Partida Rol por web

Al ver como se separaba el noble de ella, Isolda no lo dudó y empezó a mover la espada de energía de forma disuasoria. En su mente tenía un plan muy sencillo que consistía en hacer que su rival diera un par de pasos hacia atrás y con ese espacio, mover bien su pistola bolter y disparar a la cabeza del ser para, con suerte, terminar con el enemigo.

Otra cosa es que fuera capaz de hacerlo. Al menos ahora solo tenía que pensar en salir ella de allí.

Isolda logró zafarse del cadáver con un hábil movimiento, pero no fue tan certera a la hora de atacarlo. Por suerte, aquella maniobra fue todo lo que necesitaba Brismira. Aprovechando la poca distancia que ahora separaba al cadáver de Isolda disparó a la articulación de la rodilla destruyéndola por completo, reduciendo el riesgo de una salpicadura ácida y dejando al cadáver casi totalmente destruido, realentizado al perder el equilibrio y su extremidad.

— Sin munición. Síganme. — Anunció Brismira, echándose el rifle a la espalda y volviendo sobre sus pasos al interior del túnel de escape, intentando cubrir la distancia que ya les sacaban Arcturus, Nero y Gianna.

En la oscuridad y sin conocer el camino, el tecnosacerdote por poco estuvo a punto de desorientarse en aquél túnel de deshechos, pero las indicaciones de la arbitradora habían sido claras, un único desvío con focos de luz señalaba el camino, y tras un centenar de metros a la carrera entre tropezones y advertencias finalmente una portezuela de sellado les dio paso al exterior. Un exterior lluvioso y enfangado, pero más seguro que el lugar del que acababan de salir.

El túnel les había dejado inmediatamente en el exterior del muro de contención de la fortaleza, y esperándoles con las puertas abiertas estaba el vehículo ligero en que ya habían montado antes con la arbitradora Brismira.

Tras recorrer el claustrofóbico túnel, el exterior se antojó durante un segundo intimidante, ya en la imaginación de Nero con enemigos en varios lugares intentando cazarles. - Maldito Mariscal traidor. Juro que nos las va a pagar todas juntas. - rezongó, subiendo al vehículo y cubriendo desde la ventana con su arma la salida de sus compañeros. 

Apuntaba aquí y allá, pero esperaba no tener que hacer uso de la fuerza contra los arbitradores, aunque no dudaría en hacerlo de ser necesario. 

- Venga, vámonos de aquí. - 

Gianna cubrió con su lanzallamas la retirada de sus compañeros confiando en que las purificadoras llamas de prometio liberaran al cadáver de su impía atadura.

La soldado siguió a sus compañeros por los túneles hasta el exterior de la fortaleza. - Hemos de localizar a los nobles y al general Khan.- Sugirió al subir en el vehículo de los arbitradores.- Han de conocer la traición del Mariscal y ponerlos de nuestro lado antes de que el hereje pueda hablar con ellos y ponerlos en nuestra contra.

Se introdujo en el vehículo trabajosamente, como de costumbre, y se desplomó sobre el incómodo asiento. Su rostro, a pesar del hieratismo mecánico que lo mejoraba como ser mitad hombre, mitad máquina, denotaba el cansancio y la frustración. Y estaba también el dolor de las heridas sufridas en la cabeza, que todavía no remitía del todo. Aunque era consciente de que necesitaban un destino, se sintió incapaz de pensar en uno. La soldado Anzerani sugirió algo que parecía sabio, si bien podría convertirse en una encerrona.

Metió las manos en los amplios faldones de su túnica con gesto de hastío. Y así, por azar, sus manos tropezaron con algo: una fina placa metálica olvidadas en aquel laberinto de bolsillos. Le costó reconocerla al tacto, y la extrajo para mirarla.

-Una placa de datos. La placa de datos con las fechas del reloj de acero.*

Calló y exhaló bruscamente, repentinamente abatido. Quaddis, Xicarph. El Carnaval de Sangre, el Coto de Daniel. El Viudo. Había momentos en los que los recuerdos pesaban como vidas enteras.

Tendió la placa a sus compañeros, sin mirar, y diciendo con voz monocorde.

-Contiene fechas. Las fechas también parecen importantes en este caso. Pero la verdad es que no sé qué hacer con ella.

