Partida Rol por web

Oh, viajar y explorar, y descubrir nuevos lugares. Eso era lo mío. La chica de los mapas, de corretear por donde no hay sendas, de escondenerse en la maleza y de saltar de rama en rama. Al menos para eso me había enseñado papá, por deformación profesional. Baste decir que el trabajo ofrecido me era propicio.

Musgo de Maderavieja. Nombre paropiado para un musgo que crecía en el árbol más viejo del bosque. ¿Por qué tenía que ser ese musgo? Probablemente cualquier otro musgo valía, pero encontrar ese árbol anciano parecía tan divertido que ni se me ocurría la posibilidad de engañar a la herborista.

Cola de Rata. Ni era cola, ni era de rata. Teníamos que pedírsela a una bruja bruja, porque todo el mundo sabía que las brujas solían compartir sus cosas. Si hubiéramos sido un poco más pequeños, seguro que se nos hubiera querido comer. De hecho, igual a mí todavía quería comerme. Parecía tan emocionante que me daban ganas de acercarme a su cabaña con patas de gallo, y como no las tuviera iba a ser una decepción, a todo correr.

Champiñones de hierro. Un monasterio enano. Miré a mis compañeros. Humana, semielfo, elfo. Bleh. No parecía que fuera a ser interesante para ninguno, y además los enanos eran la mar de aburridos. Aunque había mencionado que estaba abandonado... lo cual quería decir que no debía haber enanos, y en su lugar, quizás algo más entretenido.

Y nos iba a pagar treinta monedas de oro a cada uno. Salvo a Asha, que por algún motivo había pedido solo trece. ¿Por qué trece precisamente? No lo sabía, pero se lo preguntaría cuando saliera de la tienda, si me acordaba.

Treinta monedas me parecen bien, dije, considerando que estaba segura de que la bruja nos intentaría hacer algo siniestro y tendríamos que patearle el trasero y quedarnos con sus cosas. Incluyendo las de Skoll y restando las diecisiete que no quiere Asha, se quedarían en ciento treinta y tres. Por cierto, ¿tienes algún remedio herbal para esto?, dije señalándome el sarpullido de la mejilla. Papá me dijo que se iría cuando creciera, pero pica un montón.

Me sentía como una niña, una niña pequeña quiero decir, y tenía unas ganas enormes de comenzar la búsqueda.

-No cuentes con las de Skoll, el no necesita dinero, y yo solo necesito las que sean necesarias para comprar algún servicio o suministro en los pueblos humanos, pues yo no le veo utilidad -dijo Quarion cuando Berhanu pidió las monedas de Skoll- A mí con diez me valen.

Empezó a pensar en todo lo que tendría que recoger- Podríamos ir hacia el -campo de destrucción- Campamento Maderero y pasar por el origen de todo esto antes. Quiero verlo con mis propios ojos.

¿Habéis oído hablar de miradas que matan? La que le dirigí a Quarion lo mató, los despellejó, lo cortó en pedacitos y lo enterró en lugares aleatorios del mundo. O al menos eso es lo que quería transmitir, porque conseguirlo era muy distinto. Papá se partía el culo cada vez que lo miraba mal.

Iremos, dije con voz chirriante, claro que iremos. Me embargaba un desagradable gozo solo de saber lo mal que iba a pasarlo nuestro druida en el campamento maderero.

¿De dónde los habían sacado? El concepto de regatear a la inversa era lo más absurdo que había escuchado nunca. Se lo compraré por diez piezas de oro, no, imposible, se lo vendo por cinco, ni una más; pero yo quiero darle diez monedas... me aceptará al menos ocho, espero; de ninguna manera, no podría aceptar ocho, seis es mi última oferta. Si me lo hubieran contado, no me lo hubiera creído.

Ochenta y tres monedas de oro, en ese caso, dije finalmente. Al menos mi parte seguía siendo de treinta monedas. Cuando llegáramos a una ciudad, yo me pasaría una tarde en los baños, comería hasta que no me entrara el peto y dormiría entre sábanas de seda, mientras que el Asha y Quarion se limpiarían en la fuente, comerían carne seca y dormirían al raso. Peor para ellos. ¿Algo más que puedas decirnos antes de empezar el trabajo? Creo que no tendría problemas en reconocer los ingredientes, pero no nos vendría mal un dibujo, o una descripción. Oh, y lo que te he contado de mis granos.

