Partida Rol por web

Claudius había herido de gravedad a Skarmen, así que éste había dejado de vanagloriarse para lanzarse contra Arturus al tiempo que gritaba. Por un momento dejó de oir los disparos o el rugir del demonio a su alrededor y en el más absoluto silencio escuchó, con claridad cristalina, como si hablara en su oido, la voz de Skarmen ordenándole disparar contra "la mujer" (¿Isolda? ¿Gianna? preguntó su voz interior (una de ellas al menos). La voz de Skarmen se apagó y con ello regresó el ruido de los disparos y los angustiados gruñidos de Lo-Tan, como si nunca hubiera

El noble levantó el rifle de nuevo, lo apoyó en el hombro, tomó puntería y apretó el gatillo. El disparo fue preciso y rozando la túnica de Arcturus golpeó de nuevo contra Skarmen en el hombro derecho, practicamente en el mismo lugar que el anterior, como si Claudius en su sarcasmo hubiera decidido seccionarle la extremidad en lugar de atender a su intento de coacción psíquica. Si hubiera sido religioso hubiera agradecido la presencia de Isolda o la protección del Emperador.

En la situación actual la última carga del lanzallamas no servía para nada porque tanto afectaría al hereje como a su compañero Arcturus. Con una rápidez y habilidad própia de años de entrenamiento la soldado soltó el lanzallamas, que colgó inerte de la correa de sujeción e inmediatamente ya tenía en las manos su fiable Mark IV que disparó inmediatamente contra el antiguo arbitrador.

Skarmen había intentado manipular la mente de Claudius pero, aunque logró enturbiar su mente y hacerle dudar un momento, no fue capaz de hacerle actuar en contra de su voluntad. El cañón del rifle pronto apuntó de nuevo a Skarmen, que recibió la potente descarga de energía junto con un proyectil pesado disparado por Gianna, permitiendo que Arcturus pusiera a cubierto lejos del alcance del mariscal, que ahora tenía un agujero aún humeante en el pectoral de su armadura.

Mientras tanto, Isolda había detenido su ataque para sacar de entre sus pertenencias un pequeño objeto, un vulgar adoratorio personal de los que había a millares en el imperio. Con su brazo mecánico, la sororitas encendió el incienso a la vez que pronunciaba una oración que casi parecía una proclama, que terminó con ella señalando al demonio en aire autoritario. El efecto no fue inmediato, pero el viento que ahora entraba a raudales por el cristal roto ayudó a esparcir el humo del incienso, que se propagó por la habitación llenándola de una calidez reconfortante; aquella sangre que parecía rezumar de las paredes desapareció, la habitación pareció iluminarse de nuevo, y el demonio que casi había invadido el cuerpo de Lo-Tan por completo se vio expulsado fuera de su cuerpo por la fuerza. La forma del demonio, que parecía hecha de sombras intangibles ahora era más sólida, como una masa negruzca, y sin embargo aquello no parecía agradar al demonio. Se movía con más lentitud, y cuando lo hacía, fragmentos de aquella masa oscura caían al suelo para convertirse en polvo que no volvían a su forma original. La criatura emitió un gruñido que perforó las mentes de los presentes.

Skarmen cayó de rodillas, como si de pronto todas las heridas sufridas le hubieran afectado de golpe, parecía que intentaba observarse el agujero humeante en su pecho con expresión sorprendida, murmuró unas palabras que nadie llegó a oír, y finalmente se desplomó. El demonio, sin embargo, continuó gritado y agitando su cuerpo en descomposición: viento y relámpagos entraron por la ventana abierta concentrándose alrededor de la oscura forma de demonio y formando un poderoso torbellino en el interior mismo del despacho. Pergaminos salieron volando, libros fueron arrancados de sus estanterías, e incluso el pesado escritorio metálico de Skarmen fue arrojado por los aires por las violentas corrientes de aire.

La proclama de Isolda penetró en su mente, haciendo desaparecer la monstruosa voz que amenazaba con devorarlo, y el incienso invadió sus pulmones, devolviendo a su memoria la estancia en templos del Sagrado Emperador, adorando al Santo favorito del sector. 

