Partida Rol por web

Stan Nargead, jefe de la guardia de Nav Hidad había reunido a toda su plantilla por tal de dar las directrices de cara al invierno que se les avecinaba. Aquel veterano de mil batallas era un hombre que debería haber dejado el cargo ya algunos años atrás. Sin embargo, el amor por las bebidas espirituosas y por el humo de su siempre encendida pipa, le habían impedido hacer acopio de la suficiente fortuna como para tener una apacible vida al margen de la guardia de aquella aldea perdida en medio de la más absoluta nada.

Ehaes Vadrud era tan o más viejo que el capitán. Sus motivos para no abandonar el cuerpo eran muy diferentes a los de su viejo compañero. Si bien sería imposible para Nargead sobrevivir sin el sueldo que semanalmente recibía por parte del gobernador de la aldea y que gastaba en sus vicios más destacados, para Vadrud el motivo era muy diferente. No soportaba a su mujer y a sus trece nietos y aunque tuviera el futuro resuelto en el plano económico, se aferraba a su cargo como una salvación a lo que él consideraba un infierno en vida.

Lo cierto era que las diferencias entre los veteranos y los nuevos reclutas de aquella pequeña guarnición se hacían cada vez más evidentes. Si bien los veteranos trataban de esquivar los problemas relacionados con su cargo y tratar de traspasarlos a la guardia de los caminos en cuanto éstos se dignaban en aparecer por la aldea, los jóvenes guardias en cambio, parecían querer buscar toda clase de infortunios.

El cuartel no era un recinto realmente muy grande. Tan solo una pequeña oficina, donde Nargead permanecía la mayor parte del servicio y donde archivaba toda clase de informes y datos sobre los aldeanos, además de un pequeño banco anclado al suelo y junto a unos ostentosos grilletes que pocas veces utilizaban para maniatar a los escasos arrestados que se realizaban anualmente en Nav Hidad.

- Como ya he dicho y bien sabéis…  – Comenzó diciendo Stan Nargead. - …es en la temporada invernal cuantos más casos tenemos de robos. Sabéis que cuando el duro invierno se instala el trabajo de jornalero comienza a escasear, es entonces cuando los jornaleros cambian de oficio.

El capitán tenía los ojos inyectados en sangre. Había pasado gran parte de su guardia en el interior de la oficina. Aquel pequeño habitáculo apestaba a tabaco tanto o más que el causante de la humareda. Ocultaba bajo su mesa una botella de vino, aunque lo hacía de modo realmente muy poco efectivo, pues todos se habían percatado de su presencia. Pese a todo, su aliento desvelaba sin necesidad de más indicios, que su capitán había pasado toda la mañana abrazado a su viejo amigo el alcohol.

- Eso… - Nargead se rascó los ojos. Le costaba mantenerlos abiertos. - ¿Qué demontres estaba diciendo? – Dijo para sí a la vez que un repentino hipo le sobrevenía. - ¡Estó… hip!

- Sois jóvenes. – Dijo de pronto Vadrud interviniendo y salvando así al capitán de cierto ridículo. – Yo también fui joven aunque cueste creerlo. Todos hemos tenido ilusión por coger a los malos, pero llegará un día... – Señaló entones a Shalt, pues le conocía bien y sabía que algo tendría que decir de todo eso. - …llegará un día en que os daréis cuenta de que aquí venimos a pasar unas horas, a cobrar y a pasarlo lo mejor posible. No arreglaréis Gea, señores, no señor.

Vadrud miró a aquellos tres jóvenes valores. Un enano, un gran trasgo y un shaltiano. ¿Ese era el futuro de la guardia de Nav Hidad? Lo cierto era que desde que las minas dejaran de ser rentables, muchos sino la gran mayoría de los habitantes de aquel feudo se habían marchado caminode Aedai u otros destinos. Era lógico, pues allí difícilmente un chico joven se podría ganar la vida y formar una familia. Aquella aldea estaba destinada a quedar abandonada en cuanto los más ancianos abandonaran Gea para reunirse con sus dioses patrones. Incluso la familia Hidad pasaba cada vez más periodos alejada de la mansión familiar de aquel feudo, sus negocios en la ciudad eran prioritarios al gobierno de la aldea.

