Partida Rol por web

- Descanse en paz... - dijo suvamente el Chief cerrando la biblia y ejecutando lentamente el símbolo de la cruz sobre la tumba.

El Señor seguía marcándoles el camino y el siguiente parecía ser la floristería encargada de las flores.

- Un nombre curioso. - dijo ante la ocurrencia del mismo, el cual podría considerarse que caminaba por el fino borde entre lo hereje y lo ortodoxo. - Esperemos que no haya ninguna serpiente esperando para tentarnos.

Asintió ante la pregunta de Cliff y dio un par de palmaditas en el brazo a Tony a modo de agradecimiento por su compañía.

- Siempre podemos contarles la verdad, que veníamos con el encargo de poner flores a Josephine y queremos agradecer a quien se esté ocupando de ella. - sugirió.

Antes de que abandonasen el cementerio tuvo lugar un suceso desconcertante. Tony ya estaba acostumbrado a, de vez en cuando, ver a un figura que de vez en cuando se le aparecía cuando menos se lo esperaba en sitios que no era normal que estuviera. Casas cerradas, calles vacías, garitos nocturnos donde se suponía que ya no quedaba nadie. Cuando vio a Johnson en el almacén de la pensión por un momento pensó que podría ser el mismo. El traje era muy parecido y como esa persona que se le aparecía lo hacía siempre entre sombras no había manera de saber su raza o edad exacta.

El caso es que antes de abandonar el cementerio vio a aquella figura a plena luz del día. No podría decir el motivo pero cuando estaban ya en la verja del cementario Tony se volvió para mirar la lápida de Josephine. Y allí estaba él. Como solía suceder no fue capaz de ver los rasgos del individuo pero sí que se dio cuenta de que era un hombre negro, y que se había levantado tras estar con la rodilla hincada frente a la lápida.

Los demás vieron como Tony se alteraba y se giraron hacia lo que miraba. La lápida de Josephine. Algo le inquietaba. Pero sus compañeros, incapaces de ver a aquel hombre, no comprendían el motivo de que su amigo se hubiera quedado allí congelado.

Tras conseguir que el chico encargado de mantenimiento echase algo de luz sobre el asunto de los cuidados de la lápida de Josephine, Reba volvió con el resto y compartió aquella mínima información. Si como decía Cliff le había parecido ver la floristería de camino al cementerio, podían acercarse sin dilación, o a este paso les tocaría hacer noche en el lugar, lo que no entraba en los planes y podía dilatar sus ajustadas pequeñas vacaciones.

- Vamos a echar un vistazo, tu sugerencia, Chieff, es ideal para el asunto, a ver a dónde nos lleva este nuevo hilo.- Mientras hablaba, convencida de que ya todos echaban a andar, se giró, comprobando que Tony se había quedado paralizado mirando a ala... No, al espacio frente a la lápida. Aún concociéndolo desde hacía más tiempo que al resto, su relación con aquel buscavidas estaba puntuada por cabreos que duraban meses y reconciliaciones ligeras aprovechando algún concierto en el que coincidían. Por eso no era la primera vez que le veía quedarse trabado en ese estado. Él nunca le había comentado el motivo, peor le recordaba a cuando los gatos se quedaban mirando a la nada por encima de su cabeza, como si viesen algo que se escapaba a sus sentidos, lo que hacía que se le pusiese la piel de gallina.

- ¿estás bien, Tony?- Se ahorró lo de comentarle que estaba pálido como si hubiese visto un fantasma porque en las circunstancias actuales aquello más que una broma sería una redundancia enervante.

Aunque pareciera que Tony estaba absorto, en realidad estaba intentando analizar cada detalle de aquella figura. Le había seguido desde hace mucho tiempo pero siempre procuraba aparecer en penumbras, como la última vez en la pensión.

Durante un momento intentó hacer memoria y recordar la última vez que lo había visto siquiera moverse y no consiguió que le viniese nada a la mente. En cambio lo acababa de ver incorporarse, y de día... ¿Sería el momento de decirle algo? ¿Era este el momento que tanto ansiaba?

—Otra vez tú... —susurraba casi como si creyese que aquella figura podía oírle aunque se encontrasen a varios metros de distancia—  ¿... O eres el de la pensión? —continuó mientras entrecerraba los ojos— Dime en qué te puedo ayudar. Dime por qué me persigues. Sé que hay una razón... —Tony continuaba en susurros mientras lo miraba fijamente— ¡Dímelo joder! —le gritó mientras daba un paso hacia adelante.

