Partida Rol por web

Claudius recorrió las ruinas poniendo cuidado y atención en cada paso, por miedo a tropezar o a caer en alguna sima de aquel mugriento y malhadado lugar. El servocráneo, siguiendo sus órdenes alumbraba con su potente foco por delante de él. Abriendo camino y asegurando una precaria ruta.

El gorro empapado le calaba más que le protegía la cabeza y echaba de menos una taza caliente de recafeinado. Prefería la compañía de la gente y la comodidad de un salón revisando informes de investigadores de campo más que realizar de primera mano dicha observación (en particular si el tiempo no acompañaba).

-Allí. Cibermastines. No sé cuántos. Nos miran.

Lo dijo en un tono quedo, calmo, apuntando con un dedo apenas alzado hacia las vallas que delimitan la finca arrasada, sin mirar en esa dirección. Desde allí no distinguía bien si estaban a este lado de la valla o no. Si pertenecían a los Sur'Século y llevaban allí semanas, a saber en qué estado estarían... Sin duda sería muy interesante revisar sus registros.*

-Y detrás...** En aquella otra mansión ruinosa de detrás, en la propiedad de al lado. Hay alguien, nos ha visto y se ha ocultado. Creo que sabe que lo hemos visto.

Lo dijo en el mismo tono tranquilo, casi indiferente. Pero sus compañeros, que estaban cerca, pudieron notar una leve crepitación de su bobina de fuerza, fruto de la excitación.

-Un potencial testigo -añadió, impertérrito.

-¿Algún día deja de llover en este lugar? -preguntó a la arbitre mientras veía que se preparaba para vigilar la zona- cualquier cosa extraña, informe de inmediato.

Echaba de menos una capucha o una capa con la que cubrirse; pero no iba a lamentarse de su situación y se iba a centrar en su labor, en este momento, sacar la información de esos seres.

-Al menos no son servidores de combate los que vigilan la zona -musitó mientras se encogía de hombros y seguía a su grupo. Ahora mismo era más una presencia intimidatoria que la interlocutora en sí, pero siempre podía ver o pensar algo que se le escapara a sus compañeros- veamos si nos atienden rápido para que no tengamos que estar demasiado tiempo bajo la lluvia. Y, ¿en qué casa estaba? -se giró para mirar de forma descarada en la dirección indicada por el tecnoadepto.

Las ruinas de la finca de los Seculo no parecían guardar ningún secreto que no hubiera sido ya desvelado, recogido y procesado por los arbitradores. Por otro lado, la presencia de los cibermastines no resultaba muy tranquilizadora. Incluso con la advertencia de Arcturus resultaba difícil saber que estaban allí, pero parecía que ninguno tenía interés en abandonar la zona en la que estaba designado. Solo la finca de los Seculo permanecía vacía de esas vigilantes criaturas.

Ante la pregunta de Isolda, Arcturus señaló una mansión especialmente oscura, antigua y ruinosa, o tal vez lo parecía porque simplemente no había sufrido muchas remodelaciones y en contraste con las casas de alrededor que estaban parcheadas con nuevos muros y contrafuertes de diferentes estilos más modernos, aquella parecía mantenerse intacta, como si la hubieran sacado de una época muy anterior y esta hubiera echado raíces entre el resto de extravagantes mansiones.

Un muro de piedra con verjas de hierro delimita el terreno de la finca, en cuyo centro se alza una casa señorial de tres pisos, similar a un pequeño castillo, construida de lo que en su momento tal vez fuera mármol blanquecino, pero que el paso de los años y la suciedad habían ennegrecido, cubierta por unos techos de pizarra negra. La vegetación había tomado la mayor parte de los jardines y terrenos, que estaban cubiertos de una densa maleza, y las enredaderas trepaban por las paredes de piedra sin oposición; si no fuera por las pequeñas luces titilantes que en ocasiones se entreveían por las rendijas de las ventanas cerradas, cualquiera habría podido jurar que la casa estaba abandonada.

La propia mención de Isolda sobre las historias míticas de los portadores del gen Paria le hace pensar por un momento... Las influencias de la disformidad sobre el materium eran impredecibles y podían causar pequeñas (y en ocasiones no tan pequeñas) perturbaciones sobre el mundo físico a su alrededor.

