Partida Rol por web

Un escalofrío recorrió mis ya no tan jóvenes huesos, subiendo desde los dedos de los pies hasta la nuca. Poco a poco me giré hacia el lugar del que parecía provenir el sonido, con todo mi cuerpo, rígido.

Aquel crujido significaba que alguien -o, peor aún, algo- acechaba a nuestro alrededor (y quién sabe si sería el ladrón de tumbas, por el estado de las mismas), pero no pude apenas discernir nada aparte de ramas y follaje en la oscuridad de la noche.

El muchacho dirigió su mirada repentinamente en quanto escuchó los primeros pasos hasta donde provenían, atento cual animal salvaje. No se detuvo, pues bajo la oscuridad poco podría descubrir, et decidió fazer de aquesta la suya aliada como en otras tantas ocasiones. Se echó la capucha sobre su cabeza et alejó del grupo como una sombra. Si tuviera el grupo que ser sorprendido, sería él quien daría la última palabra a quien se acercara. 

Quando halló una sombra en la que envolverse, llevó su mano entonces al bracamante.

Mirásteis hacia atrás cual liebre sorprendida, pero la oscuridad parecía envolverlo todo. Allí no había nada, ¡ni nadie! Estaba claro que algo había hecho crujir la hojarasca y ramas del camposanto, pero parecía poco probable que un cadáver levantárase del suelo. ¿Habría alguien más allí? Fue entonces que algo se escuchó otra vez, pero ahora delante de vosotros. Volvísteis a giraros hacia donde un principio mirábais y vísteis algo aterrador:

Una figura estaba delante de vosotros, en pie. Era corpórea, alejada de cualquier tentativa de pensar en fantasmas y miedos similares, empero que su piel era oscura, áspera, arrugada, y poseía garras y dientes cual fiera nocturna. Pelo negro, lacio y grasientos, senos de mujer apenas cubiertos por prendas desgastadas y ojos blanquecinos y brillantes, cual endemoniado pudiera ser... El miedo que os provocó fue terrorífico.

Resumen turno 1

El joven Zorro hallábase ya tras de una lápida muy cerca de sus compañeros, pues había echádose la capucha por encima y la capa sobre sí y se había agachado en medio de la noche. Quedan entonces Lope y Álvar, et a la vuelta aquella figura que los devoraba al parecer con siniestra mirada. Sin dilación alguna, y sin tiempo siquiera para pensar qué era aquello o qué hacía allí en mitad de la noche, Lope cargó su hacha contra aquel ente. Su hacha de armas bailó sobre las tumbas, impactando dos rápidos ataques sobre el vientre de aquel ser:

Daño1: 12 (sin armadura): 12 puntos de daño.
Daño2: 9 (sin armadura): 9 puntos de daño. --> la criatura ha muerto.

Los ojos de aquella bestia con forma de mujer humana se abrieron y brillaron profundamente. Su vientre fue abierto por dos enormes tajazos procedentes del hacha de Lope, et que de el salieron vísceras, tripas, humores y sangre muy oscura, todo teñido como de negro et corrosión, tal que si fuera todo por dentro pútrido... En cuestión de segundos, justo cuando Lope apartó su hacha tras el ataque, la figura cayó de rodillas y luego hacia atrás, yaciendo finalmente en el suelo.

Álvar no tuvo tiempo siquiera de disparar la flecha que acababa de tensar en el arco.

Suspiré al destensar la cuerda del arco. Las manos me temblaban, y la flecha hizo un sonido sordo al golpear con la piedra del suelo cuando cayó de entre mis dedos. No daba crédito a lo que acababa de ocurrir. En mi vasta experiencia viajando y viendo mundo, jamás me había encontrado con nada parecido.

-¡Santo Dios Todopoderoso! ¿Qué... qué demonios...? -demonios era quizá la palabra más adecuada.

