Partida Rol por web

Abres los ojos. Una sensación de entumecimiento, y un cosquilleo desagradables, atraviesan tu conciencia. Has estado durmiendo, no sabes exactamente cuanto tiempo. Una luz cenital, probablemente de luces de emergencia, llena la sala con un color entre grisaceo y anaranjado. Miras a tu alrededor. Parece una habitación de hospital. Pero no hay instrumental médico, ni tampoco parece haber anaqueles. Solo una cama con sábanas que, parecen, estar limpias. Tampoco hay ventanas, ni sillas para acompañantes. Solo la cama, una cámara pegada en la pared, una especie de pantalla de ordenador apagada, y una puerta. Desde donde estás, acostado, no puedes saber si está abierta o cerrada.

Tampoco hay un espejo en la habitación. Y ese hecho sin importancia hace que tu mente se de cuenta de otro de mayor gravedad. No recuerdas como te llamas. Ni siquiera recuerdas tu cuerpo.

Sientes una repentina sensación de vértigo y ansiedad. El lugar donde estás tendido es una cama, sí, pero se te antoja dura, incómoda.

No sabes quién eres. Ni qué día es hoy. Ni cómo te llamas. Tampoco sabes qué haces aquí, ni cómo es tu cuerpo. Te sobrepones a duras penas al vértigo. Algo debes hacer. La cuestión es qué.

La primera sensación es la conciencia de que he despertado. Aún no veo nada, debería abrir los ojos...
¿Qué es esto...? ¿Dónde estoy? ¿qué hago aquí?

No, no. Esa no es la pregunta. Error.

La pregunta es... ¿quien? ¿quien soy...?

No recuerdo nada. Soy una superficie vacía, en blanco. Un ente neonato. Pero tengo conciencia, estoy aquí... aunque no recuerde nada.

Miro a mi alrededor. La puerta, la pantalla... Debo levantarme. ¿Podré...?

Lo intento. Aparto las sábanas, e inspiro profundamente, con la intención de incorporarme...

Te sientes profundamente cansada, y por un instante, cuando te incoporas, sientes un hormigueo en todos tus músculos, como su hubieran estado mucho tiempo sin uso. El aturdimiento es profundo. La luz que te rodea parece una luz de emergencia. Tal vez.

Al apartar las mantas, ligeramente rasposas, ves unas piernas indiscutiblemente femeninas.

Sí, eres una mujer. Y estás desnuda bajo la sábana.

Bien... una mujer. Pero no recuerdo nada... en absoluto.

Palpo mi pelo, miro mi vientre, mi piel. Paso una mano temblorosa por mi rostro, y después la contemplo también, respondiéndome a la pregunta de si soy una mujer joven...

Me froto los brazos, y las piernas, sentada en la superficie de... ¿la cama? Miro de nuevo a mi alrededor mientras lo hago. Cuando he conseguido que una ligera sensación de calor invada mis miembros, decido levantarme. No sin miedo, me siento rara...

Quiero llegar hasta esa puerta... quiero ver si está abierta.

Sacudo con cuidado la cabeza. La sensación de acartonamiento persiste, como si todo mi cuerpo fuera una masa de corcho. Tengo la boca pastosa, tengo sed...

He de salir de aquí... averiguar. De pronto se me ocurre que pueden estar observándome. Alzo los ojos, buscando una cámara...

Si. Una cama. Es una cama. Aunque demasiado rígida. Y las sábanas algo más asperas de lo que debieran. Como si se hubieran usado sábanas que han sido lavadas muchas veces. Palpas tu cuerpo, casi con miedo. Todo está en orden. No hay heridas. Aunque sí marcas, en las muñecas, tal vez de haber estado atada, o de haber tenido medicación intravenosa. La piel se revela firme, tersa. Una piel joven. Bien proporcionada. Pero el toque de tu mano sobre ella no te recuerda nada.

La cama. Mirabas la cama. Hay algo metálico, en la cabecera.

Cuando miro a mi alrededor algo llama mi atención. Algo en la cabecera, algo metálico. ¿Será eso la cámara? acerco mis dedos y concentro mi vista, estoy espesa, torpe. ¿Qué es eso...?

Tus dedos están aun entumecidos y tu mente dista de estar clara. Sin embargo reconoces el color metálico. Es alguna clase de pequeño dispensador. Está cerrado, y es probable que en su interior haya algún tipo de instrumental. Lo tocas con confianza. Como intuías, está hueco. Metálico, hueco. Dentro debe haber algo de interés.

Supones que debe haber algún resorte mecánico en algún lugar. Y en ese momento te das cuenta que sientes cierta seguridad al estar junto a ese armazón mecánico.

