Partida Rol por web

Cuando todo hubo de estar dispuesto, las media docenas de cuerdas apenas tres caballos y casi sesenta almas, tomaron el serpenteante sendero hasta el castillo. Ahora que teníais que tomarlo, no os parecía tan birrias. Pero fíjense si aquellas gentes eran miserables, que no hubo manera de encontrar escalas, arcos o ballestas en el pueblo. Tan sólo palos, las espadas de la guardia y vuestras propias armas. Cinco cazadores armados con arcos y un diestro combatiente con armadura de placas encerrados en una torre de homenaje con muralla no son asunto baladí, por muy numeroso que se sea.

Una decena de aldeanos, Don Carlos, Braulio y Don Pedro se adelantaron unos pasos e hicieron una pausa para terminar de organizar ambos grupos antes de irse directos a la entrada principal del castillo, mientras el jefe de la guardia, los guardias y Samuel darían un rodeo hacia el este para llegar al sur y atacar desde allí. Sólo quedaba ahora saber en qué grupo irían Yejiel, Fedro y Aleixo.

EL santiaguista llevaba rato en la sombra. La boca le ardía por primera vez desde hacía días y el cuerpo daba muestras de los combates anteriores como si acabase de tenerlos minutos atrás. Aún no estaba recuperado del anterior encuentro, su fe ya no le acompañaba y su armadura era apenas un amasijo de jirones que daba más pena que protección. Sin embargo el combate era su campo... la batalla era su destino. Y si Aquel que mora los cielos había dispuesto una muerte allí, el caballero no se opondría. De lo contrario... en caso de salir con vida, aún podría arrodillarse ante el Santo Apóstol, rendirle culto y decirle adiós.

Aleixo desenvainó la espada y se posicionó con el grupo de los asaltantes.

Viendo que hombres de pro querían ir de frente (tres buenas manos como las de don Pedro, Aleixo y Braulio capaz de empuñar espada), el vizconde hizo un gesto de indecisión fingida, pues vísteis todos cómo tragó saliva y mientras se disculpaba por no ir con ellos, se postuló para dirigir a los asaltantes en el sur.

¿quién guiará a estos aldeanos? ¿quién? -desde luego don Fedro no tenía dotes de líder, y mucho menos de guerra, pero se decidió-. Iré por la muralla, con el resto.

¿Habría el desquiciado noble manchado en sus ropas alguna vez en su vida en menesteres como ésto? Aunque parezca que no, tal es que sí, que cuando era aún más joven hasta se metió en la aljama de Falces a buscar a una muchacha... (cómo no...).

—Yo iré por el frente con Don Carlos y algunos aldeanos. Tal vez pueda convencer a algún soldado de que se rindan, y evitar una batalla sin sentido —comento al grupo. Desde luego, esto no era lo que tenía en mente, y aunque era una buena estrategia de ataque, no quería condenar a nadie.

Así, y dicho esto, espero para recibir órdenes, y salir a nuestro destino.

Una vez decididos los integrantes de cada grupo, ambos se separaron.El jefe de la guardia, los guardias, varios aldeanos,Samuel, Fedro y Aleixo dieron un rodeo en dirección sur, mientras que Yejiel, Braulio, Don Carlos, Don pedro y unos cuantos aldeanos hicieron una pausa para dar tiempo al resto en alejarse de allí y caminaron directamente entonces hacia la entrada. La mísera puerta de piedra que se caía a trozos tenía el portón de madera carcomida echado y no se veía a nadie.

El grupo de la puerta se dispuso desordenadamente detrás de Don Pedro, el cual se adelantó unos pasos y golpeó con fuerza el portón de madera. ¡Ha del castillo! gritó por tres veces, pasaron unos tensos segundos hasta que de lo alto de la torre (apenas una decena de metros de altura) asomó por encima de la muralla Don Juan.

- ¡QUERIDO HERMANO MÍO! ¿COMO TÚ POR AQUÍ? HAS DE SABER QUE ESTAS TIERRAS YA NO SON TUYAS, ERES UN INCAPAZ Y UN MEQUETREFE, SI NO FUERA POR ESOS HOMBRES QUE TE ACOMPAÑAN, AHORA ESTARÍAS MUERTO. VETE LEJOS Y DÉJAME QUE YO GOBIERNE ESTAS TIERRAS MEJOR DE LO QUE TÚ HAS HECHO NUNCA.

- SI NO SALES CON TUS CINCO PERROS DE MI CASTILLO AHORA MISMO, OS VÁIS A ARREPENTIR, LO VAMOS A TOMAR Y OS VAMOS A PASAR A TODOS A CUCHILLO. LOS DERECHOS DE PRIMOGENITURA ME OTORGAN EL TÍTULO Y EL DERECHO SOBRE AQUESTAS TIERRAS, ASÍ QUE SAL.

El grupo se escabulló pegado a la muralla en dirección Sur, a medio camino escuchásteis voces de alguien gritando, pero apenas entendíais nada. Apunto estábais de llegar cuando una flecha cayó muy cerca del Jefe de la guardia, en seguida, otras dos flechas más volaron y se incrustaron en el suelo. Tres de los cazadores disparaban desde la muralla, por encima vuestro a media docena de metros de altura. Teníais que correr y esquivar para llegar hasta el lado sur y penetrar por allí al interior del recinto.

