Partida Rol por web

Aldous no se anduvo con contemplaciones y ni siquiera intentó dialogar con aquellos soldados ebrios. Mientras que con la diestra sostenía su hoja de acero con la siniestra se protegió con la señal de Quen que automáticamente creó un escudo invisible a su alrededor que le protegería temporalmente de los ataques que pudiera recibir. El veterano brujo amenazó claramente con que su intención sería asesinarlos lo que provocó que los dos soldados titubearan ante tal demostración de furia. 

- ¿Qu..que coño dices viejo? ¡Te van a colgar por esto! - exclamó furioso el que había perpetrado la violación mientras se escondía su miembro viril en los pantalones como si hubiera hecho caso a la advertencia de Aldous. 

- Puto mutante.... - dijo caminando hacía atrás el que estaba encarado a Aldous que se había dado cuenta de la condición de este en cuanto realizó el extraño movimiento de manos y se fijo en los ojos de gato que tenía. Aprovechando ese instante el soldado extrajo una daga de su cinto y cogió la negra cabellera de la chica violada al tiempo que la alzaba y le acercaba la hoja de la daga al cuello. - Como te muevas rajo viva a esta zorra... ¿Me... me has oído? - exclamó con algo de nerviosismo, como si temiera por la fiereza del veterano brujo. 

Cuando levantó a la chica los brujos pudieron observarla mejor. LLevaba un vestido de lino raído el cual estaba prácticamente desgarrado y roto dejando sus pechos al descubierto. Su rostro y parte del cuerpo estaba lleno de contusiones, probablemente provocadas por los abusos de aquellos dos degenerados. 

Janos rodeó siguiendo el consejo de su mentor. Sabía que los brujos debían mantenerse neutrales, pero había cosas que le hervían la sangre al joven muchacho. Aquellos asquerosos estaban violando a una pobre desgraciada, cuyo único pecado era estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Si tenían necesidades, podían pagarse una ramera. Seguramente en Percha del cuervo hubiera bastante de éstas, pero querer forzar a una mujer... le parecía desleal... quizás fueran cosas de la edad.

Observó como su maestro dialogaba con aquellos soldados. Él por contra, se mantenía alejado a la espera del mejor momento para atacar. Finalmente, las hostilidades parecieron desencadenarse y Janos avanzó cauteloso para intentar sorprender al hombre que penetraba a la muchacha. 

En un acto digno de valentía, el inmundo abusador colocó la punta de su daga en el pescuezo de la violada, cosa que lo condenaba a la peor de las muertes posibles. Por suerte para él, no habían notado su presencia, con lo que podría descargar un golpe cargado de furia. Alzó la espada de acero y... ¡¡Mierda!!- la fortuna quiso que en último instante resbalara y que perdiera el equilibrio.

Había perdido una oportunidad única.

Janos maldijo mil veces su puta estampa. En el momento cumbre del asunto, perdió el equilibrio como un tullido que pierde su bastón. - Brrrrrrr...- rezongó mientras se incorporaba. Por suerte, los reflejos del chaval eran inapelables y antes de que el estúpido violador pudiera ni tan siquiera lanzarse sobre él, ya había recuperado la posición. 

Esa circunstancia, le hizo cabrearse más si cabe, pues si no hubiera fallado tan estrepitosamente, ese estomagante haría un mundo que estaría criando malvas. Descargó su espada sin tener muy en cuenta cuál sería la reacción del hombre del miembro inhiesto, rajando su cara con virulencia.

- ¡¿Te gusta jugar con crías?!... ¿Por qué no te metes conmigo?... ¡¡Gordo!!- intentó provocarlo para que dejara la la chica y se dedicara enteramente a él. 

Le iba a dar fuerte y flojo.

