Partida Rol por web

El Lucky Flight se encontraba a un kilómetro del perímetro que separaba los puertos del resto de la urbe. Era un complejo de apartamentos en ruinas coronado por un hotel construido a partir de tres transbordadores de órbita baja reutilizados. El casino forma parte de los niveles inferiores y se accede a él a través de una serie de escaleras mecánicas rotas y puentes cubiertos de graffiti.

La escalada hasta el lugar es tan exótica como renqueante. En uno de los tramos entre escaleras os encontráis con un panel de poliestireno expandido reconcomido en el que alguien ha escrito con algo que una vez fue rojo, peor ahora luce parduzco,
TODO ES GRATIS.

Los incursores se cruzaron con varios grupos dispersos de punks, subiendo, bajando o simplemente drogándose en algún recoveco en el que se habían hecho fuertes. Al llegar a la arcada que daba acceso al antro, estaban bajo las picudas formas de los transbordadores, varias decenas de pisos por encima de sus cabezas, con hologramas de paquete de clip art mostrando loops pixelados de manos de cartas desplegándose y cerrándose, a mano derecha, y una ruleta de casino llena de glitches que giraba en el mismo sentido por toda la eternidad, sin dar ninguna pista de a qué color o número apostar.

Los visores de todos los visitantes se llenaron de publicidad pasivo-agresiva, encomiándoles a gastar todos sus créditos en las entrañas de aquel paraíso para los ludópatas y los caídos.

Desde la puerta les sonreían dos puertas demasiado entretenidos escuchando la estática, colocados con algo que les obligaba a olvidar la cantidad de esteroides que se habían metido la última semana o lo que debían a sus cirujanos callejeros a cambio de sus últimos implantes.
 

- Me vas a deber todo el puto zumo rojo de CY_ por esta mierda, Dumper, y no espero menos, recuerda que sigo conservando todos tus passwords después de aquella vez en que trataste de volarme el culo.- La voz de Skyline, distorsionada, en vuestros visores, precede a los fogonazos de tres capturas de pantallas que se queman como pantallas de fósforo en vuestro tercer ojo.

Los planos iban desde el sótano hasta el segundo piso, aquellos ocupados por el casino dentro de la estructura del rascacielos que le daba cobijo. Pedir una nota sobre qué había en cada lado ya era demasiado pedir...

La abuela estudió los planos. NO indicaban qué era cada sala, asi que habría que investigar para estar seguros. Peor estaba bastante segura de que lo que aparecía a la izquierda en el plano del segudo piso era una oficina. Y arriba a la izquierda una oficina más molona. Si había un ordenador con contabilidad, tenia que estar ahi, en una de esas 2 salas. Al menos ella lo pondría ahi. Y seguramente estaria con algun segurata al lado.

Parecia en el mapa que habia un tunel en el sotano que comunicaba con el exterior. Aunque no decía donde. habia que mirar. Podia se runa via de escape. POr el resto, la entrada principal y ya. Si habia un incendio, a los del casino les zurcirían muy mucho sin puertas de seguridad ni nada.

Tenian tiempo de mirar por fuera. Ahora era el momento de mirar por dentro, mezclándose con la gente en la hota de máxima afluencia. Hoy Gangsta no la acompañaba. Se trataba de ir discretos. Sonrió a los seguratas con su sonrisa desagradable y siguió a un grupo de gente de mediana edad hacia el interior del garito... A ver si descubrian qué era cada parte de esos planos sin texto explicativo.

Dolores se fijó en los punkis. Iban y venían. Los vio meterse mierda. La imagen le hizo recordar sus tiempos de pandillera. El mono empezó a rascarle las neuronas. Era como un gato enjaulado. Tuvo que parar y calmarse. Pensar en otra cosa. Pensó en la terapia, pensó en la clínica y pensó en la pasta que sacarían por aquel trabajo.

—Céntrate— se dijo y activó entonces el visor y los planos del casino del copón aparecieron en pantalla. Un sótano y dos plantas. La primera dedicada al negocio: una barra, lavabos y allí abajo algo que parecía ser una sala VIP. Nada de interés. Dolores hizo scroll. En la segunda planta se veía algo que parecía una oficina. Un buen sitio donde buscar un ordenata con info sensible. Por cierto… ¿Cómo se subía a la segunda planta? También, allí arriba del plano, había un despacho tocho. Casi seguro que era el nido del jefe. Dolores accedió al plano del sótano. Un pasillo largo que parecía que daba al exterior ¿La típica puerta de atrás? Lo demás era raro. ¿Qué era aquello? ¿Un puto escenario? Dolores editó a pelo las imágenes, añadió sus notas y pajas mentales y se las pasó a sus colegas.