En ese momento se escucharon voces aunque no distinguísteis qué era lo que decían, el caso es que Don Juan mudó de expresión y le vísteis gesticular y gritar como un poseso mientras se giraba a su espalda, justo hacia el sur, parecía estar dando órdenes.

- ¡ ME HABÉIS ENGAÑADO! HOMBRES VUESTROS INTENTAN RODEAR LA MURALLA ¡MALDITOS! MIS CAZADORES ACABARÁN CON ELLOS - Y vísteis cómo lanzaba un puño al cielo y dejaba caer la mano, un par de flechas volaron desde la torre y se estrellaron muy cerca de Don Pedro, que tuvo realmente suerte. Al parecer había dos cazadores junto a Don Juan en lo alto de la torre, tenía una vista perfecta para ensartaros a todos como a ratas.

No, esto no era lo que tenía que pasar. El noble se había adelantado, y ahora, lo que nosotros íbamos a hacer no podría ser. Habían descubierto a los otros, y el parlamentar parecía que no tendría mucho futuro.

Con todo, y estando pendiente de las flechas, dije—. ¡No hagáis pasar a vuestros hombres por todo esto! ¡Al final acabarán cediendo! ¡Por favor, consideradlo, no condenéis a vuestros hombres a morir de una forma tan deshonrosa y nimia!

Sabía que era una tontería, y que el noble no se mostraría muy dispuesto, pero tenía que intentarlo. Tal vez la visión de lo que se les venía encima les haría entrar en razón.

¡Tus cazasapos no seran tan fustigados como tu, bellaco! -dijo Braulio mirando a las alturas e intentando elevar su escudo*-. ¡Ellos moriran en menos de un aliento, pero tu verás tus manos y tus pies cortados antes de fenecer!

En cuanto vi que los virotes se nos venían de arriba a abajo más raudos que lo que tarda un inmundo en tragar una porción de carne, me agarré las vestiduas, me atusé mi fiel sombrero y como si de pinzas se tratasen, mis dedos aguantaban las enaguas interiores para no tropezar en la ridícula carrera dirección al sur en la que me hallaba... si mi padre me viera me tendría por poco esforzado y maleante, como cualquier moro o "judicón"... Pero ¡ay!, que esos hombres no tenían bien vigilados...

Los pasos del Vizconde de Falces eran tal que esos feriantes divinos de oriente que pisan sobre brasas y apenas sienten daño, pues de tal guisa, muy "gilipollescamente" andaba...

Ay, mis mercedes, ¡que susto!... -improvisaba mientras corría-

Que las flechas nos ensartan,

¡que no se hartan! ¡No ceden!

¡Que nos "veden"! ¡Ay, que injusto!

Dos andanadas de flechas os cayeron encima mientras corríais hacia el muro, tan sólo una de ellas dio en la maltrecha Lóriga de Aleixo, creando una bonita muesca nueva que contar a las damas... ah no, que había voto de castidad de por medio. El caso es que la distracción dio resultado a medias y pronto los hombres que os acompañaban, empezaron a escalar el muro, los cazadores estaban en lo alto de la muralla, bien protegidos, los aldeanos que os acompañaban en una hábil maiobra de Tomás, se pusieron a escalar el muro por tres puntos distintos, distrayendo la atención de los cazadores, mientras que Tomás, Aleixo, Fedro y Samuel optaron por colarse por un extremo del lienzo de la muralla medio derruido.

Los cuatro penetraron en el patio de armas por ese lado corriendo a todo correr tras escalar apenas un par de varas de lo que quedaba de muralla, uno de los cazadores había herido a uno de los aldeanos y otro cortaba la cuerda cuando penetrásteis en el patio, rápidamente localizásteis unos escalones que ascendían a la muralla donde los tres cazadores estaban a lo suyo y a lo lejos vísteis la torre, donde en lo alto estaba Don Juan y los otros dos arqueros.

Os dísteis cuenta de que el otro grupo ya lanzaba el ataque por el Sur, así que os pusísteis a cubierto con Don Pedro a la cabeza y os retirásteis una veintena de metros hacia detrás para poneros fuera del alcance de las flechas. Una vez a salvo, hubo un impás en el que nadie sabía muy bien qué hacer y Don Pedro no ordenaba nada.

- ¡ORDENAD QUE ATAQUEN LA PUERTA PRINCIPAL MEQUETREFE! ASÍ DARÉIS TIEMPO A LOS OTROS Y DISTRAERÉIS AL MENOS A VARIOS DE ELLOS.

Vi a los arqueros de la torre junto al malandrín de Don Juan y enseguida me di cuenta de que no teníamos armas para alcanzales. Maldije mi mala suerte al romper mi arco y decidí que le pondría solución a aquello. Aprovechando la distracción que habían creado los aldeanos debía abatir a uno de los cazadores para utilizar su arma, así podría eliminar a los arqueros de la torre y seguramente hacer que Don Juan se rindieran.

- Necesito un arco de esos cazadores - dije sacando el cuchillo.- Ahora que están distraidos serán presa fácil, y en cuanto tenga el arma abatiré a los de la torre.

Esperé unos segundos a ver si reaccionaban y venían conmigo, pero de todas formas estaba convencido de lo que debía hacer.