- Sois el futuro de esta guardia. – Dijo Ehaes tras reflexionar en silencio. – Aprended todo lo que podáis de los viejos, algún día no estaremos. 

Este año, como cada año, Dragor Melannyn sube a la superficie en invierno, esta vez solo, pues su hermano está con una indisposición renal. Se ha comprado unos patines nuevos cuando se cruza con un anciano. Se reconocen mutuamente.

- ¡Hola Dragor! ¡Encantado de verte de nuevo!
- ¡Hola Fenris! ¿Qué tal todo este año?
- Pues... no muy bien, los jóvenes migran a la ciudad y ya nadie parece querer a Nav Hidad como en antaño. De hecho falta personal hasta para las funciones más básicas del feudo. 
- Vaya... yo puedo ayudar si crees que puedo ayudar en algo. Ya sabes, siempre he querido esa ciudad y mi casa en las minas. Yo no me muevo de aquí nunca, estoy bien aquí...
- Pues en nombre de la ciudad te lo agradecería. Hacen falta guardianes. Los que quedan son experimentados, pero viejos, desmotivados, en definitiva, quemados. Ven, te presentaré al jefe de guardia Stan Nargead, hay un par de jóvenes más, todo lo que hemos podido encontrar mínimamente motivado.
- Pero tendría que avisar a mi familia del subsuelo...
- Tranquilo, nos encargaremos de eso.

Después de todo lo que había tenido que pasar en su camino, no estaría de más hacer un poco de bien en aquel pueblo. Parecía que el invierno llegaba y como decían tanto Stan como Ehaes, era aquella época cuando más hurtos y crímenes se llevaban a cabo. Roht tendría la posibilidad de lucirse ante los ojos de los dioses y traer algo de paz a aquel mundo plagado de caos.

- ¡Cuenten con mi martillo, nobles ancianos! Aprenderé de sus sabios consejos y ayudaré a traer la paz a esta región. Hoy será Nav Hidad, mañana... - Dijo, levantándose solemnemente apoyando su enorme martillo en su hombro.

El enorme acorazado que era Roht, pensó en levantar su martillo al cielo, pero solo habría conseguido hacer otro respiradero a la chimenea, de haberlo intentando.

- Muy bien, nobles señores. Como guardias que somos, me gustaría saber, ¿Por dónde empezamos? ¿Hay algún asunto que investigar? ¿Requiere alguien de nuestros servicios? - Preguntó a sus superiores.

No cabía lugar a dudas de que Martillo Invencible estaba encantado con todo aquello. Deseaba ponerse manos a la obra y ver si, en cierto modo, requerían de los servicios de su férreo brazo para poner órden en aquel frío lugar.

Shalt se limitó a asentir ante aquel aburrido sermón de aquellos que, bajo su juicio, no tenían demasiada idea de como se debía llevar un cuerpo de guardia, Puede que Ehades hubiese podido llegar a ser un gran jefe de la guardia, pero por desgracia, tuvo que acostumbrarse a vivir a la sombra del borracho de Stan, puesto que al parecer contaba con el beneplácito del consejo de ancianos de la villa.

De todas maneras, podían predicar lo que quisiesen. Al fin y al cabo no pensaba dedicar su vida a aquella labor, puesto que si se encontraba en aquella aldea perdida en el norte era por puro azar. En cuanto terminase la época de nieves tenía pensado volver a emprender sus asuntos y no entraba dentro de sus planes el regresar nunca jamás a aquella pequeña y aburrida aldea. Aunque una cosa estaba clara, perseguir a criminales era más divertido que limitarse a dejar pasar el tiempo.

