Partida Rol por web

- Pues si me lo permite Lord Rolart si que le echaré un vistazo a las pistograbaciones. Quizás dos nuevos ojos (tres contando con mi fiel servocráneo) sean capaces de dar un nuevo enfoque que arroje más luz (ver algo que a los previos se les haya pasado por alto).

Se retiró un poco de los demás escogiendo una mesa apartada y empezó a revisar las grabaciones mientras tomaba notas en su cada vez mayor fajo de informes, notas, autopsias... Aunque se mantenía al alcance del oido de los demás (no quería perderse la conversación) si que intentaba alejarse (más bien ocultarse) del centro de la conversación y de los ojos de los demás. Cuando se vió suficientemente cubierto, por papeles, su propia espalda vuelta hacia los demás, se permitió abrir brevemente el códice negro, que hojeó rápidamente en busca de referencias cruzadas mientras le daba vueltas a lo que Dietgard Rolart acababa de decir sobre los Haarlock.

Rápida y discretamente echó el cierre al grimorio, comprobó su hermética y lo tapó con más papeles para hacerlo desaparecer en su mochila antes de que llamara la atención de nadie.

El examen de las grabaciones fue una tarea larga y tediosa. Al principio no revelaron nada, pero tras un par de videos Arcturus comenzó a notar una leve distorsión que se repetía a altas horas de la madrugada. En los vídeos en sí la imagen no variaba, la interferencia captada era muy leve y no duraba más de un par de segundos, pero siempre ocurría en todos los vídeos exactamente a la misma hora de la noche con precisión milimétrica. Cuando Isolda contrastó los vídeos con la fecha en la que según el el señor Rolart, Zamura había pasado fuera de casa, descubrió aquella era la única noche en que los vídeos no presentaban la distorsión.

Por último quedaban los vídeos de la noche que asesinaron a Zamura. El señor Rolart no había exagerado con la tormenta. El agua caía a mares en cielo abierto y relámpagos cruzaban el cielo cada pocos segundos; algunas cámaras en algún momento indeterminado cayeron derribadas por el viento y continuaron grabando desde el suelo. Cuando le noche había avanzado lo suficiente, el vídeo de una cámara terminó bruscamente, a esta la fueron siguiendo otras, hasta que finalmente todos los videos estuvieron apagados. — Todos los dispositivos estaban destrozados cuando llegamos. — había explicado Dietgard.

Arcturus hizo lo que pudo, y tras varios esfuerzos logró recuperar una de los últimos fragmentos antes de que una de las cámaras fuese eliminada. No se veían muchos detalles, pero iluminadas brevemente por un relámpago se distinguían a contraluz las siluetas de un par de figuras encapuchadas, envueltas en algo que podía ser una túnica o un abrigo largo.

- Bien, a la luz de los hallazgos... - aquel equipo de acólitos inquisitoriales a los que le habían forzado a acompañar (invitado formalmente había sido el término que habían empleado practicamente a punta de bólter) sin duda sabía lo que se hacía. Aunque él no había sido capaz de encontrar nada en las grabaciones, sus compañeros sí, algo a elogiar (y recordar) - parece que las visitas a vuestra morada, Lord Rolart, eran algo habitual, alguien con capacidad para interferir con los sistemas de toda vuestra casa acudía diariamente ¿existe algún fenómeno que pueda explicar esto? ¿algún transporte que discurra en la proximidad a esa hora? ¿un fenómeno parte del ciclo de rotación planetaria? (después de lo ocurrido en el planeta Quaddis tales preguntas no parecían fuera de lugar)

Imaginaba que tales interferencias ocultaban la entrada de alguien en la casa para la entrega de las cartas (o quizás con otros propósitos). Por otro lado, los encapuchados parecían ser los responsable de la muerte de Lady Zamura (también se había descrito su presencia en otros escenarios de los asesinatos) pero el hecho de que destrozaran las cámaras el día de la muerte podía significar que ambos eventos (interferencias y encapuchados) estaban en relación pero no eran el mismo fenómeno.