A su espalda la sala ardía bajo el fuego purificador

- Hemos de localizar a los nobles y al general Khan - había dicho Gianna. Claudius no podía estar más de acuerdo.

Era vital poner freno a Skarmen y viendo como había reaccionado en la torre, intentando poner a los arbitradores en su contra, aquiello podía desembocar en disturbios rápidamente e incluso en una guerra civil que afectara a toda la colmena.

En cuanto vislumbraron el vehículo Claudius se apresuró a sentarse, como las veces anteriores, en el lugar del copiloto.

- Agente Brismira, le estoy sinceramente agradecido, de verdad, su llegada no pudo ser más providencial - Claudius notaba que los latidos se su corazón empezaban a normalizarse. Recargó la pistola con manos aún temblorosas y la sensación de pavor que se había apoderado de él iba disminuyendo.

- Ahora ¿sería posible que me acercara ese aparato de comunicaciones? creo que debemos poner esto en conocimiento de todo el planeta (o al menos de aquellos con peso suficiente).

- Lamento profundamente la muerte del magister Constantine. Era un buen hombre - desconocía la relación de éste con Brismira, pero en cualquier caso sus palabras eran sinceras. Toqueteó los controles del aparato en busca de las frecuencias militares para entrar en contacto con Khan, luego con la torre del arbites y luego con el palacio de gobierno.

- Ahora pónganos en movimiento por favor, no quiero tener una ubicación fija a la que Skarmen pueda enviarnos sus monstruos.

- Ahora le echo un vistazo a eso suyo Arcturus - añadió como si cayera en la cuenta de lo dicho por Arcturus una vez sus pensamientos volvieron a su (desordenado) curso normal.

Claudius: ¿sería posible que me acercara ese aparato de comunicaciones?

— Será un milagro si consigue contactar con algo que esté a más de una docena de metros, las comunicaciones no han hecho más que empeorar en las últimas horas, pero sírvase. — respondió la arbitradora, ya sin el menor rastro de timidez o cautela al actuar frente a los acólitos, mientras conducía el vehículo hacia las vacías calles de Sinophia Magna, tal vez algo más rápido de lo que sería prudente con ese clima, pero con habilidad.

— No tardarán en saber que han escapado, pero les costará arrancar algún otro vehículo, dejé una sorpresa en el garaje. Nada más volver Skarmen había comenzado a dar órdenes a espaldas de Constantine y parecía estar deseando que ustedes abandonaran la base para preparar algo. En cuanto declaró aquél mensaje de traición, aunque entrecortado, supe que algo iba mal. —

Gianna: Hemos de localizar a los nobles y al general Khan.

— En el nexo de unión entre los distritos I y XII, el punto más fortificado de la ciudad actualmente, ahí nos dirigimos. Tendremos que hacer una parada, hay alguien más a quien deben ver sin falta y está de camino. —

Arcturus: -Una placa de datos. La placa de datos con las fechas del reloj de acero.*

En apariencia un objeto inútil, la placa contenía la información recopilada por Arcturus durante la estancia de los acólitos en Quaddis, principalmente las fechas conocidas en las que había ocurrido el evento cósmico conocido como "La Gran Conjunción" y que habían terminado provocando la desaparición total del planeta más allá del límite con la disformidad. Con aquella información Arcturus había calculado con precisión la fecha y hora exactas de la última conjunción, y con ellas todas las la antecederían en el futuro.

Peor no era la única información, el tecnosacerdote también había guardado los datos de la señal de comunicaciones gracias a la cual habían logrado determinar la localización de Sinophia, pero ahora que el tecnosacerdote recordaba que aún poseía aquél objeto, cayó en la cuenta. ¡Nunca llegó a descifrar el contenido de aquella señal de comunicaciones desde Sinophia! Tal vez aquél objeto realmente pudiera contener alguna pista o dato revelador, pero primero tendría que encontrar un cogitador potente con el que trabajar, tal vez uno del Administratum o alguno privado de la nobleza fuesen los más indicados para aquella tarea.

El noble y el arbitrador comparten una pequeña mirada suspicaz en los asientos traseros de tripulación del vehículo. Las calles están muy silenciosas, demasiado para los protocolos de equipos de exploración que deberían estar activos entre arbitradores y agentes de la ley, era posible que Skarmen los hubiera anulado sabiendo ahora que era un hereje y un traidor, pero al menos las tropas de Khan deberían seguir activas.

