Partida Rol por web

Sentí el frio acero en mi cara y cuando me volví había perdido la oreja. Lejos de amilanarme le devolví la cuchillada al pecho haciendole todo el daño que pude-¡Ayuda! que alguien me ayude-solo esperaba que alguno de mis compañeros lo terminara de rematar antes de meternos en un duelo de cuchilladas en el que yo no las tenía todas conmigo.

PNJOTIZADA.

Iniciativas:

Fadrique: 26 --> Inmovilizar (acción extendida) a Mujer3
Dámaso: 21 --> Declara
Uloxio: 19 --> Carga contra Hombre
Manuel: 18 --> Parada completa a Hombre (están en melé ambos)
Hombre: 18 --> Ataque y ataque a Manuel con cuchillo (están en melé ambos)
Mujer3: 11 --> Ataque y ataque a Fadrique con cuchillo (están en melé ambos)
Xilda: 23 --> Entrar en melé con mujer3 y esquivar

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Reitero que los cánticos ya no los oís desde el fondo de la cueva.

Iniciativas:

Fadrique: 26 --> Inmovilizar (acción extendida) a Mujer3
Dámaso: 21 --> Ataque a Mujer3 con espada
Uloxio: 19 --> Carga contra Hombre
Manuel: 18 --> Parada completa a Hombre (están en melé ambos)
Hombre: 18 --> Ataque y ataque a Manuel con cuchillo (están en melé ambos)
Mujer3: 11 --> Ataque y ataque a Fadrique con cuchillo (están en melé ambos)
Xilda: 23 --> Entrar en melé con mujer3 y esquivar

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Reitero que los cánticos ya no los oís desde el fondo de la cueva.

Resumen turno 3:

Fadrique abrazó con su brazo siniestro y su mano con espada a la mujer3. Estaba muy cerca y quiso inmovilizarla. Ésta, por contra, no pudo hacer absolutamente nada por desembarazarse, al menos en esos segundos, de su agresor*. Por ello llegó Dámaso con su espada y quiso clavársela de parte a parte, pero estaba tan en medio el cuerpo de su compañero Fadrique que cortó el aire al no querer precisar demasiado. Uloxio, pues entonces, avanzó en carrera hacha en mano, con suma fiereza, cargando con su hacha contra el hombre. Hasta que el filo de la hoja no clavó el estomago del desgaciado, no vísteis la severidad del ataque del alcaide de castillo: la hoja se la encajó bajo el ombligo, incrustándosela mientras el malogrado gritaba de dolor:

Daño: 11 (sin protección): 11 puntos de daño.

El tipo cayó, y Manuel, que vió todo justo a un centímetro de su cuerpo, vió como su rival más inmediato se esfumaba hacia el suelo, cayendo con el vientre abierto y desmayándose al momento. Todos pues, vísteis a los pocos segundos, que el tipo murió del tremendo impacto**.

Ante la inmovilidad de la mujer3, Xilda aprovechó y se puso en melé contra ésta, la cual estaba rodeada por los enormes brazos de Fadrique.

¡¡Soltadme!! ¡Soltadme, por favor! -la mujer gritaba desesperadamente. Era la más joven de las tres que habían luchado contra vosotros. ¡Piedad! ¡Piedad! Intentaba moverse, pero era imposible luchar contra aquella mole que era Fadrique.

Gracias Uloxio, te debo una.-Doy una palmada en el hombro del alcaide de castillo. Después, empuñando la daga me dirijo a la mujer apresada por Fadique. Le coloco la daga en el cuello y la exorto a hablar.¿Qué es todo esto?¿qué pretendíais hacer?¡Habla, que me pierdo!-pongo un poco cara de loco y hay cierta chuleria en mis palabras, casi olvidando que hace un momento he estado apunto de mori. Le aparto los pelos de la cara a la bruja y le acaricio la oreja( la otra mano sigue en la daga en su cuello), quizás empieze por ahí a cortar. Ojo por ojo y oreja por oreja.

Mis pensamientos se dirigen a la parte más profunda, a donde también me dirijo yo, tratando de ser lo más silencioso posible.

Locos! Gritó Fadrique viendo que algunos vacilaban. Atendetz a o fondo d'a cueva, a os cantarines ixes. Ixe gori gori no sonaba brenca bien, ya m'encargo yo d'ista.

Apretó con saña.

Viendo que la situación estaba controlada, Xilda fue a ver qué sucedía al fondo de la cueva. Por sus porpios orígenes era supersticiosa y no se fiaba de todo aquello que como sucedía alli, llevasea el sello del diablo. El corazón le latía con fuerza pues estaba temerosa de lo que podría hayar. El silencio era peor que el rugido de una bestia surgida del averno.

Andúvose Xilda y el pequeño Dámaso en la cueva, antorcha en mano. Tras andar unos veinte pasos como en pequeño zigzag (la cavidad era casi casi recta), hallaron lo más impredecible que podían haber pensado: nada. Quien anduviera al comienzo formando cánticos en el fondo, tras la protección de las súbditas mujeres aquellas, ahora había desaparecido. Mientras Fadrique llenaba de dolor y sufrimiento a la mujer (a la que parecía estranguar por el propio torso con su fuerza), Manuel de Fonseca se sintió invadido por un deseo irrefrenable de hacer hablar a aquella mujer.

El cadáver yaciente del encargado de la mina de la casa Carrillo, Fernando, yacía ya hacía cuán tiempo encadenado en una pared lateral.

Dejó caer a la mujer, por fin. Recuperó la espada que se le había caído y permitió que, quien supiera cómo, se encargara de extraer toda la información que pudiera de semejante bruja.

Él se limitó a ayudar a esos trabajos convirtiéndose en una presencia amenazante armada del fierro cruel tras el interrogador, impidiendo cualquier intento de fuga.