Partida Rol por web

Tras escuchar las pistas sobre Willis que habían conseguido sus compañeros Reba resopló pensando en que todavía tenían otra parada antes de lanzarse a la oscura carretera, a tragar  kilómetros.

- Si queréis visitar lo de Shuggi, vamos cuanto antes, a ver si al menos tras eso puedo cerrar un poco el ojo. A ver cómo nos las apañamos allí. Tratamos de colarnos todos o preferís que nos acerquemos Chief y yo, ya que os habéis tragado este marrón?

- Si paramos en una cabina, puedo pedirle permiso a la señora Painbell para entrar en el domicilio, ya que supongo que ella será la heredera. - sugirió el Chief mirando el reloj, esperando que la pobre mujer fuera de las que gustaba de acostarse tarde.

Cliff sonrió ante la sugerencia de Chief. 

—Nos van a empezar a conocer como los pesados de media noche —acabó con una sonora carcajada. 

Se metió en el coche y puso las llaves en el contacto. 

—Si vamos a entrar, entramos. Creo que es mejor dejar a la vieja Scott por hoy. ¿Qué os parece? A mi me gustaría entrar con vosotros... como me quede en el coche, me duermo. 

Arrancó el coche y se puso en camino a casa de Sugarman sin mediar más conversación. 

Dallas. 23:30. Zona periférica, apartamento de Eddie 'Sugarman' Scott

No fue difícil que Chief consiguiese las llaves del apartamento de Sugarman. Estaba ubicado en un edificio destartalado que parecía un hormiguero habitado por yonkis. El grupo dejó el coche aparcado afuera asegurándose de cerrarlo bien antes de introducirse en la boca de aquel leviatán moribundo en la ciudad.

Subieron las escaleras esquivando manchas de vómito y otras menos identificables hasta llegar a la sexta planta. Allí había un pasillo, como todos los anteriores, en el que una hilera de cuatro puertas desgastadas ocultaban las miserias que sucedían en el interior de cada cubículo. Pero la que buscaban ellos era la tercera, aquella en la que todavía pendía un trozo de la cinta de 'No pasar' que la policía había dejado allí.

El apartamento era un reflejo de lo que había en las escaleras. El papel de las paredes había visto tiempo mejores, llevando una lucha perdida contra la humedad. El sitio olía a sudor y cerrado. El suelo de madera crujía bajo los pies de los recién llegados y cuando encendieron la luz de la entrada una luz amarillenta iluminó de forma mortecina un pasillo de escasa decoración. Había un baño en el que una ducha oxidada se ocultaba tras una cortina de baño negruzca por la humedad, una pequeña salita con una cocina americana y un dormitorio.

La policía había entrado a saco en el lugar. El colchón de la cama estaba levantado, los cajones de las cómodas abiertos, algunos vinilos tirados por el suelo sin ninguna ceremonia. En las estanterías había montones de libros sobre biografías del mundo del rock y viejas enciclopedias. En la cafetera criaba hongos todavía el último café que Eddie no se había tomado.

Y en el techo, en el centro de la salita, una soga colgada de un puntal. Era curioso que la policía hubiera dejado aquello allí. En realidad era bastante llamativo porque seguramente cualquier juez habría solicitado que aquello fuera lo primero que se retirase junto al cadáver. ¿Qué hacía allí aquella soga?

La visita al Sugarman Wonderland no había supuesto ninguna sorpresa para Reba, el piso era un estercolero de manual y encontrarse con una alfombra de vinilos rotos no ayudaba, pero fue al levantar la vista del suelo y ver la soga colgando de un travesaño y asumir que el escenario no era ni la mitad de la historia en este caso.

- LA PUTA...- Fue lo único que pudo decir antes de taparse la boca con ambas manos. - ¿Cómo coño pueden haber dejado esa mierda aquí? No tiene puto sentido.- Una gélida mano había retorciso su alma entre los dedos, dejando asomar tan solo su cabeza y sus descoloridas rastas de aquel nudo de miembros.

Si fuese creyente. Reba se habría santiguado, pero como no lo era, se limitó a cagarse en todo el santoral mentalmente.

- No me piendo acercar a esa mierda. Me cago en todo.

El Chief no pudo ocultar la expresión de su rostro mientras avanzaban por aquellas escaleras que claramente mostraban que se encontraban en el estorcolero que toda ciudad tenía para amontonar a los estratos más bajos de la sociedad.

Pero no era una expresión de repugnancia por los vómitos secos o la jeringuilla que asomba entre un par de condones usados al fondo de pasillo si no que era una expresión de tristeza al comprobar de primera mano cómo acababan los hombres cuando su espíritu quedaba roto y ningún hombre les tendía la mano.

Y entraron precisamente en el hogar de un hombre perdido y abandonado por la sociedad.