Aldous pudo ver cómo Janos se aproximaba tratando de ganarles la espalda a esos indeseables; mas, en el último momento, trastabilló y su posición quedó al descubierto.
Por la cara que puso, el joven debía estar muy dolido por su metedura de pata. No obstante, pese a la tensión de la situación, Aldous no pudo más que sentir un profundo y reverente orgullo.
Janos poseía la agilidad de un felino; ese tropiezo sólo podía ser debido a un fuerte conflicto interno.

Uno de los efectos secundarios de su adiestramiento era que la mayoría de brujos terminaban por ver su propio corazón petrificado e impasiable ante el sufrimiento ajeno: todo brujo asumía el riesgo de acabar convertido en algo casi tan monstruoso como las abominaciones que perseguían. Aldous podía estar seguro de que ése no sería el caso de su pupilo. Su caridad y sentimientos permanecían prácticamente incólumes.

Viendo que rápidamente se ponía de pie y se encaraba con el tipo que amenazaba de modo directo la vida de la joven, el maduro luchador se dirigió con pasos lentos y seguros hacia el otro tipejo.
Saludándole ceremonialmente con la espada en alto, recorrió la distancia que les separaba midiendo mentalmente a su oponente.
- Voy a alfombrar el puto suelo con tus tripas, perro.
Cuando estuvo a distancia suficiente, realizó una finta haciendo bajar su centro de gravedad y, levantándose de nuevo, descargó un potente tajo ascendente dirigido al abdomen de semejante hijo de puta.

Sus años mozos podían haber quedado atrás, pero el manejo del acero no lo olvidaría jamás.

Janos había permanecido como una sombra desde el inicio del conflicto y cuando Aldous optó por romper su neutralidad para rescatar a aquella chica y ajusticiar a sus perversos agresores el joven brujo aprovechó la distracción para saltar desde detrás de los dos soldados ebrios y atacar con su espada de acero al que había tomado como rehén a la chica. Sin embargo los azares del destino eran caprichosos y la rápida planificación de una perfecta maniobra acabó en fracaso debido a un traspié provocando que el soldado con la chica se girará para dejar de darle la espalda advertido de su enemigo. 

Aquella oportunidad había sido de oro para Janos si querían salvar a la mujer y no se iba a volver a repetir.  Era la oportunidad perfecta para rajar de arriba abajo a aquel despreciable soldado y evitar que causase más daño a quién pretendían salvar sin embargo la ventaja no había podido ser aprovechada. Fue entonces cuando el soldado apretó su cuchillo sobre la piel de la joven sin contemplaciones y la degolló de lado a lado produciendo que del delgado y delicado cuello empezará a brotar sangre de forma abundante. Janos reaccionó rápido y recuperando la posición clavó su espada de acero en aquel asesino en pleno pecho perforando incluso la coraza de hierro oxidado que, todo sea dicho, debía ser de una calidad pésima. 

El acierto del segundo ataque de Janos había acabado con aquel humano despreciable sin embargo era demasiado tarde para la chica. Todo sucedió muy rápido y ambos cuerpos cayeron inertes al suelo. El soldado aún fue capaz de pronunciar sus últimas palabras.

- Hi..hijos de puta.... - la sangre empezó a emanar de su boca y murió sin más dilación. 

El otro soldado hizo un gesto con el que pretendía huir horrorizado ante los rápidos acontecimientos pero Aldous estaba furioso y su acero cortó el aire impactando contra el abdomen de su objetivo. El soldado gritó, la sangre brotó de forma descontrolada y su cuerpo también cayó sin vida al suelo. 

Todo sucedió muy rápido, como un rayo que parte un árbol por la mitad en la mitad de la nada. Los brujos respiraron con agitación frente a los tres cadáveres con sus espadas aún desenvainadas y una mezcla de sensaciones les invadió. Habían tomado cartas en aquella situación y desatado su furia en un acto de bondad pero la duda brotó en su interior. ¿Habrían obrado correctamente? ¿Y si su intervención había propiciado que aquel soldado asesinase a su víctima? Tal vez todo hubiese quedado en una violación y esta hubiese podido superarlo con el tiempo, o tal vez no, y la chica hubiese muerto de todas formas. No lo podrían saber jamás.