Tirando de este hilo quizás fuera posible ubicar a los encapuchados mediante sistemas de grabación de edificios cercanos o del sistema de seguridad de la ciudad. Si requerían destrozar las cámaras para no ser identificados, era razonable que hubiera alguna que no hubieran identificado o que estuviera fuera de su alcance y por tanto intacta. En esa línea, las vestimentas parecían bastante significativas y no sería dificil que algún ciudadano en esta u otra parte de la cuidad los hubiera visto

- Lord Rolart, le agradezco enormemente su colaboración y su tiempo y lamento el dolor que esto pueda haberle causado. Les dejaremos llorar su pérdida en paz en breve - dijo, invitando a sus compañeros a continuar la búsqueda de pruebas en otra parte. Claudius no imaginaba que más podía obtener allí y estaba deseando consultar el grimorio en la intimidad en busca de fenómenos capaces de alterar las pictograbadoras en un radio tan grande.

Los hallazgos procedentes de las grabaciones dejaron a Arcturus reflexivo, callado. Por fin asintió a Claudius, y agradeció suavemente a los anfitriones la acogida. Luego miró expectante a Isolda, por ver si tenía algo más que añadir.

El señor Rolart estaba claramente desconcertado por las afirmaciones de Claudius sobre sus sistemas de seguridad. — No, al menos yo no conozco nada de lo que me menciona que pueda tener algún significado. No hay transportes regulares por aquí ni ningún fenómeno particular salvo la propia tormenta que cubre el continente desde hace siglos. —

Mientras intercambiaban unas últimas palabras, Arcturus se aseguró de llevarse una copia de las pictograbaciones en sus placas de datos para repasarlas pormenorizadamente más tarde. Se fijó en la hora a la que ocurría la distorsión, y si era exactamente la misma en todos los dispositivos de pictograbación u ocurrían sucesivamente. Repasó mentalmente las habilidades, psíquicas tal vez, que pudieran realizar aquello. Sería, seguramente, para permitir el paso a alguien sin ser visto... De entrada o de salida. Y la última noche pasó alguien o algo que ninguna distorsión podría ocultar. Seguramente.

Quizás valiera la pena pasar por allí a la misma hora, hay testigos muy regulares que suelen pasar desapercibidos. Un mendigo, por ejemplo. Arcturus lo había leído en algunaparte, hacía mucho tiempo.

Tenía ganas de intercambiar impresiones con los otros dos acólitos. Ver qué les había parecido todo aquello.

Comprobado que sus compañeros estaban de acuerdo con abandonar aquel lugar, Claudius se despidió cortesmente y como recordando algo dijo.

- Les dejamos ahora Lord Rolart, de nuevo, nuestras condolencias. Nos comunicaremos con usted tan pronto como nos sea posible (promesa vacua en realidad trabajando para la inquisición, pero no menos educada o reconfortante). Por cierto, querría despedirme de Brunilda, si no le importa, de hecho puede acompañarnos hasta la puerta de sus terrenos (y quizás la acerquemos a su destino en el vehículo para conversar más tiempo si la cosa resulta fructífera) si no es molestia (pero no aceptaré un no por respuesta).

Ya con la criada, cogió a ésta del brazo, con confianza, como pasea un viejo matrimonio y comenzó una conversación (interrogatorio sutil en realidad) fuera de los oidos de Lord Rolart, mientras se dirigían hacia el transporte

- Querida, lamento enormemente su pérdida, imagino que estaría usted muy unida a la joven Zamura. Imagino que la conocía usted desde hace muchos años, quizás desde siempre ¿es asi? Si no es indiscrección ¿cómo entró a formar parte del servicio de la noble casa Rolart?

- ¿Podría contarnos algo de la terrible noche? Quizás algo que recuerde o incluso una sensación, un presentimiento, por tenue que le parezca?

- ¿Por qué abandonó la casa Rolart? Lord Dietgard ha dicho que usted ya no formaba parte del servicio? ¿Dónde está usted ahora? ¿Está bien atendida? ¿Hay algo que yo pueda hacer por usted?

Claudius fue haciendo pausas entre cada una de sus preguntas, tan pausado como caminaba, dejando que la mujer fuera respondiendo a cada una de ellas, evaluando la reacción de ésta a las preguntas y a las respuestas.