Los acólitos tardan un poco en darse cuenta, pero entonces caen en que todo se debe a la conducción de Essira. A la menor señal de luz de focos tras una esquina, o del ruido de otro vehículo, la piloto cambia de dirección siempre con intención de evitar cruzarse con nadie.

En sí, no es un mal plan evitar encuentros indeseados sin saber si se trata de un aliado o un enemigo, pero lo que llamó la atención a los dos observadores fue la gran habilidad con la que Essira esquivaba cualquier posible encuentro indeseado. Más que una arbitradora parecía una contrabandista o una experta en operaciones encubiertas.

¿Quién?- Le preguntó la soldado a Essira. - ¿A quién más deberíamos ver?- Tal vez fuesen los tres señores del crimen locales, aunque prefirió que fuese la conductora quien contestará 

Sentada en su asiento dedicó un segundo a observar el bolter de la arbitradora, pero más allá de alabar su factura poco más pudo descubrir.

Gianna había hecho la pregunta. Arcturus aún añadió otra:

-Con cuánto apoyo cree que podríamos contar entre los arbitradores, Brismira? 

No se hacía muchas ilusiones. Tampoco sobre visitar a Khan. El planeta se había vuelto un lugar realmente hostil. Seguir la pista de los cadáveres hasta Santa Catalina se  hacía peligroso. Quizás su apoyo más seguro en estos momentos podrían ser los resaca, pero acudir a ellos podría desencadenar efectos impredecibles.

Jugueteaba con la placa de datos entre los dedos mientras pensaba, y la miraba de vez en cuando, volteándola. 

-Señor Vipus, usted que se fija en esas cosas, recuerda las fechas en las que ocurrieron los hechos del Viudo? Le sugiere alguna relación con todo esto, digamos... cronológica?

Tras cruzar una mirada con Claudius, Nero observó a la mujer con otro talante, se quitó el casco y la miró de nuevo, observando el arma y fijándose en su tremenda habilidad en la conducción. Aquella mujer había entrado en la torre por un camino secundario, casi se diría que "secreto", demostrando una iniciativa altamente inusual en un arbitrador de a pie, había inutilizado varios vehículos, había reventado la cabeza de varios monstruos a los que ellos casi no habían sido capaces ni siquiera de herir, en pocas palabras, aquella mujer les había salvado el culo y les había dejado a la altura del betún. 

Y ahora les estaba tratando de tú a tú y llevando a ver a un desconocido al que debían ver sin falta, que además se estaba moviendo hacia el lugar de encuentro. 

- Digamos lo obvio. Usted no es arbitradora. La gran I? - le preguntó. 

Había fallado su disparo, pero la arbitradora no lo había hecho y agradeció al Dios-Emperador su ayuda. Siguió al grupo echando de vez en cuando una mirada hacia atrás, comprobando que no les siguiera ese ser y pensando en como podrían terminar con eso.

-¿A quién deberíamos de ver antes? -preguntó curiosa mientras recargaba su bolter. Ya no sabía que podría esperar en ese momento.

Claudius realizó un par de intentos poco esperanzados con el equipo de radio, repitió un par de veces el mensaje que había preparado en un par de frecuencias y al final acabó dejándolo en su sitio. Aprovechó para cambiar la bateria del rifle por una de sus baterias sobrecargada (sin duda tal concentración energética sería capaz de hacer arder a un no muerto o de tener un efecto similar al de una profunda quemadura).

Carraspeó y mirando a Brismira (evalúando su respuesta también) señaló

- No sé si se lo he dicho, pero me tengo por un aficionado a la caza... ay si me hubiera visto hace unos años. Verá, Brismira no he podido dejar de fijarme en su (exquisita) arma. Digamos que se trata de un ejemplar poco común (y eso viviendo de mi que he sido rico toda mi vida, o casi, maldito hermano), sin duda de un elevadísimo valor.

- Juraría que no se trata de equipo estándar del arbites, aún menos, y perdone la sinceridad, del arbites de este planeta. Hemos visitado la armería y ni siquera cumple con el estándar (es una suposición, no tengo datos estrictos de algo tan específico, pero por mis viajes he visto que practicamente todos agentes de otros planetas tienen mejores armaduras y armas).

