Partida Rol por web

[D&D 3.5] El Destino de Lucarrion

Prólogo. Sir Haldir.

Cargando editor
23/05/2018, 20:18
Sir Alois

Sir Alois sonrió de forma sincera. Si en algo el discípulo no había superado al maestro era en a lo que etiqueta se refería. Sir Haldir era bastante más rudo que él. "Un ratón de campo", como solía llamarle. Él en cambio, había aprendido a vestir de forma elegante. Aunque había sido con los años, pues a la edad que ahora tenía su antiguo alumno, él tampoco podía salir a la calle sin levantar suspicacias.

- ¿No te quitas esa armadura ni para dormir, eh? - Bromeó Sir Alois. - A tu edad yo también estaba ansioso por probar mis habilidades de combate, en pos de la defensa de cualquier desvalido. - Suspiró. - Con la edad he ido refinando mis gustos. En una caja de cartón... - Donde también debí olvidar mi dignidad. - ...guardé algunas túnicas que llevé hace algunos años. He perdido musculatura desde entonces... - si sólo fuera eso. - ...ya no me sirven, pero a ti... - Miró a Sir Haldir tomando medidas mentalmente sobre su cuerpo mientras entrecerraba un ojo y movía las manos a lo largo y ancho de su compañero de orden. - A ti te quedarán perfectas... - ¿Qué cojones hago? ¿Me creo un modista o algo parecido? ¡Idiota! - Y de pronto dejó de hacer aquella serie de gestos de forma repentina.

Cargando editor
23/05/2018, 22:04
Sir Haldir

Sir Haldir miró a Alois de arriba abajo.

—¿Sabes lo que te digo? Mejor no vengas conmigo.

Prorrumpió en sonoras carcajas y palmeó con fuerza la espalda de su mentor. Cuando Haldir reía temblaba el cristal de las ventanas; con la onda expansiva de aquellas palmadas las rompía.

—Venga, llévame a tu casa y enséñame esas túnicas a ver qué tal.

 

Cargando editor
24/05/2018, 15:22
Sir Alois

Aquellas carcajadas se incrustaban en sus oídos haciendo que sus tímpanos desearan huir y lo hubieran hecho de tener patas. Cada una de aquellas sonoras palmadas, impulsaban hacia adelante haciéndole pegar un respingo, a aquel desvalido hombrecillo, otrora recio como una roca. No obstante, ni las molestas risotadas, ni los poderosos empujones le dolían tanto como su hombría haciéndose jirones.

Aquel “¿Sabes que te digo? Mejor no vengas conmigo”, resonaba en su cabeza una y otra vez, pues no podía dirimir si su discípulo lo había dicho en tono de chanza o bien lo decía realmente en serio. Aquellas risas podían corresponder a una reacción lógica tras una broma. No obstante en el corazón de Sir Alois quedaba sembrada la duda de que pudieran ser producto de una cruel realidad. Se había convertido en un enclenque anciano que no valía más que para llevar a cabo algún recado o prestar su indumentaria a gente que pudiera llenarla con la portentosa musculatura que  a él le había arrebatado el paso tiempo.

- ¿Sabes qué? – Dijo Sir Alois tras avanzar unos pocos metros. - ¿Por qué no me esperas aquí? – Inquirió el caballero. – Iré a casa y traeré conmigo las mejores túnicas. Seguro que encuentro una a tu medida. – Tragó saliva.

Sir Haldir ya había estado en su casa en otras ocasiones. No obstante, esa tarde Hilda, la mediana que realizaba las labores en su hogar, se encontraba adecentando su morada. Aquella mediana tenía mal genio y Sir Alois prefería no estar presente cuando su moza todavía no había acabado. Lo cierto era que se le estaba subiendo a las barbas.

¡Levanta esas patas!”, “¡Ya me has vuelto a pisar el fregado!”, “¿Por qué diantre guardas eso? ¡Tíralo!, “¡Ves un rato a la tasca y déjame tranquila!”.  

