Partida Rol por web

- No se encuentran ya en palacio y no han venido hasta aquí, Gambrinus. - Respondió Wilhermina con pocas ganas de ahondar en aquella petición. - ¿Es imprescindible su presencia aquí? - Arqueó una ceja. - Dijeron que marchaban a sus hogares. Supongo que querrán realizar los preparativos para el viaje y despedirse de sus familias. Mandar ahora y en mitad de la noche, una patrulla de soldados para que vengan podría ser... - Tomó aire. - Innecesario...

- No... - Respondió Sir Alois con la boca grande a la pregunta de Gambrinus. 

El caballero de la Orden Rubí se frotó las manos de forma instintiva a la vez que una sonrisa mal disimulada se colaba en su rostro. No podía disimularlo, pero en el fondo, su autoestima se había visto reforzada al comprobar que él no era el único que se equivocaba, erraba o hacía el ridículo en alguna ocasión.

- Vuelve a intentarlo, compañero. - Dijo entonces el anciano. - Ensayo y error, ensayo y error. Ya verás como la próxima vez... - Interrumpió entonces su canallesca verborrea. Aunque no había sido su intención, podía aparentar que se estaba burlando de su compañero.

Gambrinus era un buen compañero. Algo excéntrico en ocasiones, más tras el Evento Verde, pero no se merecía el comportamiento que estaba teniendo. El caballero bajó la cabeza y resopló algo avergonzado. Debía sentirse orgulloso de sus victorias y no de las derrotas de otros. Tendría que compensar a Gambrinus por aquello y hacer penitencia. Sí, haría penitencia.

- ¿Puedes descubrir algo más, Haldir? - Le peguntó. - Y señorita Magnussen, si Gambrinus cree conveniente traer a Innos y Liadrel, sus razones trendrá. ¿No cree? - Miró al mediano guiñándole un ojo.

Gambrinus chasqueó la lengua molesto, aunque no tanto por la impertinente pregunta de Whilermina sino porque su disipar había fallado.

—¿Innecesario?—preguntó altivo—Si hay alguien infiltrado y todo indica a que así es, tanto Innos como Liadrel están en peligro. ¡Así que no pierda el tiempo y hagálos llamar!

Quizás se había pasado con su tono imperativo, pero la directora le había sacado de quicio. En una sola noche se estaba desmoronando toda la idea que se había montado en su cabeza sobre los éxitos conseguidos tanto por su rival como por sus superiores. Había sobrestimado su talento y empezaba a pensar que la suerte había sido un factor muy importante en la vida de todos ellos.

La misma que él no había tenido nunca.

—Sveron eminentis doctrum. Septem...—dijo mientras recitaba de nuevo el conjuro.

Y la misma que le estaba faltando en ese momento.

Niren se mantuvo por el momento escuchando la conversación, resultaba divertida en cuanto a pegas; Ella había tenido que venir del reino vecino, que la señorita elfa y el señorito enano tuvieran que mover un poco el culo en condiciones no-óptimas no les iba a hacer daño.

—¿Ha funcionado ahora?—preguntó—. No sé cuántas veceis podéis hacer eso.

—La potencia del aura del arcón es débil. La del cajetín, moderada —contestó Sir Haldir a su maestro—. Nada más. 

El segundo conjuro de disipar magia de Gambrinus había sido mejor que el primero, pero tampoco había sido espectacular. Pensó en sugerir que dejaran este asunto en magos de Rargzorg mientras aguardaba a comprobar si alguna de las dos auras había desaparecido. Pero luego recordó que eran sus artes seductoras lo que le mantenían en el puesto de mago real y no su habilidad con el mundo de lo arcano.

Estamos apañados.

- Bien pensado… - Afirmó rotundamente la Directora del Despacho de Integridad Mágica. – Bien pensado. – Repitió en un tono más bajo mientras asentía. Entonces alzó la cabeza y se dirigió a Gambrinus. - ¿Dejas que pruebe yo también?

Evidentemente se refería a tratar de desactivar las auras mágicas que Sir Haldir había detectado. Un poco tarde quizás. Una actitud un tanto extraña. O bien tenía demasiado sueño y sus pensamientos estaban algo ralentizados o bien simplemente no tenía todos los sentidos puestos en lo que estaban haciendo.

- Una de las dos auras ha sido desactivada. – Le dijo entonces al mediano. - Buen trabajo. – Afirmó. – Me centraré entonces en el arcón.

La arcana se concentró sin quitar la vista sobre aquel arcón aparentemente encantado. Alzó las manos y entonces comenzó a recitar un conjuro. El mismo conjuro que ya se había lanzado dos veces en pocos segundos en esa misma sala.

