Partida Rol por web

La paladina, con cuidado, se había situado tras las plantas. Sabía que una de ellas estaba perdiendo la lengua por los estirones que sufría por la sombra, y se notaba, ya que estaba secándose poco a poco, pero a pasos visibles. A la otra le lanzó el palo, ya que parecía que quería atacar a la sombra y era lo único que le venía a la mente para defenderla.

- Ella me ha ayudado, yo tendré que hacer algo por ella.

El palo encendido en llamita ya que ella le había soplado antes, sale rodando por el aire, como su fuera el hacha de un bárbaro. Esta vez parecía que volaba en la dirección correcta.

La calabaza recibe el golpe aunque con sus hebras ha conseguido sacudirse el fuego, evitando así males mayores.

El combate parece estsr en un punto muerto. La sombra intenta debilitar a la planta pero le cuesta horrores mientras que las calabazas tampoco pueden dañarla puesto que es incorpórea.

Decides dejar a la sombra, que se apaña bien sin ti sola y volver al Refugio para contarles lo que has visto.

Llevas caminando un día entero desde la Ciudadela Adbar, caminando por las laderas escarpadas de las Montañas Heladas hasta llegar a Laderafría, donde esperas encontrar refugio y descanso. El pueblo parece muy tranquilo puesto que no has visto a nadie trabajar, ni tan siquiera has oído a los pájaros ni a los diversos animales que moran alrededor del pueblo. 

Llegas a un gran campo de calabazas, justo en la entrada del pueblo cuando ves a una sombra de dos metros (que tiene un pequeño agujero púrpura en el medio) al lado de dos calabazas secas. A pocos metros de ella, hay otra pero de un tamaño descomunal, que supera con creces la altura de cualquier humano o elfo. También te fijas que hay pisadas de persona y sangre en el suelo. La sombra se da cuenta de tu presencia pero parece no inmutarse. 

Cuando veo el campo de calabazas, no puedo evitar mirar el mapa que me había hecho. ¿Tanto me había equivocado? No... sí es verdad que por aquí había plantaciones varias, pero... no esperaba que esto fuera así.

Al ver la escena, noto que mi corazón empieza a latir más rápida y fuertemente. Creo que me ha visto, pero por si acaso no sea así... quizás lo mejor sea pasar desapercibido.

Me agacho, intentando esconderme entre las sombras, y empiezo a buscar un camino por el que pueda ir sin llamar la atención de las criaturas, dispuesto no obstante a desenfundar mis armas a la mínima de cambio, aunque no tengo claro si me serán de mucha ayuda en esta ocasión.

La sombra no solo te ve sinó que se acerca a ti. Pese a ello, parece indicarte que la sigas, en ningún momento parece querer dañarte. Tras hacerte el gesto varias veces, se levanta del suelo y planea en dirección al pueblo.

Alzo una ceja al ver que no me ataca... no sé si debería seguirla. Sea como sea, tomo mi arco y cargo una flecha mientras me dispongo a seguirla, mirando alrededor en busca de cualquier emboscada.

La dríade se ha enganchado a ti mientras que Cecil, ahora convertido en una enorme masa de pelo de metro y medio de largo camina a tu lado. Parece que al espíritu le caes muy bien. Hargun, su halcón y sus cinco orcos van delante, él con la hoz en su mano diestra, preparado para lo que va a acontecer. Tu están muy tenso. Coges tu bastón con gran fuerza, lo que te hace sentir dolor en tus entumecidos y helados dedos.

Cuando llegáis al campo de calabazas os encontráis varias de ellas pochas, como si les hubieran quitado la vida que la magia les había insuflado. Seguramente obra de una sombra que acudió en ayuda de Inovaz, la cuál luchó aquí antes de conoceros. Avanzáis hasta que veis una enorme calabaza, más alta que una persona, que se alza imponente. Parece que está latiendo, como si recibiese cada instante un poco de energía vital.

Justo enfrente de ella veis a un hombre sentado con las piernas cruzadas, como si estuviera meditando. Tiene el cabello largo y blanco y orejas picudas. Su piel, por el contrario, no es verdosa como la de los elfos del bosque sinó grisácea, como si de un drow se tratase. Seguramente debido a la hechicería y a los siglos que llevaba encadenado en el Plano de las Sombras.

Por un instante, la respiración de Hardem se aceleró y su corazón pareció detenerse. ¡El Pastor de Calabazas! ¡Astaroth, el Joven!

-¡Astaroth! ¡Detén esta locura! Aún estás a tiempo de abandonar las sombras y volver con tu padre y los tuyos. No deseamos enviarte otra vez a las sombras. -pronunció solemnemente Hargun aunque sabía perfectamente que no le iba a hacer caso. 