Podía parecer que Hilda mandaba más que el mismo en su propia casa y de hecho a la hora de la limpieza era así. Pero tampoco quería despedirla después de tanto tiempo. La tenía en cierta estima, aunque la verdadera razón por la cual no la ponía de patitas en la calle, era otra. La conocía demasiado y después de lo que ocurrió entre ambos, podría hablar demasiado fuerte. No quería que la Orden se enterara de sus deslices amorosos. Eso no jugaría en su favor y ya suficientemente caldeadas estaban las cosas…

Cargando editor
24/05/2018, 22:20
Sir Haldir

—Ni hablar —negó rotundamente Haldir—. Vamos a tu casa y abrimos una de esas botellas que tienes guardadas para las ocasiones especiales.

Sonrió de oreja a oreja.

—¡No todos los días se entrevista uno con la realeza!

Cargando editor
30/05/2018, 15:51
Sir Alois

- Ehmmm… - Sir Alois se llevó la mano a la boca tratando de buscar alguna excusa para no acceder a tal petición.

No obstante para cuando fue a abrir la boca, Sir Haldir ya había pasado su brazo por encima de su hombro y le estaba conduciendo a la calle. Por experiencia propia sabía que cuando algo se le metía en la cabeza a su antiguo discípulo, era complicado sacársela. Además, en cuanto a persuasión se refería, Sir Alois no es que anduviera sobrado precisamente.

- ¡Está bien! – Sentenció finalmente aquel hombre. - ¿Qué puede salir mal? – Parecía que con aquella pregunta retórica estaba bromeando, pero en su fuero interno realmente se estaba preguntando bien en serio aquello.

Cargando editor
30/05/2018, 16:06
Narrador

Sir Alois vivía a catorce manzanas del centro del distrito de Altozano, donde se encontraba la plaza que reunía los lugares más importantes de Avetria. El palacio real de Bythuador, el templo de Lux y el templo de Tenebris, la torre que servía como sede de la Cofradía de Magia y Hechicería de Bythudor y también el palacio que el rey había cedido gentilmente a la orden Rubí para que llevara a cabo su actividad tras sus muros.

Lo cierto es que la antigua sede de la orden se encontraba pegada a la casa de Sir Alois. Se trataba de una vieja finca con un terreno anexo, propiedad de la orden desde hacía más de doscientos años. Cuando Sir Alois compró su hogar, una pequeña casa con un patio trasero, nunca pensó que dos meses después un terremoto haría que la tierra se hundiera y la finca donde la orden se base principal quedara seriamente dañada.

Fue tan solo dos días después cuando pasó de tener su puesto de trabajo a tiro de piedra, a tener que caminar quince minutos cada día para llegar al mismo. Tampoco hubiera sido demasiada molestia, de no ser porque su casa también sufrió serios daños y tuvo que gastar casi el doble de lo que pagó por ella, tan solo unos meses después de su compra y lo cierto es que la reforma no acabó de quedar del todo bien.

El techo tenía goteras, el firme estaba inclinado y los muros exteriores estaban resquebrajados. Por si no fuera poco, una zona de la vivienda estaba impracticable por riesgo de hundimiento y el sótano… bueno le dijeron que mejor no bajara al sótano. La historia de su vida, una decepción tras otra, un fracaso seguido de uno anterior. Pero ya lo tenía asumido.

Llegaron por fin a la morada de Sir Alois. Una pequeña casita de dos plantas. La pared principal mostraba unas gruesas grietas que amenazaban con partir el edificio por la mitad. Si uno se detenía frente a aquella vivienda y la miraba con detenimiento, podría jurar que estaba escorada a la derecha. Pero podía resultar un efecto óptico.

Cargando editor
30/05/2018, 16:06
Sir Alois

Sir Alois se acercó a la puerta y sacó una llave de su bolsillo, mostrándosela a Sir Haldir con una sonrisa. Al introducirla en la cerradura la puerta se abrió de golpe a la más leve presión sin tener que voltear la llave. Sir Alois se rascó la cabeza.

- Le tengo dicho a Hilda que cierre la… - Gruñó sin concluir la frase. - ¡Hilda, estoy en casa!