El olor a podredumbre que emanaban las entrañas esparcidas por el suelo del camposanto (quizá ya no tan "santo", mancillado con aquella escoria) me revolvió el estómago. Crucé mi mirada con la de Lope y asentí, dando a entender mi aprobación y mi enhorabuena. A aquel cabrón ni le había temblado el pulso... Dos hachazos le bastaron, y ni parecía haberse inmutado.

-Es... Era... ¡Un demonio, maldición! ¿Qué está pasando en aqueste pueblo? ¿Et cómo ha podido morir tan ... rápido? Non soy experto teólogo, ni mucho menos, mas pensaba que las armas de los omnes non podían detener el mal de Satanás...

Tras observar el cadáver y advertir que se trataba de una mujer, añadí:

-¿Pudiere ser que aquesta mujer fuese la que estuviere enterrada en la tumba removida que vimos antes, et que algún oscuro... hechizo, haya devuéltola a la vida, directamente desde el infierno? -repensé mis palabras justo al acabar: estábamos hablando de traer de vuelta a la vida a quien ya la perdió una vez-. O quizá non fuere más que un demonio necrófago... Que aliméntase de la muerta carne, et por eso andaba por aqueste santo lugar.

El rostro del muchacho asomó por encima de la lápida como un gato al que fuera a cazar su ratón, pero los gritos bravos de Lope anunciaron el fin de lo se hubiera acercado, bandidos, mercenario, cualquier cosa podría ser , pero...¿una mujer? y más sobretodo, ¿una mujer muerta?

Salió de las sombras cuando yaciera ésta ya en los suelos santos y se acercó para contemplar más de cerca el cadaver. - Parece...estar muerta ya antes de que le dierais muerte. La hostia, Lope! ¡¿que habeis matao un muerto!? ¡¿Que lo que decían de brujería en el pueblo va a ser verdad?! - Volvió a echar un ojo al muerto y lo pateó despreciando su existencia.

- Por los clavos de Cristo...que esto se está yendo de las manos. ¿de dónde ha venio esta cosa?...! - Examinó entonces el lugar, reconociendo algunos lugares de su anterior visita al cementerio, comprobó que la tierra movida no hubiera sido abierta de nuevo, pero de tal modo, buscó otros lugares que pudieran haber con nueva tierra removida. - De algún lugar habrá tenio que salir esa puta! Como encontremos otro pozo de tierra fresca me voy a cagar en sus muertos.

Non era de mi gusto matar mujeres pero era la única alternativa de defendernos de aquella mujer. Tampoco en esta ocasión me había temblado el pulso… Hasta que vi lo que nos había atacado. Entonces si empecé a temblar.

- ¿Qué era esto? Porque de una muyer non se trataba. – Pregunté con gesto serio. – Ciertamente aquí suceden más cosas que un simple sitio hecho por unos cuantos mercenarios.

Me senté en una de las lápidas y limpié el hacha que había usado para dar muerte a aquel ser. - ¿Alguna vez habíais visto algo parecido?

-Jamás, Lope, jamás -contesté-, et espero non volver a facerlo.

Preparé mi arco, no me sentía cómodo sin armar en aquel lugar tras lo que acababa de suceder.

-Et bien, ¿volvemos al castillo? ¿O deberíamos seguir investigando por aquí? Debéis estar preparados para volver a combatir de ser necesario, si queremos llegar al fondo de lo que en aqueste cementerio sucede -mi mirada se dirigió a Zorro-. Non sabemos qué infiernos puede estar suscediendo aquí, pero si algo está claro es que non se trata de algo natural.

El joven zorro pateó el cadáver. Era muerto, muy muerto, fuera hombre, mujer, o demonio (cual sino, en las más terribles calamidades, todo al mesmo tiempo). Et que Lope túvose que recoponer un instante sentándose en una pequeña lápida, la cual al momento casi cede (pues todas era pequeñitas o sólo provistas de una ínfima cruz). Anonadádos quedásteis, y Zorro advirtió que ninguna otra fosa (en lo que pudiera percibir en medio de la noche allí y en ese momento) estaba abierta. Tampoco cualesquier otra anomalía más que la que teníais delante y ya no respiraba... Et que en habiendo matado a ese ser, que los mercenarios afincados ilegítimamente en Piedralejo fueran un mal menor.

