Partida Rol por web

Kenjuro escuchó sin mucho interés el discurso del tal Chester.
Una retahíla de insultos y menosprecio hacia los metahumanos que a cada frase que escupía se volvía más y más abominable.
No pudo evitar mirar de reojo a Frankie, pensando en lo que podría estar sintiendo en aquel momento.
Pero lo más asqueroso de todo era que el público allí reunido parecía deleitarse y reírse a gusto con las bromas xenófobas del graciosillo aquel.

Kenji recordaba perfectamente haber escuchado ese tipo de discurso cuando era un jovencito sin saber nada del mundo.
Criado en una de las familias más poderosas económica y políticamente de Japón, su padre y todos aquellos con los que se relacionaba veían de esa manera a los que no eran humanos como ellos. Hanyo, medio monstruos, era así como les llamaban.

Pero el destino había querido que Kenjuro abriera los ojos. Cuando se metió en problemas jugando al “hijo de papá rebelde”, había sido un metahumano quien le había salvado. Kuroda, un Oni que poco después se convertiría en su sensei y en la única persona en la que confiaba.
Lo asesinaron brutalmente.
Sólo por ser diferente, sólo por ser un Hanyo. Aún le ardía la sangre pensar en el momento en que decenas de agentes del Kidotai le acribillaron con sus armas sin pestañear, sin pensar en un sólo momento que era una persona con una vida y sentimientos. No, para ellos era sólo un “medio monstruo”, un peligro en potencia al que se debía erradicar.

Luego había conocido a Aileen, la elfa que le había vuelto a enseñar el amor. Y por supuesto, su camarada Frankie con la que había compartido tantas batallas.
Definitivamente, por todos ellos, no podía tolerar ni un segundo más esas palabras repulsivas.
Pero si aguantó en su sitio, fue para no avergonzar al Doctor.

Cuando por fin terminaba el discurso, reveló lo que había debajo de la lona que unos hombres habían traído mientras hablaba.
Y los ojos de Kenji no podían creer lo que estaban viendo.
Hidoi…, aquello era horripilante, vomitivo, y todos los adjetivos que pudieran usarse para definir un crimen como ese.

Un dragón, ¡un verdadero dragón!, exhibido como un trofeo, humillado, mancillado y usado para el placer de monstruos sin corazón.
¡Ellos eran los monstruos!

Apretó los puños enfurecido, sintiendo como la sangre le ardía y le costaba horrores no saltar en ese mismo instante y aplastarle la cabeza al tal Chester.
Nunca había imaginado que la primera vez que vería a un dragón sería de aquella traumática forma. Un dragón oriental, que por su tamaño no podía ser más que un niño…

¡Estaban exhibiendo a un niño asesinado para su diversión!
Sus nudillos comenzaron a crujir y su cuerpo estaba a punto de perder el control. Suspiró, intentando hacer ver que todo aquello no le afectaba.
De nuevo, no iba a deshonrar Jamal, su contratante, aunque le observó atentamente esperando su reacción; Kenji no iba a relacionarse con aberraciones como esa gente, y esperaba que el Doctor les dejara claro que él tampoco lo haría.

A Jamal no le impresiona demasiado la charla distendida y efectista del señor Fox. Como buen showman, sabe captar la atención de su público. Es su oficio y, en cierto sentido, un talento respetable. Jamal sabe apreciar la astucia del zorro en cuanto la percibe. Chester Fox, sin duda alguna, tiene ese don.

Pero no, eso no impresiona lo más mínimo a Jamal.

En cambio, cuando en el escenario se exhibe el cadáver de un dragón joven, el Dr. J hace algo harto inusual en su persona: se retira sus lentes con parsimonia y se inclina sobre su asiento para observar atónito el cuerpo inerte del espécimen, una criatura fascinante que ahora parece a todas luces emponzoñada, enferma... marchita.

La reacción del público del local le sume en una profunda turbación que dirigiere como casi toda la información que procesa a su alrededor, de una forma introspectiva y analítica. Aprecia una oscura ironía en el hecho de que su equipo esté integrado por dos metas y un arcanista. De repente, se siente en el lugar equivocado, en el momento inoportuno.

—¿Cómo es posible...? —se pregunta más para sí mismo que para el resto.

—Señor Johnson, esa cría de dragón... ¿De dónde la han sacado? ¿Qué es lo que ha provocado su muerte?