Caminaron despacio para salir de la finca. Mientras se dirigían a la salida, Claudius sonsacaba a la criada, y Arcturus miraba los árboles y las estatuas con curiosidad. Caía una fina cortina de lluvia que hacía todo más silencioso, más difuso. Dejó avanzar unos pasos por delante a la pareja y se aproximó a Isolda. Caminando a su altura preguntó sin mirarla.

-Qué opina de todo esto, hermana?

El señor Rolart se despidió también de los agentes y les permitió volver a hablar con la criada antes de irse. Brunilda ya se había repuesto, aunque continuaba sin levantarse de la silla

¿cómo entró a formar parte del servicio de la noble casa Rolart?

¿Por qué abandonó la casa Rolart? Lord Dietgard ha dicho que usted ya no formaba parte del servicio? ¿Dónde está usted ahora? ¿Está bien atendida? ¿Hay algo que yo pueda hacer por usted?

— De joven fui dama de compañía y al envejecer ocupé la labor de matrona. Con lady Emery en cinta, los Rolart me contrataron para atender las necesidades de su hija hasta que se hiciera mayor.

Cuando... ocurrió, comencé a sentirme una extraña en la casa. Ya no había nada para mí que hacer aquí y las pesadillas... yo misma renuncié y me retiré a mi propia casa. Mis hijos cuidan de mi ahora. —

- ¿Podría contarnos algo de la terrible noche? Quizás algo que recuerde o incluso una sensación, un presentimiento, por tenue que le parezca?

Brunilda negó firmemente con la cabeza y se apresuró a beber de un vaso de agua con tanta prisa que se atragantó y comenzó a toser.

Claudius acompañó a la sirvienta hasta el final de los terrenos Rolart y se despidió estrechándole las manos. Parecía que no podría sacar mucho más de aquella mujer, quizás envejecida antes de tiempo. Algo que no dejó de recordarle su propia edad y por un momento maldijo a su hermano Vintas, sin cuya intervención aún gozaría de los beneficios de las cirugías y tratamientos juvenat.

Embarcó en el transporte, de nuevo en la parte delantera, aunque algo más sombrío (y callado) de lo que acostumbraba. Se abrochó el cinturón de seguridad y esperó que alguno de sus compañeros diera instrucciones a la chófer sobre el destino y ruta a seguir.

Se instalaron en el transporte en silencio, y así permanecieron unos instantes. Arcturus no era el mejor para llevar conversaciones, pero lo intentó.

-Bueno... Qué sabemos? Recapitulemos. Todas las noches se producía una distorsión en las grabaciones de seguridad. Quizás alguien entraba o salía. Se les ocurre algún dispositivo que pueda provocar ese efecto, o alguna capacidad?* A ese respecto, les parece útil apostarnos aquí está noche para saber si vuelve a ocurrir, o dejar un dispositivo de pictograbación por si se repite el fenómeno para descartar opciones?

Siguió discurriendo en voz alta, pausadamente, dando pie a los demás a intervenir de cuando en cuando.

-La muchacha recibía cartas de amor. No sabemos de quién. Creo que deberíamos interrogar a sus amigas. Y tal vez a ese viejo pretendiente que le regaló el anillo.

Extrajo la maltrecha sortija de un bolsillo y volvió a observarla.* 

-Parece claro que quienes entraron la noche de autos no se anduvieron con sutilezas, pero no se me ocurre cómo seguirles la pista. Si la criada sabe algo más, creo que habría que recurrir a un examen más... Psíquico para saberlo.

Un visible escalofrío recorrió el corpachón del tecnosacerdote. Calló un largo instante.

-Y bien?

Al parecer los demás miembros de la partida estaban tan abatidos como Claudius, quizás fuera la carencia de pistas, la tristeza de la casa o la de todo aquel malhadado planeta donde ni la comida, ni el clima, ni los habitantes acompañaban*.

- Imagino que debemos continuar... - dejo caer, pero ninguno de los acólitos inquisitoriales añadió nada más y su ácida conductora parecía empezar a impacientarse.

- A la mansión Sur’Seculo entonces - pidió a la chófer.

