Partida Rol por web

Fiorella y Alain se habían marchado, ¿¡en qué estaban pensando!? El momentáneo alivio que Stella podía haber sentido al ver a sus compañeros bien se fue al verlos correr de nuevo hacia la boca del lobo. La calidez de Fiorella aún había quedado en ella, junto a una expresión difícil de descifrar por el desconcierto de haber recibido tal muestra de afecto por la pelilavanda. Algo le oprimió el pecho. ¡Se estaban exponiendo a demasiado peligro! Estaba preocupada por su hermano y Hogward que había corrido detrás de él. ¡También por su padre y por su otro hermano! ¡Ahora también por Fiorella y Alain! ¡Y también por...!

—¿Eh? —las palabras de Garlan... ¿a-acaso le había leído la mente?

Stella se ruborizó mucho, muchísimo. ¿Tan transparente había sido? Su boca se abría y se cerraba, en un vago intento de decir algo, pero no pudo; también se decidió a no hacerlo. Garlan estaba expuesto a la maldición de la chica. Y desde lo que había sucedido con la chica nueva... Stella no se atrevió a responder nada. Recordó lo que había sucedido, no quería que algo así pasase a alguien más por su culpa y mucho menos en un momento así.

Dio un pequeño grito de sorpresa al verse movida de un lado a otro por el caballero, con sus emociones todas mezcladas. Se dejó llevar en aquel vaivén que ponía al máximo su adrenalina para, por fin, gracias a Garlan, descansar tras algunos árboles sentándose de rodillas al suelo. Miró a Garlan con su corazón latiendo muy rápido; la chica se llevó una mano al pecho para intentar calmarse. Apenas y tuvo tiempo de asentir a las palabras del pelinegro para volverlo a ver lanzarse a la batalla.

Miró a su alrededor para inspeccionar en dónde se encontraba. Vio... ¿personas? Sí, aunque no pudo descifrar quiénes eran. Sintió su pecho oprimido de nuevo. Caelfall; sus hermanos... su padre. Sintió el impulso de ponerse de pie y salir corriendo, pero sus piernas, para su fortuna o desgracia, temblaban mucho impidiendo que se pusiese de pie por sí sola. Quería buscarles, pero al mismo tiempo sabía que hacer algo así no era lo más indicado. Había gente que ponía en riesgo su vida por protegerlos y no podía desperdiciar esos esfuerzos. Sin embargo, eso no significaba que la expresión de preocupación en su rostro se esfumaría con tanta facilidad.

La expresión de Réamann no cambiaba ni cuando Waltz no se sorprendió ni al voltear para prestar atención al nuevo escenario que se desarrollaba a la lejanía y escuchaba que Parfait llegaría. El peliblanco regresó su atención al ojirojizo cuando recalcó que estaba en su límite, negando con la cabeza con un movimiento seco.

-Eso no importa-se levantó y entonces se topó con Rin con su mirada-. ¿Te sobró cuerda? Espero que sí, podrías necesitarlo-exhaló para recuperar parte de sus energías, las pocas que le quedaban y seguir hablando con la pequeña-. De los tres, tú eres la más veloz en este momento. Saldré para atraer a algunos a la trampa. No importa si sólo son 3 o 4, una baja menos es significativa. Y cuando estén enfocados en mí escabúllete y busca a Alain y Fiorella, si es necesario amárralos con algo para que no se acerquen a la fogata. 

Después, el chico se agachó de nuevo para estar a la altura de Waltz y ahora se enfocó en la herida.

-Puedo ayudarte a esconderte en lo que hacemos esto. Si tenemos con nosotros a Alain, Fiorella o Stella, ya es ganancia para que puedas moverte bien. Rin es pequeña y si yo lo hago, habrá dos tirados en el suelo-por un breve momento su mirada reflejó cierta frustración oculta por no hacer mucho más, la misma que hizo cuando miró a Karma y a la otra chica pelear con la espada. Sin embargo, con ellas, aquél gesto no fue tan obvio sino hasta en este momento que miraba al chico-. El que está con Stella es un buen espadachín, así que debemos buscarlos con cautela. Yo me encargaré de él, puedo distraerlo aunque sea por unos segundos para que ella pueda escapar. ¿Están de acuerdo?

Rin miró a Réamann. Le ofreció su bolso ya que decía de crearse a la hoguera.

