Partida Rol por web

En ese momento, fueron testigos de como alguien corría ladera abajo en su dirección. Se trataba del mismo ser reptiliano que saliera a su encuentro nada más llegar al islote. Yaotl-ha portaba cara de preocupación en el rostro, toda la cara de preocupación que un ser escamoso podía poner, y avanzaba hacia ellos a toda prisa. Al llegar junto a los cuatro miembros de la expedición, se detuvo unos instantes a recobrar el aliento y luego habló.

- Teníais razón... - Les dijo. - ¡La caja ya no está! - Exclamó aterrado. - El cónclave está reunido tratando de discernir que es lo que ha sucedido... - Miró hacia el horizonte. - ¿Y esa nave? - Preguntó como si no la hubiera visto antes.

Sir Haldir se llevo las manos a la cabeza en un gesto de incomprensión y exasperación extrema. No le extrañaba que aquellos lagartos estuvieran prácticamente extintos de la faz de Gante, si reaccionaban con esa lentitud ante una crisis de magnitud planetaria.

—¡Joder! ¿Necesitas más pistas? —le espetó Haldir a Yaotl-ha—. El mago del que te advertimos os ha robado la caja delante de vuestras propias narices. Rataxes podría abrir la dichosa caja mientras tu Cónclave delibera qué podía haber pasado. ¡Así que tienes una forma de chasquear los dedos y enviarnos a la cubierta, más nos vale a todos que lo hagas, y rápido!

Maldito Gambrinus.

Eran sus poderes lo que necesitaban exactamente en este momento. Vivía Iakhesis que iba a presionar a Alosius para que le abriera un expediente disciplinario. ¡Quedarse en una taberna recomponiendo su elemental de cerveza a partir del orín de los parroquinados cuando el destino de estaba en peligro!

Niren sufrió un extraño tick en una de las cejas mientras esbozaba una sonrisa entre sardónica y forzada.

«Y esta es la gente encargada de proteger un artefacto que podría mandar el mundo entero a la mierda con solo abrirse... Que los dioses nos amparen»

No sabía si tirarle algo a la cabeza a Yaotl-ha o echarse a reir como una histérica. O ambas. Lo que sí sabía es que tendrían que tener una seria charla sobre mejoras en la seguridad si conseguían salir de aquel lío.

Se forzó no obstante a centrar sus pensamientos en lo que en aquel momento les ocupaba añadiendo un detalle que consideraba bastante importante:

—¡Y de una pieza!

No se fiaba ya un pelo ni de dar por sentada ni la cosa más obvia.

El reptiliano se quedó unos instantes pensativo. Bajó la mirada y comenzó a murmurar algo inaudible para el resto. Finalmente alzó la cabeza y buscó la mirada de aquellos que podían ser la llave para recuperar el artefacto que podía acabar por destruir el mundo.

- Podría realizar una invocación. - Dijo aquel ser. - Si convoco a un elemental de agua, podría llevaros hasta el barco. Si montáis en ese bote... - Señaló el bote de remos que habían visto al llegar a la playa. - El os podría impulsar hasta la caja...

—¡Por el amor del cielo, hazlo de una vez! —le apremió Haldir, por no zarandear al lagarto y abofetearlo como si fuera una pasajera aterrada en una diligencia.

Los cuatro componentes de aquel desmembrado grupo, pues faltaban dos de sus compenentes, Gambrinus y Liadrel, agarraron el bote y lo pusieron a flote. Tenía algunos agujeros y no llegaría muy lejos, pero no necesitaban llegar muy lejos, tan solo hasta la embarcación que se alejaba del islote. 

Mientras tanto Yaotl-ha comenzó a conjurar una invocación. El reptiliano puso los ojos en blanco y de pronto, tras unos pocos segundos, un elemental de agua apareció de la nada. Se situó en la popa del bote y siguiendo las órdenes que le daba el ser con aspecto ofídico, comenzó a remolcar al bote. Primero fueron lentos, pero poco a poco fueron ganando velocidad y el terreno entre ellos y el barco iba disminuyendo hasta que al final se pusieron a su misma altura.

La gente de abordo parecía no haberles localizado todavía, estaban más pendientes de lo que tenían por delante y entre manos, que de lo que dejaban atrás. Sin embargo, no podían tardar mucho en reparar en ellos. Tenían que actuar con presteza, pues si les cogían desprevenidos, tenían mucho ganado.

Yaotl-ha por fin movió el trasero y les ayudó. Haldir tenía la mirada clavada en el velero mientras el elemental de agua les propulsaba sobre las aguas en su dirección. Apretaba con tanta fuerza el mango de su guadaña que tenía los nudillos blancos. Cuando se hubieron acercado lo suficiente, empezó a derramar sus conjuros de protección sobre sus compañeros. 

Cuando hubo terminado, les preguntó a sus compañeros:

—¿Preparados para el combate?

—Y para que me paguen el doble si logramos arreglar semejante berenjenal... ya lo creo—suspiró Niren desenvainando ambas espadas. Observó entonces con curiosidad el resultado de los conjuros del Caballero Rubí, hacían cosquillas pero no eran desagradables—. Vaya, gracias, es la primera vez que alguien me arroja algo que no es agua bendita.

Le guiñó un ojo; no es como si el susodicho líquido le hiciese daño. Pero indignaba bastante.

- Parece que llegamos al momento decisivo... - Dijo Sir Alois.