Recordaba que también se habían descrito encapuchados en aquella escena del crimen e imaginaba que Karajcik e Isolda estarían centrados en la parte más humilde (y turbia) de la ciudad, probablemente detrás del miembro de los Reseca y de las FDP fallecidos.

Eso les dejaba a ellos la parte más noble (y previsiblemente más agradable, aunque quizás no menos peligrosa) de la ciudad. De camino se pondrían en contacto con ellos para informarles si era posible, imaginando que el vehículo dispondría de sistema de comunicaciones de medio alcance (aunque quizás ellos no disponga de equipo de recepción más allá de los comunicadores (quizás Arcturus fuera capaz de enlazar ambos equipos y hacer que la conversación fuera posible)

Isolda callaba, sin duda pérdida en profundas reflexiones, y Claudius ordenó visitar a la otra familia noble. Tenía sentido, así que Arcturus asintió.

-Sigamos recopilando información de primera mano, pues, y luego decidiremos los próximos pasos...

La piloto Brismira se incorporó bruscamente en su asiento en el que estaba dormitando, y tras confirmar el destino  asintió con la cabeza, dio un gran trago de una cantimplora y arrancó el vehículo sin titubear.

La mansión Sur'Século no estaba tan cerca como podía parecer. La nobleza menor vivía en el distrito IV, pero los Sur'Seculo eran una familia de noble y antigua alcurnia establecidos en el distrito VII. Nero había mencionado que aquél distrito tenía el sobrenombre de Las Mansiones "Sombrías", y algo de razón tenía ese apodo. A pesar del tamaño del distrito había pocas mansiones; las enormes villas eran terrenos con unas pocas hectareas* de campo y jardines, pero el tiempo les había pasado factura, las casas tenían diseños tremendamente anticuados e incluso las que se esforzaban por parecer mejor cuidadas y arregladas tenían signos evidentes de que algunos muros habían sido reemplazados y afianzados varias veces desde el exterior, combinando modas de distintos siglos, creando la sensación de que las propias casas había sido equipada con prótesis para sustituir sus partes viejas y dañadas.

Resultaba fácil distinguir donde antaño estuviera la mansión de los Sur'Século, una extensión de tierra quemada con unas ruinas ennegrecidas en la cima de la colina, como un macabro vestigio de algo majestuoso que ya había sucumbido.

- Bien, imagino que hemos llegado... - dijo Claudius después del largo viaje en blindado. A medida que habían recorrido la ciudad su humor parecía haberse ido recuperando y volvía a su habitual buen humor salpicado por su constante diálogo interior.

- Supongo que aqui nos bajamos. Acérquenos tanto como sea posible mientras sea seguro para el vehículo - el aspecto de aquella ruina era verdaderamente siniestro. Claudius había esperado encontrar la mansión en mal estado tras el incendio pero de ahí a encontrar prácticamente un cráter (como si hubieran golpeado la casa con una lanza orbital)

- Si fuera posible, monte guardia en el perímetro, por muy noble que sea esta zona y por poco poblada que esté, algo no acaba de gustarme (más bien no acaba de gustarme nada) y no me gustaría que nos encontraramos con carroñeros (o con los hombres del general Khan) sin saberlo de antemano. Gracias - añadió con una sonrisa esforzada.

Dicho lo cual echó mano a su mochila y al rifle y se bajó del vehículo dispuesto a estudiar las ruinas de la casa como quien recorre las huellas de una civilización perdida, con el servocráneo alumbrando sus pasos y un pañuelo al rostro para evitar el polvo (y por lo aventurero del gesto, porque con filtros nasales basta con cerrar la boca (pero eso no es fácil que dure mucho ¿no?)

Por alguna razón Arcturus había esperado una puerta a la que llamar, y se quedó observando la desolación con aire estupefacto. Era siniestra la ceniza mojada por doquier. Miró a los otros y aprestó el rifle. Dedicó una mirada lánguida al vehículo, respiró hondo y de adentró en la propiedad con paso cauto, mirando a todos lados atento a cualquier movimiento.

