Partida Rol por web

Bajaron las escaleras.

Lo primero que notaron fue la sensación creciente, agobiante, de calor. Luego escucharon con más claridad la música. Blues del Delta del Mississipi. El pasillo en el que desembocaban las escaleras tenía unas paredes de color rojo oscuro en las que, a intervalos, había cuadros de viejas leyendas del blues y jazz. Robert Johnson, por supuesto, ocupaba una de las posiciones con su foto clásica, esa en la que sostiene sonriente y de traje su guitarra.

A medida que se adentraban casi olvidaron lo extraño de la estructura bajo la que se albergaba aquel lugar. Perdida de vista la luz del día —con la inquietante sensación de estar fuera de lugar que eso conlleva— podría pensarse que estaban en un garito nocturno de Nueva Orleans de madrugada. Al llegar a la puerta un individuo enorme negro como la noche, vestido con un traje del mismo color, se limitó a empujar la puerta para dejarles paso sin preguntar ni decir nada. Dudaron un momento antes de entrar en el local.

Y el local estaba en pleno apogeo festivo.

La oscuridad allí era más intensa: luces indirectas ocultaban más que mostraban. El pasillo desde la puerta desembocaba en una gran zona central repleta de gente que conversaba sentada en mesas redondas en las que solían repartirse grupos de tres o cuatro personas. Había decenas de personas de todo aspecto y condición, charlando animadamente. Después de ver lo que había fuera aquello quizás resultaba más inquietante por la aparente normalidad del ambiente. En una barra central circular cuatro camareros de aspecto profesional atendían a un sinfin de parroquianos que se apoyaban para beber su consumición o se la llevaban a una mesa cercana. Tony no pudo dejar de fijarse en que allí había chicas muy guapas y preparadas para pasar una noche de fiesta con las mejores galas. La mayoría de los hombres llevaban trajes. Las ropas eran peculiares: abarcaban un montón de modas que iban desde los trajes más clásicos de los años 20 hasta ropa moderna, pasando por los llamativos colres de los 70.

Se escuchaba una banda tocar en directo en algún punto del fondo, pero desde donde estaban, con la barra por medio no alcanzaban a verla. En la zona de los baños, a la derecha, la gente entraba y salía de forma continua, muchos frontándose la nariz sin disimulo alguno. Había incluso una zona de billar al lado contrario del local.

Todo tan normal que llegaba a resultaba aterrador.

Tony repasó el lugar desde la entrada, entrecerrando los ojos, como quien no termina de creerse lo que ve.

—¿Estás de coña? —dijo sin dirigirse a nadie en concreto, preguntando al aire— No, en serio, ¿estás de coña?

¿Dónde estaba la orgía y los sacrificios humanos? Estaba totalmente convencido de que el club estaría repleto de barbaridades. Pero allí no había nada raro. Vaya, si le llegan a soltar allí sin ver la entrada, probablemente Tony hubiese jurado que había estado en ese club antes.

—Un momento, ¿y si esto es otra ilusión como lo de arriba? —preguntó a sus compañeros sin dejar de mirar la escena de forma general, pero el barullo, y las melenas rubias, para qué engañarnos, le despistaban demasiado— ¿Qué estamos buscando?

Chief no podía evitar sentir temor en su corazón, temor a lo desconocido, a que aquel pasillo les llevara a una condena eterna, a que no pudiera volver a cuidar de su congregación. Temor a fallar al Señor.

Apenas se fijó en los cuadros, salvo cuando Johnson le sonrió desde detrás del cristal y tuvo que contenerse para no tocar la foto.

Y entonces aquel guardián les abrió las puertas y se sintió como un joven de pueblo llegando New York por primera vez,  golpeado por el ruido de la gente y destacando en aquella masa tan dispar que llegaba a convertir la diversidad en normalidad.

- ¿La banda? - sugirió ante la atónita pregunta de Tony. - O alguien que conociera a Johnson o a la Hermandad...

