Partida Rol por web

La leyenda del sol negro es famosa en todo el sector Calixis, aunque no siempre conocida por su nombre correcto y con muchos detalles dispares. Aun así la mayor parte de la población coincide en lo esencial: circula la superstición de que en ocasiones en el cielo se puede ver una estrella negra que oscurece la visión de otras luces en el cielo, y simboliza el presagio de una catástrofe inminente... Su descripción como un cuerpo celeste también coincide con relativa exactitud en zonas dispersas del sector y por ello la mayor parte de estudiosos del fenómeno parecen dar por hecho que no se trata efectivamente de un simple fenómeno meteorológico; incluso, como tal, le han dado un nombre a la estrella, aunque enormemente desconocido: Komus o "la Estrella Tirana".

Se han dado varios avistamientos de este sol negro que se podrían considerar "fiables", y que parecerían confirmar su existencia. Sin embargo, la estrella desaparece de la misma e inexplicable forma que aparece, sin dejar ninguna pista tras de sí sobre su auténtica naturaleza. Los avistamientos de la estrella la sitúan en lugares muy diferentes del sector, lo que hace pensar que o bien se mueve, o existen varios de ellos (nadie ha sido capaz de probar o desmentir ninguna de estas posibilidades).

Entre los intelectuales entendidos en el tema circula el rumor de que hay una profecía alrededor de las apariciones de esa estrella, y que ésta habla de un cataclismo que traerá consigo la destrucción del sector Calixis, si no tal vez de todo el Imperio del Hombre. Sin embargo, los detalles de esta profecía, si es que existe en realidad, son desconocidos.

Estas leyendas y supersticiones se remontan a la misma creación del sector, y la presencia del sol negro en las propias leyendas de la infame familia Haarlock no es desconocida. Quienes se han interesado por el pasado de esta familia saben que en ocasiones el símbolo del sol negro aparece en artefactos, tapices o lugares relacionados con esa familia, especialmente en leyendas que hablan de batallas navales o conquistas planetarias de las que se sabe que los Haarlock salieron victoriosos.

Finalmente la reunión se dio por terminada, pero no antes de que Nero pusiera en buen uso la información que habían obtenido o había intuido en su breve trato con los reyes andrajosos. Su acusación nada disimulada hacia uno de los reyes provocó la incredulidad del aludido y las sospechas de los demás, y cuando los acólitos abandonaban el lugar el trío de gobernantes del submundo volvía a discutir con un vigor y vehemencia renovados.

El viaje de vuelta al cuartel general de los arbitradores fue deliberadamente largo, ya que los acólitos ahora estaban sobradamente advertidos de que sus movimientos podían estar siendo vigilados; no obstante, aquello les dio la oportunidad de repasar aquella última información acerca del "sol negro", especialmente poniendo al día a Nero, que no formaba parte de los acontecimientos que vivieron los demás:

^*1

En su breve paso por el mundo de Quaddis los acólitos coincidieron con un festival, motivado por un evento planetario al que los locales llamaban "Gran Conjunción". A saber: Un eclipse total que una vez cada 13 años cubría la luz de su estrella durante varias horas.

Mientras investigaban sobre la secta que les había secuestrado y llevado a aquél planeta, los acólitos descubrieron que el planeta estaba relacionado con los Haarlock (había sido colonizado y gobernado por Gabriel Haarlock durante la fundación del sector) y aquél "sol negro" y eclipse aparentemente tenían otra función. Una grotesca y poderosísima criatura conocida como "El Viudo" rondaba por la única ciudad/capital del mundo, atada allí por algún juramento, contrato o maldición de los Haarlock (si como protector o como fantasma vengativo, no está claro). Aparentemente, el eclipse de alguna manera renovaba las fuerzas místicas de "El Viudo" hasta que el contrato terminase.

No hay mucho que decir sobre los sangrientos acontecimientos que ocurrieron las horas previas a la "Gran Conjunción", sin embargo, las consecuencias fueron catastróficas para el planeta: cual agujero en el tejido del espacio, el eclipse se tragó el mundo de Xicarph sin dejar más rastro de él que un espaciopuerto orbital a la deriva donde habían logrado refugiarse los acólitos justo a tiempo. Instancias superiores de la inquisición tomaron cartas en el asunto y prohibieron explícitamente que se hiciera pública cualquier mención a lo que realmente borró del mapa el mundo de Xicarph.