- Dios mío... - el pastor se santiguó cuando vio aquel trozo de cuerda que aún daba la sensación de balancearse por el peso del cadáver.

Sus pensamientos fueron para el alma de Sugarman, quien había vivido torturado durante años, engañado por aquel demonio que había plantado un deseo contra natura en él mientras se mantenía oculto en...

- Nadie quiso tocar la cuerda.. - murmuró, recordando como aquel siervo de Satanás se había escondido como un simple colgante a la vista de todo el mundo hasta que había posado su mano sobre él.

Quizá el colgante había comenzado como el recuerdo de un psicópata tras acabar con un infante y había ido acumulando poder con los años, un objeto representativo como podría ser la soga de un pederasta ahorcado, o quizá la mancha que habitaba en Sugarman se había transferido a la cuerda pero claramente ninguno de los que había pasado por aquella casa había querido llevársela. La habían evitado.

- Nadie quiso llevarse la cuerda. -  repitió en voz alta, sacando la biblia en una mano y avanzando con paso decidido hacia aquella soga antes de que alguno de sus compañeros tuviera la tentación de tocarla.

—¿Estás seguro de que nadie quiso llevarse la cuerda? —dijo acercándose a la zona donde estaba la cuerda y sujetándola con la mano derecha—. Es algo extraño, o mandaron a los novatos a resolver esto o esta cuerda se puso aquí después de la entrada de la policía. Pero la pregunta es, en ese caso, ¿quién la puso aquí y por qué?

Cliff se subió en un pequeño taburete para alcanzar la parte superior de la cuerda.

—Tony, ayúdame —solicitó haciendo un gesto para que Tony sujetara el taburete.

Miró la cuerda por arriba y la zona donde estaba colgada. Después bajó de un salto y observó aquel salón. Por último, tiró de la cuerda para comprobar con cuán fuerza estaba agarrada al puntal.

Reba y Chief observaban con desconfianza la cuerda colgada del techo. Por un momento el sacerdote estuvo a punto de detener a Cliff cuando vio que la iba a tocar, pero luego se dio cuenta de que la amenaza real no era la cuerda. No había nada mágico en ella, como había sucedido con la bolsita. Pero ¿qué hacía allí? El sacerdote no podía dejar de intuir una maldad inherente en aquella sala. Se dio entonces cuenta de que la puerta que daba al descansillo estaba cerrada. Y ellos no la habían cerrado. Sintió un cosquilleo en la nuca, una alarma que indicaba que algo no iba bien.

De hecho, cuando Reba se fijó en las puertas que había bajo el fregadero, donde creía estar escuchando algo moverse¹, el sacerdote la retuvo un momento con su mano. Efectivamente algo se ocultaba bajo ese fregadero. Algo que hacía que el sacerdote sintiese un rechazo instintivo².

Ajeno a todo esto Cliff seguía subido a la silla que sostenía Tony, examinando cuidadosamente la cuerda. Estaba fuera de lugar: cualquier investigación, por chapucera que fuera, se habría llevado la cuerda. Por lo tanto ésta no era la cuerda con la que se había ahorcado Eddie³. Pero se había ahorcado allí. Sin dejar una carta de remordimiento, de culpa o de liberación. Porque alguien había movido los hilos hasta relacionar al niño desaparecido con él. ¿Quién? ¿Cómo se unieron esos hilos fatales que empujaron a Eddie al abismo? Todo el tiempo habían conocido el desenlace pero ¿cuál o quién fue el detonante?⁴

Tony se había mantenido expectante todo el tiempo. Miraba alrededor con asco y con la firme esperanza de que sus negocios y trapicheos no le llevasen nunca a una situación parecida.

La soga, como al resto de sus compañeros, no le encajaba. En cambio, la sensación que tuvo, lejos de ser impactante por el suicidio, era más bien la de que alguien la había puesto ahí adrede. Quizá a posteriori. Por eso mismo, la reacción de Chief y Reba había dejado la soga en segundo plano y había pasado a temer porque hubiese alguien más allí.

—¿Qué pasa? ¿Hay alguien ahí? —preguntó Tony— Bájate, bájate... —instó a Cliff con intención de usar el taburete como arma improvisada y se acercó a los demás para ver qué ocurría bajo el fregadero.

Cliff se bajó del taburete ante la urgencia de Tony, no sin antes soltar la cuerda que estaba colgada en el puntal.

—Evidente —dijo sujetando la cuerda—. No diré que Sugarman no era un cabronazo pero alguien quiere que lo veamos como...

En ese momento tomó consciencia de las acciones de sus compañeros, todos alerta al fregadero.

—¿Qué ocurre? —preguntó con curiosidad mientras se acercaba hacia Reba—. Voy a abrir.

Y se adelantó tomando la iniciativa de abrir esas puertas bajo el fregadero. La cara de Chief y Reba puso algo nervioso a Cliff que se tomó un tiempo antes de abrir la puerta. Cuando lo hizo, algo apareció tras ellas.

