Partida Rol por web

Una vez que firmaron sus respectivos contratos, todos se subieron a bordo de la nave que usaba la banda para su gira promocional. La habían construído con la forma de la mascota oficial de la banda, y la habían dotado de una inteligencia artificial acorde al personaje.

-Tiburón Estelar los saluda -les dijo con una voz ozca, pero amistosa- Tiburón Estelar los lleva por el oscuro océano del universo.

Y así partieron rumbo a Kalo-Mahoi, una de las lunas de Bretheda. La banda participaría en un concierto de otro artista. 
 

Y allí estaba, el pequeño Chiv-chiv. Un skittermander que la banda encontró de polizón en la nave y decidió quedárselo, ya que creían que era de buena suerte. Chiv-chiv no hablaba bien la lengua común, pero como todos entendían vesk, no se molestaba en intentar traducir.

-Tranquila, pronto estarás totalmente recuperada -le decía a una extraña caja, decorada con símbolos místicos, que llevaba con él a todas partes.
 

Starsoldier, guitarrista y cantante principal del grupo, se desempeñaba como capitán. No parecía hacerlo muy bien, pero la eficiencia del resto del grupo hacía que no se notara.

-¿Todo en orden? -interrogaba a cada uno de los tripulantes cada vez que pasaba por su puesto- ¡Excelente! -respondía al no obtener ninguna respuesta, más allá de un pulgar arriba.
 

Starbreeder, el tecladista de la banda, se sentaba en el panel de control. Allí escaneaba el frío espacio con los sensores de la nave.

-Ninguna novedad por ahora -dijo en un tono extrañamente triste- Esto no puede ser. El cambio es algo bueno en sí mismo. Algo tiene que cambiar pronto. Si no, me volveré loco.
 

-Pues es eso tienes razón -respondió el percusionista- Estar sentado frente al mando del lázer de proa y no tener nada a qué dispararle hará que me duerma pronto.

El músico no se preocupaba demasiado, ya que, en la torreta, Karzar se mantenía vigilante. Eso sumado a las habilidades de Twaku para pilotear la nave, y CID-2 en la sala de máquinas, asegurandose de que el vehículo permaneciera en una pieza, les tenía asegurado un viaje tranquilo. O eso pensaban.
 

CID-2 estaba en la sala de máquinas sentado en una silla, reclinado y con los pies sobre la mesa. En sus manos sostenía un libro de ficción de un autor de moda de Absalom. El público objetivo del libro eran jóvenes y adolescentes, pero CID-2 no parecía importarle y leía con avidez.

Sin dejar de mirar el libro, CID-2 estiró la mano hasta el comunicador e informó: - Todos los sistemas en verde. Los motores susurran como amantes bajo la luz de la luna -

Y tras una pausa, aclaró: - Es decir que se oyen bien, capitán -

Para el Androide, la poesía era fascinante.

Twaku jugaba con unos muñecajos que había "conseguido" durante el reciclado de una nave a la deriva. Suponía que eran de algún niño que murió por alguna enfermedad espacial, pero nunca había conseguido saber qué había pasado realmente. Jugar con ellos, decía, mantenía el espíritu del niño feliz. 

Había que reconocer que, en otras ocasiones, cuando alguien le hacía una visita, el Ysoki podía despistarse un poco y divagar en largas conversaciones. Era un charlatán y un bromista, y le encantaba que le hicieran compañía. Aun así, era muy serio con su trabajo, y no perdía de vista las pantallas de astronavegación. Si bien era cierto que, en momentos como aquel, el piloto automático podía hacer todo el trabajo, no podías dejar a las máquinas sin vigilancia porque causaban grandes problemas.

No era un gran amante de la música humana, y no entendía cómo podía tener aquel grupo tanto éxito, pero tenían créditos y eso era suficiente como para pagar sus servicios. Él no hacía preguntas, y ellos no le preguntaban a él. Se había ofrecido como un gran piloto, que lo era, pero lo cierto era que una misión de perfil bajo, como aquella, le venía bien para pasar desapercibido y no llamar demasiado la atención. Ya que Twaku era buscado en algunos planetas, por haber realizado misiones un tanto fuera de la ley. Y es que, al fin y al cabo, ¿Qué era la ley sino un conjunto de normas impuestas por aquellos señores que acaparaban todo el poder? Se creían con derecho a monopolizar la violencia y eso daba más problemas que ventajas. O al menos así pensaba el ratoide. 