El caballero se concentró en si mismo y rezó en silencio una oración. Su cuerpo se iluminó brevemente y entonces miró hacia la embarcación que gracias a aquel ajeno del plano de agua, estaban apunto de alcanzar. 

- Creo que esta vez el combate no será tan fácil como en otras ocasiones. - Dijo un sonriente Alois. Aunque si sonrisa no era más que un reflejo de sus propias inseguridades. - Espero equivocarme... - Dijo fialmente.

- No se preocupe Sir Alois. - Intervino el enano, quien se sentía mucho más fuerte tras el conjuro que Sir Haldir había lanzado sobre él. - Estoy completamente seguro que no tenemos nada que temer. - Dijo entonces.

El enano agarró su hacha enana y la probó lanzando un tajo al aire. Asintió con la cabeza, estaba bien equilibrada. Como siempre por otra parte. Colocó el mango sobre el bote y se apoyó en la parte superior esperando al momento del alcanzar el barco donde sin duda se encontraba el hombre que venían persiguiendo desde hacía tanto tiempo.

Para cuando el bote tripulado por los cuatro intrépidos miembros de aquella extraña expedición hacia algún sitio, en busca de algo, que tenía alguien, llegaron a la altura del barco donde ese alguien, que presuntamente tenía ese algo, la Caja de Arena Roja, cuatro de los seis tripulantes aumentaron considerablemente de tamaño. El combate estaba servido, aunque para ello, los perseguidores tenían que, de alguna forma, lograr subir hasta lo alto de aquel barco, cosa que a priori, no era tan fácil.

- ¿Cómo puñetas subimos allí arriba? - Preguntó entonces Sir Alois.

Lo cierto era que el veterano caballero no tenía ni la más remota idea de como subir abordo sin tener que lanzarse al agua, nadar hasta alcanzar algún cabo y trepar por éste. Eso teniendo en cuenta que pudiera nadar sin irse al fondo y trepar sin caer al agua. 

Niren se encogió de hombros y le dio unas palmaditas al elemental, o más bien unos chapoteos al elemental.

—Eh, burbujitas—señaló con el dedo hacia arriba—. A la altura de la cubierta si eres tan amable, por favor.

Por probar no perdía nada, y lo mejor de todo fue que funcionó. Aquella maldita cosa era más rápida de reacción que quien la había invocado.

A decir verdad había algo que no le gustaba de la situación y ella siempre solía hacerle caso a su instinto. Pero tampoco es que tuviesen muchas más opciones así que tendría que aguantarse; conforme la criatura de agua les asomó en cubierta saltó cerca del hombre que Alois había identificado como Rataxes... y que por algún motivo mágico sobre el que ya ponderaría después se había vuelto absurdamente grande, y le asestó sendas cuchilladas.

Sir Alois voló por encima de la embarcación guiado por las aguas que movía aquel elemental de agua. El caballero rubí cayó sobre la cubierta situándose entre Rataxes y Niren y aquella extraña mujer que lucía una brillante armadura de tonalidades rojizas.

- ¡Es hora de que paguéis por vuestros pecados! - Exclamó el caballero.

Entonces descargó un poderoso golpe con su espada larga, la cuál utilizaba en esta ocasión a dos manos habiendo dejado su escudo colgando de su espalda. El impacto contra aquella mujer fue demoledor. Está retrocedió un par de pasos y se vislumbró el terror por una muerte cercana en su rostro. El caballero lanzó dos nuevos ataques contra la mujer. Cualquiera de los dos, de haber sido tan demoledor como el primero, habrían acabado con ella, pero aquella mujer logró esquivar ambos ataques.

Los ataques de Niren fueron rápidos, certeros y mortales, sin embargo, no sintió que los impactos, que debieran haber atravesada a aquel arcano, impactaran contra nada. De hecho, el filo de sus armas no se tiñó de rojo carmesí. Era como si, habiendo golpeado contra su oponente, no le hubiera hecho nada.

Fue entonces cuando el mago se giró hacia el bote, donde todavía se encontraba Sir Haldir e Innos y formuló unas palabras arcanas.

- ¡Ko'nhi movulus etksh! - Gritó con todas sus fuerzas.

Fue entonces cuando Sir Haldir notó como sus músculos se tensaban. Le costaba realizar cualquier movimiento. ¡Trataba de inmovilizarle!

La mujer herida de forma terrible por Sir Alois, no se achantó. Ella también sabía pelear y se lo iba a demostrar. 

- ¡Te arrepentirás de ésto, viejo! - Le dijo al caballero.

Entonces agarrando con firmeza si enorme espadón, lanzó un ataque contra Alois. Éste logró detenerlo interponiendo si propia espada, pero con un movimiento grácil y potente, logró con un nuevo ataque, abrir un tajo bastante profundo en la espalda del buen Sir.

Niren suspiró con una mezcla de resignación e irritación. Su maldito instinto y su maldita manía de no equivocarse. Maldito fuera.

Miró de reojo a ambos lados y quizá gracias a la costumbre de buscar objetos en tumbas y ruinas en las que no se veía medio pimiento, a que Iakhesis simplemente así lo quiso y punto o a que su instinto quería echar una de cal y otra de arena, logró captar algo muy leve.

—¡Es una ilusión!—gritó a los demás antes de señalar en una dirección concreta detrás de la tipa que se encontraba batiéndose con Sir Alois y el sujeto del ojo raro—. ¡El de verdad está allí!