Jamal rechaza la idea de que haya sido arrebatada a una madre.

Necesita rechazar esa idea.

Pero... ¿Y si estos fanáticos han despertado la ira del Dragón?

Cuando aquel gilipollas que no tenía media hostia comenzó a hablar la orca fue de repente dolorosamente consciente de dónde se habían metido. Aquella era la misma mierda de siempre. No era la primera vez que escuchaba ese tipo de comentarios y tampoco sería la última. Aunque aquellos cabrones no eran simples racistas. Eran humani. Ninguno de ellos se atrevería ni a mirarla mal a solas por miedo a que le arrancara un brazo y lo matara con él, pero allí se sentían poderosos. Seguros. A ver... era normal que estuvieran jodidos. Eran solo putos humanos. Habían sacado la pajita corta en la lotería de la evolución. Era para cabrearse. 

Frankie observaba la escena con un gesto indescifrable. Ni una sola mueca de asombro o ira asomó a su rostro al ver el cuerpo del joven dragón. Sujetar entre sus brazos lo que quedó de Mikhail, el único padre que había conocido nunca, había conseguido que la muerte perdiera su capacidad de impresionarla. Lo que verdaderamente le jodió no fue su condición de meta, sino que era un puto crío. Aquella gente había matado a un niño. No tenía pinta de que la muerte hubiera sido algo accidental. Demasiada parafernalia. Una bola ardiente y pesada se instaló en su pecho. El que mataba a un niño era un jodido animal. Un animal rabioso. Y a los animales rabiosos se los sacrificaba. Frankie se esforzó en recordar aquella cara. Chester Fox. El hijoputa estaba muerto y ni siquiera lo sabía. 

—Señor Johnson, esa cría de dragón... ¿De dónde la han sacado? ¿Qué es lo que ha provocado su muerte?

— La pregunta no es qué. Es quién. Es difícil para un cazador no exhibir su trofeo. Toda mierda tiene su público. — Si el comentario iba con segundas era una cosa que quedaba entre la orca y los bongos africanos. 

Cuando aquel individuo apareció en el escenario, Bleidd pensó que era el típico comico graciosillo venido a menos, un humorista en horas bajas cuyos días de gloria se habían desvanecido como el humo al viento y se veía obligado a actuar en garitos como aquel, sórdidos a pesar de la pátina de clase que tanto se esforzaban en intentar darle. 

Pero cuando empezó su numerito y en lugar de las típicas bobadas de monologuista acabado soltó aquel discurso racista, su ceño astral se frunció visiblemente. Y el público que le reía las gracias confirmaba lo evidente... Se encontraban en un antro del Policlub Humanis, escoria supremacista de la peor calaña. E hipócritas, cabía añadir, ya que por mucho que pretendieran burlarse de los Despertados, bien que se habían gastado una pasta en nuyens levantando defensas astrales. 

Ni siquiera ellos eran tan estúpidos de olvidar lo que el poder de la magia podía hacerles. De olvidar a Coyote Aullador y la Gran Danza Fantasma. Solo eran un puñado de fascistas patéticos nostálgicos de los tiempos en los que ellos manejaban el cotarro, rabiando ante el hecho de saber que nunca volverían a hacerlo. Pero eso también les hacía peligrosos. Un bisonte a la carga no necesita ser inteligente para ser letal.

Pero entonces... entonces el tal Chester Fox exhibió el cadáver de una cría de dragón. El cadáver de un miembro muy joven de una especie inteligente. Un niño. Aquellos bastardos no eran simplemente racistas despotricando y ventilando su odio en un espacio seguro para los suyos antes de irse a casa a dormir la mona. Eran unos malditos asesinos de niños.

Entonces recordó aquella forma astral, tan poderosa y cargada de ira, sobrevolando la zona, y lo entendió todo. Se volvió hacia el Doctor J y el resto de sus socios, y con la voz gélida les dijo:

-Estos naqw'kw'its'ut no saben lo que han hecho...

Dejó de manifestarse, haciendo que su forma astral dejara de ser visible en el mundo físico, y se acercó volando a Chester Fox y al cadáver del pequeño dragón. Quería echarles un vistazo más de cerca a ambos. 

El Johnson bebió otro sorbo de su martini que ya estaba por debajo de la mitad.

De pronto Bleidd desapareció. Su forma astral dejó de ser visible ante su aparente furia por lo acontecido.