Cargando editor
30/05/2018, 16:12
Hilda

- ¿En casa? – Exclamó una aguda vocecilla de forma estridente. - ¡Te tengo dicho que cuando estoy de faena no pases por aquí! – Le recriminó aquella voz mientras se iba haciendo más audible, pues sin duda se estaba acercando a paso acelerado hacia la puerta de entrada. - ¿Qué diantre haces en casa Alois? – Refunfuñó de nuevo en tono de regañina.

Una pequeña mediana apareció rauda frente a la puerta de entrada. Portaba unas tranzas rubias anudadas sobre la cabeza y un vestido azul turquesa sobre el que llevaba un delantal. Portaba un plumero en una mano y un trozo de embutido mordisqueado en la otra. Su rostro mostraba cierto enfado, aunque nada más ver que Sir Alois iba acompañado su expresión varió al instante.

- Buenas tardes, señor. – Le dijo a Sir Haldir mirándole de arriba abajo con cierta lascivia y arqueando una ceja mientras apoyaba su cuerpo contra la pared en una postura sugerente. - ¿A quién tengo el placer de conocer? – Preguntó.

Cargando editor
30/05/2018, 23:07
Sir Haldir

Sir Haldir sonrió a la mediana, y un rayo de sol hizo relucir su blanca sonrisa. 

—Mi nombre es Sir Haldir, mi querida Hilda —dijo, depositando un beso en el dorso de la mano de la doncella—. ¿Serías tan amable de invitarnos a pasar? No te molestaremos en tus quehaceres, puedes estar segura.

Cargando editor
31/05/2018, 18:41
Hilda

Los colores le subieron a Hilda al instante mientras una chispa de ilusión desmedida brillaba en sus ojos y lanzaba un grito de rubor mientras se tapaba la boca y se giraba dándole la espalda a Sir Haldir sin dejar de mirarle por el rabillo del ojo. Sir Haldir sabía cómo hacer que una mujer se sintiera halagada y por lo visto aquella doncella no era un muro difícil de flanquear.

- ¡Oooh Sir Haldir, que galán es usted! – Dijo tras una corta y aguda risotada. - Pase y acomódese. – Le ofreció mientras se internaba en la casa. - Todo un hombre, sí señor. – Susurró mientras se marchaba. - ¡Y qué hombre! – Se le escapó en un tono más elevado. - No como otros... – Volvió a bajar el tono, pero no lo suficiente como para que Sir Alois no se sintiera identificado.

Cargando editor
31/05/2018, 18:58
Sir Alois

Sir Alois volvió a bajar la cabeza. Un gesto que tenía más que aprendido y que realizaba instintivamente infinidad de veces a lo largo de un día normal de su penosa existencia. Pero si aquel hombre tenía algo asumido era su papel de perdedor. Asumía la humillación mucho mejor que la mayoría de mortales. Un mecanismo de defensa ancestral de su organismo lograba que cualquier vejación y ofensa proferida contra él, fuera fácilmente olvidada y almacenada en lo más profundo de su ser hasta el día en que todo rebosara y… quien sabe lo que pasaría ese día.

- ¡Ja! – Exclamó Sir Alois. – Es difícil encontrar alguna que…

- ¡No remugues! – Se escuchó un agudo chillido procedente de la garganta de la mediana.

Alois se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano tildando de loca a Hilda. Evidentemente trataba de quitarle hierro al asunto, pero había quedado patente que quien tenía el control de la situación era la sirvienta y no el amo, por mucho que tratara de disimularlo.

- ¡Te veo! – Gritó entonces Hilda.

- ¿Me ves? – Replicó el caballero de la orden Rubí. - ¡Es imposible, Hilda! ¿Tienes ojos en la sesera?

- ¡Aun si los tuviera no te vería! ¡Estoy en otra sala! ¡Pero te conozco, viejo! ¡Por si acaso! – Volvió a proferir con muy malos modos que amedrentaron a su amo.

Sir Alois lanzó un manotazo al aire a la vez que apretaba con fuerza los labios. Lo cierto es que no dijo nada más. Cerró la boca y de esa forma Hilda se quedó con la última palabra, como de costumbre.