El suspiro del Chief al examinar la soga se vio interrumpido nada más comenzar cuando notó aquella presencia por toda la habitación en vez de focalizada en el trozo de cuerda.

Pero cuando Reba señaló bajo el fregadero, agarró la biblia con fuerza, mientras tenía que contenerse para no retroceder un par de pasos hacia atrás.

- Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla.* - las palabras salieron de su boca casi sin pensarlo, con el mismo tono de voz que alguien podría leer el cartel junto a un cuadro que explica el dibujo del lienzo.

Su atención estaba tan fija en aquel escondite que tardó en reaccionar a la intención de Cliff y, no pudiendo detenerle, avanzó a su vez, marcando sus nudillos en blanco con la fuerza con la que agarraba el libro en su mano.

- Es una rata, es una puta rata.- Casi gritó Reba, aplastada por la tensión. Aquello no era del todo cierto, eran tres ratas, que se estaban abriendo camino desde aquel escondrijo.

Moon respiró tranquila... Antes de comprender que las ratas estaban huyendo de algo más.

Había una sombra que se movía allí dentro, un bulto informe que era incapaz de definir. Por algún extraño motivo se le vino a la cabeza un saco, un saco lleno de gatos, como el que el puto Wyclef había hunido en el agua tras enseñarle su contenido, una gran camada de cachorros, hasta que estos dejaron de quejarse y removerse. 

pero no, no era un saco, a medida que aquella cosa salía hacia la luz y los sonidos exteriores, Reba reconoció una forma negruzca, similar a una rana de largas ancas, presionadas, con aspecto de quemada... La rana resultó ser un busto infantil, con piernas pero sin brazos ni cabeza, cubierto por... Cubierto por bocas que se abrían y cerraban o permanecían mostrando una sonrisa en un rictus horripilante, y por otros orificios que Reba nunca citaría en voz alta al hablar de menores. 

Aquella cosa se escurrió, como una babosa húmeda desde dentro de su madriguera, acompañada por un fuerte olor a huevos podres, escurriéndose a medio camino entre Cliff y aquellos que se habían quedado unos pasos más atrás. Estaba cubierto por una sustancia blancuzca (Reba rezaba para que fuese... Claras de huevo, tenían que ser claras de huevo) y desde sus bocas comenzó a sonar un sonido para el que las gargantas, ni humanas ni animales, no habían sido creadas, como si contuviese toda una pequeña banda de vientos que estuviesen afinándose, ates del silencio que es seguido por el arranque de una pieza...

El estómago de Reba quería darse la vuelta, aprovechando el hueco que era su boca, y sus oídos preferirían escupir lava candente antes que sufrir lo que aquel sonido presagiaba.

Aquella cosa se arrastraba por el lado de Cliff dejando un rastro que recordaba a la baba de un caracol gigante. Se movía de forma torpe, por espasmos, provocando un ruido de chapoteo a cada golpe que daba contra el suelo cuando se volvía a levantar.

—¿Qué coj— empezó a decir Tony justo al ver a las ratas salir, pero la aparición de la criatura le hizo estallar algo dentro y le cortó en mitad de la expresión.

Eso no era de este mundo. No sabía qué hostias era eso pero la necesidad urgente de acabar con ello le ardía en su interior. No tardó en seguir su instinto y le golpeó con el taburete con todas sus ganas. Una vez. Y otra. Y otra.

—¡Me cago en mi puuuuuta madreeee! ¡Jodeeeer! —Tony no hacía más que chillar y arrearle con el taburete hasta que no se quedó más que con una pata rota en la mano, con la que seguía intentando golpearlo.

Cliff dio un respingo, más por la violenta reacción de Tony que por la visión de aquella extraña disformidad. Se acercó por detrás a Tony y lo cogió por los hombros para retirarlo y calmarlo un instante.

—Tranquilo... eh, tranquilo —dijo a la vez que trataba de apartarlo de la criatura.

Por encima del hombro de Tony observó detenidamente a esa cosa arrugando la nariz para contener una arcada.

—¿Qué diablos es eso? Rápido, quitad la funda del sofá, la utilizaremos para atrapar a esta cosa.

Cliff no perdía ojo de aquella cosa retirando poco a poco a Tony y alerta a cada movimiento de aquello. Era lento, pero tenía que haber algo extraño que explicara todo ese escenario.

Cuando su cerebro fue capaz de procesar mínimamente lo que sus ojos estaban viendo, el Chief cayó de rodillas sobre el suelo mugriento de la cocina.

Su estómago se retorcía y sus ojos lloraban mientras su corazón se llenaba de una tristeza y un desconsuelo que era incapaz de procesar.

- ¿Por qué? - murmuró entre sollozos con voz aguda. - ¿Por qué?