 

De forma casual, Arcturus se encontró con una simbología que representaba el mismo sol negro durante su visita a la mansión de Gabriel Haarlock, poco antes de la "Gran Conjunción", acompañado por un incomprensible galimatías, del que apenas logró identificar las palabras "distorsión", "masacre", "tiempo" y "cautiverio".

La conversación, aunque poco animada o agradable, logró que el trayecto de viaje se hiciera más corto. Antes de que los acólitos se dieran cuenta estaban de vuelta en la "Insensatez de Haarlock" y les abrían las puertas para estacionar el vehículo.

Un arbitrador raso empapado les recibió con un saludo y el siguiente mensaje: — El mariscal Constantine ha vuelto. Desea hacerles saber que querría reunirse con ustedes. Les está esperando en su despacho ahora mismo. —

Claudius se había pasado todo el viaje consultando el tomo que acarreaba a todas partes y que hurtaba de las miradas de los demás acólitos pero, por lo que estos pudieron observar de reojo, estaba cubierto de anotaciones casi ininteligibles realizadas por muchas manos distintas como atestiguaban multitud de tipografías distintas. Notas al margen y al pie y fragmentos de pergamino colocados como añadido entre las páginas salpicaban el texto. Esquemas, dibujos técnicos junto con otros imprecisos bosquejados a mano completaban la obra cuya portada y título estaban cubiertos por el cierre que hacía las veces de estuche y protección del mismo.

Ensimismado Claudius prestó poca atención al viaje de vuelta salvo para girar el grimorio y apartarlo de la vista de la conductora y los demás.

Nero escuchó impresionado todo lo que le contaban sus compañeros y aunque hizo algunas preguntas y pidió ciertas puntualizaciones, en general escuchó en silencio, intentando absorver la información y de alguna forma, encajarla con lo que ya sabían. 

- ¿Así que hay un grupo de sectarios que van detrás de las reliquias de poder de los Haarlock? ¿Qué reliquias? ¿Por qué no he sido informado de esto? - se preguntó a si mismo. Luego hablaría con ellos, para preguntar o aclarar más cosas, pero habían llegado hasta el cuartel de nuevo y el mariscal quería verles. 

- Desde luego, guíenos hasta él. - respondió Nero. 

La cabeza le pesaba, y no por el casco. Tenían mucha información, más la que le habían contado de camino. Necesitaba aclarar puntos, pero no era el momento. 

La oscuridad que se cernía sobre la ciudad era la ideal para tratar asuntos oscuros como aquellos. Milagrosamente había parado de llover, o casi. Arcturus caminó en silencio la mayor parte del tiempo, cabizbajo, las manos cruzadas a la espalda. Recordó a Hieronymus con pesar, más de la que resultaba congruente en un siervo de Marte, y también reprochó a los demás, por pura frustración más que otra cosa, no haber prestado más atención a aquel enorme mural de La muerte del planeta Tanis en el Coto de Gabriel.

Moqueaba y callaba, aunque de vez en cuando farfullaba comentarios ininteligibles, que bien podían ser quejas por el resfriado, maldiciones contra el clima o hipótesis fugaces e incongruentes. Se dejo caer dentro del transporte, abatido. Observaba desganado a Claudius, que intentaba disimular con poco éxito sus consultas en el libraco que lo acompañaba a todas partes. Arcturus frunció el ceño, y ronroneó un suave sonido metálico de engranajes. Se puso a rebuscar entre los bolsillos de su túnica, sin descanso, hasta llegar al cuartel general del arbites. No habló hasta descender del vehículo, y cuando lo hizo fue con suavidad, entre titubeos, pero con rapidez; puede que los demás acólitos pudiesen escucharle, pero nadie más en el recinto.

-Señor Vipus, eso no será... ¿No será un diario de los Haarlock procedente de Xicarph? Eso me ha recordado... Guardo aquí unos pergaminos que pueden ser de interés -dijo, blandiendo en el aire unos legajos en pésimo estado-. Los tengo desde hace algún tiempo... Me gustaría que les echasen ustedes un vistazo. Y también tengo esto otro que...

