Partida Rol por web

La orca tenía razón... ¡y vaya si la tenía!  Sin Arahan, seguramente no hubiera llegado viva hasta allí: y el silvano casi lo paga con su vida.

Sin decir nada, se acercó, dispuesta a curarle. Todos los presentes conocían ya su secreto (incluso Mildred; y Erin tragó saliva al pensarlo).

 - Déjame ver esa herida - dijo, mientras el elfo toqueteaba su petaca - No te haré daño.

Mildred contempló su situación, como el último hombre leal a ella caía abatido por aquellos mercenarios. Y aunque ella hubiera sabido luchar con otra cosa que no fuera un puñal, además de que tampoco habría tenido mejor suerte, apenas podía moverse. Estaba a merced de la piedad de aquella extraña banda, y ahora que volvía a estar en sus cabales, lo sabía. Se resignó.

- Vuestras preguntas... - dijo, apartándose violentamente de la mano de Yriel cuando este se acercó a ella y la agarró por el mentón - ¿Y para qué queréis vosotros a mi hijo? ¿Cómo sabéis sobre él? ¿Quién os envía? ¿Qué vais a hacer con él? - preguntó ella a su vez, todavía desafiante - Si pensáis que os lo voy a decir sin más, es que no sabéis nada. ¡Antes prefiero morir y que muera él a dejar que se lo lleven para sus propósitos! - a pesar de toda la animosidad que pudieran sentir por aquella mujer, parecía que tendrían que darle alguna muestra de confianza si querían que les revelase aquella información. Mildred se sabía en sus últimos momentos de vida, y cualquier amenaza de acortarlos o de someterla a más tormentos seguramente no tendría efecto alguno.

Mientras la reina hablaba, los aventureros se fijaron en la herida del silvano, infligida por uno de los guardias muertos, y que Erin se apresuró a intentar tratar con su magia, tal y como había hecho momentos antes con la propia Mildred.

¿Alguien me puede explicar porque he estado apunto de morir? - preguntó con cierta molestia sin quitar la mano de su herida. Tras meditarlo lo suficiente, con la mano libre cogió el odre, lo abrió con los dientes escupiendo el tapón en su regazo y luego le dio un largo trago mientras ahí estaba, atento a ver si alguien le arrojaba algo de luz a sus dudas.

Con Erin tan cerca, ella pudo oler que el elfo olía a musgo, hojas seca y había un toque extraño, como almizcle. 

“Prefiere morir y que muera él.” Esa frase le sonaba retorcida, impropia de una madre aunque estuviera en unas condiciones pésimas. ¿No debería de aferrarse a una opción de que el niño se salvara? Se lo había dicho con total claridad, mientras la obligaba a mirarle para comprobar el grado de cordura que mantenía, de hecho a Yriel le parecía que la mujer estaba pensando con algo más de claridad. Miró hacia un lado para encontrar a Gorsha preguntándose por el niño también.

- El hermano de Lesil, ella no querría que sufriera daño.

Tenía los estoques guardados por lo que las manos libres las llevó a la cama apoyando el peso en ella.

- Me llamo Yriel Alessar y no soy un norteño como puedes ver. Soy un viajero que conoció a Lesil y la estuvo acompañando hasta que murió hace pocos días. Fue ella quien me habló del niño.

Todos los presentes habían conocido a Gwyl pero el semielfo prefería ser cauto y referirse solo a sí mismo, ella podía guardar un odio hacia la joven muqtarquí que la indujera a desconfiar.

- No quiero utilizarlo, si me dices donde estás me aseguraré de que está bien. Eso es lo que te puedo decir, espero que seas sensata y le des a tu hijo una oportunidad.

Miró de nuevo a los reunidos, quería sacar esa información antes de seguir adelante con lo que fueran a hacer, interrogatorio o ejecución. En la mente del viavennés se formaba la imagen de la reina muerta, vinieron para eso. Se fijó en Arahan no queriendo responderle hasta escuchar las palabras de la reina.

