Partida Rol por web

Perfecto....acabo de caer en el juego de este psíquico. Tendré que estar más atenta la próxima vez.

Unos momentos más tarde, los motores cambian su ritmo y comienzan a decelerar la nave, ya quedaba poco para llegar al final de ese viaje. Delante de ella, el psíquico revuelve su bolsa de viaje y le tira algo de ropa de abrigo que ella coge al vuelo.

-Al final tanto protestar y eres tu el que tiene ropa de sobra. Mejor no hago comentarios o apareceremos en la superficie del planeta discutiendo y por hoy ya hemos tenido nuestra ración –le dijo con una medio sonrisa por su gesto- Te las tomo prestadas, pero si te hacen falta pídemelas. Son tuyas y tienes preferencia para usarlas. ¿De acuerdo?

Pocos minutos más tarde se abría la puerta de la nave y aparecía ante ellos la superficie del planeta. En toda su extensión y mostrando los efectos de la destrucción que había sido llevada a cabo. La visión de aquel cielo, aquel horizonte...Arlesha automáticamente llevó su vista al suelo, su respiración se volvió más ronca, pero intentó controlarse. Tanto horizonte, tanto espacio......la sensación de vértigo se hizo fuerte en su estómago mezclada con un olor raro, diferente, ¿qué era ese olor? Se volvió buscando la causa y sintió haberlo hecho. Por un segundo vió como Lazerus se quitaba la máscara. Tuvo que volverse rápidamente, aquello junto con tanto cielo, era demasiado.

Escuchó voces venir a preguntarles, pero ella, concentrada en acostumbrarse a todo el espacio que se abria ante ella, dejó que alguno de sus compañeros respondiese. Necesitaba unos minutos más en campo abierto para ser ella misma o, parecerse más a lo que era ella en un ambiente parecido al que ella estaba acostumbrada. Se arrebujó en las ropas de Itsua. El frio era intenso y la estaba congelando poco a poco.

Tauron y yo nos habíamos adelantado. El militar que nos hablaba obviamente tenía algún rango, y debía ser tratado como tal.

- ¡Tercio Veridio, señor! - se presentó marcialmente en posición de firmes, tanto como le permitía el frío. A los militares siempre les gusta ser tratados conforme a la autoridad que les da su rango. - Serví en... en la Guardia de Hierro de Mordia... El Inquisidor lamenta... no poder presentarse en persona... Nosotros somos sus enviados... - Con eso debía ser suficiente para explicar lo que hacían aquí y la fuente de su "autoridad". - ¿Puede llevarnos ante el Comisario?

El Sargento del 97º de Sibellus escucha sin inmutarse las palabras de Tercio Veridio.

Me acerco a él con la frente en alto y la tipica mirada que aprendemos de nuestros superiores en el Ministorum. Una vez en el centro de la atencion, me detengo y le hablo:

 - "Lo que usted llama un atajo de inutiles, es vuestra unica salvacion, Sargento. Por lo tanto deberia recibirnos de mejor manera, pues somos los portadores de la luz de la Inquisicion y de la Fé del Dios-Emperador. Aquellos factores son los unicos que le brindarán la victoria y nosotros somos el canal por el cual nuestro Padre Soberano actuará para salvar la vida de sus hombres."

Pongo mi mano derecha en mi pecho y me presento:

 - "Yo soy el Frater Tauron Faith, miembro del Adeptus Ministorum y actual miembro activo de la Inquisicion. Somos parte del séquito del Gran Inquisidor Anton Zebre, líder de la Cábala Tiranista del Cónclave Calixiano. Yo y mis compañeros fuimos dejados aqui por ordenes del Inquisidor Fostern para apoyarles de parte de la Inquisicion. Estaré encantado de que nos guie hacia vuestro Comisario para que seamos guiados en nuestra mision."

Termino mis palabras con un gesto de respeto hacia él y esperando su guia.

Mientras esperaba una respuesta del Sargento, a él o a Tauron, Tercio se fija en los alrededores.

"¿Cráteres humeantes? ¿Cadáveres sin enterrar? ¿Soldados ensangrentados? ¿Soldados abatidos y desesperados? ¿Ésta es la zona asegurada de la que hablaba el telépata? ¿Qué no nos están contando?"

El Sargento os mira fijamente unos segundos más, especialmente al Novicio Tauron Faith. Luego habla de nuevo:

- "Ya veo. Entonces el Inquisidor no piensa venir." - No lo dice como una pregunta. - "Supongo que debería de informar al Comisario de su presencia... caballeros." -

Una vez dicho esto se dispone a marcharse, pero justo al darse la vuelta su tosco brazo cibernético empieza a sacudirse mientras los accesorios giran, chasquean y cortan el aire, produciendo un terrible estrépito.

Raynard profiere una maldición, recorre la barra de metal con la mano, musita una plegaria y pulsa un botón. El artefacto se detiene de inmediato.

A continuación, emprende el camino hacia el bloque de viviendas.