- es mi hermano Eses, pero al ser un objeto animado no le hará efecto el hechizo, es perezoso pero dudo que quiera quedarse cerca del fuego mucho rato, aunque no lo parezca... Puede pegar unos tirones de miedo o asfixiar a un enemigo, cuídalo que solo tengo un gemelo...

En ese momento una voz tenue se escuchó - están asquerosas pero pon una buena piedra dentro, si alguien se acerca demasiado le arréo un viaje... Pero después de esto quiero permiso para consumir uno o dos trozos de tarta de los que guardes...

Rin no le contestó, pero la piedra se la metió con cierta molestia, ¿¡Que quería consumir los trozos de tarta que había guardado!? Que metiera la piedra con ese genio mostraba que posiblemente tuviera más a parte del que regaló y que se llevó cierta frustración al ver solo uno...

-¡Aargh!- Hogward exclamó con dolor llevando una mano al brazalete de su muñeca. Sin embargo, el pinchazo que sintió en su muñeca, no fue nada comparado con la ola de información que inundo su cerebro. En ese momento, los ojos de Hogward se movieron a toda velocidad por el cuerpo de Faye. Enrojecimiento, pupilas dilatas, respiración pesada, aumento del calor corporal, sudoración; todos los síntomas que tenía la joven empezaron a enumerarse en la mente del chico. 

-Afrodisíaco- la lista termino con la causa de todo apareciendo en su mente. Seguidamente, sus vista se dirigió hacia la taza en que había estado tomando. -¡El té!- la cura también apareció en su mente. Hogward rápidamente trato de levantarse -¿Que por que?- le devolvió la pregunta a Faye, aun algo abochornado -Creeme, me lo agradecerás después- dijo mientras se apoyaba en la pared de atrás intentando incorporase. Al parecer, el pinchazo de su muñeca y el remolino de información le habían devuelto algo de cordura al chico. Sin embargo, cuando quiso apoyarse sobre sus rodillas, estas flaquearon y lo llevaron a caer sobre ellas. -Merda-  Hogward maldijo llevándose una mano al rostro. No se le había devuelto nada, su bochorno no se iba, si no mas bien iba en aumento. No solo eso, su vista empezaba a emborronarse y su cabeza le daba vueltas. El también parecía haber sido afectado. 

Hogward tenía que apresurarse, Faye se acercaba cada vez más y él cada vez estaba más débil. Sacando fuerzas de quien sabe donde, Hogward se apoyó otra vez sobre la pared y se puso de pie, esta vez con sus rodillas soportando -Okeey... mantegamos la calma ¿vale?- Hogward empezó a rodear a Faye con una mano por delante para mantener distancia -No hagamos nada de lo que podamos avergonzarnos luego- mientras hablaba se iba acercando a la mesa -¿Por que no nos tranquilizamos un poco y tomamos algo de...- decía mientras intentaba alcanzar la taza. No obstante, al ver la taza que iba a tomar con la mano, en su muñeca vio su brazalete. Ese brazalete de hueso que tantas desgracias le había traído. El brazalete...el... Hogward se detuvo en seco. El brazalete que siempre le decía lo que padecía la otra persona mas no la cura, si no la perdición de esta. Imágenes del pasado lo asaltaron. Una mujer....una mujer embarazada, pálida y fría tendida en una cama con una vaso en al lado y junto a ella su marido llorando desconsolado -No...No...¡No!-  La última vez que intento ayudar a alguien termino asesinando a la otra persona ¿y si la historia se repetía? El pánico empezó a apoderarse de Hogward y su cuerpo empezó a temblar. 

Faye, sin ser consiente de todo esto, se seguía acercando -No, no, espera- Hogward empezó a retroceder de nuevo. ¿Qué podía hacer? -N..no..no te acerques- suplicó alejándose cada vez mas. Si no nos trato....y si la trato.... también- no importa que hiciera, iba terminar mal -¿Por que por que !porque?!- Hogward cayo presa de la desesperación. ¿Por que no podía hacer nada? Incluso cuando se comporto tan bien con el ¿Por que no podía ayudarla? ¿Por que por que ¡POR QUE?! Todo por ella, por la bruja, ¡por la maldita bruja! -Aaa..aaa..¡Alejate!- sin darse cuenta, Hogward había llegado a la puerta y gritando con pánico tratando de alejar a Faye salió corriendo hacia el helado exterior.