Acto seguido Sir Alois condujo a Sir Haldir a sus aposentos. Para llegar hasta ellos no tuvieron que andar demasiado recorrido. Era una casa realmente pequeña y mal construida. El pasillo era demasiado estrecho como para caminar de frente y debían hacerlo un tanto ladeados. La puerta de entrada a la habitación de Sir Alois no era de la estatura ni de un hombre medio y para atravesar el umbral tuvieron que agacharse.

El interior de su habitación no estaba tan mal. De hecho sorprendió a Sir Haldir. Había estado en otras ocasiones en la vivienda de Sir Alois, pero nunca había pasado del recibidor, donde solían reunirse en torno a una pequeña mesa circular y sentarse en varios butacones bastante cómodos.

A decir verdad aquella estancia no estaba tan mal para pertenecer a quien pertenecía. Un armario desvencijado, un baúl a los pies de un camastro digno de la mejor de las celdas de una prisión estándar iteca y una alfombra raída componían el mobiliario de aquel dormitorio. Sir Alois le sonrió a Sir Haldir mientras pasaba el brazo de lado a lado, como mostrándole el esplendor de aquel lugar.

- Es humilde, pero es confortable. – Dijo el caballero. – Tuve que vender los muebles de mi abuela por una deuda que contraje. ¿Te acuerdas cuando Ion Talavot me hizo invertir en sus viñas? Fue el año de la plaga del gusano blanco. No sobrevivió ni una sola mata del viñedo de los Talavot… - Dio una palmada. – ¡Pero eso es agua pasada! ¿Quieres ver las túnicas? Las tengo dentro del armario, en una caja de cartón... – Dijo mientras rebuscaba en el interior del mismo.

Cargando editor
01/06/2018, 09:39
Sir Haldir

—No entiendo por qué sigues viviendo aquí —comentó Haldir al ver el deplorable estado de la vivienda de su mentor—, hasta las celdas de los monjes, en toda su austeridad, están en mejor estado. Esto es sólo un pozo de gastos sin fin.

Alois nunca había tenido suerte con las inversiones, y la vivienda que había comprado no era una excepción. Por lo que a Haldir respectaba, podría haber donado todo el dinero de su carrera a los huérfanos y seguir en la misma situación actual.

Sí, claro —le contestó distraídamente a su pregunta sobre las túnicas. Sonrió al añadir: —. Aunque seguro que Hilda hubiera sido mejor anfitriona y me hubiera ofrecido una copa de vino antes. Con algo de picar.

Giró su cabeza en dirección al pasillo. Probablemente la mediana le hubiera escuchado de todos modos. Estaba seguro de que ella sabría elegir mejor que él un buen vino para la ocasión.

Cargando editor
02/06/2018, 12:06
Sir Alois

Sir Alois miró a Sir Haldir con una sonrisa. Asintió brevemente, lo que hacía entender que estaba en total acuerdo con su antiguo discípulo. Alzó las palmas de las manos hacia el techo y señaló alrededor de toda la estancia.

- No te quito la razón, amigo. – Dijo al fin. – Pero es mi pozo de gastos sin fin.

Aquello que acababa de decir era una estupidez y lo sabía. Nadie preferiría estar invirtiendo capital en un lugar como aquel que vivir de forma gratuita en un lugar más confortable. No obstante, abandonar aquella casa supondría una nueva prueba de su fracaso personal en casi todos los proyectos que había emprendido. El límite entre el casi y el todo, era esa casucha desvencijada.

- No sé cómo conseguí que me aceptaran en la orden. – Masculló entre dientes. - ¿Y por qué diantre me dieron el puesto en el Despacho de…? – Meneó la cabeza para borrar de su mente aquellas ideas autodestructivas.

En ese momento apareció una sonriente Hilda. Portaba en su mano derecha dos relucientes copas de vino y en su zurda una botella de vino tinto. Sir Alois se esforzó en ver la etiqueta; “Ribera del Bras, año 627”, rezaba la misma.

- ¡Por todos los dioses! – Pensó escandalizado Sir Alois. - ¡Guardaba aquella botella para una ocasión especial!

- ¡Qué demonios! – Exclamó. – Un Ribera del Bras de diecisiete años… ¿Qué puede costar, trecientas coronas? ¡Un día es un día!