La figura se volvió hacia Tony. Estaba seguro que era la de siempre, sólo que ahora le parecía tan nítida que podía distinguir su rostro. No era Robert Johnson aunque vistiera un traje similar, al puro estilo bluesman de Mississipi. Era un hombre de color, de ojos prominentes y rasgos marcados, arrugados. No aparentaba demasiado mayor pero su cuidada barba peinaba canas. Llevaba un sombrero fedora gris claro y Tony vio como se echaba la mano al ala, como saludando.

Tony se aproximaba a él atravesando el camposanto. Entonces notó como a su alrededor todo se oscurecía.

Los que estaban en la entrada no entendían que le pasaba a su amigo. Iba dando zancadas hacia la tumba que habían visitado como si hablara con alguien aunque no había nadie más en el lugar. Pero de pronto notaron algo, como si de pronto una nube tapase justo el lugar en el que se encontraba Tony.

El hombre negro hizo un nuevo gesto con las manos, como si pidiera disculpas.

¿Disculpas por qué? pensó Tony. Por algún motivo se fijó en la tumba de Josephine en la que ahora reposaba una rosa blanca que antes, estaba seguro, no estaba allí.

¿Disculpas por qué? se volvió a preguntar volviendo su vista al hombre. Pero ya no estaba allí. Había desaparecido en el breve intervalo en el cual la vista de Tony se había fijado en la rosa.

Entonces notó que le costaba andar. Incluso respirar. Sentía como una pesadez en su espalda que lo inclinaba hacia adelante.

Los demás veían como Tony seguía acumulando oscuridad alrededor. No era una negrura completa sino más bien como cuando estás bajo una ventana y alguien tira una sábana por encima. Y el muchacho parecía tener dificultades para respirar: se llevaba la mano al pecho.

Lo de que Tony murmurase paulatinamente a la nada, aumentando el volumen hasta terminar gritando si que era nuevo, e inquietante, atendiendo a la luz de los acontecimientos que estaban viviendo, ya fuese ne solitario o por grupos ¿Y si algo estaba en posición de agredirle y no eran capaces de verlo? ¿Estaban enloqueciendo todos? ¿Habían echado algo en los suministros de agua de Dallas? Bueno, aunque así fuese, eso no habría afectado a Reba, estaba claro.

La mujer corrió de vuelta y echó sus manos en dirección a la espalda del timadorcillo, que reaccionaba como un poseso.

- Tony, tío... Ahí no hay nada ¿Qué coño te pasa?- Se habría interpuesto entre su colega y la invisible causa de su nerviosísimo, pero casi no había espacio entre él y la lápida, a ver si una reacción física externa le hacía volver en si. Había percibido aquella sutil sombra opaca en el lugar pero sus manos volaban más que su cabeza.

Cliff corrió frente a Tony cuando este empezó a languidecer. Parecía que sus piernas fueran a fallar en cualquier momento y Cliff quería estar delante de él para sujetarlo si eso sucedía. Pero Reba lo tenía sujeto de los hombros y Cliff pudo centrarse en levantar la cara de Tony desde su mentón.

—¿Qué pasa Tony? ¿Estás bien? —dijo levantando uno de sus párpados para comprobar la dilatación de sus ojos—. ¡Responde coño!

Lo zarandeó ligeramente para recuperar su contacto con el mundo terrenal.

Chief se quedó mirando a Tony mientras el muchacho volvía dirigirse hacia la tumba, sin entender qué estaba haciendo, pero echó a andar con paso ligero hacia él cuando le escuchó hablar solo.

Cuando fue consciente de la oscuridad que comenzaba a acumularse alrededor del muchacho, como si se estuviera ocultando a la vista tras una cortina, echó a correr a la mayor velocidad que pudo.

En unos instantes estaban los tres a su alrededor, sin tener claro si estaban atosigándole y empeorando la situación.

- Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. - murmuró mientras trataba de sujetar la cabeza de Tony en alto, como si quisiera evitar que se ahogaba.

Aún llevaba la biblia en la mano y la había apoyado directamente contra el pecho del muchacho, sin ser demasiado consciente del acto.

- Venga, muchacho, las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. - tomó la mano de Tony e hizo que sujetara la Biblia para el tener la mano libre y golpearle el pecho, como si esa especie de burda maniobra de Heimlich pudiera hacer que escupiera lo que le impedía respirar.

