Partida Rol por web

Las posibilidades se agotaban, una sala con una sombra muy traviesa y ladrona, otra con una trampa teleportadora y la tercer pero no menos enigmática. La habitación con alguien dentro, tal vez una mujer o algo similar.

- ¡ZZZZ..!! Tdez puedtaz y tdez peligdoz! ¿y zi zuvimoz la pizo de adiva? El feliño puede ezpegad a zed la zena... - Y quien sabe, tal vez arriba se encuentre el salón comedor repleto de manjares. porque dos plantas para una torre es muy poco...

 - Yo tengo que remendar esa maldita alfombra! Si me decís dónde está, iré a por ella sin dudarlo!

Completamente decidido a cumplir su cometido, Algorímedes pretende ser llevado donde sea con el fin de encontrar ESA alfombra.

Parece que el único dedicado en totalidad a la noble tarea de matar ratas y comer gatos era nuestro héroe rojo, que se preocupaba por llevar a la presa lo más pronto posible a la cocina, y además ayudar a sus compañeros a encontrar lo que buscaban.
-¡Tengo una gran idea!- dice mientras abre la puerta tras la que se escuchaba una voz que ya se había callado.

Y allí estaban los lutines, discutiendo sobre el qué hacer a continuación cuando Danya tuvo una idea fantástica. Bueno, él decía que era una gran idea, aunque por lo de pronto, presentaba un pequeño problema: la puerta estaba cerrada. ¿Quién lo iba a pensar? La puerta tenía una cerradura sencilla, para una llave sencilla. Llave que sencillamente, no tenían. ¿Cómo era posible que una mísera puerta se pudiese interponer entre Danya y su gran idea?

¿Y cómo era posible que esa voz volviese a sonar chillando tan fuerte y tan agudo?

-¿Eh?-dijo-¿Estáis ahí?¿Habéis venido a rescatarme?¡Sacadme de aquíiiiii!

- Ahora volvemos, tranquila. Vamos a por ayuda! -  Algorímedes era todo un bromista y reía por lo bajo su sutil ocurrencia. Claro que, oye, quizás sabía dónde estaba la alfombra mágica.

- ¿Un momento, sabes dónde está la alfombra mágica? - dice Algorímedes dirigiéndose a la voz.

La idea de Danya no estaba del todo mal. Tal vez un par de manos extra no vendría mal.

Quizás al rescatar a la damisela en apuro detrás de la puerta con llave pudiese pagar la ayuda con el transporte del felino capturado para la cena. Era eso o alquilar una escoba mágica voladora, aunque el precio sería exorbitante.

El único problema era encontrar la llave de la puerta.

- ¿Y aghoda? ¡No tenemoz la llabe! - Agrego Zala a lo que ya era obvio.

-¿Alfombra mágica?-dijo la voz soprendida por la pregunta-No sé nada de ninguna alfombra mágica.Venga, dejaos de historias y buscad la llave ¡Tenéis que sacadme de aquí!

Cuidadosamente se apartó del minino dormido, no era necesario incomodar su sueño forzado. Pero mirando al enorme gato y el método para controlarlo se le iluminó la cara.

¡Danya, ezpeda! - Gritó al inquieto luthin. - ¿Cdeez que poddíaz volved a haced ezo de cabalgad sobde el gato? Podemoz atadlo y zujetadlo con una cuedda o algo azi hazta que lo contdolez. 

Esperó captar la atención para lanzar la bomba que esperaba sonara en su boca.

Azí poddemoz edzpuzad a la dataz zadnozaz. - Sonríe tontorronamente. - ¿Zí?

-Muy bien, señorita trampa, buscaremos su grandiosa llave, pero sólo si promete ayudarnos con este gato de aquí-

Luego se dirigió a su séquito esbirros del mal, que esperaban ordenes.

-¿Alguien tiene alguna idea? Creo que deberíamos buscar la llave y la alfombra, ahora que aseguramos la cena. Ese gato no irá a ningún lado en un rato, por más que le demos patadas-

-¿La llave? La llave la tiene Rudesindus, pero ¿qué pasa?¿Que nunca habéis forzado una cerradura?-volvió a decir la mujer-Sacadme de aquí y ya me encargaré yo de ese gato-.

Mientras habláis a través de la puerta, escucháis ruidos en la planta de abajo y al poco, escucháis crujir los peldaños de las escaleras.