La caída de Skarmen y los gritos del Demonio, que estaba sufriendo daño gracias a la fe de la hermana, hicieron que una vergüenza supina invadiera a Nero, que se tapó los oídos por los gritos desaforados de aquella criatura inmunda. - ¡Basta... BASTA! - gritó levantando el rifle y apretando el gatillo para rociar al torbellino en el que se había convertido el demonio. 

Era ahora o nunca, pues todos parecían estar recibiendo las atenciones de la criatura menos él, que se encontraba apartado. 

Sus disparos dieron  de lleno en el centro del torbellino. 

Isolda empuñaba la vara de incienso y no pudo evitar una sonrisa de satisfacción, un acto por el que tendría que flagelarse más tarde pero que en ese momento la llenaba por completo. Alzó la pistola bolter de nuevo y disparó dos balas consecutivas, pero en ese momento los cristales golpearon contra ella, llegando a arañar su piel entre las rendijas de la armadura y eso la distrajo lo suficiente como para fallar ambos tiros. La quedaban solo dos balas y sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Con la misma rapidez anterior, la soldado desenfundó una segunda pistola. Mientras lo hacía realizó un movimiento para esquivar los objetos que volaban por la habitación y amenazaban con impactarle. Solo la suerte, o tal vez la firme mano del Emperador, evitó que aquellos objetos le hirieran.

Luego centró el haz láser de sus dos pistolas en el demonio y abrió fuego aunque su disparo salió algo desviado y no causó efecto.

En medio del vendaval infernal que se había desatado en la sala, Arcturus solo oía un pitido agudo. Todo había ocurrido de repente y las imágenes retumbaban en su magullada cabeza. El rostro desencajado de Skarmen a un palmo de su cara, el fogonazo que le destrozó el pecho, el demonio, informe, odioso, desatando el apocalipsis, Isolda quemando incienso, disparos, lluvia, lluvia de cristales, más cristales...

Arcturus se cubre como buenamente puede y se las apaña para hurtar su corpachón de los objetos que vuelan a su alrededor. Atina a colocar el rifle en automático. Cinco balas escupidas contra el impío ser que niega con su presencia la buena lógica del mechanismus aster. 

Skarmen había caído, abrasado por los rayos y Claudius se felicitó por ello, sin duda acababa de hacer algo bueno y su deuda con la Inquisición se acaba de hacer algo más pequeña. El demonio, fruto de la muerte de Skarmen, de la frustración o quizás del artefacto que empuñaba Isolda, se había hecho más sólido, más visible y quizás con ello también, algo menos terrible.

Quizás ahora, con Skarmen muerto, los arbitradores habían caído fulminados o quizás habían recobrado la cordura y el resto del equipo inquisitorial (Arkadia incluida) podían volver con ellos y ayudarles a acabar el trabajo (Lo-Tan había resultado ser, pese a las  esperanzas puestas en él, de nula utilidad, por muy invisible que hubiera podido hacerse en sus encuentros previos).

En cualquier caso, los esfuerzos de los acólitos se habían volcado en el demonio al que empezaron a achicharrar con proyectiles, fuego y rayos. Claudius no disponía de una espada encantada como Isolda, (sólo un rifle, una pistola personalizada (muy cara) un triste cuchillo sierra (caro también) y una espada sierra de segunda mano sin estrenar) pero trató de dar lo mejor de sí, tomó puntería con el rifle láser de caza y le dio al demonio en el mismo punto en el hombro derecho, en el mismo punto en el que golpeara a Skarmen varias veces.

La tormenta interior provocada por el demonio al principio pareció protegerlo. Muchos disparos fallaron su objetivo y se perdieron entre los objetos que volaban en total desorden por la habitación, pero finalmente los disparos de Nero, Claudius y Arcturus dieron en su objetivo.

En lugar de atravesarlo como había ocurrido antes, esta vez los disparos afectaron a la figura sombría del demonio. No se podía decir que fueran heridas, pero su cuerpo se fracturaba grandes pedazos se desprendían con cada impacto, hasta que su figura quedó casi irreconocible, reducida a un pequeño montón de tierra negruzca en el suelo.