En silencio, cansada y dolorida por todo lo que habían pasado Fiorella corría detrás de Alain dejando atrás al resto. Sabía que era arriesgado pero después de todo lo que habían pasado no podía dejarle sólo. El avanzaba ignorando su cansancio pese a que renqueaba como ella buscando a Claire. ¿Podrían salvar de verdad a aquella chica? Era algo que no sabrían sin intentarlo así que intentó hacer el esfuerzo de centrarse. 

Cuando parecía que no la encontraban, Alain dio con ella y salió corriendo haciendo un último acopio de fuerzas que ella le siguió pese a que casi se tuerce el tobillo al enganchar un poco el pie en la tierra. Sentía como sus músculos tenían cada vez menos fuerza mientras le seguía en un acto de fe. Se detuvo cuando la observó suplicante y fue entonces cuando le devolvió una sonrisa dulce y tranquilizadora haciendo acopio de sus últimas fuerzas antes de acercarse para ayudar a cargar a Claire. 

La chica no parecía alarmada en absoluto, incluso cuando te acercaste a la mesa a tomar el té para entregárselo, esta se puso de pie con una sonrisa y con la boca entreabierta mientras sonreía. Parecía dispuesta a arrojarse encima tuyo en cualquier momento, incluso se aferró a uno de tus brazos mientras te debatías entre creerle al brazalete o no creerle. Entre si darle el té o no, en si era lo correcto o no...

Ella te alcanzó, pero te zafaste con rapidez para salir corriendo, aunque ¿sí sería así de fácil? No lo era. Justo abriste la puerta para salir cuando un hombre de alta estatura se apareció frente a la puerta. Cuando lo viste bien, tenía un rostro bastante juvenil a pesar de su estatura y porte. Su sonrisa era un tanto macabra mientras te miraba de arriba a abajo.

- ¿Y tú a dónde crees que vas? Después de hacerle eso a mi hermana... Vaya que eres cruel - se rió mientras te empujaba hacia adentro.

Cerró y sentiste el dulce aroma de Faye sobre ti mientras se arrojaba encima tuyo, sujetándote hacia el suelo y no dejándote marchar. Para ser una chica tan delgada, era bastante liviana.

- Llego antes de tiempo y me encuentro con esta sorpresa. Tendrás que hacerte responsable - y aunque decía estar molesto, no parecía dispuesto a detenerla. De repente, escuchaste una explosión enorme y las ventanas de la casa se sacudieron, el cielo tembló y el hermano se cubrió la cabeza para luego gritar de dolor. Al mirarlo, viste que múltiples rayos recubrían su cuerpo. Cayó al suelo inmóvil con su cuerpo exhumando vapor. No estaba muerto, pero de seguro duraría inconsciente por un buen rato.

A pesar de desconocer de dónde había llegado esa fuerte explosión o los rayos, seguías bastante ocupado con esa chica encima tuyo tratando de aprovechar la situación. Incluso la explosión no parecía perturbarle y para ti se convertía en algo complicado resistirla. No te equivocabas, la misma droga empezaba a afectarte. Entonces, escuchaste una voz en la puerta.

- ¿Interrumpo algo? ¿Quieres una mano o prefieres que me vaya? - despejaste como pudiste tu campo visual y viste que se trataba de Delora, quien estaba en la puerta sonriendo divertida mientras te miraba con los brazos cruzados -. Creí que esta era una misión de rescate, pero no creo que haya mucho que rescatar por aquí -

La chica jadeaba con dificultad mientras sostenía su herida y entreabrió los ojos para mirarlos. Reaccionó a su voz, pero se veía que estaba pasando un mal rato, además que sus ojeras se veían más pronunciadas aún que antes y si tez más pálida si cabe.  Sea lo que fuere, necesitaba atención y pronto, o su vida estaría en un real peligro.

- No hay caso... Huyan... - dijo con un muy débil susurro mientras la levantaban. Los miró a ambos, pero no fue capaz de decir nada, aunque intentó ayudarlos a cargarle, pero parecía a punto de desmayarse, ya que su cuerpo se hacía pesado, dando a entender que la joven no podía maniobrarlo adecuadamente. Sea lo que fuere, la chica se encontraba haciendo un esfuerzo titánico.

- ¡Oh, no! ¡No lo harán! - se escuchó un grito desgarrador entre la multitud. Era la voz del anciano que se aproximaba a gran velocidad. Extendió una mano hacia los tres y un círculo de color violeta se formó sobre esta para luego desplegarse en lo que parecía un veloz relámpago que iba directo hacia ustedes. Podían dejar a Claire y tratar de huir, pero era posible que eso la matara. No parecía algo ordinario y era magia, poderosa magia.