¿Era descabellado pensar que el inmaterium tenía que ver con el extraño suceso de las cámaras de seguridad de los Rolart? ¿Tal vez una influencia psíquica cercana a la casa había causado aquellas perturbaciones? La Sororitas no podía asegurarlo, pero cuanto más lo pensaba, más convencida estaba de que estaba en lo correcto.

-No perdemos nada por preguntar ahí, no? Quizá hayan visto algo, y quizás nos permitan echar un ojo a lo que hayan visto sus cibermastines...

Miraba la casa con curiosidad, a través de la cortina de agua que los cubría a conciencia.

Claudius se debatió entre la mala idea que suponía entrar en la mansión abandona (de aspecto a todas luces siniestro) con la igualmente mala idea de preguntar a los vecinos (si es que se pueden denominar así (y no, no se puede definir así alguien que vive cerca pero que te vigila desde sus murallas con temor a ser asaltado por un competidor)). La presencia de los cibermastines resultó un factor decisor (es imposible razonar con esas bestias cuando están programadas para defender a alguien o algún lugar (lo que ocurre absolutamente siempre).

Negó con la cabeza y se adelantó hacia la casa Sculo precedido por el servocráneo iluminador. Al menos así se mojarían menos... Tampoco es que esperara encontrar el interior de la mansión decorada con símbolos oscenos y heréticos (aunque en su interior deseaba que así fuera (contemplar tal muestra de corrupción no dejaba de tener un algo interesante)).

Ver esas construcciones era como ver la peor pesadilla de su vida, era la demostración de que el Orgullo y la Soberbia de sentirse superiores a los demás se ponía por encima de la capacidad de adaptación o de supervivencia. Vivían en los tiempos de antaño, que no siempre tienen que ser mejores.

-A partir de aquí vosotros decidis -dijo la sororita- me parece tan buena idea preguntar a unos como preguntar a otros; pero creo que deberíamos de dar prioridad a la familia del joven que es lo que nos ha traido aquí.

Se dispuso a seguir a Vipus en su acercamiento a la casa aunque, algo la decía, que no les dejarían entrar en ella mientras seguía dándole vueltas a lo ocurrido por las cámaras y la posibilidad que podría haberlo provocado.

-Seguro que si llamamos al timbre nos atienden amablemente.

Lo dijo con esa atonía suya que no permitía saber si hablaba de broma o de veras, y siguió a sus compañeros hacia el caserón en ruinas.

Los acólitos se adentraron más en las ruinas, guiados por la inabarcable curiosidad de Claudius, pero si esperaba encontrar algo más entre los restos ennegrecidos de acero y mármol que aún se mantenían en pie, se llevó una gran decepción. La mayor parte del edificio se había venido abajo por las llamas, con lo que las salas mayores de la antigua casa señorial estaban aplastadas y eran totalmente innaccesibles, y de las que estaban expuestas no quedaba nada, entre la lluvia y el fuego, cualquier rastro posible se había perdido.

Mientras exploraban las ruinas, un zumbido lejano comenzó a llenar el aire. El microcomunicador de la piloto se activó, y os informó de que se acercaba una motocicleta por la carretera pavimentada. Pronto el foco de la motocicleta se hizo patente, el vehículo aparcó a medio centenar de metros del transporte en el que los acólitos habían llegado hasta allí, pero su ocupante bajo de un salto y se acercó a pie hasta los límites del terreno de los Seculo, aguardando allí de pie. Sin duda estaba observando a los acólitos ya que no se había molestado en disimular los binoculares con el que seguía sus movimientos. Su cara quedaba cubierta por un sombrero de ala ancha y un respirador acoplado a su rostro como una máscara. El extraño llevaba una gabardina muy abultada, por la armadura que portaba debajo, y aunque estaba visiblemente armado, aún no había desenfundado.

No avanzó más, simplemente permaneció observando a los acólitos en la distancia desde la linde, esperando. La piloto también esperaba órdenes.