El Señor Johnson fijó sus rasgados ojos en Jamal, el representante de aquél grupo. 

-Ni lo sé ni me interesa-. Contestó al face ignorando completamente el comentario de la orca. -Únicamente me interesa aquello que me afecte directamente como máximo representante de la empresa para la que trabajo. Y todo aquello que perjudique a los beneficios o la falta de ellos-. Un nuevo sorbo al martini interrumpió brevemente sus palabras. -Por mi experiencia se que este no es un trabajo normal. Tampoco el encargo lo es. Es un favor personal que me han pedido directamente, por eso he venido yo en persona, y no uno de mis subordinados-. El Johnson hizo un ademán con la cabeza hacia el escenario, donde Chester Fox volvía a requerir la atención del público. 

En cuanto dejas de materializarte y avanzas hacia el escenario, puedes distinguir a tiempo dos sombras que te cierran el paso. 

Son elementales de aire, guardianes invocados para proteger el local de magos curiosos, y parece que no te conceden permiso para merodear a tu antojo.

Ambos son de un tamaño medio, nada del otro mundo perotampoco fáciles de tratar. Además, al ser dos, expulsar a uno mientras el otro te ataca sería practicamente imposible.

Sus auras no demuestran nada. Simplemente hacen lo que les han ordenado hacer. 

La forma astral de Bleidd reapareció unos segundos después en el reservado. Podría haber intentado enfrentarse a los guardianes elementales del local, y con un poco de suerte y la ayuda del espíritu ancestro que tenía invocado, hasta podría haberles superado. Pero, al menos por el momento, esto seguía siendo una entrevista de trabajo. No habría sido profesional montar el equivalente astral de una pelea de bar. 

Así que regresó junto a sus camaradas y se dejo ver de nuevo, para hacerles saber que seguía allí, mientras esperaba intrigado a ver como conducía el Doctor la negociación ahora que la cosa había dado semejante giro.

-Damas, caballeros...- prosiguió el presentador instando al público a sentarse. -Esta cría de dragón ha sucumbido a una rara enfermedad-. A efectos de lo que podéis ver así es. Las costras violetas que recorren su serpentino cuerpo no dejaban lugar a dudas. -La propia naturaleza que los despertó, los está matando, acaba con ellos y, ¿porqué?, os preguntaréis. Porque la propia madre tierra, la propia fuerza mágica natural que los despertó quiere ¡su extinción, y nosotros vamos a ayudarla!-.

El público aplaude una vez más mientras Chester levanta los brazos en señal de victoria y sonríe. 

-Los donativos para la causa los recogerá Philip. Recuerden no conducir si han bebido, Gracias.- El showman hace una reverencia, lanza un par de besos, se despide con la mano, vuelve a hacer una reverencia y desaparece por uno de los laterales del escenario dejando únicamente a la cría muerta de dragón en su ataúd de cristal, como recordatorio de porqué van a donar ese dinero. 

El Johnson vuelve a centrar su atención en vosotros.

-Eso es lo que mi cliente quiere averiguar, qué está matando a los dragones-. Con un repentino gesto que se sale del estereotipo que hasta ahora había usado, el Johnson se ajustó las gafas de cristal despachándoos una mirada vulpina.
-Quiero saber qué les está matando, quién lo hace, dónde lo hacen, cómo lo hacen. De dónde sale esa mierda violeta y como se fabrica-. Su mano se introdujo por la solapa de su chaqueta... y sacó una tarjeta blanca.

-Este es el número para contactarme. Informen de cualquier avance que merezca la pena. Solo responderán ante mí-. Antes de que tocara la mesa, con ágiles dedos le dio la vuelta a la tarjeta. En la otra cara aparecía una palabra, DRAGOONS. Donde las dos O, eran los ojos de una reptil. -Este... culto,- dijo como buscando la palabra adecuada. -se dedica a agasajar a los dragones. Entre sus miembros se encuentran los mayores expertos de estas criaturas que existen en el planeta. Tal vez podáis comenzar por ahí a buscar-. Con la otra mano puso sobre la mesa dos credisticks, uno al lado del otro, enfrente de Jamal.

-25.000 cada uno. Certificados. Tendréis otros 25.000 al terminar, mi...cliente está ansioso por tener noticias. Podéis iros-. Con un gesto de la mano os despidió del reservado.