- ¡Tú no lo harás! - se escuchó la dulce voz de una mujer entre el caos, mientras que lo que parecía una barrera de color azul les cubría para recibir el impacto de aquel relámpago para luego sonar como vidrio rompiéndose. Se deshizo y pudieron notar que estaban a salvo. No fue inmediatamente, pero no tardaron mucho en notar que quien parecía haberles ayudado, se acercaba con un paso lento, aunque sin dejar de mirar al anciano de manera amenazante. Se trataba de Parfait. Se paró frente a ustedes, escudándolos con su propio cuerpo mientras alzaba su mano derecha hacia el anciano -. Nos vamos - a pesar de la dulzura natural de su voz, su rostro se veía completamente serio y su tono era autoritario. No parecía tomar en cuenta otra opción en ese momento.

- ¿Qué? ¡No te llevarás a mis presas! - y aunque el hombre disparó un segundo rayo, Parfait ni siquiera parpadeó, conjurando lo que parecía un rayo de fuego que salió hacia este, tragándoselo, absorbiéndolo, empujándolo hacia atrás, generando un choque tan fuerte con el relámpago que hizo que este se fragmentara, uniéndose al fuego y generando una explosión que mandó al anciano a volar en cuestión de segundos. Parfait podía verse frágil, pero aquella hazaña la hizo sin siquiera parpadear. Sin duda, era un hada poderosa. Las personas que aún estaban luchando por contener a Karma y a la mujer rubia seguían de pie, forcejeando y aprovechando su número para sobrepasarlos, casi lográndolo.

El hada lo notó también, pero se giró hacia ustedes, recuperando su suave mirada - ¿Están bien? - dijo buscando sus ojos para luego mirar a Claire -. Debemos sacarla pronto de aquí. También a todos. Por favor, aléjense y vayan hacia las cabañas. Se toparán con Delora allí - y aunque malherido, con el rostro ensangrentado y enojado, el anciano parecía querer seguir luchando con Parfait, aunque esta le devolvía todos sus hechizos con cierta facilidad. De seguro planeaba escudarlos hasta que llegaran al lugar mencionado anteriormente.

Fue cuestión de segundos, girarse a hablar, atender a Waltz, o tal vez solo era culpa del caos, pero Fiorella y Alain se habían perdido del panorama, igual que Stella. El hombre de cabello negro y ojos grises que la había arrastrado fuera de allí había vuelto al tumulto mientras que Stella no estaba por ninguna parte. Al menos no que pudieran detectarla desde allí.

Waltz trató de hablar, pero se le dificultaba. Solo pudo mirar un tanto desconcertado el peliblanco - ¿Distraer a Garlan? No... - y Waltz tosió. Este esfuerzo llevó a que el vendaje que recubría la herida resultara manchado una vez más. No era como si la herida fuera mortal, pero de seguro era profunda y bastante dolorosa. Sin embargo, no tenían demasiado tiempo para preocuparse.

Réamann se puso de pie para atraer hacia la trampa de Rin a uno que otro, adentrándose lo suficiente en la confrontación para poder llamar su atención, pero no tanto como para verse inmiscuido en la batalla de manera directa. Rin se preparó junto a Eses para ir hacia la fogata cuando algo inesperado ocurrió.

Una enorme explosión se hizo audible muy cerca de donde se encontraba la fogata. La onda explosiva los sacudió, e incluso estuvo por derribar la trampa de Rin, si no fuera porque la pequeña había desarrollado ya cierta experticia en esto y esta logró resistir, pero no se podía decir lo mismo de un malherido Waltz o de un agotado Réamann, quienes sí que sintieron la onda expansiva. Réamann fue derribado por esta mientras que Waltz cayó con brusquedad al suelo y la pequeña Rin voló unos cuantos metros desde su punto inicial hacia otra parte de la arboleda que les cubría, alejándose tanto del fuego como de la trampa. Si miraban hacia la fogata podían ver una enorme cortina de humo cubriendo el espacio, haciendo difícil identificar bien lo que allí había.

Esperar la señal...