- Sveron eminentis doctrum. Septem enim ex viribus magicae. Murorom at naeniam et solve fasciculos potest. – Pronunció con penetrante voz.

En el momento en que la maga acabó de conjurar, Sir Haldir dejó de detectar magia en aquella estancia. El conjuro había funcionado a la perfección y era el momento de seguir registrando aquellos aposentos.

- Sir Alois... - Wilhermina llamó la atención del caballero. - ¿Podría usted encargarse de que alguien mande llamar a Innos y a Liadrel?

- Por supuesto, mi señora. - Respondió el siempre correcto Sir Alois.

El caballero miró a Sir Haldir antes de darse media vuelta y marchar a realizar el encargo de la Directora. En la mirada de Sir Alois hacia su antiguo discípulo se pudieron leer varias cosas. La primera era una pregunta de obvia respuesta. ¿Estarás bien sin mí? Sir Haldir asintió. Y una segunda: ¿Por donde narices empiezo a buscar a aquellos dos? Tampoco importó respuesta. Se las apañaría.

Una vez desactivados los sortilegios activos sobre el mobiliario de aquella habitación, Niren siguió a lo suyo. Lo primero que hizo fue rebuscar en el baúl. Ropa y objetos personales de higiene, como una esponja o hilo dental fue lo poco que encontró en aquel arcón. También encontró un martillo y un cincel, pero nada relevante por lo que activar un conjuro sobre aquel mueble. Sin duda algo extraño.

Algo diferente fue el resultado en el cajetín. Tras buscar unos momentos encontró un resorte. Al activarlo el cajetín se desplazó hacia adelante mostrando un doble fondo. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la tiefling en el momento del descubrimiento. Para cuando introdujo la mano en el fondo falso y extrajo una única llave de tamaño bastante grande y de color cobrizo, la decepción se reflejó en su expresión, pues nada más ocultaba aquel cajetín de llaves.

Lo cierto era que aunque todavía no habían abandonado el registro, pocos indicios habían encontrado hasta el momento. De hecho, aquellos dos conjuros que acababan de disipar, parecían más una distracción que otra cosa. Lo que ocultaban no parecía ser nada importante y si lo era, en el caso de la llave, no tenían ni una sola pista acerca de que era lo que abría.

Dado que Niren ya había revisado en busca trampas Haldir hizo lo que le parecía más obvio para darle uso a la llave: fue a intentar abrir todo lo que pudiera tener una cerradura: el arcón junto a la cama, el armario y hasta los cajones de la mesilla de noche.

—Me encanta encontrar llaves—había comentado Niren sosteniendo el hallazgo mientras lo miraba con curiosidad—. Luego el problema es saber dónde demonios van pero da igual, son llaves. Las llaves tienen encanto. Como esos huevos de porcelana que coleccionan algunos.

El tono jocoso en la voz de la tiefling sin embargo no era tan marcado como antes puesto que se encontraba pensativa. Habían sospechado en principio que todo aquello eran distracciones tontas. Y la cosa seguía cuadrando con dicha hipótesis. El intento no dejaba de parecer algo burdo o al menos a priori, pero la cosa seguía cuadrando con dicha hipótesis.

Haldir quiso tomar la llave para probar fortuna así que se la dejó y observó el resultado. Por intentarlo no perdían nada. Igual tenían suerte y Rataxes resultaba ser uno de esos extravagantes villanos pagados de si mismos a quienes les encanta dejar pistas a los heroes para que no le pierdan el rastro.

—Si todo era para confundir también puede que no abra nada—dijo con cierto fastidio. Entonces recordó algo y le entró la curiosidad—. ¿Esto se puede rastrear con uno de esos conjuros para localizar objetos?

Shaonn le había hablado en alguna ocasión de aquello. Los usaba casi a diario en aquel berenjenal que ella llamaba "archivo". Berenjenal en el cual de algún modo sorprendente se las apañaba para mantener todo localizado. Para Niren aquello era un misterio aún más grande que el de muchas historias sobre tesoros antigüos.

—Para poder localizar un objeto—dijo respondiendo a Niren— necesitaría estar familiarizado con este. Yo no sé cual es la cerradura que esa llave abre.

Gambrinus volvió a sentarse en el suelo.

—Creo que a partir de este momento no podemos dar por válido nada de lo que se nos ha informado—pensó en voz alta—. Ni lo dicho por Rarzorg, ni lo dicho por la princesa, ni lo que aquí encontremos. Nadie haría un registro tan chapucero y nadie dejaría una pista tan burda. Eso... implica que hay que considerar muchas posibilidades. Entre ellas la de que los papeles de Rataxes y el Mago Real en esta historia no sean los que pensamos.

