Partida Rol por web

Arcturus chasqueó la lengua, frustrado. Un análisis acelerado de la situación le llevó a concluir que todavía no era necesario achicharrar al enemigo llevándose por delante a algún acólito... Levantó el brazo como preparando una nueva descarga de lumen, pero las palabras de Nero lo detuvieron. Asintió, buscando febrilmente la conexión más cercana a un digitador, con un ojo puesto en la puerta de acceso; si entraban los arbites, no habría marcha atrás...

Conectó su mecadendrita y el electroinjerto comenzó a brillar tenuemente. Frunció el ceño, concentrado, con los ojos cerrados y los párpados temblando ligeramente. -Domus dominion... Gestión de accesibilidad de mensajes... Ibi cognosciturus personae... Logoregistro... Revocación... -musitaba, y breves zumbidos mecánicos acompañaban cada comando.

- [ Alerta. ] -una amable y neutra voz femenina, sin duda la automatoidentidad del sistema, sonó por los intercomunicadores de la base- [ Defecto en sistema de vocotransmisión. Reparación en curso. A todos los escuchantes, ignoren último mensaje, clave de corrupción I249.003.FF2. Mensaje revocado. Repetimos...] -

El mismo monótono mensaje siguió sonando una y otra vez por los vocotransmisores separtidos por toda la Insensatez de Haarlock. Arcturus había logrado hacerse con el control del sistema, y con un poco de suerte aquello les daría el tiempo necesario para librarse de la amenaza más inmediata de los muertos vivientes y pensar alguna táctica para abrirse camino, fuese hacia el exterior, fuese hacia el corazón de la fortaleza de los arbitradores...

Mientras aquello ocurría, el tecnosacerdote liberó al servidor arácnido que portaba con unas instrucciones básicas: adelantarse discretamente por las instalaciones subterráneas del enclave y volver a advertir de cualquier presencia viva que intentase acercase al lugar en el que se encontraban.

Instintivamente miró a su alrededoren busca de visiotransmisores; no solo por saber si estaban siendo vigilados, sino porque desde uno de aquellos dispositivos le resultaría relativamente fácil utilizar el sistema a su voluntad.

Cuando Claudius creía que había conseguido un instante de respiro... 

Al mismo tiempo que el monstruo se deslizaba (con la cabeza destrozada) hacia el suelo, la voz de Skarmen resonaba por la base, cerrando la trampa. Aquel maldito se les había adelantado. Si estuviera libre podría dirigirles un mensaje a los agentes del arbites... sería complicado pero era factible. Al menos Arcturus había bloqueado el sistema y Skarmen no podría mandar más mensajes.

De momento tendría que ser suficiente mientras se centraban en sobrevivir al mutante/cadáver que le acosaba, ocupando el sitio de su difunto (de nuevo) predecesor. La cosa estaba, literalmente, entre la espada y la pared.

Disparó de nuevo el arma (3^er disparo de 6, si la cosa se prolonga se va a poner muy fea) contra la cabeza del monstruo pero el impacto fue de refilón, reventó una de las pústulas ácidas sin más daño y el cadáver no se inmutó.

Una idea le vino a la cabeza al ver, por el rabillo del ojo salir a la servoaraña de Arcturus.

- ¡Ciégalo! - ordenó al servocráneo en un grito no carente de pánico. El espacio era pequeño y el foco del servidor tenía potencia suficiente para, al menos, distraer al monstruo mientras sus compañeros salían en su ayuda (de nuevo).

Ante la amenaza que suponían las declaraciones de Skarmen por el vocotransmisor Arcturus intervino, conectándose a la red del edificio por el propio dispositivo de voz. Logró en gran parte su objetivo; el mensaje de Skarmen había sido silenciado y sustituido por una mezcla de ruido blanco entremezclado con palabras sueltas y deformadas del propio discurso del mariscal hereje, pero ya indistinguibles, dando la sensación para un observador del exterior de que el dispositivo estaba averiado.

Mientras tanto, nada detenía el combate contra los casi indestructibles cadáveres. La mayor parte de los disparos fallaban o apenas causaban daño a los cuerpos; solo la hermana de batalla con su veteranía en combate cuerpo a cuerpo y el arma de energía de su botín de guerra logró aventajar a su adversario hasta poder despacharlo finalmente con un último golpe letal.

Pero aquellos monstruos comenzaban a tomar la delantera. Gianna a duras penas evitaba los mortíferos ataques de su adversario, Nero pugnaba por evitar que el gigantón le agarrase por la cabeza como había hecho con Constantine, y aunque Claudius había actuado inteligentemente para reducir las capacidades de la criatura, azuzando la linterna de su servocráneo a plena potencia directamente hacia su rostro, esta aún seguía siendo muy peligrosa dejando salpicaduras de ácido allí donde golpeaba.

Nero trató de esquivar a aquella mole que se le tiraba encima, pero le fue imposible, y encajó el golpe como mejor pudo. El dolor era insoportable, pero él estaba entrenado para sobreponerse al mismo y seguir luchando. 

Se separó de aquel monstruo para ponérselo más difícil, y de nuevo disparó a aquella cosa. 