Claudius recibió por el comunicador el aviso de la piloto (ahora centinela) e interrumpió sus paseos (inútiles hasta el momento) por la condenada mansión. Aquel individuo no se había ocultado, el hecho de aparcar cerca del transporte o de seguirles con prismáticos (el servocráneo con su potente ojo informó a Claudius al respecto) señala que aquel visitante no sólo carecía de vergüenza (o de prudencia), sino que consideraba estar imbuido con una autoridad suficiente que no dudaba en mostrar abiertamente.

- Brismira, sírvase vigilar a nuestro visitante, si hace el favor. Quizás haya más en las inmediaciones (aunque lo dudo). Enseguida saldremos a su encuentro.

Dicho esto con paso cuidadoso se encaminó hacia la puerta principal de la mansión dispuesto a sacar algo en limpio de aquella visita al distrito VII.

Claudius husmeaba tozudo entre las ruinas cuando apareció una forma inquietante en forma de motorista. Arcturus lo miró mientras se aproximaba, y cuando se detuvo caminó hacia él. Cualquier novedad resultaba esperanzadora, y lo hizo sin mayores precauciones, observándolo de cabo a rabo. Cuando se dirigió a él lo hizo con toda normalidad, como un paseante que se encuentra con otro en un paraje tranquilo:

-Saludos.

Miró alrededor un momento, indeciso, como sin saber qué añadir, como si el paisaje excusar cualquier explicación.

-Buscaba algo, o a alguien?

Isolda no pudo evitar ver como ese hombre llegaba al lugar y los observaba de forma descarada, algo que la pareció muy raro y la hizo pensar en una posible trampa o que era alguien a quien le daba igual, pero era raro en ese lugar que cerraban ventanas y puertas en cuanto veían a alguien de uniforme.

Acompañó a Arcturus hacia el recién llegado mientras intentaba observar algo distintivo en él; pero al poco rato tuvo la mala pata de que una fortuita gota de esa incesante lluvia cayera directa en uno de sus ojos y, con un gruñido, se llevó una mano a la cara para intentar recuperar la vista lo antes posible.

La piloto asintió a Claudius por el comunicador y mantuvo al extraño en la mira, pero el individuo no parecía tener interés en nada más que observar. No se movió cuando el trío finalmente avanzó en su dirección, y el único gesto que hizo cuando estuvieron más cerca fue guardar sus binoculares.

Arcturus: -Saludos. -Buscaba algo, o a alguien?

— Un poco de las dos, supongo. Viajan acompañados por arbitradores, pero no parecen ser parte de ellos. — el individuo parecía bastante agudo, o al menos pretendía dárselas de inteligente. Su rostro oculto impedía interpretar sus expresiones, pero a pesar de la máscara-respirador, su voz se escuchaba claramente y se mantenía tranquila, pero cautelosa.  — ¿Qué asuntos les traen por aquí? ¿Les importaría presentarse? —

El tiempo no había avanzado lo suficiente como para establecer una conversación formal, pero había varios detalles que no encajaban con aquél hombre. Por su indumentaria y su forma de hablar podría haber sido un guardia privado de los nobles, pero de ser así no tenía sentido que estuviera solo, además, como pudo fijarse Arcturus, su armadura y su vehículo no encajaban con los anticuados modelos que habían visto en los arbitradores ni en los agentes de Khan. Además, Isolda no encontró ninguna librea, insignia o símbolo visible. Si en algo se parecían todos los nobles del Imperio era en que les encantaba exhibirse a sí mismos, sus propiedades y a sus siervos en una permanente competición de estatus.

De modo que aquél hombre no podía ser un guardia, ni un agente local, ni un noble o siervo. De hecho, su gabardina resaltaba tanto contra el resto de sus bien escogidas ropas que los acólitos podrían haber jurado que acababa de llegar al planeta y sus lluvias le habían pillado tan desprevenido como a ellos mismos.

A Claudius no le gustó aquel tipo. Desvergonzado, orgulloso y un tanto siniestro. Había respondido a las preguntas de Arcturus con evasivas y más preguntas.

Claudius le susurró al servocráneo que escaneara los alrededores y se adelantó un poco a sus compañeros, posicionándose como interlocutor, sin ningún gesto amenazador, mostrando ambas manos. Se bajó el pañuelo que le cubría la nariz para mostrar su rostro (invitando al recién llegado a hacer lo mismo).

