Partida Rol por web

Cuando Aldous se acercó a uno de los presentes para preguntar sobre el lugar de la muerte de Taller, este reaccionó de forma un tanto arisca, sin embargo pronto se dió cuenta de la profesión de quienes le habían interpelado y entendió que eran los brujos que Ernestus, el jefe de los labriegos, había contratado para poner fin a la monstruosidad que teñía de sangre de la plebe aquellas tristes tierras.

Con unas vagas indicaciones el aldeano señaló que tanto Taller como todas las demás víctimas habían aparecido muertas sobre sus propios charcos de sangre en la poca y escasa tierra fértil que existe en al oeste de Percha de Cuervo, donde se siembra algo de trigo, centeno y algunas hortalizas. Sin perder más tiempo los brujos se encaminaron a aquel lugar, el lugar dónde "El Diablo" había depredado a sus víctimas, sin duda allí podrían obtener alguna pista más sobre el monstruo al cual debían dar caza.

Cuando llegaron observaron aquella pequeña explanada donde se habían construido varios cobertijos destinados a guardar las herramientas del campo y varias zonas de sembrado. Normalmente las zonas rurales destinadas a la agricultura desprendían vida y cierta paz, sin embargo aquel sembrado no era más que una extensión del deprimente ambiente pantanoso y grís de Velen, por mucho que aquella porción de tierra fuera fértil. 

Los brujos no observaron a ningún labriego por la zona a pesar que la hora era cercana al mediodía, sin duda los campesinos preferían tentar la ira de su señor que la horrible muerte que asolaba aquellas tierras en las últimas semanas. A pesar de no haber nadie los brujos divisaron una figura femenina a unos cuantos metros. Parecía una mujer hermosa y joven, su aspecto era el de una aldeana común y corriente, y parecía entretenida bailando entre las largas espigas de centeno. Sin duda se trataba de una jovenzuela imprudente por deambular por aquel lugar teniendo en cuenta el peligro existente...

Lo que menos esperaba encontrar el joven brujo en aquella extensión de fango, fue a una belleza rural de tal magnitud. Aquella moza de pelo dorado como los orens y tez pálida, habían despertado en el muchacho las voracidad de su indomable miembro.

- ¡¡Mire maestro!!- llamó la atención de Aldous - ¡¡Está como un queso!!- susurró nuevamente todavía contundido por hallar tanta belleza en aquel lugar. Por fin parecía que las cosas iban a mejorar en aquel villorrio conocido como Percha del Cuervo, pues la necesidad de encamarse con tamaña moza, comenzaba a crecer de forma desmesurada en el interior del bueno de Janos.

No obstante, cuando su mente comenzaba a fabular con las posturas que practicaría con aquella zagala, algo en su instinto de brujo le hizo detener tales pensamientos libidinosos y reflexionar...

¡¿Qué diantres hacía allí una chica solitaria, cuando había un monstruo asesino suelto por los alrededores?!...

La hermosa aldeana dedicó una cálida sonrisa a Janos en cuánto se percató de la presencia de los brujos y, como no podía ser de otro modo en una fémina, se dio cuenta de que había cautivado los instintos del joven brujo. 

- ¡Buenos días! - dijo con voz alegre y suave. 

Manteniendo aquella sonrisa dulce y amable la muchacha siguió danzando alrededor del campo de trigo dedicando alguna sonrisilla jugetona. De pronto se paró y ofreció la mano a Janos desde la distancia, invitándolo a danzar con ella. Parecía una joven normal y corriente, no había nada en ella que llamara la atención en los brujos. 

Cuando llegaron al lugar que les habían indicado, vieron a una hermosa joven danzando entre los bancales de la cosecha.
- Cuidado, Janos... abre bien los ojos.

Con paso medido y seguro, Aldous se aproximó con cuidado tomando cierta distancia de su joven aprendiz; si se trataba de un sucio ardid, estando un poco separados sus posibilidades de éxito se multiplicarían.

- ¡Sí que es un buen día! - le devolvió el saludo mientras su diestra se relajaba a un lado del cuerpo. No quería asustarla sin motivo, pero de ser preciso, su mano sostendría la espada en apenas unos instantes.

