Partida Rol por web

Llegamos finalmente a una taberna que nos servirá para alojar. Es un lugar considerablemente repugnante cuyo nombre es "La Clota Llorona". A pesar del olor y de lo desagradable que puede verse, es de lo mejor que he visto en Desesperanza como para que pasemos la noche. El Abad no nos verá ahora, pasaremos la noche y nos servirá para descansar del viaje y reponernos un poco. Sea como sea, la jornada ha sido agotadora y necesito dormir y comer, aunque no en ese orden.

Escucho la discusión entre Vladymir y Renata. La verdad es que nunca he sido de los que prefieren el secretismo, pues prefiero que todos los del grupo manejen hasta el último detalle para así poder cooperar y dar todo lo que puedan en post de la misión que se cierne. El secretismo solo mina la confianza y moral del grupo, así como evita que todos se sientan partícipes de lo que se consigue. Solo sirve para limitar los recursos y crear secesión en el grupo.

Ignoro los debates acerca de ello pues no soy un acólito con funciones completas y no me considero con el derecho de intervenir en algo así, por lo que asiento a la iniciativa de la Hermana Scythia y le contesto con todo el ánimo que soy capaz de reunir:

- "Yo tengo hambre, Hermana. Me alegrará compartir la comida que este agujero tiene para ofrecernos."

Le acompaño, con una cojera muy acentuada a una mesa en la que podamos sentarnos y estar en calma para así poder conversar y cenar en paz. Uno de los reservados podría ser despejado para nosotros, a pesar de lo concurrida que está la noche en el local. Aun así, siento que me haría muy feliz contar con un lugar así para pasar un buen rato que creo tenemos merecido.

Me había pasado la mayor parte del viaje medio adormilado. Entre el calor, la nubes de polvo y demás inclemencias temporales, no había podido hacer otra cosa que acurrucarme en el pequeño espacio que se había reservado para mi en el vehículo y soñar con tiempos mejores, con bebidas frescas y chicas guapas y con pechos generosos. Si, hubo un tiempo en el que yo vivía rodeado de todas esas cosas, un tiempo demasiado lejano ya. Y así habían pasado los días, sumido en un silencio involuntario que, al parecer, la mayoría secundaba. No había más que hacer que continuar el camino hasta llegar a nuestro destino.

El asentamiento me animó un poco, aunque el clima seguía siendo el mismo al menos allí habría un bar o algo parecido, no parecía probable que todos aquellos desarrapados pasaran muchos días sin tomar un trago. De hecho me dio la impresión de que el hubiera puesto un negocio allí se estaría haciendo de oro, claro está, si todos aquellos tipos tenían dinero para costearse algunos vicios.

En aquella intriga me hallaba cuando nos condujeron a la taberna, que estaba a rebosar como bien había predicho yo. Pero había una pregunta aún más interesante que me rondaba la cabeza: ¿Qué demonios había allí antes de que comenzasen las obras de la catedral? El tal Forst había aprovechado una oportunidad de oro y se había montado un chiringuito que le garantizaría una digna jubilación y algunos lujos para sus hijos, si es que tenía. Pero antes de eso, aquello no sería más que una colina desértica sin nada alrededor... o al menos eso pensaba yo. Decidí que lo averiguaría pero antes...

- Yo necesito un trago - dije levantando la mano derecha e ignorando las discusiones varias acerca de la falta de información.

Los lugareños guardan silencio y se apartan a vuestro paso, os observan con gran expectación y respeto, aunque todas las miradas parecen fijas en el Sacerdote Imperial y en la Adepta Sororita.

Muchos se inclinan ante vosotros, realizando el signo del Águila, unos pocos incluso ruegan y piden por bendiciones "en el nombre del Emperador". Los niños os observan con los ojos abiertos como platos.

Pese a que muchos lugareños presentan un aspecto casi famélico, parecen tener muy buen ánimo, aunque muchos de ellos probablemente no sepan muy bien qué les deparará el futuro ahora que la catedral está casi completada.

A consecuencia del inhóspito paraje en el que habitan, muchos están armados con garrotes, cuchillos, algún que otro fusil de caza, martillos de albañilería y diversas lanzas rudimentarias, pero poco más.

Muchos son ashleen y otros tribeños, mezclados con peregrinos y mendicantes procedentes de muchos mundos del Sector Calixis. Parece que la mayoría llevan tiempo aquí, y que incluso han formado familias y tienen niños pequeños.

El asentamiento imperial descansa sobre un elevado valle montañoso, firmemente afianzado por dos largos espolones de piedra.

Se han añadido varias fortificaciones rudimentarias a las paredes rocosas, formando una barrera en parte natural, en parte artificial, que si bien no resultan tan imponentes como las de Puerto Amargura, parecen lo bastante resistentes.