El elfo se levanto lentamente y sin girarse comenzó a hablar.

-Viejo y necio, igual que el primero de tu nombre, tu bisabuelo Hargun. ¿Desde cuando los orcos adoran la Naturaleza? ¿Desde cuando los orcos viven en paz en el Bosque. Es antinatural. Como es antinatural lo que estoy invocando aquí.

Astaroth se giró. Su cara era inexpresiva y su voz era atronadora. Cada palabra que decía hacía temblar a los batidores orcos. Hasta Cecil parecía acurrucarse a tus pies.

-Espíritu del bosque. Estás en el bando equivocado. Esto es por tus hermanos y hermanas. Por tus padres y tus abuelos. Yo no soy aquél que provocó la muerte de tu pueblo. 

Y dicho esto pronunció algo en un lenguaje que tanto tu como los orcos desconocían. No era silvano, puesto que Hargun lo entendería. ¿Elfo quizás? No importaba, lo único que veías era que los ojos de la dríade brillaban como nunca. De pronto dio un paso hacia adelante. Luego otro. ¡Se estaba acercando a Astaroth! ¡Había que hacer algo!

Aunque sentía miedo el echo de tener a la nueva Cecil casi rozandole el pantalón y a la driade muy cercana a él le reconfortaba. Todos estaban tensos mientras avanzaban, se encontraron con los restos de una batalla realizada tiempo atrás. Posiblemente la que les relató la paladina. Siguieron avanzando hasta que pudieron divisar una calabaza gigante, latiendo con el fluir de la magia del ritual de invocación. La boca se le abría de asombro y le temblaban ligeramente las piernas. Y bajó ella un hombre, el corazón del hechicero se acelero a cotas inmensurables, era él, tenía que serlo el hijo de Astaroth. Miró a la driade para que le confirmara lo obvió. Allí estaba su enemigo y pronto se enfrentarían a él. La voz de Hargun le sacó del asombro y agarró con fuerza el bastón esperando una respuesta. La respuesta fue amarga como todas sus palabras. El antinatural era él y se jactaba de ello. -¡Los espíritus del bosque no desean la muerte de nadie! -le gritó a Astaroth al ver que había echo algo a la driade. Ya no actuaba por su propia voluntad y quizá pudiera evitar que se resistiera esta vez a su conjuro dejandola a salvo de las garras de Astaroth. Con un susurro y unos movimientos de sus manos desató su poder alrededor de la driade pero evitando que el área de acción perjudicara a sus compañeros intentando dormirla.

La dríade no estaba controlada, tan solo había usado el élfico para engañarla con palabras. Los seres feéricos son criaturas que creen en la bondad por encima de todas las cosas, y las mentiras no forman parte de su vocabulario a menos que se les enseñe. La dríade cae dormida entre vosotros y Astaroth. Él se enfada, para luego sonreír y exclamar:

-¿Tu eres el bastardo Uthgardt, verdad? El Sangremezclada, el descendiente de la peor escoria de Cormyr. Archimagos... ¿Y tu por lo que veo vas por el mismo camino, ¿no? No lo permitiré. Alzáos, criaturas de la sombra, frutos del mal. Alzáos siervas de Astaroth, lacayas del Rey Calabaza.

Y dicho esto sacó un pergamino y comenzó a pronunciar sus palabras. Enfrente de él un pequeño portal comenzó a abrirse. Delante suyo, protegiéndole, aparecieron tres calabazas animadas. Una de ellas es terriblemente grande. Viejas amigas pensó Hardem.

Por suerte vio como la driade caía dormida al suelo quedando lejos del Pastor, aquello le reconfortó aunque las siguientes palabras de Astaroth le acabaron doliendo.

- No soy un bastardo. le contestó secamente, aunque aquello confirmó que todo lo que le había contado la matrona era verdad.

De un portal aparecieron 3 calabazas como las que habían luchado antes, otra vez debían desacerse de ellas antes de poder pararle los pies al pastor de Calabazas. Por lo menos había gastado un pergamino que no utilizaría contra sus compañeros cosa que le alegró aunque ellos estuvieran en problemas.

- Cecil al ataque. dijo el hechicero mandando a la ágil y gran comadreja contra la calabaza del oeste. Cecil llegó rápidamente antes de que la calabaza pudiera actuar y le arremetió un mordisco que la dejaría herida.

La calabaza recibe con furia el impacto de la comadreja, que con garras y colmillos comienza a desgarrar su pulpa con furia inaudita.

