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Cornago

VII. EPÍLOGO de partida

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07/07/2016, 11:21
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EPÍLOGO

Y he aquí algunos acontecimientos que tuvieron cabida, pero no dispensa para no ser relatados y descritos:

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07/07/2016, 11:29
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DE JUAN DE LUNA Y SU ESPOSA

Durante vuestra ausencia en la casa Carrillo, el ánima de Juan de Luna estuvo "atrapada" entre dos mundos. Se encontraba entonces recorriendo las estancias del castillo, aterrorizando a más de uno. Los sirvientes creían que alguna maldición había caído sobre los Luna y empezaron a pensar que tal vez deberían dejar su servicio. La intranquilidad provocó que María solicitara a los frailes del convento de Campolapuente de Cornago que dispusieran a alguno de sus hermanos para que bendijera las estancias del castillo y tranquilizara a la servidumbre. El hermano Roberto se ofreció enseguida, y estuvo varios días orando en el castillo como toma de contacto.

DE FRAY ROBERTO

Fray Roberto, hermano franciscano del convento de Nuestra Señora de Campolapuente, era en realidad un miembro de la Fraternita Vera Lucis con la misión de descubrir todo lo que pueda sobre un inminente aquelarre de brujas que iba aproducirse en un pueblo próximo a Cornago, en Igea. Accidentalmente, estuvo presente en el momento en que se apagaron todas las velas durante un instante mientras velábais el cuerpo de Juan de Luna en el monasterio. Era él quien salió corriendo bajo el amparo de la sombra y la noche. Todo ello alteró su juicio, y creyó firmemente que la propia María de Luna estaba embrujada (quizá, quien sabe, si la Señora no tenía algo que ver con el aquelarre de Igea). Con esa firme creencia estableció un plan para asesinarla, sin importarle cualquier repercusión o consecuencia para poder purgar el mal: al llegar la noche, se escondió en el castillo y, cuando todos están durmiendo, fue hasta la habitación de María para acuchillarla. …María…peligro… Cornago... el rumor del espíritu de Juan de Luna ya os estuvo avisando desde tiempo atrás por las futuras infamias que se iban a urdir en Cornago.

DE ANTONIO DE IGEA Y FERNANDO DE ALARCÓN

Antonio de Igea no era sino un hombre, pastor de profesión, atormentado por los bandidos de la Casa Cariillo. Sus ovejas fueron decenas de veces robadas y mutiladas. Harto de que le asaltara y tambien dichos maleantes entraran y saquearan en Igea, decidió hacer caso a los rumores de los aquelarres en su aldea. Contactó con quien algo tenía que ver en ello: tres brujas bastantes bellas, con la intención de éstas pudieran interceder y defenderle de los hombres del arzobispo de "la Carrillada". Claro que, las brujas sabían de la existencia y coartada de Fray Roberto allá en Cornago por lo que una de las tareas impuestas a Antonio a cambio de su ayuda fue hacerse espía y contacto del fraile, y transmitirle información falsa acerca del aquelarre de Igea (que iba a ser perpetrado por las brujas). Eso despistaría a Fray Roberto (centrándose más en la línea del espíritu de Juan de Luna). Por supuesto, Antonio conocía a Fernando de Alarcón, un tipo pertenenciente a la casa Carrillo. Y si pertenecía a esa casa, algo malo debía traer (estaba seguro).

Fernando de Alarcón, el encargado de la mina no era sino un malvado alquimista y embaucador, que engañó al arzobispo para poder cobrar de sus rentas y costearle sus investigaciones. Claro que, por contra, lejos de lo que pudiera parecer, Fernando no solo no pretendía buscar infames secretos o dominar las artes oscuras, sino que también pretendía ayudar a su amada en secreto: María de Luna. Diás atrás de los acontecimientos, y sabiendo que Tomás de Fornás y Beaumont iban a tomar Cornago y sus tierras por órden y cédula real (sabía los planes de Unai, Juan Luis y su escaramuza contra el noble) escribió a Antonio para pedirle que averiguara quiénes eran las brujas. Quizá ellas podían interceder en una posible no posesión beaumontesa. Antonio le respondió con afirmación, avanzando que había averiguado su identidad. Por ello quedaron cerca del Linares, y por ende fue que Fernando despareció de vuestra vista mientras escoltábais a Tomás a Caronago.

Claro que, Antonio engañó a Fernando, y una vez quedaron fue atrapado por las brujas, pues necesitaban a un hombre y toda su sangre para acabar su inmimente aquelarre de destrucción.

DE LAS BRUJAS DE IGEA

El aquelarre de Igea estaba compuesto por un grupo de tres brujas que a su vez está liderado por una meiga (una bruja del reino norteño de Galicia). Esta tierra, fronteriza y agitada, proporcionaba un recurso de varones en abundancia y sin despertar muchas sospechas. Las continuas luchas, los saqueos y el bandolerismo (sobre todo por partre de los tunantes hombres de la Casa Carrillo) hicieron que las desapariciones estuvieran dentro de la normalidad. Sin embargo, esta abundancia provocó que se volvieran descuidadas y, muy a su pesar, llamaron la atención: el pastor Antonio las descubrió, poniéndose a su servicio. Una de las brujas engatusó a Teresa, una de las hijas del cocinero de Cornago, para convertirla en aprendiza a cambio de que le consiguiera al menos un varón cada tres meses, y casi engatusó a Fadrique en la fiesta de Juan Luis. No obstante, la joven no participó en el aquelarre que imepdísteis.

DE TOMÁS DE FORNÁS Y BEAUMONT

Familiar lejano de Juan de Beaumont, líder de los beamonteses y hombre fuerte de Navarra, Tomás siempre vivió a la sombra de sus parientes. Sin tener demasiadas luces ni ambiciones, más preocupado por los placeres carnales, y, digamos, algo desviados de los caminos que marca el Señor. Entrado en carnes, con los dedos como morcillas y unas buenas lorzas para calentarse, era un hombre cobarde y servicial con sus superiores con tal de que lo dejaran tranquilo. La misión que aquí le encomendó su pariente era la más audaz a la que se ha enfrentado nunca y, para su desgracia, no le depararó más que penurias, pues, pese a que quedó sólo en el castillo de Cornago con María de Luna, intentó forzar a ésta para ser la suya esposa y que le otorgada todos sus privilegios. En un alarde de amor más allá de la vida, los criados del castillo fueron testigos de algo insólito: dicen que Juan de Luna, afamado, honorable y renombrado caballero y esposo de doña María, volvió su espíritu a la vida y atravesó con su propia espada al malnacido. Cuando llegásteis al castillo, tal refriega se os fue contada, aunque fue María de Luna quien negó este hecho. Según sus palabras "Tomás de Fornás cayó despeñado por la torre mayor del castillo". Efectivamente su cadáver fue encontrado allí abajo (quien sabe si Juan de Luna logró arrojarle o cayó presa de las heridas, y el escribano Ernesto, aquel ratón de biblioteca al que han sacado de sus libros para pasear por provincias a lomos de rudos animales, no tuvo a más dar fe de lo sucedido. Al fin y al cabo ¿quién creería aquella historia de un espíritu viviente?

Por ende, y por la muerte de Fornás, la cédula real quedó invalidada, y María de Luna conservó su castillo.

Pedro Sáez acabó al servició de la misma, como alcaide de su castillo y mandó llamar a levas a todos los hombres de la zona, para reforzar la defensa de Cornago. Vosotros, como no era menos, quedásteis lealmente también a su servicio.

Notas de juego

 

FIN