Fue entonces cuando les transmitieron el recado de Constantine. El tecnosacerdote suspiró. Omnissiah, ¿y ahora qué? Bah, en realidad, mejor analizar aquello más detalladamente mañana, con una bebida caliente y la cabeza algo menos cargada... O, simplemente, podía apretar los dientes y seguir como si nada. Como si el resfriado fuera un pequeño incordio propio de su cuerpo mortal, de débil carne, uno más, incapaz de estorbar los designios que el el Dios-Máquina había puesto en él. Como si lo sufrido en esos días, en esas semanas, en esos meses, pudiera afectar a su débil parte humana, pero no pudiera trastocar su tecnoespíritu.*

Repasar todos aquellos acontecimientos, sumergirse en la memoria que se había negado a sí mismo largamente, ver a Vipus con ese grimorio hizo saltar una chispa en el cerebro medio humano, medio cibernético del tecnosacerdote. Recordó los textos chamuscados que habían obtenido en aquella malhadada subasta, que el pobre Urtzi había cargado hasta morir. Los repasó mentalmente, en un alarde de sus implantes mnemotécnicos, mientras los buscaba febrilmente entre sus ropas. Quizá allí hubiera algo que le ayudara a entender todo aquello.

Recordando los eventos anteriores vividos por los acólitos parecía claro que había una relación en todo aquello, aunque ninguno se acercaba a averiguar cual era el sentido de todo aquello, al menos por el momento. Tal vez el futuro arrojase una nueva luz sobre aquellos acontecimientos (no literalmente, ya que las oscuras nubes de tormenta en Sinophia Magna no mostraban signos de despejarse ni clarear).

Con la aprobación de Nero, el arbitrador les abrió paso en la torre y utilizó sus propias llaves para activar el ascensor dorado hasta la planta del el despacho de Fihad, quedándose él mismo atrás. El despacho estaba exáctamente como lo recordaban, una sala amplia sobriamente decorada, solo que en esta ocasión el Mariscal estaba inclinado en la silla de su escritorio ante una montaña de papeles con una pluma en la mano y aspecto cansado. Al ver a los acólitos se enderezó de repente, provocando que varios papeles cayeran al suelo aunque los recogió con premura sin prestar atención a su orden y se apresuró a acercarse a saludar con una inclinación de cabeza.

— Agradezco que hayan venido. Ha surgido un asunto de extrema importancia que no podemos dejar sin atender. Siento comunicarlo, pero parece que el Quorum se ha enterado de la presencia de agentes de la Inquisición aquí, y también saben que están colaborando con nosotros en relación con los asesinatos en serie. Han enviado al Mariscal Skarmen un emisario y un mensaje, parece que desean que ustedes se reúnan con ellos. — Constantine estaba visiblemente nervioso y recitó todo aquello de carrerilla; parecía preocupado por la reacción de los acólitos ante la noticia. Al mismo tiempo, cuando terminó les tendió una elegante placa de datos grabada en la parte inferior una heráldica:

^*2

Estimados siervos inquisitoriales,

Ha llegado a nuestro conocimiento que están operando en los dominios de la honorable capital de este planeta. Aunque pudiera parecer pretencioso, en nombre de las instituciones superiores de este gobierno queremos hacerles llegar nuestro más sentido apoyo con sus deberes y ofrecerles nuestra colaboración en cualesquiera de los asuntos de los que se estén ocupando aquí.

Asimismo, por haberse visto involucrados en un incidente que debería haber sido resuelto por las autoridades locales, nos gustaría organizar una reunión distendida donde podamos intercambiar opiniones y escuchar de primera mano los avances que su presencia sin duda ha suscitado en la investigación que les involucra.

Al tratarse de hombres y deberes de tamaña importancia, no podríamos esperar quedar satisfechos con un mero mensajero, a riesgo de que la información que llegue a las escalas superiores del gobierno planetario resulte errada, incompleta, insuficiente, o sea extraviada por el camino, por lo que debemos insistir en contar con su presencia en la Corte Mecánica.

— Margrave Cal Sur'Maywroth —

— Los Maywroth son la familia más influyente del Quorum ahora mismo. Ustedes no se encontraban aquí y el emisario rechazó irse sin una respuesta. Lamento el atrevimiento, pero el Mariscal Skarmen tuvo que responder en lugar de ustedes. En estos momentos se encuentra calmando a los nobles y al Juez Magistrado, pero son impacientes y no podrá contentarlos por mucho tiempo.