Al ver que la situación derivaba en cosas diplomáticas e interrogatorios suaves, Gorsha se calló la boca y se limitó a observar, atenta a cualquier movimiento extraño o actividad sospechosa. La orca sabía dónde estaban sus fortalezas y sus debilidades. Y el parlamento era una de las últimas. Claro, que con tanta pregunta, incluso ella podría contestar a alguna.

 -Puedo entender que prefieras morir antes que rendirte. Si ese es realmente tu deseo, yo misma pondré fin a tu vida. Te daré una muerte digna. Pero antes me gustaría que hablaras con mis compañeros y contestaras a todo lo que te pregunten.

Puede que la reina fuera sureña, pero tenía dignidad. Al menos era algo decente en ella. Además, Yriel contestó a su pregunta sobre el niño. Ahora comprendía todo y especialmente la importancia que tenía ese muchacho. Ojalá Mildred contestara a sus preguntas entonces.

Mientras las heridas de Arahan se cerraban a medida que la magia fluía a través de las manos de Erin, Mildred mantuvo su habitual fiereza frente a los demás hasta que escuchó como Yriel mencionaba a Gwyl por su verdadero nombre. Entonces se fijó en el semielfo como si lo viera por primera vez, sorprendida - ¿Lesil...? - dijo, aparentemente sin poder creérselo - ¿Está...? - empezó a decir, pero se detuvo cuando escuchó las siguientes palabras del viavennés. Entonces, se echó a reír.

La repentina carcajada fue interrumpida por un quejido de dolor provocado por una punzada en la herida debido al movimiento repentino, pero de no ser por ello, la reina seguramente se habría reido bien alto. Tras contener el dolor, volvió a mirar a los aventureros - ¿Esa zorra escurridiza está muerta? Podría haberse muerto hace años, me habría ahorrado muchos problemas. ¿Qué consiguió acabar con esa ramera morena? - la actitud de la reina volvió a la de antes - Y si no es utilizarlo, qué queréis de un niño? - preguntó, incisiva - ¿Volver a Altairea con él y pedirle de vuelta el favor cuando recupere lo que es suyo? ¿Hacerlo mercenario como vosotros y que se mate por dinero? Supongo que Lesil nunca llegó a pensar en su hermanastro hasta ese punto ¿Me equivoco? No es que fuera muy espabilada - pasó a mirar a Gorsha - Acaba conmigo si es a lo que has venido, pero no me vengáis con que le queréis el bien a mi hijo. ¿Creéis que le estáis ayudando? No sé qué clase de trato teníais con Lesil, pero si está muerta ya no tiene sentido alguno, así que podéis desistir en vuestro empeño. Mi hijo estará conmigo, de una forma, o de otra - sentenció.

Una vez hubo curado a Arahan, Erin se volvió para mirar a Mildred. La idea de que Gwyl también tuviera dos nombres hizo que de pronto se sintiera otra vez muy cerca de ella.

Erin no pudo salvar a su hermano, pero tenía que hacer algo para salvar a ese niño, ¡como fuera!  Se acercó de nuevo al lecho, apretando los puños y respirando agitadamente...

Concentrándose en Mildred, intentó atisbar en ella aquel halo que rodeaba a cada ser vivo, y que entretejía su pasado, sus anhelos, sus miedos, y su destino...

Si lograba entender a aquella mujer, quizá supiera convencerla, o engañarla, para que hiciera lo correcto.

Erin sintió como la magia fluía a través de ella, como tantas veces antes. El haber recurrido a ella tanto en tan poco tiempo se cobró su precio, y sintió una leve fatiga momentánea, aunque pronto se recuperó de ella. El aura de Mildred se volvió tan legible para ella como uno de los libros de su padre. La caída reina de Odrin, a pesar de la situación en la que se encontraba, se mantenía desafiante y resulta a enfrentarse a quien fuera hasta que llegara su final. A pesar de no dominar las armas no podía decirse que no fuera una guerrera, y, siendo maestra del juego de la intriga y el subterfugio, lo más probable era que cualquier cosa que no le sonara a verdad tuviera el efecto contrario a tranquilizarla sobre el futuro de su hijo.