Para el momento en que Sir Alois dijo aquello, Hilda ya había descorchado la botella y estaba sirviendo las dos copas. La primera se la entregó a Sir Haldir y para cuando sirvió la segunda Sir Alois extendió el brazo. Hilda frunció el ceño extrañada y protegiendo la copa contra su pecho.

- Hilda… - Si Alois acercó la mano hacia la copa con la intención de acceder a ella.

Cargando editor
02/06/2018, 12:07
Hilda

- ¡Oye, si quieres vino ves y busca una copa! – Contestó ella de forma muy maleducada. - ¿Crees que tengo cuatro brazos? – Dio un sorbo a la copa de vino. – Esta es mía, si quieres trae otra y te sirvo.

Sir Alois también frunció el ceño y levantó el dedo índice de su mano derecha para señalar a su criada a la vez que lanzaba contra ella una severa reprimenda. Abrió y cerró la boca un par de veces tratando de buscar las palabras adecuadas, pero estas no brotaron de sus labios. Entonces Hilda puso su brazo izquierdo en jarra mientras sujetaba la copa con el derecho y le sonrió a su amo.

- ¿Qué te pasa Alois? – Preguntó de forma retórica, pues ella misma se respondió. - ¿Uno de tus recurrentes gatillazos? – Miró entonces a Sir Haldir. – Créeme encanto, se de lo que hablo…

Entones Sir Alois bajó el dedo acusador a la vez que hacía lo mismo con la cabeza y comenzó a caminar hacia la despensa, donde guardaban las copas. Una vez se hubo perdido de vista, Hilda se acercó a Sir Haldir sentándose a su lado.

- Cuénteme, señor Haldir… - Dijo entonces con tono meloso. - ¿Cómo conoció a este perde… a Sir Alois? – Entonces pareció recordar algo. - ¡Alois, trae algo de picar para Sir Haldir! ¡Sé un buen anfitirón!

- ¡Cuando acabe de limpiar mi copa! – Respondió con un grito Sir Alois desde la despensa.

- ¿Por dónde íbamos, cariño? – Preguntó Hilda aferrándose al brazo de sir Haldir. - ¡Oh si, su relación con el Sir!

Cargando editor
02/06/2018, 21:40
Sir Haldir

Sir Haldir miró de hito en hito a Sir Alois. ¿Cómo permitía que su sirvienta le tratara así? Tratando de quitarle hierro al asunto, palmeó el hombro de su amigo y mentor, sonrió y dijo:

—Discutís como si fuerais un matrimonio.

Tomó la copa de vino cuando se la tendieron y cató el delicioso néctar. No era un entendido en vinos, pero sabía reconocer cuando uno estaba bueno o realmente bueno, y este era de los segundos.

—El bueno de Sir Alois me ayudó mucho en un momento muy turbulento de mi juventud —le dijo Haldir a la mediana, tratando de no prestar demasiada atención a sus obvios avances mientras trataba de que su mentor recuperara algo de dignidad—. Yo era un novicio más de la abadía de Iakhesis, ni más listo ni más tonto que cualquiera. Un muchacho lleno de resentimiento que no sabía lo que quería hacer en la vida.

La sonrisa se le esfumó del rostro, y dejó la copa de vino en el aparador. Aquello también le traía recuerdos amargos, ¿pero qué era la vida, sino un valle de lágrimas?

—No sé qué le llamó la atención de mi. Él nunca me lo dijo y yo nunca le pregunté. Pero quiso tomarme como escudero para unirme un día a la orden de los Caballeros Rubí. Él me dio un propósito y me convirtió en el hombre que soy hoy.

Cargando editor
06/06/2018, 19:33
Hilda

- ¿Sir Alois? – Arqueó una ceja aquella mediana maleducada. - ¿Mi Sir Alois hizo un hombre de ti? – Ladeo la cabeza mientras apretaba los labios y esta vez alzaba ambas cejas a la vez. – No sé si creerte, encanto…

Hilda bebió un sorbo de la copa de vino que se acababa de servir, mientras miraba directamente a los ojos de Sir Haldir. En el preciso momento en que dejó la copa sobre la mesilla junto a la que se sentaba, sacó la lengua y se relamió los labios sin dejar de mirar en ningún momento a los ojos de su acompañante, salvo para mirar furtivamente a su entrepierna unos instantes y devolverle de nuevo aquella sensual mirada.