Karzar pasaba gran parte de su tiempo libre en los mandos de la torrera. No es que fuera el mejor interpretando todas esas barras, números y gráficos, pero la silla era extremadamente cómoda y nadie tendía a molestarlo. Utilizando su unidad personal de comunicaciones, este jugaba a algún juego o leía las últimas noticias sobre el desarrollo de nuevas armas. Aunque no se había mostrado muy hablador, siempre había permanecido cortés en las conversaciones. Era fácil confiar demasiado en uno mismo, especialmente cuando le sacabas una cabeza a cualquiera que no fuera de tu especie, pero la edad ya le había enseñado que una mano rápida era más peligrosa que todo el músculo del universo.

En algún que otro momento había paseado por la nave, ya fuera para ir a buscar comida, al baño o a su habitación. Durante esos viajes había conocido el resto de la tripulación fruto de su pequeña, pero insistente, curiosidad. Parecían buena gente, había un Ysoki el cual no era como se había esperado. Siempre le habían dicho los de su raza que eran manipuladores y cobardes, pero ese tal Twaku le había causado una buena impresión, incluso le había hecho reír unas cuantas veces. El otro era un androide llamado CID-2. Desde que se enteró de su nombre, no había parado de pensar si en realidad serían las siglas de algo pero preguntar parecía de mala educación. Siempre se lo encontraba leyendo algún libro y con la filosofía de "vive y deja vivir" tampoco le quería molestar mucho. Era verdad que de vez en cuando soltaba alguna rima por el interfono, curioso para Karzar quien nunca había sido capaz de escribir un poema. A su difunta esposa le gustaban más las calaveras de sus enemigos o una buena arma, así que nunca tuvo la necesidad de aprender tal arte.

El grupo de música... No era capaz de describirlos. Eran raros y eso no le gustaba mucho. No era por su música, la cual Karzar la encontraba bastante horrible, pero por sus actitudes. Amante de la música rápida y dura, la que hablaba de armas, muerte y destrucción, era obvio que esas canciones amorosas no estaba hechas para él. Esta galaxia era enorme y siempre había gente como ellos, pero de donde venía el vesk nunca había encontrado a nadie así. Pero, pagaban bien y eso era lo que importaba. No parecían tener a un ejército cazándoles el culo, así que ese trabajo iban a ser créditos fáciles.

El viaje había comenzado bien, pero el camino hacia Bretheda los obligaba a pasar por la densa población de asteroides que formaba aquel mundo, ya destruído, hoy conocido como La Diáspora. Luego de atravesar el espacio de la Diáspora, no tardaron en toparse con una lluvia de asteroides. Deberían hacer algo con esas rocas, si no querían terminar con el caso de la nave roto, y expuesto al vacío del espacio

Twaku escuchó los avisos de los sensores de la nave que anunciaban la cercanía de la lluvia de asteroides. Inmediatamente cambió el modo de pilotaje a manual y se preparó para evitar en la medida de lo posible cualquier tipo de impacto. Estiró el cuello y crujió los dedos. Iba a necesitar concentrarse. 

CID-2 bajó los pies de la mesa y guardó su libro en un cajón con código de seguridad (era muy celoso de sus libros). Fue hasta la consola de ingeniería y revisó los protocolos. Activó el comunicador y reportó al puente:

- Provisoriamente redirijo energía a los escudos. Si alguien está cocinando algo en el horno eléctrico, sepa que se apagará -

"El humor reduce la tensión en situaciones de riesgo" pensó CID-2 con mucha seriedad.

Twaku era un piloto experimentado. Había volado naves mucho más grandes que aquella y con una maniobrabilidad mucho peor. Si bien era cierto que se dedicaba más a pilotar que a comandar, era uno de los tripulantes que más experiencia tenía a los mandos de una nave y a veces se le olvidaba que su labor no era la de capitán*.

- No creo que me cueste demasiado esquivarlos - dijo por el intercomunicador a sus compañeros. - No obstante, voy a volar por en medio de ellos, tratad de acabar con los que se encuentren en nuestro arco delantero. - Quería recordarles que los asteroides no podían cambiar de dirección, por lo que Twaku había estudiado cuál era el mejor hueco para pasar, y esperaba hacerlo sin mayor dificultad. 