El torbellino desapareció, provocando una última oleada de objetos voladores que se estrellaron contra las paredes de la habitación aumentando aún más los destrozos. La voz del demonio aún permanecía en el aire, pero ya no era una risa siniestra, sino más bien un quejido débil y continuo que llenaba el aire como un molesto ruido de fondo. La pila de tierra negruzca comenzó entonces a moverse, pero más que avanzar en una dirección, parecía ser arrastrada en contra de su voluntad, de vuelta hacia el piso superior tras la escalera secreta por la que habían aparecido el demonio y Skarmen. El lamento del demonio se debilitaba a medida que el polvo oscuro desaparecía hacia la planta superior.

Solo habían pasado unos segundos cuando Helios y sus hombres aparecieron por la escalera a la planta inferior, anunciando: — Han caído. Los últimos de esos monstruos se han desplomado por sí solos. —

Isolda no apartó la mirada del demonio mientras que este parecía volver a la dimensión de la que provino, seguía sosteniendo la varilla de incienso drusiano para asegurarse de que el ser no volvía y desaparecía del todo. 

-Deberíamos de registrar lo que haya arriba de esas escaleras, tal vez sepamos todo lo que se traía entre manos ese corrupto traidor -guardó la pistola bolter en su funda con un gesto más que entrenado y se dirigió a recoger la pistola bolter sacristana que había dejado caer al suelo.

Miró al psíquico que yacía en el suelo, había estado muy cerca de haber sido corrompido por completo, pero no parecía que hubiera pasado nada o, al menos, no se lo parecía a ella.

-El Emperador te ha dado otra oportunidad Lo-Tan, purifícate y sigue sirviendo -dijo antes de girarse hacia Helios- gracias por el informe, aquí todo ha terminado pero vuestro compañero está grave. Ha estado a punto de ser poseído por un demonio, deberíais de aseguraros de que no queda mácula en él.

Guardó la pistola bolter sacristana en su funda antes de dirigirse hacia las escaleras.

¡Había derrotado a un gran demonio! Claudius no cabía en sí de gozo. Con su fiel rifle de caza había acabado primero con los arbitradores esclavos (habría que ver que había pasado con los supervivientes), luego con su títere Skarmen y por último al demonio mismo.

Saliendo de su feliz estupor se acercó a Skarmen le disparó en la cabeza a bocajarro (le hubiera cortado la cabeza, pero parecía demasiado macabro y más con la espada sierra que acabaría por poner toda la habitación llena de salpicaduras). Sustiuyó el cargador del arma (guardó el otro para recargarlo más tarde) y preguntó

- ¿Hay alguna forma de asegurarnos de que el demonio está muerto y no puede volver? Habría que recuperar los fragmentos de cristal - señaló con una íntima reticencia sabedor del efecto corruptor que éstos (y vaya uno a saber que más otros artefactos malignos en poder de Skarmen).

- General, aqui el equipo de infiltración, hemos completado los objetivos. Mantengan el perímetro. No dejen que salga o entre nadie en la fortaleza. Quizás los arbitradores restantes se rindan (o quizás están catatónicos o muertos), desármelos, vigílelos y manténganlos seguros si es así.. Aseguraremos el interior y saldremos a su encuentro. Contacte con el resto de distritos, deberían volver a (su relativa y más que discutible) normalidad - ordenó por el canal privado de mando de radio con la esperanza de que llegara a Khan.

Sería por el constante pitido que lo aturdía, sería por lo inesperado de la carnalidad del demonio, sería por la irreal escena de su cuerpo despedazado por los proyectiles de los acólitos, el caso es que Arcturus se quedó un rato con el rifle en alto, respirando agitadamente con la mirada fija en el ponzoñoso montón de desechos humeantes que quedaban de esa entidad de otra dimensión. Fue bajando el arma lentamente, la mirada aún clavada en el mismo punto. 