Tras ella, Hargun pronuncia una retahila de frases en silvano y clava su hoz en el suelo. De pronto ves como crecen alrededor de Astaroth todas las plantas y hierbajos y le comienzan a enredar las piernas. Por un momento parece que lo esquiva, pero no, y cuando se da cuenta las hierbas ya le llegan a las rodillas.

-Tú no te vas a ninguna parte.

Aún así el druida consigue concentrarse lo suficiente como para acabar de leer el pergamino y abrir el portal. No puede moverse, pero a la que pueda es seguro que se irá.

-¡Hardem, hay que rodearlo y evitar que escape! Batidores, ¡fuego a discreción a la calabaza de la derecha!

Los orcos aciertan con sus arcos compuestos a la planta monstruosa, atravesándola por dos partes y dejándola muy maltrecha (aunque sigue siendo peligrosa aún)

La calabaza "norte" te lanza sus tallos con la intención de atraparte. La que está luchando con Cecil le muerde en la oreja, arrancándole de cuajo un trozo. El roedor chilla de dolor, algo que te hace hervir la sangre.

La comadreja había golpeado fuerte pero como respuesta recibió un golpe impresionante. - Noo se le escapó de los labios a Hardem desconcentrandole del combate. Ese fue un error que pagó caro. Otra de las calabazas lanzó sus brazos contra él, apretandole con fuerza.

Hardem se removía de lado a lado intentando deshacerse de la presa pero lo tenía complicado dado que no era muy fuerte. O acababan rápido con la calabaza o pronto el seria comida de calabazas.

 Consigues soltarte de las raíces de la calabaza con gran esfuerzo. Su sonrisa diabólica y su mirada hueca te siguen produciendo el mismo temor que la primera vez que te enfrentaste a ellas.

La calabaza "este" al estar alejada de todos, pese a ser la más grande, no puede haceros nada.

Hargun, por su parte, que tiene su hoz mágica aun clavada en el suelo, vuelve a pronunciar las mismas palabras mágicas para mantener atado al druida.

-Arqueros, dejad a esa calabaza, ¡apoyad al humano!

Éstos, moviéndose con una rapidez y obediencia impropia de su raza, volvieron a tensar las cuerdas y dispararon a la calabaza que tenías delante tuya y que te había intentado atrapar. Tres de las cinco flechas la atraviesan sin problemas, destrozándola y dejándola reducida a meros pedazos. Respiras aliviado. "Gracias orcos". Nunca pensaste que llegarías a susurrar esas palabras.

Astaroth, que sigue concentrando leyendo el pergamino y ensanchando el portal intenta escaparse tensando los músculos pero no logra conseguirlo.

-Maldito orco... -susurra. Su plan parece ir mal, muy mal.

¿Tan fácil va a ir todo? ¿Cómo les irá a tus compañeros?

La comadreja aún estando herida no iba a quedarse atrás en la lucha y lo daría todo para proteger a su compañero humano. Esta se había dado un festín de calabaza con su primer ataque y pensaba hacer lo mismo en esta ocasión. Se lanzó de nuevo hacia la calabaza y metió el hocico en la misma cavidad que había abierto en el ataque anterior, penetrando con dureza en el interior de la calabaza haciéndola jirones. Aún así la calabaza aguanto el envite.

El animal está destrozando a la calabaza pero esta aun tiene una última arma contra Cecil. Al haberle metido el hocico hasta el fondo, deja su costado desprotegido, ideal para recibir un mordisco que le destroce el costillar. La criatura cierra sus fauces destrozando músculo y hueso.

Cecil lanza un profundo quejido. Si hubiese sido el diminuto animal que era, a estas horas ya estaría muerto, pero convertido en lo que ahora mismo era, aun tendría fuerzas para contraatacar. 

Hardem, no sabía como había logrado soltarse de aquella Calabaza. Mirarla no le agradaba pero tenían que seguir luchando. En un parpadeo la Calabaza acabó echa pulpa gracias a la destreza de los arqueros orcos. - Gracias orcos. suspiró tranquilo. No estaba solo y estaban allí para hacer frente a aquellas criaturas.

EL pastor de Calabazas continuaba atrapado por el poder de Hargun y no podía escapar, dando ventaja al resto de sus compañeros que esperaba que estuvieran bien. Cecil a pesar de haber sido herida seguía atacando con fiereza y por desgracia acabó siendo herida de gravedad, tanto como lo estaba aquella Calabaza. Debía apoyarle por lo que comenzó mover los brazos y a conjurar el hechizo con una suave melodía arcana y de su dedo salió un proyectil que impactó directamente en la calabaza acabando de destrozarla. Le había dado a Cecil la oportunidad de escapar por el momento ya había echo suficiente.