Dudas, sangre y tres cadáveres. Ahora debían tomar una decisión sobre que hacer con ellos. 

Los dos hombres hallaron la muerte a manos de los dos brujos. Desgraciadamente, la muchacha también pereció en la refriega.
Aldous se aproximó al cuerpo inerte y le cerró los ojos con suavidad.
- Ya no hay dolor, chiquilla; ya no hay mal. Descansa en paz, tú que puedes.
Acto seguido, apartó a patadas de ella los cadáveres de los otros dos.
Miró a Janos y quiso interesarse por su estado: - ¿Estás bien? - Adivinando su pesar, añadió: - Hemos hecho todo cuanto estaba en nuestras manos. No te comas demasiado la cabeza.

Limpió el filo de su hoja en los ropajes de uno de los caídos. Al verlo ahí tirado, el odio y la repulsión se adueñaron de su ser y le destrozó la cara con la bota.
- Menuda mierda, nene... - Suspiró, abatido - Si dejamos aquí los cuerpos, esto será pronto un hervidero de necrófagos. Será difícil encender un fuego con esta humedad, habría que enterrarlos.

Janos hizo un gesto en un intento de mostrar a su mentor que la muerte de la chica no le había afectado, pero realmente sentía el peso de aquel asesinato como si lo hubiera consumado él mismo. Malditos hijos de la gran puta...

Seguía allí erguido en todo su esplendor, sosteniendo sus espada ensangrentada mientras su mirada escudriñaba el gesto la chica caída. Sería difícil conciliar el sueño las siguientes noches con la memoria de ese rostro visitando a su mente.

Aldous había dado la orden de enterrarlos, y es lo que harían, aunque el chaval sentía las ganas furiosas de descuartizarlos y apostar cada pedazo de su cuerpo en un punto cardinal de ese pueblo de mala muerte.

- Esta bien maestro... Arrastrémoslos a la espesura.- dijo el muchacho, cogiendo por las piernas al violador finado cuya cara había sido fileteada por su espada. 

Tras la refriega los cuerpos no podían quedar abandonados allí. Eso era algo que ambos brujos sabían bien pues a menudo los cadáveres son una fuente de atracción para monstruos de todo tipo, ya sea por las almas en pena de fallecidos que no han recibido el debido respeto tras su muerte o por los repugnantes necrófagos que recorren el mundo en busca de restos humanos de los que alimentarse. De hecho dar una buena sepultura a los muertos era uno de los principales consejos profesionales que los brujos daban al típico aldeano preocupado por el avistamiento de apariciones cercanas a su casa. 

Janos se encargó de preparar las improvisadas tumbas, pues no en vano de los dos era el aprendiz, mientras que Aldous se sentó al borde del camino y se dedicó a limpiar la hoja de su espada de acero de la sangre humana que la había teñido. Desde allí vigilaba también el sendero ya que la aparición casual de cualquier viajero se convertiría en un gran problema para ambos en cuanto les viera junto a los tres cuerpos, algo que sin duda les acabaría conduciendo de forma inexorable hasta el cadalso.

El joven brujo cavó únicamente dos hoyos. En uno de ellos lanzó de cualquier manera los cuerpos de los soldados y echó encima tierra y unos cuantos escupitajos. En el segundo, alejado del de los soldados, Janos introdució el cuerpo frágil de la joven asesinada arreglandole como pudo el vestido desgarrado para enterrarla con la mayor dignidad posible. 

Tras el improvisado entierro ambos brujos se reunieron delante de la tumba de la chica. Aquel acto en su defensa había sido noble y valeroso, aunque impropio para su profesión, y a pesar del funesto final de esta la preocupación no les duró demasiado. No en vano los mutagenos les había afectado la capacidad de emocionabilidad. Sin embargo el hecho de comportarse como seres fríos y reptílianos era algo con lo que Aldous siempre trataba de luchar, no sólo consigo mismo, sinó también en su púpilo Janos de quién esperaba no se convirtiera en una simple máquina de cazar monstruos.