Isolda había optado por no añadir nada porque lo que se le pasaba por la cabeza eran cosas extrañas y que no podían tener demasiado sentido, estaba intentando hilarlas de alguna forma, pero no conseguía llevarlas a ningún lado, simplemente las cosas no encajaban en su mente.

-Lo de las cámaras es sospechoso -apuntó cuando estuvieron a solas- tal vez sea algo como lo que hacen los Parias a los psíquicos, pero a nivel tecnológico. ¿Es eso posible?¿Podría crearse un aparato así?*

Ir a ver al "prometido" podría ser una opción tan válida como cualquier otra.

-Las amigas podrán echar luz, o tal vez enfangar todo con suposiciones y rumores y las cartas... sigo pensando que los que la mataron eran los autores. Una forma simple de acercarse a una joven que vive en las fantasías románticas que ha leído en lugar de en el mundo que debería vivir -negó ligeramente con la cabeza.

Isolda miró esas mansiones y no pudo imaginar como la nobleza podía vivir allí. Ese planeta se moría, iba a desaparecer y a desmoronarse como esas mansiones y todo por lo mismo, un ego demasiado grande como para ver que el poder no lo es todo, por mucho que algunos quieran pensarlo. Todos servían, por mucho que se creyeran reyes eran peones en el tablero de regicida del Emperador. Isolda lo sabía y cuando todos lo supiera, bueno, sería más simple para todos ellos.

-Si aparecen los hombres de Khan y hacen algo será una declaración de guerra contra la Inquisición, así que o nos matan a todos o él mismo se cavará su tumba -contestó a Vipus- parecía muy arrogante; pero creo que no es imbécil.

La piloto asintió a Claudius, aunque su mirada denotaba cierto hastío por la tarea que le iba a tocar realizar, se afianzó la capucha sobre la cabeza y asomó el torso por una trampilla superior que le permitía vigilar los alrededores desde el vehículo, aunque al mismo tiempo tenía que soportar la incesante lluvia.

Tras una corta pero pesada caminata, el trío llegó a la cima de la colina donde descansaban los restos chamuscados de la que fuese una gran mansión. A primera vista no había mucho que ver; habían pasado semanas desde el incidente, los arbitradores ya habían sacado de allí los cadáveres de la familia y sus sirvientes, y las interminables lluvias habían borrado cualquier posible pista útil que pudiera haber quedado. Ni cenizas quedaban ya, arrastradas por el viento y la lluvia, y cada gota de agua arrancaba un poco más de la capa exterior negruzca de las ruinas.

Si la familia Seculo tenía algún blasón o escudo de armas, solo quedaba de él una marca en una de las pocas paredes que se mantenían en pie, y aunque Isolda intentó hacer memoria y fijarse en imágenes o símbolos parecidos en fincas cercanas, no reconoció ninguno entre la interminable lista de familias nobles que conocía. Aquél planeta parecía tan ajeno al resto del Imperio que ni su nobleza tenía la menor importancia fuera de los límites de aquella roca bajo una permanente tormenta.

Aunque la calzada central y los terrenos de las fincas parece totalmente desiertos, unos destellos metálicos hacen notar a Arcturus que no es así. Tras las esquinas de las vallas que delimitan cada finca, semiocultos en la oscuridad, hay criaturas agazapadas entre la hierba, delatadas solo por por el brillo rojizo de sus ojos y el brillo de sus afilados bordes de acero.

El tecnosacerdote apenas tarda un momento en reconocer que se trata de cibermastines, constructos robóticos que imitan a perros de presa, custodiando los terrenos de los nobles. Por suerte, la antigua mansión de los Seculo estaba despejada, y los cibermastines no habían dado señal de hacer ningún movimiento, pero Arcturus sabía que incluso desde la lejanía, los leales servidores cánidos no les estaban quitando el ojo de encima.

Al mismo tiempo, Arcturus se fijó en una mansión en particular especialmente vieja y ruinosa, la luz titilante de una llama brillaba en una de las ventanas, y contra la ventana se veía una figura humana apoyada contra el alféizar. En apenas unos segundos la figura volvió al interior y cerró la ventana, y Arcturus tuvo la sensación de que sabía que el tecnosacerdote la había visto.