- Vaya, no es lo que esperaba, un borracho y un inadaptado a su familia. Y de entre los jóvenes un martillo gigante y una coraza con casco. Parecía una situación más cómica que seria respeto a la guardia de la ciudad, en otros tiempos la gente no lo hubiese creído o se hubiese reído. El borracho de Stan había escondido su botella bajo la mesa y a Dragor Melannyn no se le ocurre nada más que intentar robársela. Así aprenderá - pensó.

El otro viejo, Ehaes, también parecía cansado pero mucho más profesional.

Intenta robar la botella de alcohol al viejo Stan.

- ¿Algún caso? - Preguntó inquisitivo Stan. - ¡Qué os acaba de explicar Vadrud! - Negó con la cabeza visiblemente enfadado. - Estamos en un Nav* tranquilo. Aquí no hay casos. Nuestra actividad se reduce a hacer lo que el jrag** nos mande. Sacar al borracho de turno de la taberna y a intervenir en algún que otro conflicto entre vecinos. - Suspiró antes de dar una nueva calada a su pipa e inundar de humo la estancia. - No nos pagan lo suficiente como para hacer algo más, no os engañéis.

Fue entonces cuando Nargead observó como el enano se estaba acercando ostensiblemente hacia su botella oculta de forma inefectiva bajo sus pies. El capitán le miró con cierta incredulidad, no pensaba que estuviera a punto de presenciar el robo de su vino frente a sus propias narices, por parte de uno de sus guardias.

- ¡No serás capaz! - Le reprendió molesto. Si con algo no se podía jugar era con sus vicios más notables.

- Por otra parte. - Dijo Vadrud mirando de arriba abajo al gran trasgo. - No creo que sea apropiada esa gigantesca atrocidad... - Señaló el gran martillo. - ...en una tranquila aldea como ésta. De hecho no creo que sea reglamentaria. El uso de armamento en esta guardia se limita a algún tipo de arma más o menos ligera, siendo la espada larga la más habitual y porra.

Vadrud se acercó hasta el gran trasgo examinando la mole de hierro que portaba consigo. Negó con la cabeza y trató de tomarla por la empuñadura, aunque finalmente, viendo que le sería casi imposible levantarla, optó por no agarrarla.

- Será mejor que escondas ese martillo en tu domicilio. - Dijo al fin. - Si es que eso es posible... - Sonrió. - No queremos alarma a la población con éste tipo de armamento pesado. Déjalo para la guerra, amigo.

- Mmmmmmfffff... Tarea difícil, anciano. Última sombra y yo somos uno. ¿Acaso privaríais a quien le falta una pierna de su bastón o muleta? ¿Dejaríais a un trobador sin su instrumento? Mi martillo va conmigo, era de mi padre y conmigo seguirá, pero tranquilos, no lo usaré con la población local, estad seguros. Pues asi lo jura un sahelue. - Dice con la mano en el corazón.

- ¡Pamplinas! – Gruñó Ehaes. - ¡Deja, deja! ¡Déjate de tonterías!

El veterano se puso en pie mientras negaba con la cabeza. Echó la vista atrás y se quedó unos instantes observando al gran trasgo. Fue entonces cuando volvió a negar con la cabeza y volvió a darle la espalda no sin antes escupir al suelo y hacer un gesto con la mano que no indicaba otra cosa que un claro mensaje: tú mismo.

- ¡Bah! – Se lamentó mirando al suelo mientras caminaba hacia la parte trasera de la oficina, donde se encontraba la única celda de la que disponían y agarraba un cubo con pienso. – No tienen remedio… - Siguió murmurando mientras se alejaba. - …les dices lo que es bueno para ellos y te salen con… - Al cerrar la puerta tras de sí, que daba a la zona de seguridad del puesto, cesaron sus quejas.