Janos se mantuvo expectante. Aquella deslumbrante belleza le hacía sospechar. A pesar de ello, el joven aprendiz se aproximó con paso decidido. Si su colgante vibraba, usaría toda la violencia para partirla en dos, pues se trataría de una monstruosa aberración. Si por el contrario su colgante no vibraba, también la partiría en dos, pero con su miembro inhiesto en lugar de su espada de plata.

- ¡¡Ya voy!! ¡¡Ya voy!!- sonrió el muchacho a la par que se acercaba hasta la rubia moza. Si deseaba bailar, bailarían. Janos no era un gran danzarín, pero se defendía lo suficiente como para no pisarle los pies a aquella preciosa chiquilla.

En cuánto los brujos se acercaron a escasos metros de la joven aldeana sus medallones con la forma de una cabeza de oso forjada en plata empezaron a vibrar en sus respectivos pechos desde donde los portaban. No obstante todo parecía normal en ella, cuando el joven brujo Janos que movido por sus deseos libidinoso se había acercado hasta ella ésta le tomó las manos sin que apenas pudiera reaccionar y tiró ligeramente de él para que le acompañara en aquel baile con una sonrisa mezcla entre tímidez y picardía.  

Sus manos eran frías y su piel bastante pálida, algo posiblemente achacable al clima de Velen, sin embargo la hermosa joven parecía desprovista de preocupaciones. Su alegría resultaba contagiosa...

Janos se las prometía muy contento cuando notó el frío tacto de aquella bella joven, pero el medallón, comenzó a vibrar... ¡¡Mal asunto!!.

Aquello no tenía que ser forzosamente porque la muchacha fuera un monstruo, pero sí porque hubiera magia en las cercanías. Cuando la campesina comenzó a tirar de él, el joven brujo se detuvo y se mantuvo erguido. - ¡¡Espera espetó!!- de forma seca y seria, mientras sacaba el colgante con forma de oso que había bajo su húmeda y sucia blusa - ¡¿Qué tienes que decir a esto?!- cuestionó sin contemplaciones. El simple indicio de hallarse en una situación arriesgada, desvaneció la trempera del espigado muchacho.

¡¿Llevas algo mágico encima?!- preguntó nuevamente, mientras la muchacha seguía su coreografía particular...

La muchacha trataba de tirar de la mano de Janos al tiempo que el medallón comenzaba a agitarse en su cuello.
Aldous agarró la empuñadura de la espada de plata al tiempo que su cuerpo se tensaba por completo.
- ¡Janos, cuidado!

Sus nudillos crujieron por la fuerza con la que agarraba el arma. Antes de terminar de desnudar la hoja, gritó: - ¡¿Qué eres?!

La aldeana mostró desconcierto cuando Janos mostró el medallón de cabeza de oso que se agitaba detectando algo sobrenatural en el lugar, no entendiendo ni el significado del amuleto ni que vibrase, dado que se trataba de un símbolo y artefacto únicamente usado por los que obran la profesión de brujo. 

- ¡No... no entiendo! - dijo confusa. Luego observó la intimidación más evidente con la espada que realizó el viejo Aldous y realizó grito ahogado. - ¡Me llamo Dannara! Solo estaba bailando antes de tomar mis quehaceres... ¿He hecho algo malo? - dijo con total inocencia acercandose más al de Janos, como si buscará su protección, hasta el punto que este notó la cálidez de la próximidad de su cuerpo y un suave olor procedente de sus cabellos dorados. - ¡Sois muy serios! Baila conmigo apuesto guerrero... - dijo sugerente al joven brujo al tiempo que de forma disimulada se había desabrochado uno de los botones de la parte del vestido que cubrían sus senos, dejando entrever una piel suave y tersa en ellos en su escote .

El muchacho se quedó quieto en su posición. Aquella aldeana de piel sonrosada y tersa era lo máximo con lo que podía fantasear. A pesar de que se resistía al influjo de sus palabras y a sus carnosos labios, algo muy poderoso le llamaba a acudir al encuentro de aquella bella chiquilla. Casi no podía describir el calor que notaba como corría por sus venas, mientras sus miembro viril se endurecía al siseo de cada una de las palabras que pronunciaba la hermosa Dannara.

Aun así, intentó concentrarse y detectar algo que le diera una pista sobre lo que estaba sucediendo allí, pues el colgante seguía vibrando y eso sólo podía significar que algo sobrenatural se hallaba cerca.