Tony miraba alrededor confundido. Aquello no era, ni de lejos, lo que se esperaba. Escuchaba lo que Chief le decía pero él miraba los baños. En cualquier garito del mundo los baños eran el lugar donde tenían lugar las situaciones más extrañas, los trapicheos, los consumos, las conversaciones al borde del abismo. Miró hacia ese punto y se dio cuenta entonces de que había una figura que se le hacía familiar, que entraba en ellos. Sintió un escalofrío. Era el hombre negro de sus visiones. El tipo que había visto tantas veces en su vida, acechando desde las sombras, y que en el cementerio parecía haberle intentado advertir de algo. Se acababa de meter en uno de los baños.

Pero aunque Tony no lo sabía otra figura los observaba desde una mesa mientras jugueteaba con un mechero plateado que giraba en sus dedos y encendía cada cierto tiempo.

—No deberían estar aquí.— susurró esa figura a quienes le acompañaban. Y los que le acompañaban asintieron con una sonrisa maliciosa.

Ajenos a esa presencia que los había señalado Cliff iba hacía la barra. La cabeza le daba vueltas. La música que estaban tocando... tarareaba la melodía adelantándose un compás a toda la partitura. La tocaban bien pero él la conocía mejor que nadie. Sintió un súbito mareo y tuvo que apoyarse en la barra para no caer.

Chief se acercó a Cliff para ver si estaba bien y, de paso, intentaba vislumbrar a la banda que tocaba el tema ocultos tras la enorme barra sin conseguirlo. Tony, un par de paso por detrás de ellos, seguía mirando los baños. Entonces también se fijó en una chica que estaba apoyada en la barra y que le sonreía. La conocía. Era Catherine. Rubia, alta, guapa, con ese vestido negro de lentejuelas que quitaba el hipo. Preciosa como siempre. Pero Catherine estaba muerta. Él había tenido que ir a la morgue a identificarla. Sobredosis en la época más loca de su vida, cuando pensaba que era mejor vivir a tope que sucumbir de nuevo a la locura y al encierro. Y ahora la chica muerta de la sala de autopsias se llevaba un pitillo a la boca como la primera vez que la había conocido, esperando sin duda a que él le diera fuego.

—¿Quiénes tocan hoy? —preguntó al camarero que se movía tras la barra. Cliff entrecerraba los ojos, como si le costara mantenerlos abiertos. En cualquier otra ocasión la causa habría sido evidente: alcohol. Pero esta vez no era así.

Se agarró al brazo de Chief y lo miró a los ojos. Pero la mirada de Cliff estaba perdida y el sacerdote no podía fijarla con facilidad.

—Si tuviera una guitarra podría tocar esta canción sin dudar un instante. Y la siguiente también.

Se agarró la cabeza y apretó los ojos.

—Ahh, ponme un puto whisky —le dijo al camarero cuando estaba a punto de responder a su pregunta.

Chief asentía levemente ante las palabras de Cliff, como quien da la razón a un amigo borracho cuando grita por qué el mundo está en su contra mientras es llevado a casa casi en brazos para que no acabe durmiendo en una cuneta.

- Es este sitio... - le dijo suvamente. - No es para nosotros.

Sigió la mirada de Tony, a los aseos y a la mujer, esperando que no quisiera ponerse a ligar en ese sitio y volvió a centrar la atención en Cliff.

- No sabemso cuál es la forma de pago aquí. - le avisó, temeroso de que en un sitio como ese la moneda de curso no fuese material.

Tony miraba con sorpresa a Catherine, como, literalmente, si viera un fantasma.

—Ca... ¿Catherine? —acertó a decir mientras la miraba con los ojos muy abiertos.

Durante un breve instante, parece que se había olvidado de todo lo demás. Esa mujer no debería estar allí... ¿O era él el que no debía estar allí?

—No, no... —susurraba mientras se apartaba de la barra— No, no, joder... Tú estás muerta. ¡Estás muerta! —gritó mientras se separaba— Tíos estamos en el puto infierno, ¡está muerta! —chilló a sus compañeros mientras empezaba a girar sobre sí, intentando ver algo normal a lo que agarrarse pero todo le parecía tenebroso y oscuro ahora.