Cavó a grandes paladas un par de hoyos. El despliegue físico del espigado Janos era descomunal. Su cuerpo recién entrado en la edad adulta, era un manual de anatomía perfecta para cualquier estudioso de la masa muscular, pues a cada esfuerzo, sus músculos se contraían y estiraban con una magnífica coordinación.

Janos se detuvo en algún instante para darle un tiento a su cantimplora. No hacía calor, pero el trabajo, siempre le hacía sudar bastante. Luego arrastró al par de soldados y los dejó caer en el hoyo sin muchas contemplaciones. Junto a su maestro, arreglaron a la joven chiquilla de tan terrible final. Le hubiera gustado conocer su nombre. Verla vivir un día de su vida arrebatada.

Después de los rápidos sepelios, decidieron que era mejor marchar. Seguir su camino hacia Percha del Cuervo. Las cosas no apuntaban a que allí fueran a mejorar...

Aldous palmeó los hombros del joven. Había hecho un magnífico trabajo cavando las tumbas a una velocidad endiablada.
Sin mediar palabra, pues el momento estaba revestido de cierta solemnidad y no era preciso romper el silencio, maestro y aprendiz se pusieron de nuevo en camino hacia Percha del Cuervo.

Antes de partir posó la mirada en el pedazo de tierra que cubría el cuerpo de la joven. ¿Tendría familia? ¿Estarían esperando su regreso?
Miró también a la fosa de los dos asaltantes; cuán terrible podía resultar en ocasiones la naturaleza humana. Dos hombres que seguramente tenían sus parientes, que vivirían sus vidas con aparente normalidad, y que sin embargo, habían sido capaces de realizar un acto atroz. Estaban claramente borrachos, sí; pero Aldous no creía que el alcohol transformase a la gente: simplemente sacaba hacia el exterior lo que se oculta en lo más profundo del alma.

Se pusieron en marcha. El mayor de los dos caminaba sintiéndose un poco más triste y también un poco más sabio.

Tras el rudimentario sepelio los brujos retomaron su viaje sin muchos más contratiempos entre las sendas pantanosas de Velen y  pronto atisbaron en el horizonte un núcleo de población que suponían debía tratarse de Percha del Cuervo, la capital de aquel feudo de Velen perteneciente a un infame conde según la información que habían recibido del herbolario Hendrik. En las cercanías a la población los brujos observaron varios postes junto al camino donde colgaban cuerpos de personas ahorcadas en cierto estado de putrefacción. En cada uno de ellos podía leerse un pergamino clavado en la parte baja del poste, los brujos pudieron leer uno de ellos.

"Lamis Dard de Percha de Cuervo. Ejecutado por orden del respetable conde Vserad por actos de rebelión y desobediencia a labrar la tierra. Que su muerte sirva de ejemplo para el resto."  rezaba con una letra rudimentaria y con un sello seragrafiado con el símbolo de un cuervo apostado en un palo. Los demás cuerpos ahorcados parecían tener mensajes informativos similares. Aquello si que era toda una cálida bienvenida para los visitantes de aquella región. 

Percha del cuervo no era demasiado grande, pero en comparación con Valdetillo era toda una ciudad. La aldea debía albergar poco más de 100 habitantes y esta estaba distribuida en dos zonas, las casas del populacho en la zona baja y en una colina natural en la parte septentrioral del pueblo un pequeño fortín que debía ser la hacienda del conde Vserad. Todo el pueblo parecía construido de madera y paja, el aspecto general era el de un lugar triste y pobre. 

En cuanto los brujos llegaron a las puertas observaron que para acceder a Percha del Cuervo debían cruzar un rudimentario puente que conducía por encima de un foso hasta la muralla de madera de la población. En el acceso del puente dos guardias con corazas de acero y indumentaria parecida a los dos de los que habían dado cuenta hacía pocas horas armados con lanzas les frenaron al paso. 