Su mano volvió a sentir el tacto de la bolsa de Sugarman y su corazón se encogió más aún, al igual que sus hombros mientras su cuerpo sufría un espasmo al sollozar desconsoladamente.

Sabía que tenía ante él el precio que habían pagado inocentes por la protección que la bolsa había dado a sus portadores, la otra cara de la moneda de la perversión de Sugarman, la sombra que proyectaba aquella aberración que había desterrado de ese mundo.

- No, no. - levantó la mano hacia Tony, mientras le miraba entre lágrimas con ojos hinchados. - Por favor, más no.

No quería pensar en todas las veces que un golpe había sido dado en aquel apartamento, en todas las veces que la violencia se había utilizado para logar un propósito inenarrable.

- Más no. - miró suplicante a Cliff cuando éste propuso atarlo para que no supusiera un problema. Otra vez.

Por fin volvió su atención a aquella criatura que había salido a su encuentro.

- Lo... lo siento. - fue lo único que pudo decir en aquel momento.

A su mente venían versículo que hablaban de las angustias del justo y cómo el Señor lo libra de todas ellas pero eran palabras que solo un adulto entendería y que quedaban vacías ante lo que solo un abrazo y el amor puro de corazón podía enmendar.

Con el contacto de Cliff, Tony se giró bruscamente con la pata de taburete en alto, respirando fuertemente y con los labios apretados. Las aletas de su nariz se movían con la respiración. Claramente la cólera le había cegado durante unos instantes. Entonces se dio cuenta de que era su compañero. La respiración fue calmándose y pudo ver a Chief, en el suelo, abatido por la situación.

—¿Qué os pasa? —preguntó, bajando la pata, aunque sin soltarla— ¿Soy el único al que le parece que eso no debería moverse? —añadió mientras se giraba para no perder de vista a la criatura y la señalaba con el improvisado arma.

Realmente Reba estaba bastante colocada y aquella mierda lo único que hacía era cabrearla, pero hasta un punto que era capaz de controlar.

- Puta mierda. PUTA MIERDA.- Estaba claro que el camino de la violencia no es el que ella habría tomado, pero todavía tenían que capear con aquella cosa, creía entender la visión de Chief sobre el asunto, aquello requería piedad, pero eso no quería decir que fuese algo indefenso, la venganza era una fuente de energía poderosa. Miraba la escena como si aquello fuese un puto capítulo de la Dimensión Desconocida, uno sobre el fantasma de decenas de niños abusados, viviendo en un mismo arbusto.

Aquella cosa se movía de forma torpe, casi lastimosa. Quizás por la reacción de Chief todos sentían cierta lástima, más que miedo, por aquel engendro que parecía sufrir con su extraña funcionalidad vital. Tony señalaba con la pata del taburete aquel engendro sangrante que seguía retorciéndose.

Entonces Cliff cogió la funda de uno de los sillones y cubrió a la cosa con ella. No tenía muy claro que haría después pero, como mínimo, la había ocultado a la vista de los demás. Sentía el movimiento bajo la tela y entonces escucharon una vocecita infantil que venía de debajo del improvisado saco.

—No por favor... no por favoooor... mamáaaaaa... tengo mieeedoooo....

Si no hubieran visto el aspecto de la cosa podrían pensar que bajo aquella funda estaba atrapado un niño realmente aterrado. A veces el horror no viene de los demás sino del interior de lo que podemos convertirnos cuando estamos realmente asustados. Y aquel era uno de esos momentos.

Súbitamente, del mismo rincón donde las drogas tomaban en algunas ocasiones materia prima para sus flipes, una cantinela comenzó a venir a su cabeza, la canción ya estaba empezada pero había unos versos en concreto que vinieron a sus labios.

Be still be calm be quiet now my precious boy
Don't struggle like that or I will only love you more
For it's much too late to get away or turn on the light
The Spiderman is having you for dinner tonight₁

Se repetían en su cabeza y se distorsionaban, entremezclando sus sílabas hasta que algo incomprensible pero de peculiar ritmo y tono salió de sus labios, como la glosolalia en la que cantaban los iluminados carismáticos.

- Eise lamc ebique wony eiouoy ougge ikat oilloyoe oumoe oris muochoo oteal eawa o tunon zelit de Sugarman si gnivah uoy rof rennid thginot.

Ella era la primera sorprendida en emitir aquel galimatías, no sabía que significaba ni sería capaz de volver a repetirlo, peor algo en su interior le susurró que estaba hecho, que podía hablar con aquella... cosa...

- Solo... Quiero ayudarte... ¿Cómo puedo ayudarte?

Creía que otra pregunta podría ser más ventajosa a largo plazo, pero ahora lo que quería era que aquella cosa desapareciese sin sufrir más daño ni volver locos a sus compañeros.