El camarero se acercó a Cliff rápidamente para servirle lo pedido. Lo miraba serio, con unos ojos abiertos que no parecían parpadear, mientras llenaba el vaso:

—Si sigue bebiendo así señor no creo que vaya a tocar nadie. De hecho espero que sea capaz de cumplir lo que dice... su guitarra está en el escenario.

Se volvió hacia Chief negando con la cabeza. Seguía sin parpadear, lo cual era ciertamente inquietante.

—No debería dejarle beber de esta manera. Sólo soy el camarero pero los jefes se van a enfadar si no toca hoy.

Hablaba con la firmeza de quien conoce bien a su interlocutor pero antes de que Chief pudiera replicarle ya se había dado la vuelta para tomar otra botella de la estantería de detrás con la que servir a un grupo de jóvenes que armaban barullo en la zona donde la barra comenzaba su giro. Chief los miró. Uno de los jóvenes tenía la camiseta abierta y podía verse la costura de su autopsia claramente mientras se reía y daba palmadas en los hombros de otro de sus colegas, que parecía tan derrumbado sobre la barra como el propio Cliff.

Está muerta.

Las palabras de Tony resonaron en su cabeza. Entonces fue cuando se dio cuenta de que su otro amigo estaba perdiendo la calma por completo.

Tony era incapaz de reaccionar. Miraba como Catherine se apartaba de la barra y se aproximaba hacia él caminando con firmeza. La gente parecía apartarse a su alrededor, como se apartan las olas ante el paso de un buque.

—Muerta...

Tony pensó que estaba repitiendo su advertencia a Chief pero entonces se dio cuenta de que era ella quien hablaba:

—Muerta y fría cariño. Como tú. Nunca tuviste nada en ese corazón.

había llegado a su lado y ahora apoyaba un dedo frío en su pecho mientras aproximaba su rostro al de Tony. El muchacho se dio cuenta de que no respiraba.

—Nunca sentiste nada por nadie que no fueras tú ¿verdad cariño? Jugaste conmigo como con tantas otras. Me mentiste. Me enseñaste placeres prohibidos y luego te fuiste como si nada hubiera pasado. Me dejaste sola y vacía. Como todos los que quedaban a tu paso. ¿Te planteaste siquiera que mi sobredosis fuera negligencia por querer seguir viviendo sin tu calor? Ahora hace frío cariño... estamos todos muy fríos...

Sus labios se acercaron hasta presionar los de Tony. Sintió el frío. Y entonces notó los gusanos que se deslizaban en su propia boca. Fue en ese momento que pudo reaccionar abriendo mucho los ojos. La chica lo abrazaba con sus manos muertas y él sentía como el calor se escapaba de su cuerpo.

Cliff cogió el vaso de whisky y lo apuró de un trago. Miró a Chief con esos ojos desenfocados y se dirigió al escenario donde el camarero había dicho que estaría la guitarra y se la colgó. Desde el escenario se podía ver el resto del local pero Cliff solo veía sombras difusas, como si sus ojos no enfocaran bien o tuvieran un millar de dioptrías. Observó un instante el instrumento preciosamente decorado con una tapa de color marrón flameado.

Levantó la vista para volver a mirar al local¹, pero el instrumento le llamaba. Todavía mirando al local el instrumento sonó sin que Cliff aún hubiera puesto las manos sobre las cuerdas. Un par de acordes que auguraban la canción que iba a sonar a continuación.

Chief se quedó mirando al camarero cuando, con un par de frases, había integrado a Cliff en aquel club y había indicado lo que parecía que era el pago de su compañero. Tocar en aquel antro.

No había puesto aún la mano sobre su hombro para tratar de hacer entrar en razón y que no se la jugara en ese escenario cuando vio que Tony estaba empezando a perder el control de la situación ante aquella mujer.

Cada uno de ellos parecía estar siendo puesto a prueba allí y su penitencia debía ser el estrés de ser el único mantiendo la cordura y teniendo que velar por los demás.