Kenji relajó su postura cuando escuchó al presentador decir que la muerte del dragón era a causa de una enfermedad. Presumiblemente, relacionada con aquellas vistosas costras violáceas.
¿Una enfermedad que acaba con los dragones?
Sabía prácticamente nada de medicina y mucho menos de enfermedades y virus, pero suponía que con lo avanzada que estaba la ciencia en la actualidad, sería posible crear algo que específicamente afectara a una raza.
El caso era, ¿por qué?

Precisamente el Johnson les especificó que lo que buscaba era resolver el misterio que rodeaba a dicha enfermedad, queriendo saber si había alguien detrás de la misma.
Las cosas habían dado un giro importante y Kenji estaba ahora dispuesto a formar parte de la misión, visto que no les iban a contratar para cazar crías de dragón o algo así.

Miró con curiosidad la tarjeta que recibió Jamal, quedándose con el nombre de DRAGOON. ¿Realmente existía tal organización?
Siguiendo en silencio, Kenji esperaría a salir de allí para decidir cómo empezar su investigación.

DRAGOONS.

Jamal apreció la filigrana que recorría el logotipo en la tarjeta que le tendía el Johnson, pero no tardó en darle la vuelta, indagando sobre una posible dirección de contacto. El doctor se había encargado de mostrar la tarjeta al minúsculo dron de Diesel para que el orco comenzase las pesquisas sobre los lugares de reunión de estos adoradores de dragones.

Tal y como se figuraba, la clave del trabajo estaba en identificar el origen de la enfermedad que había acabado con la vida de la cría de dragón. Un trabajo de investigación de primer nivel y sin duda desafiante, algo que apreciaba mucho a nivel introspectivo el Dr. J.

—Tengo algunas preguntas. ¿Quién más sabe esto? No debe ser fácil ocultar el cadáver de un dragón. ¿Cómo ha llegado la cría aquí? ¿Dónde la encontraron? Y una petición especial: ¿Podría analizarla? Personalmente, quiero decir.

El señor Johnson volvió a mirarte con una gélida mirada, o tal vez era una combinación de sus rasgados ojos asiáticos junto al ambiente del lugar los que le conferían ese aspecto siniestro.

Con un movimiento de la mano paseó tu mirada por todas las mesas que allí había. 

-Esta es la segunda sesión en la que unos pocos privilegiados han podido ver el espectáculo. Usted mismo ha podido comprobar la seguridad del local. Nadie que no haya sido invitado expresamente tiene acceso a este área del edificio. Yo incluído, por si suponía usted que soy el dueño de este antro-. Dijo con una nota de desaprobación sobre el lugar. -Tan solo me gusta la música y es discreto para hacer negocios, nadie pregunta nada, nunca. Por lo que no está en mi mano el que puedan acercarse al especimen, ni conozco la respuesta a las otras preguntas que ha hecho-. El Johnson cruzó las manos apoyando los codos sobre la mesa mientras continuaba después de una ligera pausa controlada. -​​​​Pero para eso le pago, ¿no? Para conseguir el tipo de información que usted me solicita. ¿O debo pensar que estoy contratando a la gente equivocada?-. 

La nota de amenaza por despido fue clara y concisa, si no érais capaces de lidiar con el asunto, contrataría a otros. 

Las palabras del presentador llamaron poderosamente la atención de la orca. Una rara enfermedad estaba matando a los dragones. ¿Qué tipo de enfermedad? ¿Afectaba solo a los dragones? ¿Y por qué a los dragones exclusivamente? Donativos para la causa... ¿Sería posible que alguien hubiera desarrollado en un laboratorio una enfermedad que fuera capaz de exterminar a todo el que no fuera humano de la faz de la tierra? Aquel tipo parecía creer que así era. La orca permaneció impasible mientras explicaba que una sociedad secreta adoradora de los dragones eran los que sufragaban su investigación. 

En cuanto Jamal formuló sus preguntas Frankie supo que habían aceptado el trabajo y se sintió satisfecha. Si había gente por ahí capaz de fabricar una mierda capaz de matar a los suyos, al igual que a los dragones, sería mejor saberlo cuanto antes. Conocía a mucha gente que estaría encantada de joder a esos cabrones. 

-​​​​Pero para eso le pago, ¿no? Para conseguir el tipo de información que usted me solicita. ¿O debo pensar que estoy contratando a la gente equivocada?-. 

Frankie se incorporó y gruñó suavemente mirando fijamente al tío que les había contratado y esperando una palabra de Jamal para partirle la cara.