Preocupado por vuestro bienestar y comodidad, el dueño de la Clota Llorona echa a los ocupantes de uno de los mejores reservados y aparta a la multitud de curiosos expectantes que no cesarían de importunaros si les dejaran.

- "No deben de preocuparse por la cuenta, todos sus gastos están pagados, mis señores. Enseguida les sirvo la cena y bebidas." -

Poco después él y su familia os sirven jarras de la cerveza local "gargajosa", un grandes cuencos con un estofado mayormente insípido, y algunas botellas de amasec de importación de dudosa calidad (pero que es sin duda lo mejor que tiene Forst en este lugar, reservado para sus mejores clientes).

¿Los gastos están pagados? Scythia levanta una ceja con incredulidad ante el comentario de Forst. Pero no dice nada, se queda en silencio... pensando.

Acepta de buen grado la comida y bebida que les sirven, - Gracias. - musita la sororita como único comentario a tantas atenciones.

Todo resulta demasiado raro, demasiado sospechoso. Es posible que el Vidente se haya encargado de pagar... pero lo ve altamente improbable... ¿quién habrá pagado sus gastos? ¿Y por qué?

Quizá sólo sea mera cuestión de suerte... pero no será ella quien se la cuestione... después de todo, el Emperador protege. Echa un vistazo a sus compañeros y comienza a devorar la comida que les han servido. Seguramente le sirva para reponer fuerzas de tan largo viaje.

Quizá una buena propina cuando abandonen el lugar sea lo más adecuado para estos siervos del Emperador.

¡Vaya una agradable sorpresa! Gastos pagados en un paraje de ensueño... bueno, en una pocilga en mitad del desierto, pero gastos pagados al fin y al cabo. Claro que no me iba yo a quedar con la duda de quién iba a pagar nuestras cosas. No parecía probable que se tratara de Aristarchus, había llegado con nosotros y se había retirado antes de poder hablar con el tabernero, aunque todo podía ser. Y si había alguien interasado en nosotros yo quería saber quién era, por si luego las cosas se ponían feas saber por dónde empezar a buscar.

- ¡Pues mira que bien! - exclamé al saber de la existencia de un "patrocinador".- ¿Y puedo saber a quién debemos nuestra eterna gratitud? No es que sea desconfiado ni nada de eso, simplemente me gusta conocer la identidad de mis benefactores.

- "El Hermano Lamark me dijo que el Abad había pedido ayuda a la Eclesiarquía por los problemas que han habido entorno a la Catedral. Son ustedes lo Iniciados del Sínodo Tarsino enviados a ayudarnos, ¿no?" -

¿Es una forma de decirnos que esto lo ha pagado el hermano Lamark? ¿O es una brillante manera de desviar la atención y no responder directamente a la pregunta de Tercio?

Mantengo el silencio y procuro que ningún gesto cruce mi cara... estudio con cuidado las facciones de Forst intentando sacar más información de su porte y cómo viste, que de lo poco que nos está diciendo.

Finalmente me decido a responderle afirmativamente para que esté contento y más dispuesto a hablar.

- Sí, somos nosotros. - fuerzo una sonrisa que queda algo antinatural con mi respuesta... es porque no estoy acostumbrada a sonreír. - En lo que llega la cena... y ya que estamos aquí por trabajo... ¿podría contarnos alguno de esos problemas? - pregunto de forma casual. - Quizá si nos hacemos una mejor idea de lo que ha ocurrido podamos ponerle solución antes. -

HERMANA SCYTHIA:

- Tirada oculta de: Indagar +0.

- "Hermana, no soy más que un humilde posadero y nunca me alejo de la Clota.

La gente está nerviosa porque dicen que están pasando cosas muy extrañas. Me temo que no sé nada más." -

- No se preocupe... - digo para que no se ponga nervioso. - Centrémonos ahora en la cena y ya investigaremos nosotros fuera de la Clota. Gracias por todo. -

De momento no voy a decir nada más al posadero... quizá en otra ocasión pero parece que no sabe nada... Me pregunto si alguno de los parroquianos... pero esperaré a ver qué hacen el resto de mis compañeros.

Me siento con cierta dificultad en la mesa y recibo las cosas para comer y beber con una gran sonrisa. Interfiero amistosamente a las palabras de Tercio:

- "Tranquilo, Tercio. Estos buenos hombres están atendiéndonos de una muy buena manera y no es educado de nuestra parte desconfiar de ello. Disfrutemos de estas atenciones que recibimos ahora, en contraposición a todo lo vivido hasta ahora. El buen Dios-Emperador no se molestará porque disfrutemos un poco de la vida."

Comienzo a comer y beber con alegría mientras escucho las palabras del dueño del local y luego las preguntas de la Hermana Scythia, que son muy apropiadas para la situación. No está de más saber un poco de la visión de los locales, que muchas veces puede dar luces que las vías oficiales tienden a ignorar.