- Como ha sugerido el agente Nero ¿hemos de suponer que no es usted lo que parece? (es decir, una suboficial del arbites de este lodazal de planeta) - y permitame que le diga eso con mi más sincero agradecimiento por lo que ha hecho por nosotros.

Brismira detuvo el vehículo con calma y se giró sobre su asiento para observar directamente a Nero y Claudius. Se lo pensó por unos momentos y después, ante las narices de los acólitos se extrajo uno de los ojos, una vulgar prótesis nada funcional, pero muy realista, y se la cedió al grupo. En el reverso del falso globo ocular había tres símbolos dibujados; el primero de ellos se trataba del águila bicéfala del Imperio atravesada por la I inquisitorial (una de tantas señales para poder identificar a un acólito, no muy diferente a las que el propio grupo portaba). Los otros dos símbolos no tenían un significado claro, y eran parecidos a marcas heráldicas o gremiales.

Mientras los acólitos confirmaban con sus propios ojos aquél objeto Brismira lo sustituyó por un ojo biónico, más útil y más acorde a los gustos de un tecnosacerdote. — En efecto, no son los únicos acólitos inquisitoriales en este planeta. Y dado que mi coartada como "Essira Brismira" acaba de irse al traste, a partir de ahora pueden llamarme simplemente Arkadia. —

— Nos reuniremos con mi equipo de inmediato, hay ciertas cosas que tienen que contarnos en detalle. Algunos de ustedes ya les conocen, aunque no fue nada amable que intentasen derribarlos a disparos en el distrito VII en su primer encuentro. — por su tono, no admitía réplica. Quería reunirse sin falta con el segundo grupo de acólitos.

Arcturus: -Con cuánto apoyo cree que podríamos contar entre los arbitradores, Brismira? 

— Dudo que los arbitradores sean capaces de ayudarse ni siquiera a si mismos. La mayoría son unos pusilánimes de segunda, degradados y trasladados aquí por no dar la talla. Skarmen les ha inculcado suficiente obediencia para que le apoyen a él en caso de duda. —

Brismira, ahora Arkadia, retomó el control del vehículo y continuó rodeando el distrito principal por el norte. Les llevó a una zona indeterminada del distrito IV, aparcando frente a una discreta mansión de colores más planos y apagados que los de sus vecinas más lujosas, pero con grandes terrenos y jardines.

Nero recogió el ojo y lo examinó con detalle, intrigado por el rumbo que había tomado la situación. Tras examinar el objeto, y rumiando lo que había deducido, guardó silencio mientras pensaba en lo sucedido. 

- Bien, Arkadia, llévenos a la reunión. Concuerdo con su apreciación sobre los arbitradores de este mundo. La mayoría son novatos o simples matones, no tienen un ápice de disciplina o voluntad, así les va. Es una vergüenza, pero siendo el traidor Skarmen quien los conduce, no me extraña. - 

El tono era de fastidio, a pesar de ahora estar en una rama distinta, le dolía en el alma ver una institución como los Arbitradores degradada de tal forma. ¡Ay si aquí hubiera un cuerpo arbitrador como el Emperador mandaba, lo que cambiarían las cosas! 

El distrito VII, ¿los tipos de la moto?. Eso podría explicar algunas cosas, pero no le gustaba que les acusaran de ser agresivos cuando ella recordaba perfectamente haberles dado un alto en el acto. 

-Les dimos un alto, ellos se negaron y no se identificaron. No es culpa nuestra -sentenció la sororita. 

Ahora resultaba que todo ese lugar estaba del revés, los aliados eran enemigos, los enemigos eran desconocidos y los desconocidos podían ser aliados potenciales. Nada de eso le cuadraba a Isolda y empezaba a provocar una migraña.

Tras la revelación de Arkadia, Gianna evaluó que las posibilidades de éxito habían aumentado. Otro grupo de inquisidores operando en el planeta era siempre una ayuda bien recibida, sobre todo, si como parecía el caso sus misiones convergían y podían colaborar.

La soldado ni siquiera dedicó tiempo a mirar los símbolos grabados en el ojo, aquello estaba fuera de su campo de saber, y prefirió mirar por las rejillas del vehículo, tratando de saber donde se encontraban y hacía donde se dirigían.

Claudius intentó mostrarse lo menos sorprendido posible. Sin duda había acertado, aquella arma era una obra de calidad (y precio) muy por encima del alcance de un agente del arbites (mucho menos en aquel planeta).