- Me encanta saborear las cosas buenas… - Le susurró. – Tengo un paladar… - Se detuvo para hacer como que pensaba en la palabra más adecuada, pero ya la tenía preparada en la punta de la lengua. - …juguetón. – Se mordió el labio y miró de nuevo a la zona del bajo vientre de Sir Haldir. – Sabe Sir Haldir qué una mujer como yo no soporta demasiado tiempo sin…

Cargando editor
06/06/2018, 19:34
Sir Alois

En ese momento Sir Alois interrumpió la conversación regresando a la sala donde su antiguo discípulo y su sirvienta se encontraban portando en una mano un plato con queso recién cortado y en la otra una fuente con uvas y una copa que colgaba hacia abajo entrelazada entre dos de sus dedos.

El anfitrión miró a ambos percibiendo que algo extraño estaba sucediendo. Hilda parecía disgustada e inmediatamente le giró la cara a Sir Alois bufando con aparente descontento. Sir Haldir estaba quieto como una momia y prácticamente ni alzaba la mirada. Se mascaba la tensión en el ambiente y Sir Alois creía saber porque. Conocía a Hilda y sabía de sus gustos.

- Queso con uvas… - Farfulló Sir Alois. – Un manjar si lo tomamos con vino. ¿No creéis? ¿Qué te contaba Hilda? – Le preguntó a Sir Haldir.

Cargando editor
06/06/2018, 22:17
Sir Haldir

Sir Haldir se levantó a toda velocidad en cuanto Alois entró en la estancia.

—Estábamos discutiendo sobre los apetitos de Hilda —dijo aguantando el ataque de hilaridad—, que supongo que quedarán convenientemente saciados con este pequeño ágape.

Cogió un pedazo de queso y se lo llevó a la boca.

—También hablábamos del momento en el que me elegiste de entre todos los novicios de Iakhesis para formar parte de los Caballeros Rubí —dijo, cuando hubo tragado el trozo—. Y he caído en la cuenta de que nunca te pregunté por qué. ¿Fue por mis abundantes músculos o por mi astucia sin par? 

Ensayó una sonrisa deslumbrante y de todo punto exagerada.

Cargando editor
14/06/2018, 17:50
Sir Alois

Sir Alois comenzó a reír ante la broma de Sir Haldir, hasta que se atragantó y comenzó a toser. ¿Y si lo había dicho en serio y aquella risa le estaba ofendiendo? Le miró detenidamente mientras se tapaba la boca ante las últimas toses y descubriendo una sonrisa en su rostro, respiró tranquilo y le devolvió la sonrisa.

- No fue ni por una cosa, ni por la otra. – Respondió entonces. – Lo cierto fue que, sin ser algo casual, un simple hecho aleatorio… - Observó. – Algo me dijo que eras el indicado. Una corazonada quizás, aunque quiero creer que fue el mismo dios Iakhesis, quien te condujo hasta mí.

Cargando editor
14/06/2018, 17:51
Hilda

- ¡Oh, sí! – Exclamó Hilda. - ¡El propio Iakhesis tuvo a bien mandarte un discípulo! – Se burló con sarcasmo. - ¡A ti! ¡A Sir Alois el magnífico! – Hilda comenzó a reír con burlonas carcajadas mientras señalaba con el dedo a Sir Alois. Era tal el ataque de risa que la sobrevino que hasta las lágrimas le caían.

Que una sirvienta tratara así a su empleador era desde luego algo totalmente surrealista. Desde luego Sire Haldir no lo había visto nunca. Aquel hombre que fuera su maestro empezaba a dar verdadera lástima. Igual había sido mala idea ir hasta su casa al fin y al cabo. Sin duda por eso Sir Alois era siempre algo reticente a frecuentar su hogar en presencia de aquella maleducada mediana.