- ¡Tony! - gritó cuando vio que aquello no era un simple beso. - ¡Ya basta!

Esperaba que el mero hecho de acercarse fuese suficiente para que aquella dama cejara en sus intenciones, no quería tener que tratrar de realizar una expulsión en aquel lugar.

Tony se deshizo de la mujer de un empujón y escupió los gusanos al suelo. Desde el momento en que vio a Catherine, no lograba quitarse el asombro de encima, y ver como aquellos gusanos salían de su boca no lo mejoró.

—¿Qué es esto? —le preguntó intentando recomponerse y mantener las distancias con la mujer— Y no se te ocurra volver a acercarte —añadió con tono amenazador y levantando ligeramente las manos para estar preparado. No había pegado nunca a una mujer, pero estaba claro que aquello se salía de la norma.

Se le notaba la angustia desde fuera. Podía ser, de hecho, la primera vez que se le viera angustiado junto a una mujer que no fuese su madre.

Cliff rodeó la barra para ver, por fin, el escenario. Era una tarima al fondo del local donde contra una silla desvencijada se apoyaba una guitarra. La reconoció al instante. La había visto miles de veces en las manos de Robert Johnson, en la foto mítica. La misma guitarra. Como la de la pensión. Pero allí lucía totalmente nueva, restaurada. No. No estaba restaurada. Estaba tal cual Robert la había tocado por última vez. Cliff lo sabía.

El empujón de Tony hizo que la mujer trastabillase sorprendida.

—¿Se puede saber que coño te pasa? ¿Me vas a volver a dejar tirada?

Algunos de los presentes se volvieron hacia la pareja que discutía. A nadie parecía importarle que la piel de la muchacha se hubiera agrietado y que los insectos saliesen por los orificios de su cara. Tony estaba pálido, no menos que Chief, quien se había adelantado para interponerse entre la mujer muerta y él.

Se escuchó el ruido de un micro acoplando. ¿Dónde estaba Cliff?

Cliff estaba en el escenario, sentado con la guitarra en su regazo. Intentaba ubicarse, ver que sucedía a su alrededor. Ahora varias personas se habían vuelto hacia él. No le sorprendió ver que la gente del local estaba más pálida de lo habitual. Es lo que tienen los muertos. Intentan aferrarse a sus recuerdos de vida de forma desesperada, comportarse como si no pasara nada con la esperanza quizás de que la propia muerte se olvide de venir a por ellos. Ahora que estaba allí encima sólo le quedaba la opción de tocar para intentar mantener a la muerte a distancia un rato más.

En el fondo del local la figura sentada en la mesa lanzó una maldición. Uno de sus acompañantes le dijo en tono malicioso:

—Demasiado pronto para ti, muy tarde para ellos ¿eh?

Se levantó de la mesa cogiendo su chaqueta. En ese momento su mirada se cruzó con la de Cliff. Sonny 'Ace' mantuvo esa mirada un momento antes de decirles a sus acompañantes:

—Esto aún no ha acabado.

Y se levantó para ir en dirección a la puerta.

Cliff quiso seguirle pero se dio cuenta de que el público no le dejaría bajar sin interpretar al menos un tema. Eran las normas. Y nadie rompe las normas de un Club Infernal sin sufrir consecuencias. Él lo sabía mejor que nadie.

El primer acorde comenzó a vibrar en el local. Parecía dirigido a Ace, como si pretendiera detenerlo con el poder de la guitarra. Pero tras ese acorde vinieron muchos más. Los dedos eran guiados por el mástil de la guitarra totalmente desconectados del cerebro de Cliff, que permanecía sentado en la silla con la mirada clavada en ese tipo negro que intentaba irse del local.

—Malnacido —trató de decir Cliff pero lo que salió de su boca fueron las primeras estrofas de la canción que estaba tocando.

Lo único que Cliff podía hacer era continuar tocando y ver como aquel tipo que les había metido en esa búsqueda se volvía a esfumar entre sus dedos.