- Señorita Arkadia Essira Brismira, es un placer contar con su sinceridad - le devolvió el ojo sintético tras estudiar sus símbolos que luego cotejo sin ningún amago de vergüenza con sus notas aunque encontrando menos de lo que le gustaría. Por lo visto aquel libro hablaba más de los enemigos del imperio, que de los servidores de éste.

- Mi nombre, es Claudius Von Vipus, de la muy noble y muy leal casa Vipus de Nova Castilla. Me temo que el nombre de Jeremiah (mi primo tercero de escasas luces y aún menos patrimonio) es, como el suyo, un alias. A su humilde servicio.

- Imagino que nos dirigimos al encuentro de sus compañeros ¿es asi? (la posiblidad de encontrar un inquisidor en el planeta es remota y superaría mis expectativas).

- Debo coincidir con Isolda. Entiendo que los agentes (sobreequipados y sobrepreparados) que encontramos fuera de la mansión de Lady Amorita pertenecían a su equipo. Lamento las hostilidades (mutuas) pero ¿no habría sido todo más fácil de haberse presentado de forma correcta? o al menos no con abierto desprecio?

-Les dimos un alto, ellos se negaron y no se identificaron. No es culpa nuestra -

 ¿no habría sido todo más fácil de haberse presentado de forma correcta? o al menos no con abierto desprecio?

— Tal vez. — concedió Arkadia sin entrar en más detalles y con un leve deje de exasperación

- Imagino que nos dirigimos al encuentro de sus compañeros ¿es así?

— En efecto. Somos una célula poco numerosa, como ustedes. —

Mientras el trayecto en el vehículo continuaba, Isolda recibió el ojo falso de Arkadia y cayó en la cuenta de cuales eran aquellos dos símbolos que en los demás no habían reconocido.

El primero era un símbolo poco conocido, el emblema de los Hijos de Dispater. Un gremio de asesinos afamado en todo el sector Calixis por su lealtad a sus contratantes y por nunca romper un contrato. Hay quienes consideran un honor ser perseguidos por los Hijos de Dispater, ya que sus servicios no son baratos y nunca se rinden sin importar las bajas en su bando.

El segundo símbolo era simplemente absurdo, un objeto de leyendas en el sector, pero ahí estaba, claro como el agua, la marca del Collegium Tenebrae. El relato habla de una conspiración entre personalidades de las más altas esferas del sector, que se habrían dado a sí mismas el nombre de la Cábala Tiranista, una agrupación de individuos poderosos con objetivos propios y absolutamente secretos; el Collegium Tenebrae representaría a los agentes al servicio de la cábala para cumplir sus propósitos ocultos allá adonde sean enviados.

Tras apagar el motor del vehículo, Arkadia les guio rodeando un poco el muro exterior de la casa. No se encontraba en un estado de abandono, pero no había luces, ni siquiera un ruido. Nada hacía pensar que hubiese nadie viviendo allí en ese momento.

Arkadia avanzó con decisión hasta una ventana, golpeó el cristal un par de veces de forma rítmica y dirigió al interior la luz de su linterna por unos segundos. Repitió el proceso una segunda vez, y al poco tiempo una puerta lateral se entreabrió con un leve crujido. La agente atravesó la puerta y entró al interior, donde al menos podía disfrutar de un lugar donde refugiarse de la lluvia. A un lado de la puerta, empuñando una pistola bólter con las manos pegadas al pecho, se encontraba el hombre misterioso con quien ya se habían cruzado una vez Claudius, Arcturus e Isolda, como la vez anterior, una máscara de respirador, un sombrero y un visor ocultaban sus facciones, pero todo aquello no impidió que mostrase algo de sorpresa al ver a Arkadia tranquilamente acompañada por los acólitos. La ausencia de agresividad le hizo bajar el arma.

— ¿Qué demonios? ¡Alpha! ¿Has revelado tu identidad? ¿Y la tapadera? Tu posición en el Adeptus Arbites aún nos era muy útil. —

— Cálmate. Los arbitradores están acabados, ese loco de Skarmen ya ha descubierto su juego. Además, tenía que sacarlos de ahí. Un poco más y estarían muertos. Esto requería un cambio de planes y tu lo sabes muy bien. —