El mediano torció el gesto. No esperaba esa eventualidad. Él quería alejarse de los tejemanejes de la Cofradía y gozar de libertad. Y con esta misión acababa de encadenarse como nunca.

—Con esto que acabo de decir se me podría acusar de traición, pero confío en su buen hacer directora. Usted misma sabe que nada encaja aquí.

El mediano le dio vueltas al puro que tenía en las manos y miró a Sir Haldir.

—¿Alguna coincidencia?

—Quiero decir Rataxes o uno de los suyos—matizó Niren—. Si podría rastrearnos por llevar la llave encima.

Se rascó la cabeza, no sabía cómo se las había apañado Bythuador para no desmoronarse sobre sus propios cimientos hasta la fecha. Habida la cuenta de lo que exponía el mediano.

«Más bien se te podría acusar de hacer uso del sentido común»

Al menos aquello no era malo. O esperaba que no lo fuera en aquel reino.

- Buena teoría, Niren. - Respondió la Directora. - Si hubiera sido colocada aquí con ese objetivo, sin duda podrían localizar la llave y por ende la posición del que la porte.

La cuestión que Niren habría propuesto fue respondida por Gambrinus de forma lógica. No obstante el cerebro de la tiefling parecía funcionar de otra forma. Había utilizado el pensamiento lateral para formular una hipótesis que a todos se les había escapado. Aquella llave podía abrir cualquier cosa o podía no abrir nada. Todos se centraron en pensar en ello salvo Niren. Su teoría cobraba fuerza si todo lo que habían registrado era producto de una distracción. Igual alguien había colocado la llave allí para ser encontrada con el claro objetivo de poder localizarla a posteriori y con ella a quienes la llevasen consigo.

- En algo estamos de acuerdo, Gambrinus. – Intervino Wilhermina. – Algo no cuadra en todo esto. – Comenzó a juguetear con la pluma que se encontraba sobre el tintero. – Conozco bien a Rargzorg, os lo puedo asegurar. De hecho, sé que sois conscientes de los rumores que circulan sobre mí y él… - Alzó la mirada dejando de centrarla en la pluma. – No os confirmaré ni os desmentiré nada. Cada uno ya debe tener su opinión conformada acerca de ese asunto, pero lo que si os diré, es que todo esto... - Hizo una breve pausa. - Esta chapuza como bien dices... – Miró a Gambrinus. – No parece obra de Rargzorg.

Wilhermina comenzó a caminar por la sala. Miraba de lado a lado mientras asentía con la cabeza. Parecía estar rememorando una a una todas las evidencias que los investigadores habían descubierto hasta el momento. El arcón y el cajetín, el mapa escondido en un lugar tan evidente, aquella llave…

- No parece obra de Rargzorg ni de Rataxes. – Añadió de improvisto. – Rataxes no es un inepto. Algo se nos escapa. Lo que es seguro es que otras fuerzas pueden estar metidas en el asunto. No os debéis fiar de nadie. Aunque ha quedado claro que no lo hacéis. – Afirmó con una sonrisa recordando el interrogatorio al que habían sido sometidos en la sala Azul. – Si lo confiáis en mí, puedo ser vuestro enlace en Aventria. – Desveló. – No viajaré con vosotros, pero podemos comunicarnos en cualquier momento si algo relevante pasa. Canales hay muchos… - Afirmó. - ¿Qué me decís a eso? Y por otra parte: ¿Algo más que registrar?

—No a qué viene tanta preocupación —desestimó Sir Haldir—: se hace una copia de la llave, por si es útil. Y se ata la llave original al cuello de una paloma callejera para confundir a que quien escudriñe el objeto.

Le lanzó la llave a Gambrinus después de comprobar que no abría nada en aquella habitación. 

Miró a Whilermina a los ojos brevemente, pero no le respondió. ¿Quién había dicho que confiaban en ella? 

—No creo que hayamos encontrado nada útil aquí, ni que vayamos a encontrarlo. Yo propondría que nos reuniéramos para partir.

Niren soltó una repentina carcajada con la ocurrencia de Sir Haldir.

—Me gusta como piensas.

No sabía que con una simple copia se pudiera burlar uno de aquellos conjuros de búsqueda, pero ahora que el humano había revelado que sí le caía tres veces mejor.

—Por mi vale. Vayámonos ya, descansemos y reunámonos después—estuvo de acuerdo una vez logró controlar la hilaridad—. Aunque espero que el método para bajar de esta torre tan alta sea sentados sobre una alfombrilla por una rampa de caracol secreta y no por las escaleras otra vez. O me sentiré tremendamente decepcionada.