- ¿Que asuntos os traen por aquí? - preguntó secamente el soldado más cercano, sin sacarse de la boca el palito que mordisqueaba no se sabía bien si por hambre o para matar el tiempo. El otro soldado examinó de arriba a abajo a los dos brujos, sucios de barro y apestando a vagabundos. 

Al fin llegaron a su destino. Percha del Cuervo se presentaba como una oscura estampa totalmente acorde con el lúgubre paraje en el que se asentaba.
La información de la que disponían era correcta, a juzgar por el infeliz que colgaba del cuello a un lado del camino.

Cuando se disponían a enfilar el puente, dos guardias les dieron el alto. Verlos hizo que Aldous recordase a los dos tipejos que habían despachado un rato antes. Tragándose la repugnancia que sentía, trató de que su voz sonase con un tono neutro: - Brujos... - abriendo los brazos para resaltar lo evidente - Hemos oído que vuestro señor está teniendo ciertos problemas con los labriegos. Queremos hablar con el Conde, quizá pueda servirse de nosotros.

Realmente, según lo que sabían, el problema lo tenían los aldeanos, y no el despótico Conde. Pero viendo la actitud autoritaria con la que el guardia se había dirigido a ellos, juzgó oportuno hablarles en sus propios términos, achacando la culpa directamente a los desdichados labradores.

Aldous hizo las presentaciones con la guardia de Percha del Cuervo presentándose acorde a su oficio. El guardia siguió masticando el palito sin mostrar demasiado interés y volvió a levantar la lanza con la que franqueó el paso por el puente de madera sin ni siquiera responder a Aldous. Los brujos empezaron a cruzarlo con rostro circunspecto y andar firme.

A poco más de un metro oyeron el claro sonido de un escupitajo estrellado contra el suelo a sus espaldas - Puag... mutantes... - susurró uno de los guardias a su camarada. Los brujos no se inmutaron pues estaban demasiado acostumbrados al rechazo y a los insultos, si cayeran en cada provocación que les lanzaban aquellos de mente ignorante y corta de miras hubieran tenido que enfrentarse a más de medio mundo.

Los dos brujos traspasaron los muros de la aldea y tras el portón observaron como en el interior la vida transcurría aparentemente con normalidad. Los aldeanos iban de aquí para allá con sus quehaceres con rostros deprimentes, la mayoría vestía con harapos rotos y viejos lo que indicaba la pobreza de la plebe del lugar, algunos de ellos repararon en la presencia de los brujos pero no se detuvieron demasiado a observarlos, fuera por miedo o porque tuvieran cosas mejor que hacer. En cualquier caso la presencia de ambos fue por lo menos tolerada, algo que no había ocurrido en Valdetillo.

Junto al portón de Percha de Cuervo había un tablón de anuncios locales donde los brujos podrían buscar algo de interés sobre posibles contratos de monstruos. Si allí no hallaban nada siempre les quedaba visitar la taberna del lugar, la cual todo sea dicho no se encontraba muy alejada de donde estaban. A unos metros de distancia pudieron observar un edificio de madera y paja cuya chimenea estaba en funcionamiento y con un letrero rudimentario encima de la puerta donde se podía leer "Taverna El caballero del pantano". 

Los brujos lamentaron al momento no tener ni un oren en el que costearse una buena cerveza de Rivia para tomarse relajadamente mientras buscaban su anhelado trabajo.

Janos caminó cabizbajo la mayor parte del tiempo. Tras cavar las improvisadas sepulturas, sentía todo el esfuerzo realizado durante la jornada. Estaba algo cansado, pero lo que más pesaba en su alma, aunque luchaba con toda su voluntad para resistirse, era el abatimiento por la muerte de la chica... Si no hubiera trastabillado y perdido el equilibrio...