—L-la... La rosa... —atinó a decir mientras trataba de respirar con dificultad, y señaló la flor que se posaba sobre la lápida de Josephine— ¿La veis? Coged... la rosa... —añadió mientras arrastraba sus pies por la hierba del cementerio intentando acercarse a la lápida.

Aunque sus movimientos y gestos apuntaban siempre a la lápida de Josephine, Tony miraba alrededor con cierto nerviosismo, como buscando algo que ya no estaba. ¿Qué le estaba haciendo? ¿La disculpa era por esto? 

—¿Así quieres que te ayude, cabrón? ¡Déjame en paz! —gritó al aire de repente, como si hubiese recuperado el aliento solo para poder insultar.

Puede que las tinieblas estuvieran pasando. De hecho Tony empezaba a recomponerse cuando de pronto Reba, que había cogido la rosa como le pedía, se dio cuenta de que se había pinchado.

Algo iba mal. Muy mal.

La herida de Reba, que era puramente superficial, estaba sangrando como si se hubiera cortado en el cuero cabelludo o en una ceja. Manaba sangre que caía sobre el suelo del camposanto y era absorbida como si la tierra estuviese sedienta. Y en el mismo momento empezaron a crecer zarzas que se enredaban en la pierna de la muchacha. Zarzas que se multiplicaban alrededor del grupo, intentando atraparlos.

Y al igual que Satanás trataba de engañar a Jesús con los espejismos del desierto, aquella oscuridad solo era una argucia que despistó al Chief y utilizó la preocupación que sentía por su compañero para no centrar su atención en la rosa.

Pero Reba sí que se fijó en ella y comenzó una escena surrealista.

- ¡Cuidado! - gritó empujando a Tony, preocupándose antes porque el muchacho reaccionase que por ponerse a salvo lo más rápido posible.

Cliff se había quedado atrapado en esas zarzas que de repente habían salido del suelo y parecía no poder mover los pies.

—¡Maldita sea! —gritaba mientras trataba de mover los pies para liberarse de la presión de las zarzas—. ¿Qué diablos es esto? ¡Tony! ¿Qué pasa Tony?

- Me cago en la putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.- Jadeó Reba con un volumen de voz muy inferior al que habría exigido la escena, casi como si simplemente se hubiese cabreado con un zippo que no se quiere encender diez veces seguidas, peor la expresión desencajada de su rostro indicaba que sabía que no era solo un coche (o incluso su dedo) lo que se encontraba en juego. 

Comenzó a notar un cierto frío que le recordó a una vez que se había cortado con un cuchillo de sierra rebanando unas tostadas. Había gritado al ver la sangre y Emily había venido corriendo desde el dormitorio. Se puso blanca como un folio y tuvo que volver corriendo a tumbarse en la cama para no desmayarse mientras fue la propia Moon quien tenía que ir corriendo al baño a por el botiquín para tratar de detener la hemorragia. No se había hecho tanto daño, pero un escalofrío continuo, que arrancaba en sus tripas y terminaba en sus sienes, amenazaba con dejarla en el suelo. El pinchazo con la rosa le había devuelto esa sensación.

- Diooooos.- Masculló aún más bajo, tratando de no desmayarse.

¡Aquello era demencial! Las zarzas los estaban atrapando y además se oscurecía el cielo. Era como, si de repente, se hubieran visto atrapados en la película de terror barata. Reba fue la única que logró apartarse a tiempo, quizás porque el pinchazo de la rosa le sirvió de advertencia. Pero los demás parecían atrapados en aquellas zarzas salidas de la nada. La mujer se vio separada de los demás y entonces notó una presencia. Miró hacia un el muro, donde se encontraba la salida por la que estuvieron a punto de irse y allí estaba un individuo alto, pálido como la luna llena, que los miraba fijamente. Embutido en un gaban largo de cuero negro de su rostro surgían afilados clavos como si los hubieran injertado a través de su calavera. Reba lo miraba incrédula mientras el tipo sonreía. Parecía disfrutar con cada pinchazo que sus compañeros se llevaban de aquellas zarzas sedientas de sangre.

Porque sus amigos estaban atrapados y notaban como se clavaban las afiladas puas en su cuerpo, rasgando la piel y la carne, trepando por sus piernas amenazando con alcanzar alguna vena principal.