A petición suya, les ruega que acepten reunirse con él en la recepción de la Corte Mecánica mañana a primera hora. —

Leyendo a duras penas y ayudado por Isolda y Claudius, Arcturus pudo enterarse del contenido del mensaje. No pareció demasiado sorprendido; al fin y al cabo, el encuentro con el Quorum era cuestión de tiempo.

El tecnosacerdote era ajeno a las posibles sutilezas del mensaje (las traducciones siempre son traicioneras), pero no dudaba de que el lenguaje escondía una convocatoria perentoria. Por otro lado, tampoco veía en qué podía perjudicarles (salvo que fuese una trampa para acabar físicamente con ellos), pues la sombra dela Inquisición era alargada. Es más, tal encuentro podía ayudarles, tal vez, a dilucidar algunas cosas sobre la élite de aquel planeta, que perdía efectivos a marchas forzadas a manos de unos encapuchados de los que tal vez supieran más de lo que cabría imaginar.

En resumen, por su parte no había inconveniente en asistir a tal encuentro (un segundo asalto con Khan de por medio, seguramente), demostrando cortesía y sin necesidad de poner sus escasas cartas sobre la mesa. No quedaba, a su modo de ver, más que instruir a Constantine para que, si los acólitos no daban señales de vida en un periodo establecido, diera cuenta a sus superiores en el Ordo de su desaparición; y de hacérselo saber también muy claramente al Quorum, para evitar tentaciones.

Así se lo comentaba a los demás mientras todos intentaban secarse lo mejor posible y pedían a Fihad indicaciones útiles acerca de lo que cabría esperar y cómo prepararse para ello.

Nero siguió al arbitrador hasta la oficina de Constantine, donde éste les reveló una nueva, ante la que torció el morro. Bien es cierto que los nobles disfrutaban de las prerrogativas propias de su rango, pero "solicitar" la presencia de la Inquisición no formaba parte de ellas, ni mucho menos. - Pero si es lo que quieren, es lo que tendrán, igual se arrepienten dentro de poco. - dijo para sus adentros. 

- Iremos, a pesar del mal disimulado desprecio. Tienen miedo, y si somos inteligentes, podremos aprovecharlo. - dijo al resto. 

-Señor Vipus, eso no será... ¿No será un diario de los Haarlock procedente de Xicarph? Eso me ha recordado... Guardo aquí unos pergaminos que pueden ser de interés -dijo, blandiendo en el aire unos legajos en pésimo estado-. Los tengo desde hace algún tiempo... Me gustaría que les echasen ustedes un vistazo. Y también tengo esto otro que...

- Mucho me temo que no - respondió Claudius con una leve sonrisa al tiempo que cerraba el grimorio que soltó una serie de chasquidos al activarse sus cierres - ya me gustaría poder echarle un vistazo al diario del que tanto he oido hablar (y era muy cierto).

Le agradeció y cogió lo que le tendía Arcturus, parecía un libro sin encuadernar o una carpeta con hojas sueltas en su interior. Lo sostuvo con cuidado, pues tenían aspecto de ser algo frágiles, sin poder reconocer claramente la superficie sobre la que estaban escritos muchos de ellos ¹.

Respecto a la invitación para acudir al Quorum (invitación era un modo de decirlo, pues aunque tecnicamente la Inquisición estaba un peldaño (o dos) por encima de la nobleza del planeta, por experiencia sabía que los altos nobles no acostumbraban a pedir las cosas por favor y cuando decían "cuando le sea posible" en realidad esperaban que el receptor dejara cuanto estuviera haciendo para acudir de inmediato), en cualquier caso les resultaba favorable, había considerado que ese debía ser su siguiente paso.

Presentarse allí por la invitación resultaba mucho más discreto a sus intereses que hacerlo por iniciativa propia a ojos de cualquier testigo potencial (Resaca, arbites, nobles, Khan, los ¿mercenarios? psíquicos invisibles e incluso el cuarteto de asesinos invulnerables desmembradores...)