En ese momento oyes, como de muy lejos, y desde luego de fuera de tu habitación, un sonido sordo, como de alguien  golpeando reiteradamente una puerta, y una voz. Hola. Eso es lo que crees que dice.

No estás sola aquí, después de todo.

Mirando el dispensador, que me trae una sensación de reconocimiento muy tranquilizadora, de pronto algo me sobresalta. Golpes. En... ¿una puerta...? Y un... ¡Hola!?

-¡Hola! ¡Sí! ¡Quien es...?!

Me he puesto tensa, sentada sobre la cama, mirando hacia la puerta, los ojos muy abiertos. Escucho, espero una respuesta. Mi atención, ahora, está focalizada en la voz...

Desde la cama, cno los ojos muy abiertos, atenta a cualquier sonido, escuchas con facilidad los nuevos gritos, que amortiguados, llegan hasta ti

El primero es el de un hombre
- Hola pueden oírme. Quienes son, estoy encerrado

Casi al mismo tiempo, otra voz masculina
- ¿Holaaaaaaaaaaaaa, hay alguien, quien esta hablando? ¿Me escuchan?

Y finalmente un grito, voz femenina, alto, casi histérico
- ¡Hola!

Me levanto de la cama, ansiosa, salto al suelo. Me detengo, no quiero marearme, y no me siento bien...

Pero me rehago.

Voy hacia la puerta, e intento abrirla con determinación.

-¡Les oigo! ¡¿Me oyen a mi...?!

Empujas la puerta, mueves el picaporte... pones en ello todo tu esfuerzo. Pero es inútil, no cede ni un ápice.

Gritas tu pregunta, casi al tiempo que de las otras voces hacen las suyas

- ¿Holaaaaaaaaaaaaa, hay alguien, quien esta hablando? ¿Me escuchan? (una voz masculina)
- ¡¡Estoy encerrado!! ¿Podéis ayudarme? ¿Donde estamos? (otra voz, tambien masculina)

-¡También yo estoy encerrada! ¿Quienes sois...?

Ansiosa, me quedo inmóvil.

Llegas sin problemas hasta la cama, y buscas sobre la cabecera de la misma, tratando de manipular la especia de cajón. No tiene pomo, ni tirador. Tampoco cerradura. Debe tener alguna forma automática para abrirse, pero desde luego no está a la vista

Sigo manipulando lo que me parece un cajón, intentando recordar. La sensación que tengo es inquietante, porque no me es completamente desconocido todo lo que me rodea, sino que hay algo familiar. Por tanto, debo saber cómo he llegado hasta aquí, y cómo usar lo que manipulo.

Hago pruebas, me esfuerzo.

Mientras, escucho los gritos de más personas en mi situación, así que les respondo para que sepan que estoy aquí.

-¡SIGAN HABLANDO! ¡Y BUSQUEN LA MANERA DE SALIR!

Sabes manipular objetos. Alguna vez, lo has hecho. Pero ningún recuerdo de cuando, o como, o de qué manera. Es frustrante. Miras el mecanismo. Debe tener algún resorte para abrirlo, aunque no crees que esté en la propia estructura. Podrías tratar de hacerlo saltar, o eso crees. Pero necesitarías algún alambre, o algún instrumento puntiagudo.

Y no estás segura de que lo conseguirías

Me calmo, me detengo, cierro los ojos, y pienso. Tengo claro que estoy encerrada, y que hay más gente en mi situación. Por un lado, tengo la sensación de que me están observando. Una especie de experimento. Varias personas, todas sin recuerdos, desnudas en una especie de clínica... pero por otro, y no sé por qué, me siento abandonada, como si estuviéramos solos. Es raro, como si fuéramos un resto de humanidad.

Abro los ojos de nuevo, y miro de nuevo a mi alrededor. El cajón. Es lo que mejor vibración, porque a eso no se le puede llamar recuerdo, me ha traído. Abrir el cajón. Vale, bien, pero, ¿como?. Un alambre, escucho decir. Puede ser... Un alambre de la cama.
Repaso la cama, el colchón. Y miro si encuentro ese alambre. Pero lo que pienso, lo que se me ocurre, es que debería haber algún resorte, no creo que la forma normal de abrirlo sea hurgando con un alambre. Y hay un modo normal, eso seguro...

Busco el resorte. O un panel de mandos, un teclado, algo. La pantalla. Me voy hacia la pantalla, quizá no es lo que parece. Bien, no tengo otra cosa que hacer, me lo tomo con calma. Voy a "peinar" tooooda la habitación. Hasta la última mota de polvo...