Esas habían sido las últimas instrucciones de Garlan para Stella, quien permanecía oculta, tratando de controlar su propio nerviosismo, aunque no era tarea fácil. Al mirar hacia donde se encontraban esas personas, viste que una de ellas parecía salir de la arboleda hacia la conmoción, hacia donde momentos antes te encontrabas. Caminaba con despacio y casi con cuidado de no ir a acelerar. Era muy similar, ¿pero era posible? Tus sospechas se hacían fuertes cuando notaste que quien había salido para llamar la atención de algunos de esos zombies era aquel peliblanco alto que solía agotarse rápidamente. Ya con el tiempo que llevabas de conocerle, notaste que sus pasos eran lentos y sus movimientos quedos, lo cual indicaba que estaba muy cerca de su límite y en cualquier momento podía colapsar. Réamann llamaba la atención de aquellos en la fogata mientras se llevaba esporádicamente la mano a su pecho, justo encima del corazón. Si ese era Réamann, ¿quiénes eran las otras dos figuras?

No tuviste mucho tiempo para pensarlo, ya que una enorme explosión se hizo audible muy cerca de donde se encontraba la fogata. La onda explosiva sacudió el lugar donde estabas, haciendo que algunas frutas cayeran de los árboles, así como algunas ramas pequeñas y hojas. Además de sentir las frutas golpearte en la cabeza, lo que pudo haberte dañado fue la onda expansiva, que te hizo rodar por el suelo un par de metros para luego disiparse. ¿Sería esa explosión la señal?

Si buscabas a Réamann en el punto donde lo habías visto, pudiste notar que ya no estaba allí. Aunque mirando más de cerca, notaste que se encontraba en el suelo, visiblemente dolorido. La onda lo había derribado y era muy seguro que pararse de allí sería una odisea para él. ¿Qué podían hacer? Miraste hacia el tumulto y notaste que muchos sí habían sido derribados, pero otros seguían de pie. ¿Cómo habían hecho para no dejarse afectar por algo así?

Agradeció a Fiorella la ayuda con un leve asentimiento pero su entrecejo fruncido hablaba de la preocupación que sentía en ese momento. Entre ambos la cargaron, mas a pesar de que la joven ponía de su parte les estaba resultando sumamente difícil. Podía sentir como su respiración acelerada se acoplaba a la de su compañera, pero los jadeos de Claire se sobreponían a todo.

- Tonterías - se limitó a responder cuando la chica dijo que la dejaran.

Si bien apenas tenía la fuerza para sacarla de allí, desde luego no tenía la fuerza para dejarla. Hacerlo, dejarla ahí para fallecer, hubiera supuesto más de lo que podría aguantar. Así que siguió, tratando de cargar más peso para así liberar a Fiorella de parte del trabajo mientras los tendones se le marcaban en el cuello debido al esfuerzo.

Había pensado que, entre todo el jaleo, podrían marcharse pasando relativamente desapercibidos pero de repente la voz del anciano, alzándose por encima de la multitud, le hizo darse cuenta de que aquello no sería "tan fácil" y más viendo que éste se había encarado hacia ellos para lanzarles un hechizo que auguraba peligro.

No se detuvo. No cerró los ojos. Seguramente, ni siquiera llegó a formular un pensamiento al respecto. Sencillamente, su mente se quedó en blanco y el mundo pareció perder color, perder sonido. Hasta que Parfait hizo acto de presencia y todo pareció regresar a él poco a poco, con el corazón palpitándole con fuerza.

No dijo nada, incluso cuando el hada encontró un momento entre ataque y ataque para dirigirse a ellos. No podía hablar, no si quería utilizar las fuerzas que les quedaban para llevar a Claire a salvo hasta el punto que Parfait le había dicho. No debían entretenerse más, pues cada segundo contaba, así que simplemente asintió mientras proseguían en su penoso avance.

Stella se mantuvo atenta en todo momento mirando en dirección hacia la otra arboleda. No podía quedarse tranquila, necesitaba ver si sus sospechas eran ciertas y, de no serlas, necesitaba buscar a sus seres queridos. Sin embargo, eso no haría su decisión más sensata que la de Alain y Fiorella; ¿qué podría reprocharles, al final? Se sentía impotente, podía entenderles.

En eso, mientras la pelinegra miraba distraidamente hacia el otro grupo de personas, por un momento se congeló del todo al ver quién había salido. No, no podía ser. ¿Quizá Stella estaba empezando a delirar...? No tuvo tiempo para pensarlo.