Respecto a eso último... quizás la potencia de fuego que poseían sería insuficiente para acabar con ellos (como las matanzas previas habían atestiguado y no contando con el bólter de Isolda (aunque si con su espada) quizás debieran pedir prestado al Magister Auxilia algo de mayor potencia para la ocasión, quizás un rifle de plasma o un rifle de fusión... quizás no tuvieran mucho alcance ni fuera, ninguna de las dos, las armas más cómoda de llevar o de usar, pero si eran capaces de fundir la chapa frontal de un tanque de batalla Leman Russ, a buen seguro serían capaz de atomizar a un asesino por resistente que éste fuera...

- Iremos, a pesar del mal disimulado desprecio. Tienen miedo, y si somos inteligentes, podremos aprovecharlo. -

El mariscal Constantine no parecía tener claro cómo contestar a la afirmación de Nero, pero parecía que aceptaríais la invitación, lo que terminó por relajarlo mientras soltaba un suspiro de alivio. — Perfecto. En ese caso organizaré su transporte. Si creen que necesitan algo pueden proporcionarme una lista e intentaré conseguírselo en la medida que sea posible en el escaso tiempo del que disponemos. —

La noche avanzaba, aunque por las inmutables nubes oscuras del exterior el tiempo no parecía avanzar los acólitos si que acusaban el cansancio acumulado, al igual que el propio Constantine. — Sus habitaciones están preparadas. Me aseguraré que todo esté listo para cuando deban partir. ¿Desean algo más? —

Las articulaciones de Arcturus crujieron ligeramente cuando se estiró cuan largo era para desentumecer el corpachón. Había sido un largo día. Negó con la cabeza el ofrecimiento de Fihad, pero enseguida rectificó; si fuera posible obtener un acople lanzallamas para su rifle...*

También dejaría para el día siguiente la lectura de una placa de datos que había encontrado entre los muchos bolsillos de su túnica y que quería repasar con los demás acólitos, según les comentó por el pasillo rumbo a sus habitaciones.

Nero asintió cuando Fihad tomó nota de su siguiente paso, pero se quedó parado mirando al hombre durante unos segundos cuando les preguntó con voz cansada y casi mecánica "¿Desean algo más?". El rostro se le endureció, aunque debajo del casco era difícil apreciarlo, pero sí se le notó en la voz cuando se dirigió a él. - ¿Después de todo lo que ha escuchado, de las pistas que tenemos sobre esos misteriosos descuartizadores, se atreve a preguntar si deseamos algo más? ¿Sabe de parte de quién venimos? No espera menos que pongan todos sus recursos a nuestro alcance sin tener que preguntar o pedirlos. Usted no es idiota, posiblemente sea el más sensato de aquí dentro, demuéstrelo. Conoce prácticamente lo mismo que nosotros, use la cabeza para deducir qué necesitamos, sorpréndanos. Si no detenemos a esas cosas por culpa de querer ahorrar en "juguetes" o munición, rodarán cabezas. - dijo, garabateando en un papel que cogió del escritorio, junto a un lápiz, un par de líneas. - Aquí tiene unas cuantas ideas, le invito a añadir de su propia cosecha y nosotros elegiremos. - 

Quizá el tono había sido duro, excesivo con aquel hombre que se había puesto a su entera disposición nada más llegar, pero a veces era necesario "un toque" para despertar a mentes dormidas, a talentos aletargados. Había gente que cuestionada y alerta, funcionaba mucho mejor. 

Se retiró junto a sus compañeros hacia sus habitaciones, había sido un día muy largo y necesitaban descansar para lo que se les venía encima. Por el pasillo, atendió a lo que su compañero Arcturus les decía. 

Claudius agradeció el ofrecimiento de Constantine con una inclinación de cabeza aunque en lugar de apresurarse a solicitar nada, se sentó en una de las sillas disponibles y comenzó a pasar las páginas de la información que habían conseguido reunir. Había algo a lo que había estado dando vueltas desde que volvieron de la reunión con los andrajosos y escuchar el relato de la invulnerabilidad de los descuartizadores.