El gran lutin explorador Zalarwin escuchó crujir los peldaños de la escalera y decidió tomar precauciones ante la llegada de “tú sabes quién”. - ¡Demonhioz en zunga! ¡Luguezinduz viene! ¡Korred, korred pog zuz vidaz! -  y tras el aviso el lutin comienza a correr en círculos completamente despavorido. No es que haya perdido el control de sus pies ni nada parecido, solo estaba esclareciendo sus ideas.

En voz baja

- Yo no lo veo claro, muchachos, qué ganamos liberando a esta muchacha? No sabe nada de lo que buscamos. Seamos razonables... si la sacamos de ahí el Amo se enfadará y nos va a mandar a limpiar las letrinas. Si la dejamos ahí y seguimos con nuestra búsqueda (incluso atando al gato dormido para que no se mueva), podemos quedar como auténticos señores.

-Mantengan la calma, camaradas, alguien viene y seguro que le podemos pedir una aclaración a todo este embrollo, que felizmente nos lo resuelve el Rundesendo ese. - responde el ahora supremo comandante de los lutines, a la vez que se escondía tras el gato moribundo para protegerse de la paliza que seguramente iban a recibir.

El distribuidor de la primera planta era una sala sencilla,
 

La primera de vuestra izquierda posee un extraño símbolo grabado sobre ella. Conocéis ese tipo de símbolos. Cualquier lutín los conoce y los teme: es una runa. 

Las otras dos, una a vuestro frente y otra a vuestra derecha, son semejantes pero no poseen ningún símbolo ni ninguna otra cosa que pueda daros una pista de lo que se oculta tras de ella.

Batracius Bill y Bonnie aparecen desde el hueco de la escalera, provinientes del piso de arriba.

En el rellano se encuentran con Zalakatunga, Danya, Trunxky y Algorímedes que parecen estar discutiendo lo que hacer, parados delante de la puerta de la izquierda. Puerta a través de la cual, los recién llegados escuchan unos gritos de una voz que les suena familiar.

-¿Pero a qué esperáis?¿Sabéis cuánto tiempo llevo encerrada aquí?¡¡¡Abridme, rápido!!!

La voz suena aguda y chillona y con un tono de desdén y petulancia que resulta un tanto molesto.

Al otro lado de la sala se puede ver sobre el suelo, una figura de tercio pelo negro que no puede ser otra cosa que el gato de Rudesindus. Probablemente esté durmiendo...o algo peor.

Finalmente logramos subir por las escaleras al colocar el tablón, ahora contenta por la proeza contemplo la runa en la puerta y con terrible temor me aferro a los brazos de Batracius, nada bueno era para un lutín encontrarse aquello, aunque también podría ser la R de Rudesindus. 

-No te alejes de mi. - expreso al rodear con mis manos su brazo, confiaba en la seguridad que el pequeño sapo podría brindarme y gracias a ello, poco a poco había recuperado la calma

Y por suerte, la presencia de los otros lutines, logró que una sonrisa se dibujase de mis labios. - Hey... ¿Quién es ella? la que grita. - pregunto a los presentes, éramos recién llegados y debíamos estar al tanto. 

Y finalmente aparece el gran Rudecindus para destruir a los incompetentes lutines que han desviado su rumbo y obviado el contrato. Al menos eso piensa el no tan valeroso Zalahuyecomorata, que grita como niñita que mojó su pollera. - ¡Ahhhggggg..... piegag ohh glan Lugezinduz! ¡Piega.... (en ese momento el draconil lutin se da cuenta que solo eran los otros lutines y ...) ... Ehem! Than zogo enzayaga mi numego de teagtho he he he. - habla recuperando la compostura aunque ni con toda la magia del mundo podría evitar la vergüenza.

Después de tantas penurias y, por que no decirlo, otros tantos éxitos, consiguieron llegar a la primera planta guiados por los gritos que venía de allí.

Cuando alcanzaron el último peldaño y tuvieron acceso al vestíbulo de la planta se encontraron con sus compañeros lutines y... ¿un gato muerto?

Desechando la idea de que sus compadres hubieran asesinado a la mascota del hombre que podría carbonizarlos con una sola palabra se acercó a la puerta de la que salía la voz mientras saludaba con un gesto amistoso al resto de lutines.

En su camino miró de reojo la puerta que tenía la runa grabada y un escalofrío le recorrió la espalda, aquellas cosas solían ser muy peligrosas...

Llegó a la puerta y preguntó: -Oye, ¿quién eres tú? Y aún más importante, ¿por qué estás encerrada?-.