Karzar sonrió al ver que por fin podría quitar algo de polvo a esos coilguns. Encendió los sistemas, hechó un vistazo por las cámaras y rió levemente al ver que podrían hacer un show de fuegos artificiales. Los objetivos eran asteroides, ningún problema grave ya que no solían disparar de vuelta. Cuando lo hacían el problema ya era muchísimo más grave.

- Objetivos avistados, preparando para disparar la coilgun de nuestra preciosa nave - Dijo orgullso por el canal de voz, dándole a interruptores para cargar los condensadores - ¡Espero que no os asusten los ruidos fuertes!

Twaku movió suavemente la nave, tratando de buscar un hueco entre los asteroides. Mientras tanto, Karzar disparó a un meteorito que se acercaba peligrosamente por la derecha. La roca estalló en mil pedazos, y sólo polvo inofensivo quedó de ella. Pero otro meteorito se acercaba, en trayectoria de colisión con la nave.

Twaku manejaba con precisión, girando en el momento justo y calculando todo ello con la maniobrabilidad y la velocidad a la que iban. Hizo un quiebro, esquivando uno de los meteoros que venían por babor, después se encaró contra otro de ellos, pero en el último momento hizo un nuevo quiebro para volver a apuntar hacia estribor. 

Aún no habían superado el campo de asteroides, pero Twaku ya había encontrado el camino para poder hacerlo. Y estaba dando saltos en la silla, sin soltar ni un segundo los mandos. 

Relajado, CID-2 volvió al comunicador.

- ¿Qué dicen los sensores? - preguntó - ¿es sólo piedra inerte o estamos volando hacia una trampa? -

Tras una sonora risa del Vesk, que sin querer pasó por el el comunicador, este giró la torreta para apuntar al siguiente objetivo. Eran fáciles, piedras inmóviles y tontas. Solo tenía que confiar en sus habilidades y que Damoritosh guiara sus disparos. Una vez el siguiente blanco estaba en el punto de mira, sonrió perversamente y apretó el gatillo.

- ¡Ahí va otro! ¡Si esto es una trampa al menos será más divertido que volar piedras espaciales!

-Sólo roca inerte que nunca cambia. ¡Qué descepción! -respondió el músico a las preguntas de Cid-2, más preocupado por su fijación con el cambio que por la seguridad.

Afortunadamente, Twaku logró pasar por entre los meteoritos, dejando la amenaza atrás. Pero sólo por si acaso, Karzar disparó a uno que se acercaba peligrosamente por la izquierda.
Mientras tanto, Nueve, que había estad de estudiando sus conjuros, y no estaba enterado de la situación, ingresó al puente de la nave, sin entender de qué estaban hablando.

El resto del viaje continuó sin problemas hasta que llegaron a su destino.
Kalo-Mahoi era un mundo acuático, por lo que starcleaner se sentía como en casa. Para el resto, el personal del hotel había asignado habitaciones especialmente acondicionadas para criaturas que respiraban aire. A través de las ventanas, una hermosa vista de aquel inmenso mar les hacía pensar que estaban en un acuario en vez de un hotel.

-Oí que el hotel cuenta con un pequeño templo dedicado a mi dios, Oras, el gran agente del cambio -dijo el músico en cuanto llegaron al lobby del hotel- Voy a hacerle una ofrenda para que nos ilumine en nuestra gira y nos enseñe de qué forma podemos adaptarnos para enfrentar las dificultades por venir.

Entonces el músico se acercó a una pared que palpitaba y ondulaba como si estuviera viva y una membrana se abrió ante él, chorreando una especie de baba verde. Al otro lado podían ver una gran cavidad de aspecto igualmente orgánico con una protuberancia que se erguía sobre el suelo del fondo y parecía funcionar como altar. Sobre aquel extraño altar, las criaturas allí presentes colocaban ofrendas de alimentos y medallas con el símbolo de la espiral de ADN grabado en ellas. Luego se postraban ante el altar y rezaban. Starbreeder se unió a ellos y permaneció allí un buen rato.
 

- Si, yo... creo que paso - Twaku no creía en los dioses, no le gustaban. Y a él le pagaban por pilotar y por sus habilidades, no por estar haciendo el tonto en una capilla. Sin embargo, entendía que hubiera gente que creyera en los dioses, y no le molestaba en absoluto. Cada uno a su rollo, solía decir. 

Se giró hacia Starsoldier. 

- Supongo que a una birra si te invitarás - sonrió con su enorme boca llena de dientes. Los dos incisivos sobresalían en una mueva un tanto cómica.