De nada les serviría encontrarlos si acaban descuartizados por ellos. Quizás la espada bendita de Isolda pudiera partir a alguno de aquellos seres, pero Claudius no las tenía todas consigo y su pequeño cuchillo sierra. Hojeó los apuntes y los informes sobre los antiguos eventos de los hombres vacíos en busca de descripciones sobre cómo el arbites había acabado con éstos y con sus creadores. Sabía que había múltiples informes de los encuentros que habían sacudido el planeta y la organizació que ahora les alojaba. Si había alguna debilidad particular descrita ¹: el fuego, el plasma, las toxinas... eso sería lo que solicitaría Claudius. Puede que los eventos no estuvieran relacionados, pero nada se perdía por tener en cuenta la historia.

Isolda no había tenido nada que añadir y había mantenido silencio durante casi todo el viaje, solo para apuntar un par de cosas sobre los sucesos en el planeta de Xicarph junto con el Viudo. Recordar a ese ser y la mirada que clavó en ella hizo que le recorriera un escalofrío de terror, algo que solo había sentido en esa ocasión.

La sororita siguió al grupo pero no pudo evitar soltar un suspiro y poner los ojos en blanco cuando mencionó que el Quorum quería reunirse con ellos. ¿Qué pasaría si les negaban su presencia?. No estaban por encima de la Inquisicón, aunque eso parecía que lo olvidaban demasiado a menudo.

-Seguro que el Khan está presente. ¿Les gustará saber que uno de los Reyes le protege?. A lo mejor lo saben todos ellos. 

Isolda estaba bastante cansada porque había sido un día muy largo y necesitaba meditar, centrarse en lo que hacía y rezar para relajarse ligeramente. 

-Dudo mucho que puedan conseguir lo que me gustaría tener -dijo sin más y eso era un bolter consagrado como el que había perdido o, tal vez, un rosarius que la protegiera de lo peor que pudieran echarla encima- yo me voy a descansar y a rezar un rato. Tenemos que pensar bien en cómo nos vamos a presentar ante esos nobles y ya os aseguro que no me van a intentar desarmar de nuevo -empezaba a estar cansada de que quisieran desarmarla. Si quería matarlos solo tenía que hablar de la corrupción de la nobleza de ese lugar para que el Inquisidor optara por purgarlos a todos.

El tono en que Nero se había vuelto contra Constantine había dejado al mariscal terríblemente confuso, y probablemente con razón. Tras abrir y cerrar la boca varias veces como un pez fuera del agua fue incapaz de articular una palabra sensata y  finalmente tan solo se despidió con un saludo militar y guio a los acólitos con un gesto del brazo a sus habitaciones.

Hubo poco movimiento aquella noche, salvo por los constantes repasos de Claudius a los informes que habían adquirido, intentando averiguar algo que le diera una pista sobre el armamento que iban a necesitar. Ningún informe resultaba claro en ese aspecto, de hecho, en ninguno se describía la supuesta invulnerabilidad de la que los acólitos habían oído hablar, y parecía que aquellos "hombres vacíos" podían morir ante el fuego de cualquier arma con la misma facilidad que la mayoría de los enemigos del Imperio. Claudius no tenía claro si aquellos podían ser unos enemigos diferentes, o alguna versión retorcida y mejorada de ellos. No había encontrado ninguna pista sobre como combatirlos, pero recordó un viejo lema imperial que hablaba sobre la forma de combatir a demonios, herejes y alienígenas que terminaba así "...y si alguna vez te ves abrumado por las dudas, deja que el fuego purificador las disperse."

De nuevo, una sensación de angustia y opresión acompañó los sueños de los acólitos, sueños vacíos, donde solo había nubes de tormenta en todas direcciones hasta donde alcanzaba la vista, y tras ellas el leve brillo de unas estrellas que parecían inalcanzables. Todos despertaron con la sensación de no haber descansado, pero los relojes no engañaban y su jornada completa de sueño había resultado poco gratificante.

A su salida se encontraron a Constantine frente al arsenal con sus preparativos. Tenía aspecto de no haber dormido en toda la noche, y lo que había preparado tampoco era ninguna maravilla. En lugar de las afamadas escopetas fabricadas por tecnoarmeros en Los Tornos que habían hecho famosos a los arbitradores de todo el sector, había una vieja escopeta de las que fabricaban en masa en armerías comunes, en lugar de potentes granadas perforantes capaces de abrir un boquete en un tanque había granadas de metralla estándar, al igual que la munición, de la cual no había ni un mísero cartucho explosivo; un arsenal lamentable para los Arbites.