Gambrinus cogió la llave al vuelo.

—Yo abandonaría la ciudad cuanto antes. Podemos teleportarnos a una de las poblaciones del camino sur y descansar allí.  Nos aseguraremos de que esos poderes que pueden estar detrás de todo esto nos pierdan la pista aunque sea por unos días.

El mediano se levantó una vez más del suelo. Los recuerdos de su archirrival le decían que podía confiar en Whilermina, pero su obtusa y taimada mente enanil era reticente a ello.

—Estaremos en contacto directora—fue la ambigua frase que le dirigió—. Ahora vayamos a buscar a Sir Alois y esperemos que haya encontrado ya a Innos y a Liadrel.

- Creo que es buena idea, Gambrinus. - Exclamó la Directora llevándose la mano al mentón a la vez que asentía. - Si tenéis pensado hacer el camino a pie desde Aventria hacia el sur siguiendo la posible ruta de Rataxes, lo más lógico es que os teleportarais hasta Villafresno. Aunque hay otras opciones...

Villafresno era una tranquila y pequeña aldea a pocos kilómetros de distancia de la capital de Bythuador. Se trataba de un lugar de paso, en el que la mayor parte de su población se dedicaba a la agricultura. De hecho, Villafresno era conocida como "el Huerto de Aventria", pues prácticamente todas la frutas y verduras que se vendían en la capital eran producto de los campos de cultivo de la zona. Los pocos fresnienses que no se dedicaban a la agricultura, tenían negocios de cara a la prestación de servicios a los viajeros y comerciantes que tomaban desde Aventria la ruta del sur. Por lo tanto, si deseaban hospedaje por lo que quedaba de noche, en principio no tendrían problema en encontrarlo en aquella pequeña población.

- ¿Estáis de acuerdo en teleportaros una vez os reunáis con Sir Alois y el resto? - Preguntó Wilhermina.

—A mi también me gusta como pienso —bromeó Haldir.

Enarcó una ceja ante el hecho de que Whilermina no facilitara el asunto de la copia de la llave pero, de nuevo, no dijo nada por prudencia.

—Me parece bien. 

Suponiendo que no estén escudriñando la habitación de Rataxes y no estén ya al corriente de nuestros planes gracias a nuestro experto en traiciones.

—¿Eso quiere decir que nos quedamos sin tobogán?—Niren hiizo unos falsos pucheros—. Espero que lo de teleportarse a kilómetros tenga algo de divertido. No sé, pases espectaculares con las dos manos o algo así...

Ladeó la cabeza al ver que Gambrinus se hacía con la llave pero sugería partir cuanto antes.

—Si lo que queremos es que nos pierdan la pista, mejor copiar la llave antes de ir a ningún sitio por si la están localizando con magia, ¿no? ¿O has pensado en algo?

Para ella la magia podía hacer mil cuatrocientas cosas más de lo que uno podía imaginar que hacía de modo que no sabía si aquello también podía evitarse por medios arcanos. Sea como fuere, cuantas más trabas se le pudiera poner a aquel tipo de posibles seguimientos indeseados mejor.

—¿Y qué opciones son esas, Whilermina?

Wilhermina rió la broma a Niren sobre el tobogán, aunque claramente no le hizo ni pizca de gracia. Su risa resulto ser bastante falsa y forzada. Una mera convención social para tratar de que la tiefling no se sintiera rechazada ante la mirada impasible que en realidad le hubiera mostrado.

Lo cierto era que quien conocía a la Directora, sabía que lo que más destaca en ella no era el sentido del humor. Gambrinus lo sabía bien y Sir Haldir lo sospechaba. Lo que nadie entendía era como alguien tan seco como ella había conquistado el corazón del Mago Real.

Diferente era el hecho de que se hubiera roto su relación, pues la princesa Mena, además de más joven, quien la conocía en la intimidad sabía que desde luego eras más extrovertida y a nadie le pasaba por lato la picardía en su mirada. Aunque oficialmente aquel triángulo amoroso solamente era un rumor.

- Todavía tenéis que reuniros con Sir Alois. – Intervino la Directora. La risita había bastado para contestar a Niren su primera cuestión. – Hay tiempo para que un herrero haga una copia de la llave si lo creéis realmente necesario. A estas horas deben estar descansando pero… Puedo mover unos hilos. – Miró entonces a Niren. - ¿Opciones? Bueno… opciones son muchas. Podríais empezar el viaje a pie, a caballo o en carruaje desde aquí. Podríais teleportaros a las Du-Haib. Eso depende de vosotros.