Tras recapacitar unos instantes, volvísteis al castillo. Demasiadas impresiones en el día de hoy.

Nada más llegar, un exhaustivo control por parte de los pocos soldados del barón os fue impuesto, preguntándoos nada más dejar pasar las nuevas. Sin embargo, no hablásteis hasta estar en persona con don Diego. Su hijo estaba en la cama (con guardias protegiéndole constantemente) y de momento sólo le contásteis la presencia de los mercenarios en la taberna-posada, así como su desconocimiento del horrible crimen de su esposa. Tras ello el Barón os dió las gracias secamente y os dejó ir a descansar a vuestra alcoba*.

No dije palabra alguna desde que volvimos del camposanto. Ciertamente que me había impresionado la figura con la que combatí allí.

Volví a mis aposentos con la cabeza gacha y dandole vueltas a aquella imagen. - Yo me vuelvo a la taberna. Ahora si que necesito un trago de buen vino. - Y sin esperar respuesta salgo de la estancia rumbo a la taberna.

Inquieto se mostraba el muchacho en la propia alcoba, sin dejar de pensar en lo ocurrido -Esa mujer estaba ya muerta. Esos ojos estaban muertos....- negó en paranoia- Aquí va a haber brujería y van a tener razón, ¡que esa mujer estaba muerta! .......había una casa más alejada que el resto ¿por qué no vamos a ver allí? Que las brujas se  dice que siempre viven apartadas de la gente cristiana y de bien.

Hablaba el mozo mientras volvía a coger sus cosas y acompañaba a Lope instandole a ir a la casa apartada.

-Vayamos pues -dije con desgana. Era ya tarde en la noche, y necesitábamos descansar para el día siguiente. Y, además, no me gustaba caminar al amparo de la noche. Quizá fueran mis malas experiencias en el pasado con bandidos de los caminos, o quizá fuera la mujer muerta que Lope acababa de matar (maldita sea, es que no podía creer que algún día ese pensamiento pasara por mi cabeza...).

No era yo nadie para contradecir a mis compañeros, y no podría dormir con ellos (presumiblemente) en peligro. Sin embargo, me aseguraría de que Lope nos acompañara a la casa apartada antes de que que pasara por la taberna. Necesitábamos su fuerza de nuevo en caso de que algo saliese mal... Sobre todo si había brujas allí como decía Zorro (en efecto... después del encontronazo con la muerta en el Camposanto, ya cualquier posibilidad que hacía un par de horas me pareciera absurda se tornaba cada vez más factible).

Salísteis del castillo, y en cruzando el patio de armas los pocos soldados que guardaban el portón os miraron. Se extrañaron que volviérais a salir, ya casi más cerca el amanecer que la medianoche, empero que diciéndoles que era por investigar, no dudaron en dejaros salir (no con pocas advertencias de cuidado).

Una vez bajando el camino del castillo, veíais un Piedralejo más tranquilo, apenas sin luces de antorchas y velas. Fuera muerta la esposa del Barón, los aldeanos se enterarían al día siguiente, cuando estuvieran de nuevo por las calles o en sus faenas. Nada más entrar en el pueblo, Lope, avistando desde la distancia, comprobó que la taberna ya estaba cerrada. Aquellos maleantes también habían de dormir, y se habrían ido al campamento donde estaban instalados.

-Venga, vamos. Hemos de ir a aquella casa et volver al castillo antes del alba -apremié a mis compañeros frente a la taberna, al descubrir, sin sorpresa, que estaba cerrada a aquellas horas intempestivas. Estaba nervioso, nada en aquel pueblo me daba buena espina después del horror del camposanto.

Volvime a Alvar y quédeme unos momentos mirándole con gesto contrariado. Parecía que me había de quedar sin el trago.

- En fin, vayamos pues a ver que nos ha de enseñar el destino en aquella casa que, sin duda, parecemos obligados a visitar.