En el piso inferior les esperaba Essira, la misma piloto que había llevado a los acólitos el día anterior con el mismo vehículo. Volvía a estar masticando lho, pero al ver a los acólitos se deshizo de él y les saludó como era debido. Parecía que lo ocurrido el día anterior le había hecho respetar a los acólitos como merecían.

Nero se estiró en la cama por unos segundos, abriendo y cerrando la boca, pastosa y con mal sabor. Gruñendo se levantó y comenzó sus abluciones matinales, encontrándose algo mejor al finalizar de vestirse y equiparse. - Ésta maldita tormenta... - pensó, mientras abría la puerta y salía al pasillo. - No te deja pensar, ni descansar, ni siquiera puedo oírme. Ya no me acordaba. - 

Al llegar al arsenal, Constantine, con una mirada algo dura, nos mostró lo poco que había reunido. El arbitrador (uno nunca dejaba de ser arbitrador) miró el arsenal y contuvo una exclamación soez. Supuso que esos arbitradores ya tendrían bastante con saber que estaban en la más pura mierda como para que encima se lo recordaras. Cogió la escopeta, la munición y las granadas, sin decir nada. Supuso que su silencio sería lo suficientemente elocuente para Constantine, quien les miraba también en silencio. 

Cuando vio a Essira suspiró. - Me alegra verla. - y se sorprendió al descubrir que era sincero. - Usted es de los pocos verdaderamente competentes que hay por aquí. - 

Una vez subidos al vehículo, tocaba decidir qué hacer. - ¿Queréis que paremos a preguntar a alguien de camino a la corte mecánica o después? Por mi, como queráis. - dijo, expresando su opinión. Si por él fuera, los purgaba a todos sin pensarlo demasiado, pues no merecían menos por estar aliados con Khan, en lugar de respetar y apoyar a los legítimos Arbitradores. 

-Pienso que será mejor ir directamente a ver al Quorum, y terminar con eso cuanto antes -respondió Arcturus-. Así podremos enfocar el resto de la investigación desde una mejor perspectiva, esperemos.

La noche de sueño no había sido precisamente reparadora, pero la necesitaba. Miró a los demás, buscando huellas de cansancio o desesperación. Tenían que enfocar la visita con templanza para evitar que se convirtiese en un problema, y con agudeza para sacarle todo el partido posible.

Agradeció al mariscal el lanzallamas, comprobó que todo su equipo estaba en orden, las armas cargadas y montó en el vehículo, tratando de anticipar lo que ocurriría aquella mañana.

Isolda estaba de mal humor porque ese planeta empezaba a pasarla factura. No dormía bien, no hacía más que enfrentarse a distintos rivales y la tediosa burocracia. Y la lluvia, la dichosa lluvia que no paraba en ese planeta, o que al menos le daba esa sensación, pues hasta soñaba con ella.

Saludó a la conductora y se subió al vehículo sin decir ni una palabra y, cuando Nero preguntó, la sororita solo se encogió de hombros.

-Creo que podríamos ir primero al Quorum, así nos quitamos esas cosas de encima y podemos centrarnos en lo que hemos venido a hacer -que tampoco eran los asesinatos, pero eran buenas pistas para su objetivo.

Claudius miró con tristeza el arsenal que el solicito magíster auxilia ponía a su disposición. Resultaba lamentable que los sirvientes del Emperador dispusieran de tan poco y más a ojos del responsable de uno de los emporios de la producción de armamento. Aquellas armas de baja calidad aunque funcionales hablaban, como todo el planeta de una progresiva e inevitable decrepitud. 

Siguiendo su propio criterio y el credo imperial "las llamas purgan a los impuros" solicitó tan sólo dos bombas incendiarias. Aquellas que consideró mas estables y fiables. Conocía el poder que un incendio desbocado podia hacer (aunque imaginaba que en ciertos casos la Inquisición preferiría eso de "mejor que sobre") y esperaba no tener que usarlas. Llegado el caso, sus propias granadas de alto impacto parecían más fiables y más potentes. Aún así, metió ambas bombas en su bolsa de mano prometiendo devolverlas si no las usaba (ojalá).