Al salir de la herboristería o lo que Bahamut quisiera que fuera eso paseó de un lado a otro como un animal enjaulado mientras musitaba para sí misma en dracónico.
-No es culpa mía, me alegro de que tú no necesites dinerito para vivir, pero yo sí, ¿no te vale con que haya rebajado el precio?...sí sí, a mí también me parecía exagerado abusar así de ella que ha estado regalando tratamientos... oh, vamos... deja de revolverte en mis tripas, Baelnarth, el día que me contestes me reventará la patatita-sí, hablaba con su tótem, pero no estaban lo suficientemente sincronizados para obtener una respuesta verbal del espíritu del hermoso dragoncito plateado que la había tomado como elegida.

La mujer asiente, aceptando el acuerdo con Haizti, justo después de haber seguido con la mirada a la joven Asha que, quizás avergonzada, sale precipitadamente de la tienda.

Cuando Berhano acepta el precio convenido, la mujer asiente de nuevo.

Laurel rebusca entre sus pertenencias y papeles. Tras sus buenos cinco minutos, parece terminar encontrando lo que Berhanu pide. La herboristera tiene buena mano para el dibujo y una caligrafía exquisita, aunque el papel no sea de la mejor calidad, las ilustraciones son fabulosas.

Ten, es todo lo que tengo. Te agradecería si pudieses devolvérmelas cuando volváis. Dice mirando a los ojos a Berhanu. Respecto al sarpullido... Ten, frótate con esto todas las mañanas. Te aliviará bastante de cualquier picor. Dice Laural mientras te entrega unas hojas que reconoces como Aloe Vera.

Ya dirigiéndose al grupo, al menos a los que quedaban: No hay pérdida hasta el campamento. Tomad el camino que va hacia el norte. Llegaréis directamente.

Haizti simplemente asintió ante las últimas palabras de la humana. No había más que decidir ni decir. Para él seguía siendo una incógnita por qué el elfo y Asha habían renunciado a cobrar lo que se les había ofrecido. Únicamente Berhanu había actuado con la sensatez esperada, es decir, con la suya propia pero sentía cierta curiosidad por aquel comportamiento tan extemporáneo. Cuando todo estuvo concluido, salió del local y aguardó fuera a que salieran los aún rezagados. Al ver a Berhanu salir se acercó a ella.

-Hay algo que quiero preguntarte. ¿Por qué estos dos no han querido aceptar el dinero ofrecido? Reconozco que no lo entiendo, igual que no he entendido por qué esa mujer me ha gritado al preguntarle cuánto pagaría por nuestro servicio de búsqueda de sus remedios.

Ya había probado el aloe vera, con escaso efecto, algunos meses atrás, pero cogí el manojo de hojas igualmente y lo guardé en la bolsita del cinturón. Escaso efecto era mejor que ningún efecto, ¿no creéis?

¿Cuánto te debo?, pregunté a la herborista, rebuscando en mi famélica bolsa de dinero. Os juro que casi la sentía relamerse por la expectativa de las treinta monedas de oro prometidas por la mujer.

Cuando estábamos ya todos fuera de la tienda, Haizti se me acercó y me hizo una pregunta trascendental. La mujer te ha gritado porque se creía que íbamos a patearnos el bosque y jugarnos el cuello por diversión, lo cual era cierto, al menos para mí, pero también era un trabajo, y el trabajo se hacía para obtener una recompensa monetaria. Asha ha pedido menos oro porque es demasiado inocente, a pesar de tener más años que yo, seguro. Y Quarion, concluí, dándole un codazo cómplice al semielfo, quiere fardar de generoso ante Asha para llevársela al huerto.

El semielfo se quedó mirando fijamente a Berhanu, intentando traducir correctamente la jerga empleada por la muchacha. Durante todo el invierno se había enfrentado a su extraña forma de hablar y si bien había adquirido cierta experiencia, la realidad era que seguía siendo difícil para él entenderla.