Los mapas son de mucha ayuda. Con ellos haremos un asalto limpio - si es que eso existe. Mientras dolores estudia los mapas con detenimiento y la abuela se cuela en el interior, doy una vuelta por el exterior del casino. Sin acercarme demasiado y con Hunter a mi lado. No me fio, puede haber problemas y no deseo que me pillen por sorpresa.

Estudio el edifico, para tener controlados los posibles accesos que puedan a llegar ser necesarios en una huida.

La abuela consiguió colarse en medio del séquito de Rory Carnaza, un tipo que estaba de cumpleaños, al que le hacía gracia que la señora se uniese a su panda, mientras pasaban haciendo el payaso junto a los puertas, que solo iban equipados con sus músculos y unas voluminosas porras eléctricas a juego.

Tras cruzar la puerta, llegaron a la entrada propiamente dicha, donde las pestes a cerveza rancia, vómito, pis y tabaco sintético giraban de la mano, bajo sus fosas nasales, alegremente. Unos cuantos lugareños, pasados, se apoyaban contra las máquinas que permitían cambiar créditos por discos de plástico para las apuestas.

Justo cuando iban a cruzar la puerta al interior, un paisano con sobrepeso, la abrió de par en par, resollando, rojo e hinchado como un tomate antes de romper a vomitar una sustancia negruzca cuyo origen era mejor tratar de obviar. Desde detrás llegaron dos vigilantes corporativos, que pasaron a propinarle una paliza de impresión al tipo, que soltó varias fichas de apuestas que apretaba en el puño, ahora coloridos flotadores sobre su charco de despojos.

Los puertas de la entrada dejaron un segundo su puesto para entrar a cargar con el borracho, arrojándolo a un callejón cercano.   

La abuela miró el charco de liquido negruzco. En otros tiempos no hubiera tocado esas fichas ni con un palo de carbbono reforzado. Pero hoy en dia supuraba algo que parecía alquitrán por las uniones de sus uñas, comisuras de sus ojos y orejas. Ese liquido además de ressultar ser curativo al contacto, la inmunizaba contra la mayoria de venenos. Y tambien era asqueroso, asi que un poco de vomito no la inquietaba lo más mínimo. Por ello hizo como que tropezaba un poco y recogió cuantas fichas quedaron a su alcance, antes de levantarse y seguir para dentro. Una vez ahi, miró en qué cantidad de fichas habian entrado a formar parte (temporal) de sus posesiones.

Y miro alrededor. A las tragaperras, las mesas de cartas y ruletas y demás.

Dolores dudó. Entrar o dar un garbeo con Dumper por ahí fuera. Averiguar si había o no una puerta de atrás era importante. Pero dos tías husmeando por allí iban a dar el cante a base de bien. Cuando los seguratas se largaron de la puerta y fueron a dar de hostias a aquel pringao, lo tuvo claro. Se escurrió por la entrada y siguió los pasos de la vieja.

La música estaba alta, la peña iba hasta las cejas, el sitio apestaba. Era como estar en casa. Dolores se mezcló con la peña. Con sus pintas supuso que no llamaría la atención. Se puso de puntillas y buscó a la vieja. Mejor tenerla controlada. Allí estaba. Se había mezclado con un grupo de tíos. Vale. Era hora de mover ficha. Dolores fue como para la barra mientras buscaba con la vista ascensores o escaleras.

Trato de escabullirme entre las sombras mientras observo el edificio. Me muevo en silencio y no pierdo de vista a los tipos de seguridad. No quiero estropear el plan.

Todo va bien. Un momento... ¿Por qué gruñe Hunter? Algo va mal. Me preparo para disparar y miro hacia atrás.

- ¡Joder! ¡Hunter, suelta eso! -
Le grito al maldito animal cuando tira un montón de basura apilada en un callejón y muestra feliz su juguete nuevo. Lleva una maldita rata entre sus dientes, hinchada por la enfermedad y reventada de un mordisco.

Mierda. Seguro que me han descubierto.

Decidió quedarse atrás sabiendo que el sigilo no es lo suyo. Amparado en las sombras acaricia el gatillo de la paleo-ametralladora que lleva escondida por el faldón de la gabardina mientras observa como el resto del equipo pone en marcha su plan de infiltración. 