Isolda consiguió acabar con su rival y dudó un instante en su siguiente objetivo, pero acabó optando por ayudar al noble de su grupo que era el que menos capacidades combativas tenía, al menos ella lo veía así. Si libraba a Claudius podría ayudar a Nero o Gianna y luego ir todos a por Skarmen, o tal vez podría ir ella directamente a por Skarmen una vez liberara a su compañero y que este ayudara a los otros...

Con todo eso en la cabeza se lanzó en ayuda de su compañero, pero pensando unos pasos más adelante en lugar de en el ahora, lo que hizo que fallara el ataque con la espada de energía.

Las manos del monstruo, cubiertas de ácido (era curioso que éste no hubiera deshecho la bolsa de cadáveres que le envolvía antes de que llegaran) se lanzaron sobre su cabeza, directas a sus ojos. Si no hubiera sido por el grito de Isolda y la carga que ésta realizó a continuación y que parecieron frenar al cadáver animado (quizás Skarmen se había distraido) y le dieron tiempo a Claudius a apartarse un instante antes de que las manos se estrellaran contra la pared en lugar de contra su cabeza.

Aún medio acuclillado levantó el arma y disparó contra el monstruo, pero la posición no era buena y en lugar de darle en la barbilla el proyectil pasó sobre el hombro y de nuevo se estrelló en el techo. Claudius estaba cada vez más apurado y el arma casi vacía (2 proyectiles si no había contado mal).

- ¡Aqui Vipus de la sagrada inquisición de Terra! ¡ayuda, ayuda! ¡situación desesperada en la cámara de cadáveres. Acólitos bajo ataque, mutantes! ¡Nos atacan monstruos! A cualquiera leal al Emperador y a la humanidad ¡AYUDA! - gritó con desesperación en voz alta y por el comunicador en un canal abierto.

No había sido tan diplomático como solía ser, pero esperaba que su desesperación (absolutamente real) resultara lo suficientemente convincente/motivadora.

La cosa se estaba poniendo realmente fea. Claudius empezaba a chillar como un condenado, y aquello no contribuía a tranquilizar a Arcturus que, con el brazo en alto, apuntaba alternativamente a un lado y a otro, tal vez indeciso, tal vez buscando un resquicio, tal vez tratando de buscar una salida alternativa a aquel atolladero. Finalmente, se decidió por el monstruo más dañado, buscando crear un efecto cascada: el que acababa de asestar a Gianna un potente zarpazo. Además, la soldado era miembro del grupo de larga fecha, y el tecnosacerdote respetaba la veteranía.

Falló estrepitosamente.

Sólo la suerte evitó en el último momento que las garras del cadáver que tenía delante se le clavaran en la pierna. Un centímetro más a la izquierda y la situación sería aún más complicada.

Aún con el susto en el cuerpo, apunto su pistola Mark IV a la cabeza de aquel ser, pero nuevamente, el disparo salió muy desviado.

Los acólitos habían combatido valientemente contra los cadáveres revividos, pero la pelea se volvía en su contra por momentos. Los disparos mal apuntados y los ataques a la desesperada apenas afectaron a los enemigos restantes, mientras que las criaturas tenían energías de sobra para acabar con ellos y no tenían miedo a la muerte. Nero, especialmente, ya creía contar sus últimos latidos cuando el gigantón le golpeó brutalmente la cabeza y se inclinó sobre él con intención de terminar el trabajo...

Pero la plegaria, o más bien, el ruego desesperado de Claudius parecía haber sido escuchado por alguien inesperado. Se escuchó una tremenda detonación, acompañada con la desaparición de la cabeza del cadáver más grande, entonces una placa de rejilla de una de las grandes tuberías que conectaban con los desagües se abrió como si se tratara de una vulgar portezuela y de su interior salió nada menos que la piloto Essira Brismira, portando un flamante rifle.

— ¡Por aquí, hay que escapar! — Gritó mientras accionaba una palanca y un gran casquillo salía volando de su arma, preparando el siguiente proyectil.

Seguramente si los cadáveres hubieran podido sorprenderse habrían estado más desorganizados, pero su cerebro podrido solo les impulsaba a seguir atacando sin descanso, el primero acosando a Gianna sin cesar con sus garras, y el segundo agitando sus brazos supurantes de ácido en busca de algo que golpear mientras el fiel servocraneo de Claudius continuaba su misión de neutralizar su vista con un potente foco de luz.

La muerte estaba delante de Nero, se encogió al ver como el cadáver se le echaba encima, tratando de ofrecer un blanco más pequeño, con los ojos bien abiertos intentando apuntar con precisión, aunque los ojos le hacían aún chiribitas tras el enorme golpe que aquella mole le había dado... por eso la explosión del cráneo de la criatura le cogió completamente por sorpresa. 

Mientras el cuerpo caía, miró alrededor y vio a su piloto, Essira Brismira, que había hecho una entrada brillante, rifle en mano y usándolo con precisión, entereza y sabiduría. Asintió recuperando el aplomo perdido en los últimos dos segundos y apuntó al cadáver que estaba con Gianna, intentando liberarla. 