-Creo entender. La mujer creía que trabajaríamos gratuitamente, algo bastante absurdo. ¿Acaso si va a una posada, pretende que le sirvan la comida sin pagar? La inocencia de la que hablas no termino de comprenderla. ¿De qué es inocente? Y lo de llevarla al huerto reconozco que me sorprende. Nunca he visto a Asha interesada por las verduras y las hortalizas. Más bien parecen no gustarle demasiado si vemos cómo come. ¿Qué pretende Quarion llevándola a un huerto? ¿Que se coma un nabo? -Haizti cabeceaba negativamente, levemente perplejo a todas luces-. Porque no creo que lo consiga. En fin, creo que nunca terminaré de entender a la gente. Siento que haber vivido tanto tiempo solo con mi madre, sin contacto con otros, me ha convertido en un ignorante de muchas cosas. Tal vez algún día eso cambie. Pero no será hoy. ¿Dijo que al norte, verdad? -lo sabía perfectamente, pero sí que había aprendido que a los humanos en general les gustaban las preguntas redundantes cuya respuesta conocían y les permitía sentirse útiles-. Pues vayamos hacia allá -comentó encaminándose en aquella dirección-. Berhanu, ¿por qué te preocupan los granos de tu cara? ¿Te duelen acaso? -preguntó al tiempo que caminaba.

Quarion se despidió con un asentimiento ante la mujer de la tienda y salió de la misma en pos de Berhanu y de Haizti. Les escuchaba hablar algo, pero no les prestaba atención, pues estaba centrándose en tranquilizarse ante el lugar al que iban a ir.

Al ver a Asha fuera de la tienda la hizo un gesto para que los siguiera y mandó a Skoll junto a ella para que la haga compañía, ya que parecía algo desanimada, o eso pensaba él- Chicos, quizás deberíamos de ir primero al punto más lejano y luego hacer la ruta de vuelta pasando por los otros lugares, así no acarrearíamos tanto camino con las plantas encima.

No tenía ni idea de que tipo de plantas eran las que buscaban, pues los nombres humanos le desorientaban mucho, pero si eran de las frágiles, cuanto menos tiempo cargaran con ellas mejor.

Asha mascullaba para sí en voz relativamente audible pero en un idioma que no todos entenderían cuando sintió un morro húmedo en el brazo.

-Hola, encanto-dijo con marcado acento, pronunciando las consonantes con dureza. Acarició la testa del animal y dirigió la mirada grisácea tras la que brillaba vívida la llama gélida del tótem con quien estaba hablando- ya va, ya va- se acercó al grupo acompañada por el lobo y captó algunas palabras sueltas de la conversación entre Berhanu y Haizti. Les miró enarcando las cejas con aire inquisitivo, pero no se pronunció. A veces la ignorancia da la felicidad... aunque Haizti no pareciera especialmente alegre.

Laurel niega con la cabeza cuando Berhanu le ofrece dinero por el aloe vera. No será necesario. Sólo traedme lo que necesito para poder ayudar a esta gente. Dice la mujer.

El grupo sale por fin a la calle donde Asha y una aún más larga cola de personas os esperan. Los lloriqueos de muchos, las quejas de otros y el ensordecedor mutismo de otros os sorprende. Todo parece de alguna manera armonioso. El viento arrecia y las gotas de lluvias se hacen más grandes. Algunos sentís cierta pena por las gentes de la cola que tendrán aún un rato por delante en el que seguro terminarán calados hasta los huesos. Especialmente los niños son los que más pena dan, como era de esperar. Quizás alguno no vea un nuevo año si todo sigue como hasta ahora.

Las calles empedradas en algunos sitios, dan paso a otras en las que el suelo es simplemente una superficie terrosa que comienza a enfangarse. Vuestras botas comienzan a llenarse de barro, pero no por deteneros va a parar de llover. Cuando véis la puerta al fondo, observáis a vuestra derecha una parte de la ciudad que está en un pequeño otero, amurallada de forma adicional a la muralla que rodea Hondonada del Halcón. Esta muralla no deja de ser una empalizada, pero mantiene a los enemigos de la ciudad alejados.

En la puerta, un par guardias os saludan, sin moverse de su sitio.

A pocos metros de la empalizada, el arroyo del que os ha hablado Laurel fluye serpenteante entre las ondulaciones del terreno.

-No, Quarion -respondió Haizti negando vehementemente con al cabeza en un gesto que trataba de imitar lo que los humanos hacían para reafirmar sus convicciones-. Debemos buscar primero a Milon Rhoddam o no daremos con el camino para dar con esas plantas. Es lo que la mujer dijo -concluyó, aunque de repente entrecerró levemente los ojos como si hubiera caído en algo, un algo que es el que había determinado las palabras del elfo. Para dar con aquel hombre deberían entrar en el campamento maderero y sabía que aquello sería especialmente duro para su compañero de viajes. Sabía que sería duro para él mismo ver aquellos viejos árboles talados, sus historias enmudecidas por el hacha del hombre, aquel ser incapaz de vivir en armonía con la naturaleza-. Pero podéis quedaros aquí esperando. Tan solo necesitamos desviarnos un poco y reencontrarnos aquí. Berhanu y yo podemos encargarnos y que Asha se quede contigo. Además, no creo que acepten a tu lobo fácilmente paseando entre ellos y mejor evitar problemas. Especialmente cuando manejan hachas y sierras.