Un par habían logrado pasar sin dar mucho la nota, pero cargado como iba con toda clase de armamento eso era menos probable en su caso. Así que fue dando una vuelta alrededor de los callejones y buscando una manera de colarse.  Con muy poca delicadeza parecía ser.

En el momento en que voy a ser descubierta y nuestros planes se van a ir a la mierda me sorprende otro ruido. Junto a la pila de basura que Hunter ha tirado una alcantarilla salta. ¡Ratas! ¡Gordas y mutantes ratas salen a la puta carrera en un número incontable!

- Joderrrrr -farfullo mientras agarro al perro y tiro de él, aprovechando el caos creado por las alimañas para avanzar y escondernos entre las sombras del siguiente callejón.

Los chillidos de las alimañas me retumban en los oídos mientras se alejan.

La banda seguía aporreando sus pads y guitarras mientras berreaban su angst sin medida ni concierto. 

Mientras entraba en la zona del concierto, con el público rodeando la plataforma redonda que servía como escenario, la abuela contó los mugrosos chips de plástico, que la hacían 57 créditos más rica.

Una vez que se le veían las tripas, quedaba claro que el Lucky Flight era un casino cutre, con temática espacial mal sugerida por paneles colgantes de papel de aluminio y hologramas que proyectaban sobre las paredes paneles de mandos de naves espaciales imposibles y galaxias fuera de ventanillas inexistentes. El piso era pegajoso. El aire acondicionado removía un repugnante aroma a rosas químicas artificiales que no lograba ocultar la peste a humanidad. Era difícil poder precisar si los Phaser/Mob eran buenos en lo suyo o no, ya que la acústica del LF era mierda pura, y los comentarios y efectos de sonido de las recreativas circundantes no ayudaban a amortiguar aquel marasmo cacofónico.

En torno al escenario había diversos proyectores holográficos reproduciendo imágenes ampliadas, en dos dimensiones, de los músicos, distorsionados al ritmo de los bajos. También había una máquina de humo escupiendo volutas con olor a espuma de cola recalentada.

La abuela, entre las máquinas expendedoras, vio a un miembro de seguridad controlando tanto las filas de máquinas recreativas como el mosh pit del escenario.

E el centro de la sala parecían estar los baños, y al fondo a la izquierda se veían los fogonazos de algún tipo de juego de competición que hacía uso de hologramas de tercera generación que regaban de sangre trasparente las paredes, peor era difícil ver qué se cocía por allí sin acercarse.

Dolores se dirigió hacia el lateral derecho, donde a falta de una barra real, había diversas máquinas expendedoras que ofrecían bebidas malas pre mezcladas y refrigerios baratos con colorantes de fantasía. Desde allí podía mirar en derredor distraídamente. A mano izquierda tenía unas escaleras que subían, pero había un par de miembros de la seguridad corporativa pululando al rededor. El paso estaba cerrado, pero un holo rezaba PALCO VIP - PROHIBIDO EL PASO.

Dumper se había escabullido por el lado derecho del edificio, a pesar del accidente con las alimañas mutantes y Hunter, se las ha apañado para ver un acceso al interior del LF: una puerta trasera en la parte superior de unas escaleras de emergencia, rodeada de balcones enrejados, a la que se accede desde un callejón oscuro. Lo descubrió de chiripa, cuando un segurata se asomó por la puerta para ver qué carajo era aquel follón causado por los roedores, mientras ella lograba retener a Hunter.

El Sargento, viendo que su compañera pelirroja había tomado la iniciativa por el otro lado, optó por escabullirse por el lateral izquierdo, logrando llegar hasta el otro extremo del edificio, donde pudo descubrir que este iba a dar a un canal de agua maloliente, en el que había un atracadero de taxis acuáticos que parecía comunicarse con el sótano del casino, de aquella entrada parecía surgir una intensa luz esmeralda, aparte de portar murmullos del interior del edificio.

Por desgracia, el sargento también descubrió (O más bien fue descubierto) por un par de pandilleros que parecían estar cerrando algún tipo de trato claramente ilegal, que implicaba una serie de saquitos de plástico de brillo naranja neón.

- Eh, tú, chupa voltios, eres grande, ¿Eh, tío? Alto como una puta torre, pero sabes qué puede llegar por encima de tu cabeza? Tu puto cerebro si no sales de aquí cagando leches.- Dijo el que parecía ser el camello, desenfundando una buena pipa tuneada con unos dragones tribales horripilantes y silenciador, mientras dejaba en manos de su incrédulo cliente parte de su mercancía. Para puntualizar su amenaza, presionó el gatillo, haciendo que el arma le moviese las manos con su retroceso, mientras una descarga de hierro candente partía al encuentro del Sargento.