Tony estaba ensimismado y no contestaba así que Cliff empezó a patalear en el suelo para tratar de soltarse de esas zarzas. Poco a poco intentaba avanzar entre el embrollo de vegetación que crecía sin pausa.

—Ahí que alejarse de aquí —dijo conforme trataba de hacerlo.

- ¡Tony! ¡Tony! - Chief notaba como las zarzas se clavaban en sus piernas mientras meneaba al parlanchín del grupo, que tenía la mirada perdida mientras sus pulmones parecían haber dejado de funcionar aplastados por la oscuridad.

Vio de reojo que Reba se había puesto a salvo, dentro de lo posible, y Cliff no parecía afectado por la oscuridad, por lo que centró su atención en quien parecía necesitarle.

PLAS... PLAS

- ¡TONY! - gritó con fuerza mientras arreaba dos sopapos al muchacho, sin contenerse, descargando parte de la tensión en los golpes, esperando que fueran suficiente para que reaccionara.

Miró rápidamente alrededor, buscando ayuda, tratando de encontrar una salida.

Aquello era un cementerio, tenía que haber palas o podadoras o algo que pudieran utilizar para liberarse.

Reba se quedó embobada mirando a aquella extraña criatua que le sonreía bobalicona desde el muro de la entrada. Le recordaba uno de aquellos monjes pálidos que salían en una película británica de terror que había visto con Emily.

- Pero qué coño...-

La cabeza de aquel ser comenzó a agrandarse, como si corriese hacia ella pero dejando su cuerpo atrás, como si fuese un puto globo hinchándose a una velocidad imposible: una luna cancerosa de sonrisa inmisericorde que parecía dispuesta a arrancarle la cabeza de un solo mordisco. Escuchó un pitido de cafetera hirviendo convertido en un grito afeminado y mortal, aquella sobredosis sensorial unida al dolor de las espinas que habían aprovechado su descuido para abrazarla con toda su crueldad y al olor a tierra removida que por siempre le recordaría a cierto entierro al que nunca querría haber asistido, fueron demasiado para ella. Perdió el sentido no sin antes soltar un enigmático '¿Gerald...?' entre sus apretados dientes. Había caído en la inconsciencia dándose de morros con el rostro de su tío, hundido en aquel líquido putrefacto una vez más.

Fuera lo que fuera lo que estaba pasando era peligrosamente real. Reba había caido inconsciente¹ y Tony no parecía reaccionar a los bofetones de Chief quien en su intento de librarse de las zarzas había caído al suelo². Pero en esa posición vio una pala tirada junto a una lápida ¡con eso podría librarse de las zarzas!³ O quizás pudiera hacerlo Cliff, que se había librado momentáneamente. Mientras se alejaba un par de pasos pateando las zarzas veía como Tony parecía en trance, inmolado por la planta de pinchos que crecía a su alrededor abrazándolo⁴.

El sacerdote tampoco quiso perder de vista el misterioso recién llegado. ¿Dónde estaba? Se había ido. ¿Los daría ya por muertos? ¿Por qué había aparecido? ¿Qué relación tenía con la rosa blanca?⁵

Cliff corrió hacia la lápida sobre la que reposaba la pala y la cogió decidido. Con la punta empezó a golpear las zarzas con el objetivo de partirlas y que dejaran de crecer y atrapar a sus compañeros¹. Trataba de hacerse paso entre las zarzas hasta llegar a sus compañeros.

—¡Maldita sea! ¡Salid de ahí! ¡TONY!

Tony estaba completamente ensimismado. Solo buscaba a aquella figura y no atinaba ni a responder a sus compañeros. Las zarzas le subían por las piernas arañando y abriendo su carne pero no hacía ni caso. Era como si no le importase vivir si aquella figura le abandonaba.

De repente volvió en sí y lo siguiente fue el desgarrador grito de dolor cuando notó las punzantes espinas en su cuerpo. El dolor era tal que el bofetón de Chief ni lo sintió.

—¡Ayudadme! —gritó mientras intentaba arrancar las zarzas de sus piernas— ¡Ayudadme, no puedo solo! —repitió mientras veía que la fuerza de sus brazos no era suficiente.

Mientras Tony intentaba zafarse, notó como le flojeó la fuerza en las manos. Y acto seguido en las piernas. Apenas se pudo entender el balbuceo que dijo finalmente, antes de caer inconsciente.