Después de que la onda expansiva la hiciese rodar un par de metros hacia atrás, Stella mantuvo sus ojos cerrados unos segundos. Su pie aún dolía, así como, ahora, muchas otras partes de su cuerpo. Tenía algunos rasguños en las piernas y otros en las manos, siendo estas sus partes expuestas. A pesar de eso, no tenía ninguna herida que le impidiese moverse, aunque eso no quería decir que moverse no le dolía.

En esos momentos no se enfocó en qué había causado la explosión, tampoco en porqué algunos en el tumulto no habían sido derribados, ni siquiera pensó en sus propios golpes que escocían... Hasta la instrucción de esperar por la señal se esfumó para ella. Se puso de pie con algo de trabajo, intentando recargar la mayor cantidad de peso posible en el pie que no le dolía. Su mirada, una vez haber encontrado al chico, no se despegó de Réamann. Stella sintió mucho miedo en ese momento y, antes de darse cuenta, ya había salido de su escondite, corriendo a la mayor velocidad que podía hacia Réamann. Para ese entonces ella no entendía del todo bien sus sentimientos; solo sabía que Réamann era la última persona que quería ver morir.

Después de que sucediese la explosión, alguien salió de las arboledas cercanas unos momentos después. Corría, alejándose de su escondite, aunque no parecía estar en condiciones para hacerlo. La ropa que había estado utilizando esa mañana estaba revolcada, tenía algunos rasguños en sus manos y en las piernas, aunque lo que más resaltaba era un corte en su mejilla. Además de eso, parecía correr con cierta dificultad; afincaba casi todo su peso en el pie izquierdo. Su cabello ante la luz del sol tomaba cierto tinte color violeta. A pesar del dolor que podía estar sintiendo su rostro lo único que expresaba era preocupación.

Sí, esa chica era Stella.

Sin pararse a pensar en lo que estaba sucediendo a su alrededor, Stella corrió y corrió hasta llegar al lugar en donde Réamann había caído. Su corazón estaba latiendo muy rápido y tomaba aire con fuerza. Se sentó sobre sus rodillas a un lado del peliblanco y lo único que pudo decir con su voz temblorosa fue:

—R-Réamann... —miraba al dueño de ese nombre como si se creyese delirando. Involuntariamente extendió una mano hacia el cabello del chico, al tocarlo rápidamente la retrajo, sorprendida, tal y como si hubiese salido de una ilusión. Aunque en verdad el que no fuese una ilusión lo hacía peor— ¡Réamann! —volvió a repetir, esta vez segura de que en verdad era él— ¿Qué estás haciendo aquí? Tú... —el desconcierto seguía impreso en su mirada, pero eso no la despegó de la realidad en la que había vuelto a caer— ¡Debemos movernos de aquí! ¿Puedes hacerlo con mi ayuda? ¿¡En qué estabas pensando!?

Los oídos le pitaban a consecuencia del golpe de la onda expansiva... era algo que Réamann no le sorprendía porque era bien sabido que a exposición de sonido estruendoso repentino se lastimaba aquella parte de su cuerpo y los sonidos externos le eran lejanos. Todo su cuerpo le dolía, pero una sensación de pesadez más de que fuese por heridas o golpes directos como tal, además de la opresión en su pecho que le advertía que si se levantaba volvería a caerse para no poder intentarlo de nuevo. 

Boca arriba, el peliblanco podía percibir el movimiento caótico en su alrededor mientras sus ojos observaban como cuencas vacías el cielo que se oscurecía por la humareda. Lo único que reflejaba vida en él era su respiración agitaba que se reflejaba en el vaivén de su pecho, el cual era solo un reflejo minúsculo del mar de emociones interno que comenzaba a inundarlo. Ya no estaba con Rin y esa niña impulsiva podría meterse en problemas, por eso Parfait le pidió que la cuidase.

Y fallé.

Y Waltz, el cual debía estar más herido y que le había advertido de Garlan.... el chico no era tan tonto como para pelear. Quería ver por qué se llevaba a Stella, pues lo primero que había pensado era que estaba bajo un hechizo porque confiaba en él.

¿Podía confiar?

Ahora, el ojirojizo debía estar peor y no podía ir a socorrerlo. Estaba solo.

¿Por qué tengo este cuerpo tan...?