Se dijo una y mil veces que la fortuna había fallado en su contra, y que quizás era el precio a pagar por romper su voto de neutralidad... ¡¡el dichoso voto que tanto le costaba comprender!! Para Janos, los brujos eran algo más que cazadores despiadados, poseían los dones y la fuerza como para erigirse en héroes -al menos él pensaba que lo eran, pues su maestro le salvó la vida- pero se dedicaban a vivir en el mayor de los anonimatos, como si de pestilentes vagabundos se trataran. Decían que era el mejor modo de cumplir su cometido, de soportar la terribles mutaciones sufridas e ingerir los mutágenos que les permitía cumplir sus misiones, pero... en su irreductible juventud algo le decía que las cosas podían ser diferentes.

Llegaron a Percha del Cuervo, un poblado cuanto menos desalentador. La recepción fue tan fría como las noches de velen. Aquellos guardias se oponían autoritarios a su paso. Por unos segundo tuvo que reprimir el instinto homicida que se retorcía en el fondo de su alma para no partirle el cráneo con el filo de su espada de acero. Todavía tenía la sensación de que alguien debía pagar por la muerte de aquella chiquilla... Pero refrenó sus impulsos.

Janos se mantuvo al margen. Su maestro ganaría el permiso para poder entrar. Era un tipo con buena labia.

Y así fue, Aldous consiguió que pudieran entrar, pero cuando ya enfilaban su camino por el puente, uno de aquellos bellacos escupió mientras profería palabras en tono despectivo hacia ellos. Janos se detuvo y se llevó la mano a la espada. Tenía gana de rajarlos como a cerdos de bellota, pero notó como su mentor le ponía una mano encima y le miraba con esos ojos plagados de templanza y sabiduría.

No valía la pena.

Aldous se paró unos momentos a leer el tablón en el que colgaban unos cuantos papeluchos con información variada.
Cuando hubo terminado, recorrió con la mirada el pueblo y divisó un edificio que, a juzgar por el cartel que coronaba la puerta, debía ser una taberna.
Haciéndole una seña a Janos, comentó: - Podemos preguntar ahí. Si no, a unas malas, vamos directamente a la choza del conde.

Mientras se aproximaban, dijo en tono jocoso: - Con un poco de suerte, habrá una camarera; si te la camelas, quizá nos invite a algo, jajaja.

Había visto que su discípulo había reaccionado con cierta violencia mal disimulada ante el desafortunado comentario del guardia. El brujo sólo pretendía relajar un poco los ánimos con una pequeña chanza.

Janos siguió a su maestro obviando los malos modales de los guardias. Estaba cansado y herido. Necesitaban reponer fuerzas, pero no tenía mucha confianza en tener tanta suerte como en Valdetillo. Aldous se paró frente al tablón de anuncios. Mientras su mentor hojeaba la posible faena, el muchacho miraba a un lado y a otro contemplando a los lugareños de aquella triste localidad.

Finalmente, Aldous propuso entrar en la taberna y preguntar. En otro momento, el joven chaval habría intentado flirtear con alguna camarera adolescente para conseguir algo de comida, pero tras lo acontecido en la carretera, el chaval no se veía con fuerzas de conseguir ni un vaso de agua sucia. Igualmente, asintió a su maestro

- Vayamos, maestro... vayamos.

Aldous se aproximó hacía el tablón de anuncios y buscó entre los diferentes pergaminos clavados en él alguno que pudiera llamarle el interés

Aviso sobre Bryfon

Que todo el mundo sepa que Byfron es un idiota y un patán, que nunca devuelve el dinero prestado, no respeta las leyes divinas o humanas y mancilla la virtud de las doncellas ¡Que los sumergidos lo arrastren a una tumba bajo el agua!