Por fin bajó la cabeza, y musitó una plegaria purificadora al Dios Máquina, indecible mente aliviado. Y luego miró a sus compañeros. Claudius remataba a Skarmen, y el tecnosacerdote le agradeció con la cabeza. Los cañones de Gianna todavía humeaban, y la soldado y él cruzaron sus miradas, como confirmando en el otro que sí, que había acabado y que estaban vivos. Nero se había recompuesto en el último momento y Arcturus lo vio más entero. E Isolda... Su sangre fría realizando ese ritual en el momento preciso no solo había salvado a Lo-Tan, también había sido... Inspirador.

Poco a poco algunos ruidos cavernosos fueron abriéndose paso a través del pitido, que fue perdiendo intensidad y dejando tras de sí un denso dolor de cabeza. El adepto de Marte miró la habitación, los estragos primero, y luego reconociéndola como si fuera la primera vez. El escritorio de Skarmen, o lo que quedaba de él, atrajo su atención.

Al comprobar que todo había acabado, la guardia imperial enfundó sus pistolas láser y volvió a coger su fiel lanzallamas. Estuvo de acuerdo con sus compañeros, necesitaban registrarlo todo y encontrar cuánta información pudieran pues sentía que, aunque habían liberado a ese mundo del hereje y su demonio, el asunto de los Haarlock aún no había terminado y cuánta más información obtuvieran de allí mejor 

La otra célula de acólitos se reunieron alrededor de Lo-Tan, que aunque desmayado, no parecía haber sufrido males mayores. Sabrían más cuando despertase. Arkadia devolvió la pistola bólter que le habían prestado e hizo un gesto con la cabeza en señal afirmativa a Isolda.

Los acólitos procedieron a revisar la sala, pero aparte de unos cuantos símbolos esotéricos y con relación a la disformidad, en realidad la sala no albergaba documentos secretos ni información oculta. Skarmen realmente se había esforzado por disimular su relación con los asesinatos y su maestro demoníaco, y solo había revelado sus intenciones en el último momento.

Mientras tanto, Helios discutía con Jonas entre susurros, y tras un momento de deliberación se acercó al grupo. — Con el brujo destruido y los planes de su maestro demoníaco frustrados, aquí concluye nuestro acuerdo. — dijo con voz solemne — No es conveniente que acólitos al servicio de diferentes inquisidores se inmiscuyan demasiado en misiones ajenas. — con un último gesto, entregó a Claudius un papel doblado, en él aparecía el símbolo que ya habían visto antes, el sello del Collegium Tenebrae, y unas coordenadas en la luna Escintiliana de Laquestis. — Recuerden: "Es sorprendente lo poco que ocultan la mayoría de las personas". No olviden eso. Les recomiendo que no rechacen esta invitación, o volverán a saber de nosotros, por desgracia. —

Arkadia y Jonas ya habían levantado a Lo-Tan, apoyando sus brazos sobre sus hombros, y habían recogido su espada de energía. Con un gesto de despedida, se dirigieron hacia las escaleras de bajada, dejando el resto en manos de los acólitos. 

- No es conveniente que acólitos al servicio de diferentes inquisidores se inmiscuyan demasiado en misiones ajenas.... No rechacen esta invitación o volverán a saber de nosotros, por desgracia - había dicho Helios en tono ominoso. Claudius no entendió si los consideraba a ellos o a los suyos fuera de lugar. A fin de cuentas unos (y suponía) y otros obedecían órdenes de sus (¿respectivos?) inquisidores. Le sorprendía aquella opacidad y falta de colaboración más allá de lo (apenas) imprescindible.

No obstante, se mirara como se mirara la colaboración con aquel grupo no podía haber sido más críptica. Había que reconocer que Arkadia les había salvado la piel en la sala de autopsias y que los contactos con las FDP les habían permitido descansar, reabastacerse y contar con tres soldados adicionales (menuda suerte habían tenido los tres)

- Mucha suerte - les deseó Claudius a todos al marcharse y aprovechó un último instante para, corriendo detrás de ella, estrechar la mano de Arkadia entre las dos suyas con una sincera sonrisa - Gracias por su ayuda

Aquella gente sin duda tenía gran prisa por irse, probablemente en busca de algo turbio que hacer (algo que además no estaban dispuestos a compartir). Sólo quedaba comprobar el estado de la torre, del resto de los arbitradores, asegurar el estado de Khan, del gobierno planetario, barrer a los reyes de las cloacas de su inmundo trono y buscar transporte para salir de aquel malhadado planeta.