- ¡Rápido, salgamos de aquí! - disparó, tratando de tumbar a la criatura, pero el disparo nuevamente falló. Miró la pistola con el ceño fruncido. No era normal que él, un tirador decente, fallara estando tan cerca, ni siquiera en un tumulto como este. 

Por la razón que fuera, aquél no era su día, no le quedaba otra que recuperar su rifle caído y salir de allí. 

La soldado intentó esquivar nuevamente las peligrosas garras, pero esta vez estuvo demasiado lenta. Gianna notó como la armadura se partía y la piel de su pecho se desgarraba.

Lanzó un disparo de respuesta, pero nuevamente el haz láser salió muy desviado

- ¡Bendita Brismira! - gritó Claudius cuando reconoció a la joven asomada en aquel conducto, precedida por un preciso disparo. Claudius no era demasiado creyente, pero en aquel momento dio gracias al Emperador por tan necesitada ayuda.

Nada hubiera deseado más que salir zumbando detrás de aquella joven, pero el monstruo se interponía a pesar de la auda de Isolda. De alguan forma el titiritero, Skarmen era capaz de dotar de agilidad aquellos músculos mutados y evitar la mortífera hoja de  energía.

Temblando apuntó de nuevo a la cabeza del monstruo y disparó. El penúltimo disparo del cargador dió en el blanco. El proyectil atravesó la cabeza del monstruo salpicando ácido (afortunadamente en dirección contraria al tirador).

- ¡Salgamos de aqui! - gritó antes aún de ver desplomarse al monstruo

-Yo le aguanto, Claudius. Ves tú primero -dijo mientras lanzaba otro tajo al aire, lento y pesado. Aún no sabía bien como mover ese arma y se sentía más que torpe, y eso no la gustaba; pero sí que sabía como destrabarse de un combate fácilmente.

Al final esa arbitre iba a ser una buena tiradora o agente del Imperio, a pesar de que ese mundo estuviera podrido hasta la médula. ¿Habría algún lugar en el Imperio sin corrupción?.

Arcturus emitió un chirrido, asomando ávidamente la cabeza en dirección a la entrada. Estaba llamando al servoarácnido, que llegaría en unos instantes. Pero no esperó demasiado; miró con aprensión a Gianna, sin atreverse a tratar de lanzar otro fogonazo de lumen de nuevo tan cerca de su compañera, impotente para socorrerla de cerca...

Escurrió su pesado corpachón con dificultad por la trampilla que Brismira había abierto. -Gracias, soldado -le dijo lacónico al pasar a su lado.

Miró su nueva ubicación tratando de orientarse con cierta aprensión. Aquello iba a ser un infierno.

— ¡Todo recto! Tomen el desvío iluminado. — Les indicó Brismira a Nero y Arcturus, los primeros en abandonar la sala al ritmo que podían, mientras apretaba el gatillo y la cabeza del cadáver que acosaba a Gianna desaparecía en una explosión atronadora.

— ¡Corran he dicho, no puedo arriesgarme a hacer estallar a ese! — gritó una última vez, y seguramente tenía razón; Claudius e Isolda se defendían bien pero, al igual que los demás cadáveres, este demostraba una resistencia sobrehumana y una explosión desperdigaría en todas direcciones el cieno ácido que supuraba el cadáver, pero mientras este tuviera cerca a Claudius e Isolda podía atacarlos impunemente hasta que uno de sus golpes fuera certero.

De repente la cabeza del ser contra el que se enfrentaba había explotado en pedazos. Con la mano haciendo presión en el pecho tratando de evitar la perdida de sangre Gianna echo a correr hasta situarse al lado de Essira, cerca de la tubería de desagüe por donde debían huir, tratando de obtener posición de disparo  Una vez colocada enfundó una de sus pistolas.

Nero cogió la delantera tras recoger sus armas, se encargó de ser la cabeza del grupo, arriesgándose a encontrar algún enemigo, aunque si esa mujer había hecho bien su trabajo como Nero ya suponía, no encontrarían nada ni nadie. - Buen trabajo, Brismira. - le dijo al pasar por al lado de ella. 

Se adentró en aquel túnel, siguiendo las señales luminosas tal y como ella había dicho. Sus pasos resonaron en aquel hueco estrecho, lanzando ecos por todos lados, pero no podía parar porque los demás tenían que entrar allí también y escapar. 

-Usted primero, señor Kar... Nero. El tecnosacerdote apuraba el tiempo hasta que escuchó el repiqueteo metálico de las patitas de su aracnoservidor aproximándose. Entonces emprendió el desagradable camino encorvado, jadeando por el esfuerzo, intentando orientarse, oyendo los horribles sonidos del combate detrás...

-Yo le aguanto, Claudius. Ve tú primero - había dicho Isolda con decisión. Claudius por un instante dudó, sintiendo cierta incomodidad en el pecho (¿culpabilidad?), pero la cobardía nunca había sido para Claudius algo tan deplorable como pregonaba la propangada Imperial y decidió obedecer a la sororitas en aras de conservar su arrugado pellejo.