Pero claro... ¿Qué era lo que pensaban hacer ellos con el hermano de Gwyl?

Las palabras de Mildred iban empoñozadas, era un veneno doloroso el que las recubría, alcanzaban el corazón y lo constreñían con fuerza. Yriel resistió delante de ella sin mostrar el disgusto que acarreaba cuando le escuchaba desear que Gwyel hubiera muerto antes.

Se apartó de su lado en cuanto la mujer terminó de hablar. - Ha debido de poner al niño a salvo, no se entiende de otra manera. Estará en el camino o quizás entre los criados, protegido por alguno de sus esclavos, me voy a dedicar a buscarlo por aquí por si diera la casualidad de que todavía no han salido.

El semielfo se preguntó si el chico merecía la pena todo el esfuerzo que ponían en él teniendo en cuenta que ni le conocían. Lesil ya murió y el destino del pequeño no estaba en sus manos, empezaba a creer que no lo hallarían.

- Esta mujer es realmente una bruja corrupta por el poder, no le encuentro otro calificativo.

Por mucha sangre altareana que tuviera el muchacho, ¿le permitía eso aspirar a la riqueza en el futuro? No se trataba de convertirlo en mercenario sino de ponerlo al servicio del rey para que tuviera una vida digna, aunque no rodeado de opulencia.

- ¿La matas tú o lo hago yo, Gorsha?

Terminó por preguntar a su compañera.

Poco iba a hacer ya, y al final se hizo efectiva la magia de Erin que logró sanarlo en gran medida - gracias - dijo con voz queda mientras las palabras de la bruja iban saliendo de su boca sin ninguna clase de sentido para el elfo. Extrañado, y con el ceño fruncido, seguía sin comprender cual era el tema, pero al encontrarse algo mejor, se levantó para encarar a la reina - ¿donde esta mi gente? los del poblado libre en la linde del bosque, los secuestraste ¿qué hiciste con ellos? - preguntó, al fin, por el único motivo en el que se había embarcado en esta empresa. 

Al escuchar las nuevas palabras de Arahan referentes a su pueblo recordó la desaparición masiva. El semielfo detuvo sus intenciones de acabar con la reina hasta que supieran algo más.

Erin se apartó un par de pasos del lecho de Mildred. Parecía cansada, y un mechón de su cabello rubio se había pegado a su frente por el sudor.

Había visto con claridad que aquella mujer no daría su brazo a torcer: moriría antes de hacer nada contra su voluntad, y tampoco iba a ser posible engañarla; ella dominaba ese juego mucho mejor que cualquiera de los presentes.

 - Piensa, Erin... ¿Llevarle a Altairea a "recuperar lo que es suyo"?  Gwyl era una mestiza, y parece que Mildred debía ser su madrastra... ¿Quién era su padre? ¿Qué es lo que puede reclamar el chico? ¿Tierras, un título...?

 - No es una bruja - respondió a Yriel, sin apartar su vista de ella - ¿No es verdad, Mildred?  No tienes poderes. Tiene mucho mérito que hayas convencido a todo el mundo de que sí los tienes, de verdad. Y casi te sales con la tuya.

Volvió a avanzar hacia la cama, y clavó sus ojos desiguales en la convaleciente.

 - Gwyl, o Lesil, o como se llamase, era nuestra amiga: y le prometimos que cuidaríamos del chico. Somos de esa gente que cumple sus promesas, incluso si no tiene nada que ganar a cambio: sé que tú creerás que nada de esto tiene ningún valor, y que somos idiotas y débiles; pero mírate: tú no podías confiar en ninguno de los que te rodeaban, y te han dejado tirada; en cambio, nosotros podemos confiar los unos en los otros.

Consciente de la incredulidad de Mildred, Erin sonrió y se encogió de hombros.