Pues sí, en la única celda del puesto de guardia, Ehaes había creado un corral para gallinas. Era cierto que durante el frío invierno de esas latitudes, aquellas aves de corral lo pasaban mal expuestas a las bajas temperaturas y aunque Stan había tratado de rebatir la idea que le propuso de: “utilizar las celdas para algo realmente útil”, no pudo contradecir a Vadrud cuando arrojó el dato de que en los últimos tres años, nadie había pasado por el calabozo.

- Asignaré las guardias entonces… - Dijo Stan mientras daba una calada a su pipa. – Desde las doce horas de hoy hasta las doce de mañana… agarró una pluma que reposaba en un tintero y anotó dos nombres en una hoja. Roht y Melannyn. – Los miró justo entonces. - La siguiente guardia para vosotros. – Señaló a Shalt e hizo un gesto con la cabeza indicando que le tocaría al lado de Vadrud.

Apuntó entonces en la hoja los nombres de los guardias que realizarían el turno siguiente. Era evidente para todos que aquello, más que un cuadrante de servicio era una simple patraña que parecía dotar de cierta profesionalidad al responsable del servicio, pero que realmente servía para poco más que para limpiarse el trasero con ella.

- Gozaréis de tres descansos de media hora… - Dijo el capitán e hizo una pausa. - …podréis comer aquí. Betita traerá víveres. Vigilad el portón a la caída del sol y al alba y cerradlo cuando anochezca. Antes de ir al puesto a descansar, quiero que cerréis también el cementerio. Podría suceder que alguien pretendiera profanar alguna de las tumbas. Y haced varias rondas, media hora cada dos horas. Que os vean. ¿Entendido?

Donde está Vadrud?

Con las gallinas en el calabozo dandoles de comer...

Ante las palabras de sus superiores, Roht no entendía mucho sobre las molestias o inoportuno que se sentía Ehaes con la presencia de Ültima Sombra, su martillo, herencia familiar. Con todo y con eso, trató de no llamar la atención con el, dejándolo atado a su espalda y cubierto con su capa.

Mas tarde, escuchó, prestando bastante atención pero sin entender demasiado, debido a su cerebro distraído, las indicaciones de Stan.

- Entendido señor pero, ¿Quién es Betita? - Preguntó extrañado.

Stan Nargead se atragantó con el humo de su pipa en cuanto escuchó la pregunta de Roht. Lo cierto fue que la tos casi le provocó una caída desde la silla que pocas veces abandonaba y que nunca lo hacía con la intención de trabajar. Cuando pudo recuperar el aliento encaró una ceja mirando inquisitivamente al gran trasgo.

- ¿Me dirás que nunca le has preguntado el nombre a Betita? – Preguntó el capitán extrañado. – Un joven como tú… - Le señaló de arriba abajo. - ¿No le has preguntado el nombre a la bella joven que limpia las dependencias  y concina para nosotros? ¿Eres uno de esos desviados, o qué te pasa? ¿No les gusta a los tuyos el sexo opuesto? – Dijo refiriéndose inequívocamente a la raza a la que Roht pertenecía.

Vaya panda de depravados. - dijo Melannyn. - lo del martillo es lo de menos, lo importante son sus ganas de trabajar.

¡A sus órdenes, jefe! - se cuadró a Stan. A pesar del alcohol debían de preservar las formas. O al menos eso pensaba el enano. No tenían porqué seguir su nefasto ejemplo y tenían que ser serios si querían de verdad ayudar a preservar la paz y el orden en la ciudad.

-Betita es, con diferencia, la única joya que he encontrado a día de hoy por estos lares, palabra de buscador de tesoros-dijo en tono jocoso mientras encogía sus hombros

-Bueno, viendo que me he ganado 12 horas de merecido descanso, aquí hay uno que se retira.

Tras hacer una exagerada reverencia, se encaminó hacia la puerta que daba al exterior. doce horas daban para mucho, por lo que pretendía dar un paseo por la aldea para luego marcharse a descansar un par de horas a su domicilio.

- Parece que todos saben quien es Betita... ¿Dónde está? - Pregunta algo extrañado de que todo el mundo la conozca menos el mismo.