TAURON FAITH:

- Te sientes agotado por el viaje y dolorido por las heridas.

- Si quieres encontrarte levemente mejor por la mañana, harías bien en acostarte temprano y procurar dormir toda la noche del tirón.

PRIMERAS HORAS DE LA NOCHE.

Como un poco de lo que nos sirven y bebo para pasar la comida y entrar en calor. Escucho las respuestas del hombre mientras me alimento para poder fortalecerme y recuperar parte de mi perdida vitalidad. Estoy agotado, pero no sería una buena noche si me voy a la cama con el estómago vacío.

Una vez he comido y bebido lo suficiente como para sentirme reconfortado, me pongo de pie dificultosamente y le hablo al resto de mis compañeros:

- "Bueno, compañeros, creo que es hora de ir a dormir. Han sido largas jornadas y debo reponer mi cuerpo y mis heridas para poder servir al Dios-Emperador como se merece. Muy buenas noches a todos y que el Emperador los proteja."

Acto seguido me dirijo a mi habitación, la que cierro bien una vez en su interior. Me saco la ropa y rezo un momento una plegaria al Dios-Emperador antes de meterme a la cama con el revolver en la mano, la que pongo bajo la almohada para dormir cómodo y seguro por toda la noche.

Siguiendo el ejemplo del sacerdote me alimento bien, aunque sin hacer excesos. Debemos reponer fuerzas antes de poder comenzar con la misión que nos han encomendado.

- Estoy de acuerdo con Tauron. Yo también voy a dormir. Recordar que el Emperador protege. -

Sin más me levanto y marcho hacia las habitaciones. Una vez dentro hinco una rodilla en el suelo y comienzo mis oraciones al Emperador antes de acostarme. Mi voz no se eleva en exceso y un suave susurro es lo único que puede alcanzar a oírse.

- El Padre Faith y la Hermana Scythia se retiran a descansar.

Renata había preferido no discutir con Ostrogov su particular visión de las cosas. A fin de cuentas, ¿a dónde la llevaría aquello? Estaba claro que tenían una forma de proceder y que se aferraban a ella porque les había dado resultados, no porque fuera la mejor. Y temían adoptar cualquier otro modus operandi, desdeñando así cualquier opción de mejora. E cualquier caso, no estarían demasiado con ellos y concluido el presente trabajado y con algo de suerte, cada uno retomaría su camino y estos no volverían a entrecruzarse.

Y en el presente, disfrutaba de su cena y de la bebida que la acompañaba, en medio de una mesa amenizada con el mascar de bocas, algún sospechoso ruido intestinal y el olor de unos cuerpos que habían hecho un largo viaje.

-Buenas noches -alcanzó a decir Renata a la pareja de religiosos que se retiraba a descansar. Echó un vistazo en derredor, y nada de lo que vio la interesó en un primer momento. Kurt seguía en su estado de abulia sin fin. Ostrogov, seguía mirando torvo pertrechado sobre su bigote y Tercio... Bueno, era el único que en aquel momento parecía despierto-. ¿Hace un traguito? -preguntó agitando una de las botellas de amasec, mientras con una mano palpaba un bolsillo de Kurt dispuesta a saquear uno de sus cada vez más escasos ilhos. 

No era desconfianza como tal... bueno, en realidad si, pero es que cualquiera sabe que en este mundo nadie regala nada y a mi no me gusta deber favores a nadie, y menos aún, deber un favor a alguien que ni siquiera sé quién es. En cualquier caso, Tauron parecía cansado y se retiró junto a la Hermana Scythia, de modo que aquella conversación, de llegar a producirse, tendría que esperar.

- ¡Por supuesto! - respondí con entusiasmo al ofrecimiento de bebida.- Pensaba que yo era el único que pretendía aprovechar la oferta de gastos pagados.

Observé el intento de Renata por encontrar una varilla de lho, y me adelanté sacando las mías. Le ofrecí primero a ella, luego a Kurt y, por último, a Vladymir, suponiendo de antemano que la rechazaría.

El vostroyano negó suavemente con la cabeza ante el silencio de la mujer. Primero se quejaba de no obtener información y del silencio, y ahora que ella podía preguntar aquello que quisiera, o sobre lo que tuviera dudas, era silencio lo único que tenía. 

"Por el Trono, que dura va a ser esta misión..."

Negó ante el ofrecimiento de Tercio, y se levantó del reservado.

-Yo me retiro ya. Recordad que mañana debemos empezar nuestro trabajo, y cuanto antes, mejor-dijo, como única advertencia para que no alargaran mucho la noche-y Tercio, no te metas en líos. 

"Total, me van a hacer el mismo caso diga lo que diga..."