- ¡Déjate de estupideces! - le espetó a la chiquilla.
Sus ademanes eran ciertamente sensuales y sugerentes, ¿Pero qué hacía en aquél sitio ella sola? Era un lugar que incluso las cuadrillas de trabajadores evitaban.
Además, pese a las veladas amenazas del dúo de brujos, la joven insistía en ganar proximidad con Janos. Algo tramaba...

Con el brazo extendido, trataba de mantener al joven alejado de la fémina.

- Vamos... ¡Muéstrate!

La joven dió un paso atrás, alejándose de Janos, asustada por las duras palabras de Aldous. - No... no entiendo señor... no me haga daño por favor... no era mi intención molestarles. - suplicó al tiempo que varias lágrimas empezaban a surcar por sus tersas y pálidas mejillas. 

Cualquier observador que hubiera presenciado la escena no dudaría en tildar a los brujos de seres ímpios y sin sentimientos, pues la apariencia frágil e inocente de aquella joven era absoluta. 

Janos miraba con cara de circunstancias a su mentor. Estaba completamente desorientado en aquella situación, pues no estaba seguro de la naturaleza de aquella muchacha. Ciertamente, a él no le parecía nada fuera de lo común y a simple vista no parecía más que lo que era, una belleza sin par, lastrada a aquellas tierras abandonadas a hombres pretenciosos y viles, pero la palabra de su maestro era ley.

Si el veterano Aldous detectaba algo discordante en aquella escena, lo averiguaría, como la gran mayoría de las veces. Sea como fuere, el mocetón debía obedecer la palabra de su preceptor y sin más, se detuvo en su avance y dio un par de pasos atrás, para ganar perspectiva.

Las palabras del viejo brujo estaban cargadas de sabiduría, pues ciertamente, resultaba algo fuera de lo común, que una chica frágil y desvalida como aquella, transitara sola por aquel páramo traicionero y letal.

- No te haremos daño a menos que nos estés mintiendo

Aldous se relajó un tanto, pero sólo porque ese gesto le ayudaba a pensar mejor.
- Nuestros medallones no han fallado nunca. Si no eres tú el foco... Mi compañero te ha hecho antes una pregunta: ¿Llevas algún objeto con alguna propiedad especial? ¿Un amuleto o algo así?

El brujo pateó el suelo levantando terrones de tierra buscando algo que pudiese estar oculto bajo sus pies.
Mientras hacía esto, dirigió una seña a Janos para que no le quitase el ojo de encima a la mujer. Estaba claro que algo raro estaba pasando...

Arrinconada a preguntas y acusaciones, la aldeana sonrío de pronto de una una forma vil e impía y dio varios pasos hacía atrás alejándose de los brujos.  Aquella sonrisa heló los corazones de los dos cazadores de monstruos, ya fríos de por sí debido a las mutaciones de sus cuerpos. Su tez pálida empezó a ser aún más blanca... como la piel de un muerto, al tiempo que sus ojos se volvieron de un color negro azabache y de las cuencas empezaron a emerger lágrimas de color sangre que desfiguraban poco a poco su bello rostro. 

La hermosa y delicada aldeana empezó a levitar en el aire y su cuerpo se pudrió progresivamente, como si estuviera metamorfoseándose en su auténtico aspecto. De pronto la figura se había convertido en un horrible cadáver de mujer con la cuenca de los ojos vacías, cara arrugada, pelo cano y una larga y asquerosa lengua que hacía sisear continuamente. Su cabeza estaba coronada por una corona de flores marchitas.

Aquella horrible dama alzó sus manos mostrando largas garras y su cuerpo putrefacto que estaba parcialmente cubierto por un vestido blanco, parecido a uno nupcial y diferente al que llevaba su anterior apariencia. La aparición emitió un horrible y triste lamento mezclado con furia, no parecía ser capaz de hablar...

Aldous vio cómo la sombra de la fémina se alargaba mientras se encontraba mirando a su alrededor.
El brujo torció el gesto cuando presenció la transformación de aquel horrendo ser.

Chasqueó la lengua e hizo el consabido gesto a su pupilo para que estuviese alerta: - Una jodida Dama del mediodía, Janos... esto es nuevo para mí. No pierdas la calma, si actuamos juntos quizá salgamos de esta.