Nuestra perra ha tenido cachorros

Tenemos una camada de perritos, cinco en total. Pequeñitos y enclenques, pero suficientes para hacer con ellos un estofado. Los vendo por unas coronas o a cambio de más comida. - Marta

Hilo de lino

Si necesitas hilo de lino, ven a verme. Los primeros carretes del año estarán listos para el solsticio de invierno. Mientras tanto sigo buscando a una chica que me ayude. Tiene que ser hábil y que no le importe estar sentada muchas horas con un huso. No quiero quejicas.  - Jaddy

El consejo de una herborista

¡Amigos! Si el hambre os hace tanto daño que no podéis pensar en otra cosa coged unas hojas de menta fresca y masticadlas. Chupar sus aceites aliviará el dolor y así aguantaréis hasta la siguiente comida.  - Deardre

Turba para quemar y frotar

Vendo turba de ciénaga de primera calidad. Sirve para quemar y hacer combustible o dársela a tu media naranja para que se la frote por la cara y su piel se quede tan suave como la de una princesa. - Gremlin Hurtchin

Se acerca la guerra

Antes de la última luna llena vi la cacería salvaje surcando el cielo. Es una señal: la guerra se acerca, y con ella vendrán enfermedades e infortunios sin fin. Rezad a los dioses para que nos salvemos, porque sin su ayuda moriremos.  - Milluy

Leva obligatoria

Ha llegado el momento de aumentar la vigilancia del fortín con nuevos reclutas. Cada família deberá facilitar un hombre sano capaz de manejar armas. Las famílias que no dispongan de hombres de este tipo deberán pagar una dispensa en plata o similar. A los cobardes que intenten eludir su responsabilidad se les amputaran ambas manos como castigo y eterna verguenza. - Sello rúbricado del Conde Vserad de Percha de Cuervo

Nuestra Mirtila ha muerto

Mi hija Mirtila, la niña de mis ojos, murió este años con solo cuatro primaveras. La enterramos en el cementerio, junto al abedul torcido. El que quiera echarle un poco de tierra o encenderle una vela, allí la encontrará - Butkins

Tras leer la última información reunida en aquel tablón ambos brujos entraron en "El caballero del pantano". Dentro de la posada el ambiente fue más cálido del que esperaban, dos grandes mesas largas de madera con varios taburetes, algunos de ellos ocupados por los parroquianos locales, y algunas mesas alejadas junto a la pared que ofrecían un lugar para conversaciones más discretas o para partidas de dados. Al fondo se encontraba la barra de la taberna desde la que un hombre orondo, calvo y con una barba mal arreglada fregaba varios recipientes. Para desgracia de Janos no había ninguna camarera a la que sortear así que tendrían que apañarselas con el tabernero gordo y barbudo, apañarselas en el buen sentido de la palabra, claro. Las tabernas siempre eran buenas fuentes de información y contactos para los viajeros...

Tras echar un vistazo al tablón de anuncios, el joven Janos no encontró ningún trabajo que potencialmente necesitara de las dotes de un brujo. Tal vez, unirse a la leva podía ser beneficioso para conseguir dinero de forma rápida, pero eso significaba que una vez formaran parte del ejército del conde Vserad, las opciones para salir de él serían bastante exiguas.

Su maestro no dijo nada y entró en El Caballero del Pantano. Dentro no hallaron a las lindas muchachas de pechuga generosa que tanto le hubiera gustado a Aldous hallar - y a él también, ¡¡cómo no!!- sino más bien un orondo, grasiento, fétido y feo tabernero algo desdentado y muy maloliente... aunque ellos tampoco eran un primor en aromas, tras haber bregado en el cenagal de aquella región. 

A pesar de aquel discreto revés en sus fabulaciones, las gentes de aquel local parecieron hacer caso omiso a su entrada y prosiguieron con relativa normalidad sus menesteres. 

El muchacho miró a su mentor con cara de no saber muy bien qué hacer. No tenían un maldito oren para gastar, y no tenía muy claro que el barbudo tabernero tuviera muchas ganas de fiar comida o bebida a unos brujos como ellos...