Con la visión de Catherine agrietándose, Tony estaba cerca de encontrar su límite en aquel lugar. Con lo tranquilo que parecía al entrar. Intentando mirar a otro lado para no seguir viendo los bichos moverse por su piel se dio cuenta de que, en efecto, estaban dando la nota. Tocaba intentar disimular. Y, joder, toda su vida era disimular, no podía ser tan difícil, ¿no?

—¿Sabes? Es que senté la cabeza, no es por ti —dijo encogiendo los hombros— ¿Quién lo iba a decir, eh? Tony siendo fiel a una mujer. No le fue fácil...

Tony seguía con su cháchara intentando que la situación volviera a "no llamar tanto la atención" cuando escuchó la voz de Cliff por el altavoz.

—... y bueno, ya sab... —Tony se calló de repente y se giró hacia el escenario para ver a su compañero jaleado por el público— ¿Ese es Cliff? —preguntó tirando de la manga a Chief— ¿Qué hace ahí? —añadió casi más asustado que antes.

Chief colocó la mano suavemente sobre el hombro de Tony, sin decir nada más al ver que el muchacho volvía a tranquilizarse.

Cuando el chico se detuvo y le señaló hacia el escenario, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no soltar la primera maldición en varios años.

- Yo me encargo... - le dijo con voz calmada mientras le daba un par de palmaditas suaves y comenzaba a acercarse con paso cansado al escenario.

Chief se intentó abrir paso entre la gente hacia Cliff, pero parecía que en la parte delantera la gente estaba muy apretada y no tenían pensado dejar a los que estaban detrás. Cuando intentó colarse entre dos individuos uno de ellos, de malas maneras, lanzó un golpe con su homóplato que casi termina con el predicador en el suelo. Alguien entonces lo empujó hacia un lado y, antes de que pudiera darse cuenta, el pobre hombre estaba recibiendo empujones y golpes a mala fe de la gente que rodeaba el escenario¹.

Tony solo podía mirar a Catherine. Los insectos habían desaparecido como por arte de magia, lo cual facilitaba su intento de camelar a la chica de nuevo. Es muy difícil seducir a alguien que tiene un ciempiés corriendo por encima de sus ojos abiertos².

Cliff parecía ajeno a todo. Tocaba. Sus dedos recorrían el mastil de arriba a abajo tocando una de las melodías perdidas de Robert Johnson. Y mientras tocaba se dejaba llevar por recuerdos que creía perdidos, sabiendo que habría sido mejor mantenerlos así: perdidos.

***

Había bebido de más. Estaba algo mareado.

—Eh, es hora de tocar... ¿estás seguro de que puedes hacerlo?

Asintió sin mirarse al espejo. No quería pensar en lo que iba a hacer. Pensar podría ponerle nervioso y los nervios llamarían una atención indebida. Se secó la cara con la sucia toalla y se asomó. El garito estaba lleno de gente de color, como era lógico, pero había tres tipos blancos repartidos entre el público. Oyó a su compañero preguntar:

—No jodas.... ¿qué pintan esos paliduchos aquí?

No contestó. A veces venían universitarios de la capital que buscaban un poco de música de verdad. Pocos se atrevían a entrar en un local como éste y esos tipos eran demasiado mayores y brutos como para haber estudiado nada. Tragó saliva. Por primera vez en su vida deseó que fueran simples alborotadores.

Mejor no pensar. La armónica sonó a su derecha y supo que era tarde para bajarse de la actuación.