Mientras le veis marcharse, alcanzáis a oír risas nerviosas procedentes de una tienda de lona cercana.

TIRADA de Perspicacia.

Lazerus observó cómo el brazo mecánico del sargento se descontralaba, por lo que prestó suma atención, ignorando cualquier otro hecho que pudiera ocurrir alrededor.

El joven adepto se acercó a pasos forzados al soldado antes de que se alejara demasiado de ellos.

[Sargento], le interpeló una vez se hubo situado tras él [Tecnoadepto Lazerus-20-Silon, al servicio del Gran Inquisidor Anton Zebre.] se presentó para disipar los temores del hombre a causa de su extraño aspecto [Si lo desea, podría echar un vistazo a su brazo cibernético. Ese anormal funcionamiento debería haber sido corregido hace tiempo, y podría costarle caro en combate.]

El Sargento ni siquiera responde al tecnosacerdote, hace un gesto violento que de haberle dado, lo hubiese derribado, y sigue caminando.

- La mayoría de los acólitos se quedan apabullados ante la actitud del Sargento, especialmente Tercio, Arlesha y Lazerus, que no saben cómo reaccionar y ya es demasiado tarde para ello.

- El Novicio Tauron y el Autorizado Hex se dan cuenta de que el Soldado Jurtz no ha regresado corriendo a su destino, como le ordenó el Sargento, si no que se encuentra a unos cuantos metros mirándoos con la boca abierta.

- Arlan Hex sopesa las opciones:

1- Interrogar al Soldado Jurtz.

2- Investigar la tienda de lona cercana donde se escuchan risas y gritos.

3- Seguir al Sargento hasta el bloque habitacional prefabricado donde se encuentra el Comisario.

4- Seguir al Sargento e intentar interrogarlo, esta parece la opción más difícil.

Frío, máquinas, y Guardias Imperiales, casi como estar en casa salvo por un pequeño detalle, a este mundo minero le faltaba el orgullo de Vostroya. allí siempre verías a los habitantes con la cabeza en alto y una sonrisa a flor de piel, sin importar las tribulaciones que debieran sufrir. El campamento no tenía mejor aspecto, no sabía a qué se habían enfrentado los soldados pero parecía que lo que fuese tenía un poder destructivo importante.

Vladymir bajó de la nave con una sonrisa, la que casi se convierte en risa al ver tiritar a sus compañeros. Por lo hablado en el viaje le resultaba evidente que lo mejor para su salud mental sería no hablar con Itsua, no era que le cayera mál, tan sólo que se sentía incapacitado para mantener un duelo verbal con el Psíquico y no quería terminar estrangulándolo. Tuviera razón o no, poco importaba ahora, si no hacían algo rápido sus compañeros se congelarían.

Quedó anonadado ante la llegada del recluta, y más aún ante la actitud del Sargento, parecía claro que lo que fuera que hubiera sucedido había quebrado la férrea moral de los Guardias Imperiales, sólo eso explicaría el comportamiento de la tropa. - Recomendaría que consiguieramos ropa, dudo que algunos de vosotros podais aguantar mucho más este frío - Dijo señalando el color ceniciento de algunos - Veamos si en la tienda más cercana pueden prestaros unos abrigos, malo sería que os presentaseis ante el comisario estornudando. - dicho esto se encaminó a la tienda de donde salían las risas, cualquiera fuera el humor de las mismas, aquellos que las emitían estarían en un estado emocional más manejable que el sargento.

Itsua se limitó a observar. A observar y a callar. Su rostro permanecía inmutable. Inmutable al frío ambiente y a la fría acogida, si así podía definirse al insultante y humillante trato recibido. Guardó silencio durante el prudencial tiempo que consideró necesario, tiempo que aprovechó para escudriñar el paisaje y sus gentes, a sus propios compañeros, así como todo aquello que le pudiera parecer relevante. Y vio.  

En contra de sus propios deseos, había callado siguiendo el consejo del vostroyano. Había esperado una reacción en condiciones, una respuesta a la recepción del sargento. Nada. Movió la cabeza en un signo negativo ante la inoperancia general que habían demostrado, aceptando que aquel que debería haber acogido su ayuda con el respeto debido, les tratara como a perros. Pero no era hora de críticas.

Cuando el Guardia Imperial decidió una vez más qué había de hacerse, fue cuando Itsua habló

- Aguarda antes de partir, Vladymir. Creo que deberías escucharme. Que deberíais escucharme todos. Observa a tu alrededor. Mira estas gentes y sus caras. Eres Guardia Imperial, como los aquí presentes que o bien yacen heridos o muestran la desesperación en sus rostros. Viendo su estado, ¿qué dirías que les ha ocurrido? En mi opinión, se han enfrentado a algo que les superaba. Ignoro qué, pero los resultados están ante nuestros ojos. Tal vez de ahí derive la reacción del sargento. Sabiendo el poder de quien ha desembocado este caos, es posible que especule que solo un Inquisidor podría solucionar este desastre.