A cada segundo, el chico parecía que se hundía más y más en sus pensamientos. Había perdido su propósito de vivir y la aparición de Delora fue un aliciente que, aunque fuese duro, le hizo ver que había algo más que servir en la milicia y superar la traición... Esa traición que lo seguía acosando cuando se acostaba, al despertar, cuando trabajaba y prácticamente un recordatorio vivo cuando llegaba al límite. Aquella tarde cuando su ex-prometida lo maldijo fue lo más terrible que le había pasado, una ingenuidad rota que lo llevó a cerrarse para evitar ser lastimado de nuevo.

Sin embargo, ver su retrato y conocer a su antigua familia fue... un golpe muy profundo.  Tuvo una hija, un esposo que había amado y aún así les dañó... por supuesto, él no era nada a comparación de ellos. Réamann Lockheart era solo un muñeco.

Cerró los ojos, dejándose rendir por esos pensamientos cuando escuchó unos pasos que se acercaban a él y una voz familiar. 

Ella... ella está bien... Me alegra.

Aquél peliblanco se encontraba tirado boca-arriba completamente inmóvil. ¿Estaba inconsciente, herido o...? Si alguien ajeno a él lo veía de reojo, podrían pensar que estaba terriblemente dañado tal vez a consecuencia de esa explosión. No obstante, un vistazo más apropiado indicaría que tenía sus ojos abiertos y su pecho se alzaba y hundía con agitación, un vaivén que reflejaba un problema respiratorio fuerte que contenía algo; no obstante, sus ojos... esos ojos café parecían los de un muñeco que se hundían al observar el cielo manchado de humo, se perdían cada vez más hasta que los cerró. ¿Ahora sí se habría desmayado?

No reaccionó cuando aquella chica se colocó a su lado ni cuando le habló. No obstante, cuando tocó su cabello, el chico abrió sus ojos levemente reflejando la ausencia de vitalidad completa en su mirada. Abrió un poco sus labios, pero fue un movimiento leve en la que mantuvo su boca entreabierta mientras llevaba una de sus manos en una mejilla de la chica.

-Déjame... aquí...-su voz sonaba cansada, el brazo extendido le temblaba aunque con el pasar de los segundos lograba contenerlo un poco-. N-no gastes.. tu tiempo... en mí... -el aire se le iba rápido, esforzándose en hablar-. Waltz... ve por él... debe estar camino al.. al bosque. Él.. está herido. Rin... intentaría buscar a Alain... y a Fiorella...

Retiró su mano para intentar levantarse, pero definitivamente no podría hacerlo sin ayuda. Esa idea pareció oscurecer aún más su mirada.

-Parfait viene en camino... refúgiense en lo que llega. Ve... soy muy alto para que... puedas ayudarme...-y era verdad. Cuando tuvo el ataque el día en que la conoció, tuvo que ser llevado por Karma y Garlan-. Por favor, Stella.

-Aah- Hogward hesitó al abrir la puerta y encontrar a un chico obstruyendola. -S...s...¿su hermano?- Hogward estaba confundio, ¿no dijo que estaba en la ciudad?. Sin embargo, antes de que pudiera hacer o decir algo, el hermano de Faye empujó a Hogward de vuelta adentro -N..no, espera- Hogward se horrorizo. Estaba por escapar y justo antes de hacerlo volvió al fondo del abismo. Faye, quien no había dejado de seguirlo, se abalanzo sobre el haciendo que los dos cayeran al suelo. Hogward se revolvió intentado zafarse sin éxito, solo para quedar boca arriba mirando a Faye. 

El cuerpo de Hogward cada vez se sentía mas caliente y su respiración mas intensa. El afrodisíaco ya lo estaba afectado y no había nada que pudiera hacer. Sus manos se movían por cuenta propia dirigiendose hacia la delgada cintura de la hermosa joven que tenia delante. El hermano parecía estar diciendo algo, pero Hogward ya no podía concentrarse en nada mas que Faye. Estaba por perder el control cuando, una fuerte explosión sacudió el lugar. Las ventanas volaron y la casa tembló. Un alarido de dolor se se escucho detrás de el.

La explosión pudo darle a Hogward un momento de claridad y lo distrajo lo suficiente para alzar la mirada y ver a una mujer parada a los pies del hermano que yacía tendido en el suelo con toda la parte trasera del cuerpo quemada. Era Delora, la bruja de la taberna. ¿Como había llegado hasta ahí? o ¿Que hacía ahi? Eran preguntas a las cuales Hogward no tenía respuesta. No obstante, en ese momento, Hogward no le importaba nada, no quería hacer daño a la joven que se había portado tan bien con el. Por lo que, sacando cada ápice de voluntad que le quedaba tartamudeo entre dientes -A...ayuda- ya no podía consigo mismo y estaba a punto de sucumbir a la sustancia que estaba dentro de su cuerpo.