Los instintos del Sargento saltaron a la minima. La Compañía podía haber desactivado la mayoría de las mejoras de corteza cerebral que afectaban el reflejo de "huida o lucha" pero tampoco importaba. El siempre habría escogido lucha. 

Sin perder un segundo saltó fuera de la trayectoria del arma y se dispuso a enseñarles a esos matones del tres al cuarto lo que realmente era capaz de hacer un profesional.

El Sargento se las apaño para hacerse a un lado, a una velocidad pasmosa para una criatura de su envergadura, y tuvo la fortuna de poder refugiarse tras un panel blindado que se sostenía sobre unos hierros oxidados, manteniendo la verticalidad con ligera dificultad, pero seguía siendo un gran parapeto para un tiroteo.

Dolores fue hacia las máquinas expendedoras. Disimuló y echó un vistazo al repertorio: bramble margarita, black apple+, fizz roy light… De reojo miró las escaleras que subían al palco. Los seguratas vigilaban la zona (1). Desplegó otra vez el plano del casino en su visor. Se centró en la segunda planta. Allí localizó las escaleras que subían. Lo de la derecha tenía que ser la sala VIP. Podía ser una buena opción para llegar a la segunda planta ¿A cuánto saldría reservar esa mierda? Mientras le daba al coco, detectó algo en el visor (2). Informes y mensajes de Dumper y Sargento. La primera había descubierto un embarcadero. ¿Era el pasillo del mapa del sótano? Por su parte Sargento estaba metido en una refriega con unos pandilleros de segunda. Dolores giró y fue hacia la otra parte de la sala. A la izquierda del meadero. Mientras miraba por allí estaba atenta al visor por si tenía que salir por patas y echar un cable al ex corp.  

Agarro a Hunter tan fuerte como puedo y me dirijo al callejón desde donde se asomó el segurata. Antes de acceder a él, observo si hay algún tipo de cámara de seguridad o trampa para disuadir a gente con demasiados chips fundidos en la cabeza.

- Quieto -le digo al puñetero perro loco - no nos pueden descubrir de nuevo.

Aun así me preparo por si hace falta llenar todo el puto casino con plomo.

El Sargento echo mano de una de las granadas cegadoras que llevaba enganchadas en la parte trasera del cinturón y cubiertas por la gabardina. En un solo movimiento le sacó la anilla y la hizo rodar por el pavimento hasta que quedó justo entre los dos matones del tres al cuatro. Se dió la vuelta un segundo mientras esta estallaba y para cuando volvió a mirar vió que había logrado pillar por sorpesa a los dos malnacidos. 

Así que sin esperar un segundo salio disparado dispuesto a arrebatarle la pistola al tipejo y volarle la tapa de los sesos con su propia arma.

Por algún extraño motivo, cuando la banda tocaba, tanto la Abuela como Dolores notaban unas ansias bestiales de ponerse violentas, y sabían que si lo hacían, iban a conseguir sangre más fácilmente que en cualquier otro lugar, solo bastaba con ver a los críos destrozándose las jetas entorno al escenario, como si de un club de la lucha lleno de figurines de plastilina se tratara ¹.

La pandilera venida a menos echó una buena mirada a los empleados de seguridad que por allí pululaban, aparte de sus chalecos reglamentarios, con el nombre de su empresa pulcramente marcado con esténcil, acariciaban distraídamente los mangos de sus tasers, que parecía ser la única arma que les dejaban llevar por allí.

Se fue moviendo en torno a la multitud sudorosa y sangrante, ridiculizada y ninguneada por los vigilantes, pasando junto a los meaderos, hasta llegar a la entrada de la zona de recreativos, en la que varios criajos jugaban a algún tipo de juego antediluviano de realidad aumentada mezclada con realidad virtual. Holoproyectores ofrecían fogonazos estroboscópicos de los demonios a los que los jugadores tiroteaban, llenando la zona de ruido, zumbidos y fogonazos difíciles de soportar.

A mano izquierda había unas puertas cerradas en cuya superficie se leía, en fuente digital naranja, CARTAS.

Tanto la Abuela como Dolores pudieron fijarse en que había cámaras de vigilancia más viejas que ellas (Que en el caso de la primera hacía pensar en que habían visto la auténtica época dorada anterior a la caída de CY_ hacía décadas y décadas) mal disimuladas tras plantas de plástico o en los paneles de señalización de zonas del casino.