Con un gesto de su mano, abarcó cuanto le rodeaba, un gesto que no resultó teatral, pero sí explícito cuando se detuvo un segundo más de lo necesario en la figura del recluta que les había recibido en primer lugar.

- Nada se nos ha dicho. Pero el sargento se dirige donde el Comisario y pronto llegará aquí. O eso espero, pues no se nos ha invitado a seguirle. Vladymir, piensa. En este contexto de dolor y destrucción, las risas que escuchas procedentes de esa tienda, ¿son lógicas? Nadie viviría estas horas con un humor distendido, si no con locura. No te aventures con prisas hacia lo desconocido, aunque tienes razón al afirmar que la ropa de abrigo nos es necesaria. Sin embargo, ¿creéis que el comisario nos la denegará? Venimos a ayudarle – dijo comentando un hecho de todos conocidos -. Observad  al recluta que se halla allí, aquel que ha desobedecido las órdenes de su superior y que nos mira. Puede ser una buena fuente de información. Iré a hablar con él. Quien quiera, puede acompañarme. Vladymir, si te mantienes en la opción de ir a esa tienda, investígala primero antes de adentrarte en ella sin más, pero no vayas solo. Después, podríamos dirigirnos en pos del sargento y acudir donde el Comisario a presentarle nuestros saludos. Pero no hemos de demorarnos en exceso. El tiempo corre en nuestra contra. Ahora bien, la información es tan necesaria como el aire que respiramos. Tratemos de obtenerla de forma rápida antes de dialogar con el Comisario o el sargento.

Arlesha presenció toda la escena sin abrir la boca, intentando no perder calor, pero eso era imposible. Cada vez notaba más como el frío se introducía a través de la ropa y le robaba su calor. Pero todo se desarrolló de una forma diferente a lo que ella había supuesto que pasaría. No entendía muy bien ciertas cosas, pero una cosa si tenia clara, o se movía o se congelaba.

-Estoy contigo Itsua, te acompañaré. Además, si me quedo más tiempo parada os quedareis sin arbitradora. Tened cuidado con la tienda -miró al vostroyano directamente a los ojos- no nos conviene meternos en problemas, Itsua tiene razón con respecto a esa tienda. No es nada normal. Aunque....no estoy tan segura que el comisario tenga prisa por conocernos. Ya se verá y espero equivocarme al respecto.

Miró al psíquico y le hizo un gesto con la cabeza –Vamos, cuanto antes nos movamos, mejor para todos. No me voy a quedar aquí quieta hasta que se me congelen las pestañas.... o hasta que el muchacho decida cumplir las ordenes que le han dado.

Arlesha echó a andar hacía donde estaba el muchacho, sin esperar al psíquico que supuso vendría detrás de ella. Paso cerca de la tienda y la miró con desconfianza mientras pasaba de largo.

Itsua cabeceó asintiendo a las palabras de la arbitradora.

- Nos encontraremos aquí mismo lo antes posible. Seamos discretos, pero no olvidemos que tenemos una misión que cumplir. Y que actuamos en nombre de una instancia superior. Hagámoslo bien.

Acto seguido siguió a la mujer en dirección al joven recluta.

Respondo a las palabras de Arlan despues de unos momentos:

 - "Yo tambien te acompañaré. Ya habia notado la extraña conducta de aquel soldado. Creo que seria buena idea hacerle un pequeño interrogatorio amistoso."

Me doy vuelta hacia el resto de mis compañeros:

 - "Hagan caso de lo que dice Arlan respecto a las precauciones. He notado que algo aqui no esta bien, asi que no escatimen en ser precavidos."

Me doy vuelta nuevamente hacia el Psiquico esperando para ir.

Apenas unos segundos después, Arlesha, Tauron e Itsua alcanzaban la posición del aparentemente curioso soldado Jurtz. Para el psíquico resultaba entrecomilladamente revelador que el militar hubiera desobedecido las órdenes expresas de su superior. ¿Por qué lo había hecho? Aún así, ello les proporcionaba una pequeña ventaja. La posibilidad de recibir de primera mano y de alguien de la tropa información que quizá les fuera de utilidad.

- Saludos de nuevo, Soldado Jurtz - dijo el psíquico con su voz ronca habitual -. Soy Arlan Hex, psíquico autorizado - se presentó haciendo uso de aquel nombre que tanto despreciaba -. Ella es la arbitradora Arlesha Rais y él, el Novicio Tauron Faith. He apreciado que nos observabas. No, tranquilo. Sé que podemos suscitar cierta curiosidad y no te lo recrimino. Veo - dijo mirando alrededor - que las cosas no han sido fáciles para vosotros. Os habéis enfrentado a un enemigo poderoso en apariencia. Dime, Soldado Jurtz, ¿qué es lo que ha ocurrido? Piensa que cuanto nos digas nos ayudará a solucionar esta crisis. Tu papel puede ser crucial en nuestro éxito - dijo en un tono suave, casi paternal.