Ver que el chico había reaccionado hizo que Stella sintiese cierto alivio, aunque al sentir el tacto de la mano del chico sobre su rostro no pudo evitar sorprenderse. Sin darse cuenta se había quedado en silencio mientras el chico hablaba, sus ojos se habían llenado de lágrimas, pero no era el momento de llorar. Con las últimas palabras del peliblanco, Stella negó con su cabeza dejando en claro que no tenía intenciones de hacerle caso.

—Tú... —a pesar de que sus ojos estaban llenos de lágrimas, Stella tenía el ceño fruncido; estaba bastante enfadada— ¿Qué es lo que dices, pedazo de tonto? Si quisiera huir..., ¿por qué vendría a por ti en primer lugar? —se había puesto un poco roja. Oh, no; de verdad se estaba enfadando— ¡No me iré!

Era verdad, ella no era la más indicada para ayudar a Réamann. Además, ella misma estaba herida. A pesar de eso, no lo dejaría ahí tirado sin más. ¿Acaso él no era consciente de su estado? Estaba mucho peor que ella. En serio... ¡Un tonto, un verdadero tonto! 

—¡Nos vamos, no importa lo que digas! —obstinada, enfadada y olvidándose de su propio dolor, Stella estaba decidida a ayudar a Réamann a salir de allí— ¿Cómo acabaste así, en primer lugar? Vamos, te ayudaré. Tonto.

No hubo mucho más que decir tras la respuesta de Alain. No iban a dejar a Claire así que sólo quedaba compartir la carga pese a que notaba como el cuerpo se le tensaba del esfuerzo. Estaba agotada por todo lo que había pasado y sólo quería que todos saliesen sanos y salvos de allí y acabar con esa pesadilla. Estaban tan cerca y rozaban la victoria con los dedos que casi sentía que podía relajarse. 

Pero el brujo iba a demostrarles que no se les podía subestirmar, y aunque parecía derrotado pronto las tornas cambiaron y les atacó de nuevo. Sintió como las piernas le temblaban de frustración y impotencia pero fue entonces cuando recibieron la ayuda de Parfait, que les indicó que se marcharan. Miró a Alain a los ojos y le asintió con determinación, no quería dejarla atrás pero ahora mismo sólo la estorbarían así que usó todas las fuerzas que le quedaban para avanzar. 

¿Por qué no le estaba haciendo caso? Réamann no comprendía por qué Stella insistía en ayudarle cuando la probabilidad de éxito era muy baja. Tardaría bastante en levantarse y el caminar sería demasiado  lento; él prefería que los demás se salvasen ya que era un estorbo debido a su condición. Sin embargo, estaba habituado a que le protegiesen en The Marchen por eso y aunque le molestaba, era lo adecuado. ¿no?

Sin embargo, verla enojada y con esa actitud de no dejarlo atrás y llamarlo tonto por esa decisión evocó en el peliblanco sus memorias en la milicia cuando él no dejaba a ningún compañero atrás y fue cuando la imagen de Viscount emergió de entre sus recuerdos levantándolo del suelo con esa sonrisa confiada sin saber que años después sería traicionado por él junto a quien creía sería el amor de su vida. Tenía miedo de sufrir, perder a alguien o que de nuevo alguien le diese una apuñalada en la espalda. Su corazón no podría soportarlo y por eso mismo procuraba no acercarse demasiado a sus compañeros en The Marchen... Sin embargo, en ese momento se dio cuenta que ellos ya se habían ganado un lugar en sus sentimientos: procurando que Rin no hiciese alguna tontería a pesar de que ella tenía un día de haber llegado, planear algo para rescatar a Alain y a Fiorella, sanar a Waltz y que él fuese más importante que su propia vida... e incluso considerar como verdad lo ocurrido entre Magnus y Phoisa. ¿Por qué había confiado tanto?

Porque soy un tonto.

Ese pensamiento no fue con autocompasión, repitió lo que la pelinegra le estaba diciendo y cerró sus ojos intentando que esos recuerdos que empañaron su mente se desvanecieran. Abrió sus párpados y entonces una fina línea en sus labios se dibujó en una tímida curva. ¿Acaso...?