Amanece... poco a poco la luz de la claridad del día va haciéndose cada vez más patente en el ambiente de esa pequeña habitación.
El bullicio de la gente en la calle cada vez es más molesto...
tu eliges la ciudad donde empiezas. :D
Apenas despierto tengo aún el reflejo de cubrirme y arrastrarme, fruto de años de ser un prisionero. Pronto recuerdo que por ahora estoy a salvo, de hecho me encentro hasta cómodo. El campus del MIT donde he conseguido inscribirme es mucho más de lo que esperaba, debo agradecer al profesor Tylor por esto. Aunque no me parece bien estar inscripto de forma irregular, si no fuera para ocultarme no lo permitiría. Pero es hora de continuar con la farsa y asistir a alguna de tantas clases que no necesito.
Salgo a clases. Qué pérdida de tiempo, mis profesores y compañeros saben mucho más que yo, de hecho, no entiendo una palabra de las clases que estoy tomando. Es que es pura teoría y a mí, la verdad, no me ha hecho falta. Yo hago funcionar las cosas y punto, no sé cómo y no parece hacerme falta.
Durante la clase garabateo en mi cuaderno algunos dibujos de cómo veo las cosas cuando me vuelvo pequeño, muy pequeño. Estas nuevas capacidades aún me sorprenden, pero no me maravilla, detrás de ellas se esconden años de cautiverio y miedo. Aún duermo en el suelo y camino mirando por encima del hombro, asegurándome de que nadie me siga. La clase me aburre mortalmente. Escaparía a algún lado, pero temo ser descubierto y no quisiera dejar mal al profesor Tylor. Fantaseo también con hacerme muy pequeño y colarme en el dormitorio de las chicas, pero son pocas en MIT y además no invadiría su privacidad, eso está muy mal.
A la primero oportunidad, cuando acaba la primera clase voy a los laboratorios, allí me siento un poco más cómodo, entre aparatos que comprendo y puedo manipular con facilidad.
Cuando llevas un rato solo... notas una corriente de aire a tu espalda.
Estoy ensimismado en los trabajos finales de algunos estdiantes de ingeniería cando una ráfaga de aire se cuela detrás mío. Es extraño pues todas las puertas estaban cerradas. Giro mirando de donde proviene para cerrar alguna ventana de ser necesario.
Desconcertado echo una última mirada a mi alrededor. Realmente todo está cerrado y no me parece que ninguno de los aparatos que me rodean produzcan emisiones de aire. Por otro lado, no hay nadie más que yo en el lugar. Empiezo a ponerme nervioso, los hombres que me secuestraron podrían estar detrás de mí. Giro con torpeza, rompo un frasco y me sobresalto, asustado.
Si, te asustas, porque encima del libro de consulta que tienes a tu lado el cual acaba de mojarse por ese mejunje que había en el vaso de ensayo que acabas de romper hay un radiotransmisor y está encendido.
Si ya estaba asustado y sorprendido, ahora ya no entiendo nada. Puedo asegurar que yo no encendí esa radio, y no hay nadie más aquí. Más por curiosidad que por cualquier otra cosa me acerco al aparato para analizarlo.
- Buenos días - reza una voz al otro lado de la radio
Doy un pequeño salto hacia atrás, uno de esos sobresaltos de película de terror.
- eeehh... esto... Hola. ¿Con quién quiere comunicarse? Los encargados del laboratorio no están aquí ahora...
- No es con los encargados del laboratorio con quien quiero hablar... - la voz parece que es la de un anciano -
- Mmmm... pues sólo estoy yo aquí. Puedo ayudarlo en algo - Digo aun incrédulo, convencido de que se trata de alguna confusión.
- Matt verdad? - dice la voz al otro lado de la radio
Me sobresalto nuevamente. Me han encontrado. Tengo un primer impulso de salir corriendo, pero en algún momento debo enfrentarlos, esta es una buena oportunidad pues la radio se ve inofensiva
- Soy Matt. Quién eres y por qué sabes mi nombre?
- Bien Matt - oyes una voz a tu espalda - soy el Dr. Méndez
El tipo ha demostrado que puede sorprenderme tres veces en pocos segundos. Me pongo a la defensiva ante esta nueva entrada.
- Buenas… no he tocado nada, el aparato comenzó a funcionar sólo…
El anciano asiente
- Matt Larson, ¿verdad? o Quantum, ¿como prefiere que le llame sr Larson?
la voz es la misma que de la radio
Empieza a correrme el sudor frío. Los recuerdos del cautiverio me hacen temblar las rodillas. Levanto una mano en dirección al tipo.
- No te acerques, no volverán a atraparme. Voy a freírte, sabes que puedo hacerlo. – Mi voz tiembla y muestra más miedo que seguridad.