Pero todo eso tendría que esperar a que registraran el resto de las dependencias de Skarmen, ojalá no tuvieran ninguna trampa (habría que andarse con ojo). Suponía que los cristales (que habrían de requisar) estarían allí.

- No es conveniente que acólitos al servicio de diferentes inquisidores se inmiscuyan demasiado en misiones ajenas.... No rechacen esta invitación o volverán a saber de nosotros, por desgracia - había dicho Helios.

No debería había pensado en segundo lugar, porque su primera voz había abierto mucho la boca con incerdulidad y no había dicho nada. Pertenecer a una organización secreta dentro de una organización secreta... algo imposiblemente atractivo para la mente inquisitiva de Claudius que había pasado si, nada corta vida, investigando secretos y ocultismo. No es prudente dijo su segunda voz, pero la primera, la tercera y todas las demás voces de su constante diálogo interior la acallaron, aplastándola bajo razonamientos de todo tipo.

- Mucha suerte - les deseó Claudius a todos al marcharse y aprovechó un último instante para, corriendo detrás de ella, estrechar la mano de Arkadia entre las dos suyas con una sincera sonrisa - Gracias por su ayuda - Puede contar conmigo siempre que lo necesite - añadió en un susurro, sellando su destino. Ahora vería de primera mano que había detrás de todo aquel secretismo.

El grupo de Helios se reagrupaba y partía tan misteriosamente como apareció. Arcturus les dedicó un respetuoso saludo a todos ellos y les deseó suerte.

Cuando hubieron salido, sugirió a sus compañeros:

-Examinemos ese piso superior y larguémonos de aquí de una vez... Pero seamos cautos, nunca se sabe. Lástima de servidores...* Sí alguien conoce una forma segura de entrar ahí, bien. Si no, encomendémonos al Omnissiah...

La mirada que lanzó Isolda a Helios tras la amenaza si rechazaban su invitación fue de todo menos amigable. ¿Quienes eran ellos para obligarles a punta de pistola metafórica a aceptar una invitación?. Aunque al fin y al cabo podrían saber algo más sobre todo esta maraña de tragedias y corrupción que había alrededor de los lugares y objetos de la familia Haarlok.

-Aunque no sea algo que me guste, portaré yo todos los cristales hasta que podamos entregárselos a nuestro Inquisidor -comentó Isolda. Estaba segura de que eso pondría a prueba su voluntad y su Fe, pero ahora mismo solo se fiaba de ella para esa labor.

Recargó sus pistolas bolter y vio la escasa munición que la quedaba. Tendría que hacerse con unos cuantos proyectiles antes de su siguiente misión o, en el peor de los casos, empezar a usar otras armas en la mayoría de las ocasiones.

La retirada entre lamentos del Demonio fue música para los oídos de Nero, que siguió su "rastro" mientras abandonaba la sala y ascendía a través de una escalera hasta que desapareció de su  vista. 

Ayudó a registrar la Sala, a asegurarse de que Skarmen estaba muerto, registrarlo y coger sus armas, munición y todo lo que considerara útil.*

Luego se unió a los agradecimientos al otro equipo inquisitorial, aunque permaneció en silencio, pero retuvo las palabras y la invitación. Sentía una rabia tremenda por haberse sentido débil y vulnerable frente a esa cosa mientras el resto hacían su trabajo, y estaba dispuesto a remediar eso, y para ello necesitaría más información. 

- Vamos, terminemos con esto. - les dijo a sus compañeros. 

- Que el Emperador les protega.- Se despidió Gianna de la otra célula de acolitos mientras miraba el papel doblado, pues habían dejado claro que no iban a seguir colaborando entre ellos.

Como bien indicó Arcturus, quedaba registrar la planta superior, y la soldado avanzó lanzallamas en mano.- Abriré paso.- Suponía que una vez eliminado el hereje nada se interpondría en su camino. Aunque era mejor ser precavida y a falta de servidores a los que mandar de avanzadilla tendría que confiar en su vista para detectar alguna trampa.