 - No pretendo convencerte, tranquila; además, a estas alturas ya no te serviría de nada. Sólo te explico esto para que comprendas qué es lo que pretendemos. Sabes que te digo la verdad: eres la mejor mentirosa de Achaea, Mildred; conseguiste que tres reinos creyeran que eras una hechicera poderosa. Incluso quienes sí lo éramos te temíamos. Si te estuviera mintiendo lo sabrías.

Se sentó en la cama, ajena al hedor desagradable de la infección y el sudor.

 - No queremos nada del crío, Mildred. Ya ves que no somos de esa clase de gente: no somos como tú - lanzó aquel insulto en un tono casi cariñoso - Ni siquiera somos mercenarios de verdad. No permitiríamos que le hicieran daño a tu hijo.

Posó la mano sobre la herida de Mildred.

 - Esto ya no tiene arreglo, Mildred. Y, aunque consiguiera curarte, hay demasiada gente que te quiere matar: ahí fuera, e incluso en esta misma habitación. Ya no puedes protegerle; sabemos que le has estado ocultando, Syndra lo sabía: puede que lo sepa más gente. ¿Quién prefieres que encuentre a tu hijo, Mildred? ¿Nosotros, o ellos?

La orca permanecía en silencio escuchando toda la conversación, pero lo que oía cada vez le gustaba menos. Así que Lesil era Gwyl... ¿Cómo era que no se lo habia imaginado antes? Maldita fuera su ignorancia a veces.

Cuando Yriel le preguntó quién se encargaba de la reina, Gorsha alzó su hacha.

 -Yo estoy más que dispuesta, Yriel. No hace falta que ensucies tu espada.

Sin embargo aún no haría nada. Esa mujer tenía muchas preguntas que contestar y aún no había dicho nada claro. Sólo se había hecho odiar aún más de lo que ya la detestaban en general. Claro, que tenían una buena probabilidad de que se negara a contestarles. Después de todo, ella no tenía nada que perder y mucho que ganar negándose a hablar. No obstante, si alguien podía convencerla de soltar la lengua, esos eran Yriel y Erin, sin duda.

Lo desafiante que se mostraba Mildred, incluso a las puertas de una muerte segura, acabó por desanimar a Yriel, que se alejó de la mujer esperando que por fin pudieran darle muerte. La intervención de Arahan atrasó un poco más el momento, recordando a los demás que no eran pocos aquellos que tenían una deuda pendiente con la reina, y no todos por el mismo motivo. Ante el subito cambio de tema, la expresión de la mujer pasó a una de desconcierto, pero Erin se adelantó antes de que pudiera responder.

La muchacha se acercó a Mildred, tambaleándose un poco mientras se moviía, hasta quedar al lado de la reina. Esta se la quedó mirando mientras hablaba, sorprendida ahora por ver tanta determinación en alguien aparentemente tan joven. Y cuando acabó, la antaño poderosa reina de Odrin, y noble imperial mucho antes de aquello, no pudo sino bajar la cabeza, finalmente derrotada. La intriga, las mentiras, las adulaciones y poner a unos contra otros eran su mayor arma, pero estas no habían bastado. Y no bastarían ahora, no contra aquél extraño grupo dispuesto a cumplir una promesa a una muerta. Y que, sorprendentemente para aquél mundo y para aquellos tiempos, lo hacían con sinceridad.

- Nunca insinué que tuviera alguna clase de poder mágico - explicó, con la voz apesadumbrada - No sé quién esparció el rumor, pero sin duda me hizo un gran favor al hacerlo. Al principio solo buscaba sobrevivir, pero... supongo que no pude evitarlo - entonces miró al silvano - ¿Los de aquél poblado eran tu gente? Aquellas tierras caían en el reino de Penda hasta que las conquisté. En cuanto me enteré de que existía una aldea oculta, les forzé a ponerse bajo mi ley. Se negaron, pero cuando envié hombres en represalia, ya habían desaparecido. Los rastrearon un trecho hacia el norte, pero no sé nada más de ellos.

