. ¿Qué va a hacer, matarme? ¿Y luego qué? He intentado que se quite de en medio pero su avaricia le niega el juicio. ¿Cree de verdad que Marxant le va a recompensar por esto? Está anteponiendo su orgullo personal a los intereses del grupo magistrado. Reflexione, no me obligue a hacer lo que no quiero.

Ilias encendió el soplete de su lanzallamas, tanto el sonido como el olor a aceite de Ka le recordaba al Avestita viejos tiempos de paz y tranquilidad haciendo su trabajo sin preocuparse por esos dolores de cabeza.

- Puede que Ulrich no se atreva a matarlo cara gris. - Hizo una pequeña pausa para que Siverus le prestara mas atención - Yo soy Avestita, y aunque el Pancreator es magnánimo en sus actos, mi orden no. -

- Suelte el arma, o lo harán sus dedos carbonizados. -

Nicarius apuntó con su arma a Siverius. Ignoró a sus guardaespaldas.

- La pregunta que siempre se debe hacer uno es ¿lograré salir vivo de aquí? Hemos pasado por muchas penalidades como para que ahora un petimetre estirado venga aquí a dárselas de señor del lugar.- nuevamente el monje estaba enfadado, dejando traslucir esa vena de ira que se ocultaba tras su habitual afabilidad - Ya he estado al borde de la muerte y he hecho las paces con el Pancreator. Dudo que usted pueda decir lo mismo. Tire su arma o muera aquí.

Sin dejar de mirar al magistrado que parecía tener la voz cantante le preguntó a Ulrich:

- ¿Qué vamos a poner en su lápida? ¿Por qué va a morir este payaso? - se volvió hacia Siverius - Ya ve: estamos todos fuera de lugar. Monjes que matan en vez de rezar y magistrados que mueren en vez de negociar. Porque supongo que usted ha venido aquí por algún motivo y no sólo para que le volemos la cabeza ¿verdad?