- En efecto, me temo que no somos del arbites - dijo señalándose (no podían tener un aspecto más alejado que el de un arbitrador) - aunque han tenido a bien acompañarnos.

- Imagino que puedo decir que somos forasteros. Pero al fin y al cabo, todo el mundo lo es un poco ¿no? (en cuanto uno sale de su habitación cada día) - añadió esbozando una sonrisa.

- Jeremiah - dijo, empleando el nombre de su pirmo lejano, tal como venía haciendo desde que llegaron al planeta, aunque en esta ocasión omitió su apellido y sus títulos - comerciante, viajero, historiador, amante de lo curioso en general si lo prefiere - se quitó brevemente el sombrero y volvió a colocar éste y el pañuelo del rostro en su lugar.

- Y ahora, tras haberme presentado primero, a pesar de haber llegado aqui antes (lo que demuestra que me estoy comportando mucho más educada y civilizadamente que usted), si me lo permite ¿podría decirnos quién es y cuál es su propósito?

-Me da la impresión de que estamos aquí por lo mismo, o casi...

Se lo decía al extraño o a Claudius? Imposible saberlo.

-Nos interesa saber qué ha ocurrido aquí, y todo lo relacionado. Eso incluye apariciones para nosotros inesperadas, como la suya. Tal vez pueda ayudarnos a aclarar y entender mejor las cosas. Puede que también sea beneficioso para usted.

—¿podría decirnos quién es y cuál es su propósito?—

Tal vez pueda ayudarnos a aclarar y entender mejor las cosas.

— No. — la rotundidad de sus palabras fue tal que resultaba chocante — No he venido hasta aquí para explicarles nada, y por el momento he visto todo lo que necesitaba ver. — y sin más explicaciones, sin un gesto que le precediese y sin despedirse siquiera, el hombre misterioso giró sobre sus talones y volvió por donde había venido, en dirección a su vehículo personal.

No tenía sentido, el hombre había esperado explícitamente a que los acólitos descendiesen la colina para hablar con ellos, pero no había querido mantener esa conversación más de 1 minuto. ¿A qué había venido aquello? Desde su posición, la piloto Brismira lo mantuvo vigilado, pero el tipo avanzaba a paso normal y no hizo ningún movimiento sospechoso. Cuando estaba por alcanzar su vehículo, el servocraneo de Claudius volvió flotando de su examen de los alrededores.

La respuesta fue, sin duda, desconcertante. Arcturus miró de reojo a los otros dos adeptos, chasqueó la lengua, extendió la mano y hizo un leve gesto como si agarrara algo en el aire. Al instante, las llaves del contacto de la moto del desconocido salieron volando disparadas en dirección a su mano. Cerró el puño sobre ellas y retiró la túnica con la otra mano, dejando entrever el bólter.

-No se moleste, se lo ruego -la voz neutra, metálica-, le aseguro que no estamos interesados en provocar un conflicto, pero no podemos dejar que se vaya así como así. Si bien nuestro cometido aquí es reservado y al menos de momento no podemos darle más detalles, su presencia aquí sí es de nuestra incumbencia. Solo necesitamos algunas explicaciones convincentes. Comience por identificarse y declarar para quién trabaja. ¿Lleva un vocotransmisor encendido? Si es así, apáguelo, por favor. No nos obligue a escanearlo.

Giró la cabeza hacia el vehículo en el que habían venido, para constatar que la soldado Esmirna estaba preparada para cualquier eventualidad; era una jugada tal vez peligrosa, pero el extraño había conseguido despertar toda su curiosidad.

-Brismira, dispare si pone ese vehículo en marcha -lo dijo con toda la frialdad que pudo.

La sororita caminó hacia el hombre sin bloquear la línea de tiro de la arbitres, solo por si acaso, y apoyó una de las manos

-Jeremiah, envíe al servocráneo a inspeccionar los alrededores.

Había hecho que salieran de ese lugar, tal vez habían perdido la oportunidad de pillar a alguien en el interior o está ganando tiempo de alguna forma, tenía que entender qué pasaba.

-No habrá venido aquí a contar nada; pero no se va a ir de aquí sin decir absolutamente nada.