Estuvo un rato en silencio, pensando para sí misma - Mi hijo está escondido en una despensa de la planta baja - dijo por fin, rindiéndose ante las certezas que había lanzando Erin - Brul - miró durante un instante al cuerpo destrozado del su último sirviente, tirado en el pasillo en un charco de sangre - tenía que sacarlo de aquí en cuanto las cosas se calmaran, durante la noche, y llevárselo lejos. Nunca sería una buena vida, pero... - allí interrumpió su habla. Cualquier cosa que pudiera decir, carecía ya de importancia. Su destino estaba sellado, pero quizás el de su hijo podría ser diferente.

Simplemente cerró los ojos y se recostó en la cama, esperando el golpe que finalmente acabaría con todo.

Estuvo en pie escuchando el intercambio de palabras, Erin le enseñó que tenía que ser más insistente. El semielfo cesó en su empeño tomando a la mujer por loca pero ahora le venía algo de sensatez, le vino justo a tiempo. Se cruzó de brazos esperando para saber si la respuesta satisfacía a Arahan.

Estaba por ver la vida que conseguían para el chico, iba a depender de lo apegado que estuviera a su madre contando mucho los modales que manifestara a partir de ahora. Tenían que darle una educación nórdica y necesitarían de la aprobación del rey. Eso no debía de ser difícil tras tanta ayuda como le habían prestado.

- Nuestra intención es darle una buena vida al niño, has hecho bien dejándolo en nuestras manos.

Recordó que había otro cabo suelto, el de la prostituta que hallaron en el campamento y previsiblemente escapó a caballo. El semielfo trató de averigüar algo sobre ella.

- ¿Tienes una esclava de ascendencia muqtarquí? ¿donde está ella?

La mujer era una incógnita por la que valía la pena preguntar, solo que si fuera esclava suya la habría enviado junto al niño y eso era lo que no le cuadraba del todo.

Gorsha se acercó a la cama donde descansaba la reina, hacha en mano y lista para ejecutar a Mildred en cuanto sus compañeros le dieran la señal.

 -Cuando me digáis.

Rápido y digno. No la haría sufrir más de lo necesario. A diferencia de los "civilizados", su gente no creía en la tortura innecesaria. Los antepasados de Mildred se encargarían de ajustar cuentas después de su muerte. Y ellos se encargarían de sacar de allí al niño. El niño que era hermano de Gwyl. Puede que su amiga ya no estuviera entre los vivos, pero si podían poner a salvo a su hermano y cuidar de él... Esa horrible sensación de culpa por no poder proteger a Gwyl que la aguijoneaba en ocasiones disminuiría.

Mildred tan solo se limitaba a esperar el golpe final que seguramente proporcionaría Gorsha, dada su disposición y su manejo con su arma, que prometía una muerte rápida e indolora a una mujer a la que solo le quedaba una cosa que perder. Al escuchar la pregunta de Yriel, la reina negó con la cabeza, sin levantarla todavía - No, no conozco a ninguna muqtarí, ni nunca he tenido a mi servicio a nadie de esas tierras. Brul fue el único de mis sirvientes que me acompañó desde Altairea - fue cuanto dijo al respecto. El origen y motivos de la misteriosa Saffiya parecía seguir eludiéndolos.

La respuesta recibida sobre el asentamiento de gente que salvó a Arahan o que más bien le dio una especie de oportunidad de ser un ser vivo productivo para al menos, una sociedad descarriados y anodinas almas como era él, lo dejó completamente ido. Si la estupidez tuviera una cara, era la expresión del elfo en ese mismo instante, que ni era capaz de disfrazar la tremenda vergüenza que sentía. Descubrir que había estado inmerso en una batalla, había sido atacado, golpeado y apuñalado por querer salvar a su gente, y que esta, en realidad, estaba bien por el norte del jodido continente.

No se movía ni un centímetro, Arahan en ese momento no era más que el abedul de la estupidez, y solamente sus labios crujieron para barbotar un sencillo... - por las raíces del mundo... que imbécil soy - sus ojos estaban abiertos en gran medida, aunque no llegando a ojilplatidez.