***

¿Cuándo había sucedido eso? ¿Le había sucedido a él? Los pensamientos de Cliff eran confusos. La armónica se fundía ahora en sus oídos mientras seguía tocando. Era una de las piezas perdidas de Robert Johnson, acompañada a la armónica por Willy 'Cuatro ojos' Brown. Un tema que no se llegó a grabar pero que algunos bluesman habían logrado reproducir por haberlo escuchado alguien en algún sitio. Probablemente un tema falso. Pero ahora mismo Cliff lo tocaba como lo habría tocado Robert Johnson. Se dio cuenta entonces de que alguien tocaba la armónica a su derecha. Miró de reojo y vio a Willy Brown como poseído, bailando mientras sus labios se deslizaban por la armónica a una velocidad endiablada. Luego vio como la muchedumbre empujaba a Chief como quien pasa una pelota mientras se juega. Los que no estaban entretenidos con el predicador bailaban conectados con su música. ¿Qué podría pasar si paraba? Aquella gente estaba entregada como lo solían estar cuando Robert Johnson ejecutaba su magia. Clff pudo comprenderlo ahora: la música no es más que una suerte de conjuro moderno, una manera de controlar el hoodoo con melodías. Los hombres blancos, incluso la gente de color actual, habían olvidado las raíces sobre las que se sostenía el blues. Había quien decía que era una evolución de los cánticos de sufrimiento de los primeros esclavos traídos a América. Tonterías. La base era la magia. El hoodoo. El juego más peligroso de la existencia³...

Los ojos de Cliff estaban en blanco. Desde su posición Chief lo pudo ver claramente. El hombre estaba en trance y hacía sonar la guitarra guiado por alguna suerte de fuerza mística. Pero la mirada de Cliff se cruzó por un instante con la de Chief y luego con la de Tony aunque éste estaba más a otra cosa. Y esta mirada de repente se tornó cuerda. Un nuevo rasgueo de la guitarra hizo que unos focos que antes no estaban ahí iluminaran al público.

Cliff se levantó de la silla y se desplazó al lado contrario del escenario. Se apoyó sobre uno de los bafles y desde allí empezó a deslizar los dedos rápidamente y con agilidad sobre el mástil de la guitarra. Era una melodía que atrapaba al público, uno de esos modos griegos que transmitía cierta oscuridad y tensión... mucha tensión. El público se agolpaba en ese lado del escenario donde Cliff tocaba frenéticamente dejando más libertado de movimiento en el otro lado, donde Chief y Tony trataban de moverse.

El solo acabó con un bending altísimo que hizo que algunos focos aumentaran su potencia conforme Cliff movía la guitarra hacia ellos manteniendo la afinación de la nota. Al final, todos los focos apuntaron a una posición, donde aquel hombre negro que conocían como Sonny "Ace" se perdía a través de la puerta.

Era como si el entorno respondiese a la melodía de Cliff. No sólo la gente. La sala, el ambiente, las luces, todo... como si de pronto el lugar se plegase a la melodía arrancada por el artista a la guitarra. Como un flautista de hamelín místico Cliff dirigía la atención de mayor parte del público hacia ellos. Incluso Sonny, que estaba a punto de salir del local, se volvió un momento sorprendido por el hechizo de la guitarra. Fue en ese momento que Tony se dio cuenta de su presencia, al ver que los focos iluminaban a Ace como al invitado estrella de un programa de televisión. Sorprendido por la súbita iluminación Sony se delizó a gran velocidad por la puerta de salida.

Chief, mientras tanto, sintió un momento de alivio. El embrujo de la guitarra le había quitado de encima parte de la presión¹.

Por un instante, Chief supo lo que tuvo que sentir el pueblo de Israel cuando, a punto de ser alcanzados por el ejercito del Faraón, fueron testigos del milagro de la separación de las aguas.

Y es que Cliff, cual Moisés instrumental, había creado un paso franco para que pudiera encontrar un respiro y salir hacia la calma.

Se sentó en la primera silla libre que vio, tratando de hacer de ese metro cuadrado su oasis en el desierto, donde recuperar la respiración antes de continuar con su travesía.

- Es bueno para ser su primera noche... - dijo aquella voz que llevaba años sin escuchar y se dio cuenta que no había comprobado si había alguien más ocupando aquella mesita.

Chief levantó poco a poco la vista y vio su mano agrietada por el sol y la salitre sujetando una copa.

- Cuesta cambiar los viejos gustos...

Era bourbon, por supuesto, lo que le gustaba tomar después de llegar a casa tras cerrar los garitos y buscar la excusa más peregrina para pagar su rabia con él y con su hermano.