-¿Eh? -miró a Quarion y luego a Haizti-como digáis.

Miró a su alrededor y se sentó  contra la empalizada, apoyando el espadón sobre los muslos.-No tardéis-dijo frotándose un ojo. Baelnarth se removió inquieto en su interior hasta acurrucarse en el fondo de su estómago.

Haizti adoptó el papel de líder del grupo, o algo similar. Tú por allí, yo por aquí, vosotros por allá. Casi como papá, si papá hubiera sido un semielfo rarito, pero rarito en el buen sentido, es decir, no, pero sí. Que no es que Haizti fuera un mal tipo, pero se comportaba de forma extraña, como seguro que ya habéis notado. y además... ¡ah! ¡déjalo, Berhanu, que te lías!

No necesito a ese tío para encontrar el camino, fanfarroneé, aunque lo cierto es que probablemente podría haberlo hecho, porque papá me había obligado a memorizar mapas de la región, pero creo que es buena idea hablar con él, de todas maneras.

Antes de marcharnos por nuestro lado, me acordé de algo. Me hubiera gustado hacerlo yo, pero si no podía confiar en el druida para eso, no podía confiar en él para nada. Ya que estamos aquí, podéis buscar los hongos y estudiarlos mientras nosotros vamos al campamento maderero. Así no os aburrís. Y no tenéis tiempo para huertos...

Haizti asintió ante la despedida de Asha. No se demorarían más allá de lo imprescindible y dado que el elfo no había hablado, asumió que asentía a su propuesta, tal y como había hecho también Berhanu.

-Vayamos -fue la única palabra del semielfo antes de alejarse en dirección al Campamento Maderero.

-Dado que no necesitas de ese humano para hallar el camino, entiendo que conoces esta región, Berhanu -afirmó Haizti ante el que había sido el comentario de la joven- y que ya habías estado antes aquí. Entonces, ¿para qué quieres hablar con Milon Rhoddam?

Quarion se quedó sorprendido cuando Haizti interpretó sus palabras de una forma un tanto extravagante y dividió al grupo- Yo me refería a que una vez encontráramos al guía hiciéramos la ruta, aunque claro, puedo entender que no quieras que te vean con un "rarito abrazaárboles" -dijo usando un término que había escuchado a los humanos.

Se encogió de hombros y se acercó a Asha- ¿Vamos a ver el origen de todo? No a enfermar, solo a ver que tipo de hongos son los que están causando todo -tras decir esto miró a Berhanu y la dedicó una inclinación de cabeza a modo de "la idea a sido tuya, no voy a apropiarmela" aunque en realidad la idea de pasar por la zona "cero" había sido de él.

En fin, el caso es que el se ahorraría el estar en ese lugar y tener ganas de dejarlos tirados sin medicinas por los destrozos que hacían sin mesura en la naturaleza- ¿Te parece bien? -dijo mirando a Asha.

Mientras tanto, Skoll seguía pegado a Asha, dándola con el hocico de vez en cuando. Esos meses de convivencia habían hecho que aunque tuviera un vínculo especial con Quarion, cogiera muchísimo cariño a Asha y su naturalidad vivaracha.

-Andando- Asha volvió a incorporarse tras frotar  la mejilla en la cabeza de Skoll- Procuraremos no alejarnos mucho-dijo alzando un poco la voz para asegurarse de que Haizti y Berhanu se dieran por enterados. Después, les dio la espalda y echó a andar flanqueada por Quarion y el lobo.

Mientras caminaban, Asha se estiró alzando los brazos por encima de la cabeza y arqueando la espalda.

-Quarion, tú que sabes mucho de hierbitas... ¿Estás seguro de que no es mortalmente peligroso para nosotros buscar los hongos?-miró a su alrededor, el elfo no parecía especialmente contento con lo visto pero siempre había tenido la sensación de que, al igual que Haizti, no estaba cómodo con lo que tenía que ver con los humanos.

-Esperadnos a las afueras del campamento cuando deis con el guía -dijo el elfo mientras se ponía en marcha, siguiendo a Asha.