Partida Rol por web

El aasimar hizo un gesto con la mano. Pedía calma, aunque Crodos no supo muy bien a quien se lo decía. Había demasiada gente en la sala y el ambiente de nerviosismo, junto con los gritos de la camarera, no ayudaban demasiado.

Vi como los demás entraron y a penas les hice caso. Preferí mirar al hombre de mi raza, con mi cerveza ya en la mano. Quizás así pensasen que buscaba lío con él. Porque aquel lugar era para eso, ¿no?

Entonces Lerissa soltó aquellas palabras que casi me hacen escupir la cerveza y Crodos la acompañó sin dudarlo. Los hombres de Von Kammerstein no tardaron en saltar a protegerle, dejándome un paso difícil de cruzar para seguirle si huía. Pero o bien Mitil se había equivocado con él o algo no cuadraba. 

Quizás se sentía protegido por sus hombres o bien podía ser un señuelo y el cauteloso acompañante ser el verdadero Von Kammersrein.

Me acerqué con cautela a uno de los encapuchados y le enseñé mis manos con la jarra de cerveza. - Si la cosa se pone fea, ¿me permitirías huir por esa puerta lateral? No quiero líos que no son míos. - Le dije al hombre con calma y lo suficientemente alto como para que sus protegidos me escuchasen. - A mi prometido, no le hace gracia que venga aquí y prefiero irme antes de que pase nada... - Dije como si tal cosa al hombre, esperando que Lucius lo escuchase y tuviese una excusa para salir por aquella puerta con mi compañía.

Evidentemente, provoqué un terremoto que puso patas arriba todo el local, lo cual era justamente lo que pretendía. No íbamos a andarnos con tonterías, intentando descubrir quién era quien.

Cuando se pusieron en pie aquellos cuatro, saltando como un resorte, tuve claro quién era él y también con cuantos estaban. Uno de ellos le recomendó que huyese y el propio Kammerstein, alzó la voz por encima de los demás.

Sonriente, saqué el arma y me preparé para luchar si era necesario.

-No me gustan los hombres con dos orejas y perilla, y mucho menos los que tienen un nombre que empieza por "L", como el vuestro... Lucius. Eso es algo que me remueve las tripas. También podría decir que simplemente me caéis mal, pero no hace falta dar tanto detalle. Os basta con saber que vamos a mataros, a vos y a cualquiera que ose defenderos.

Aunque siempre podría esperar a que mataran al bardo, pensé.

Era evidente que Lerissa no era de seguir un plan al dedillo y la gustaba improvisar. La valentía la exudaba por todos sus poros, o tal vez era locura, pero eso la hacía aún más atractiva. Blandiendo mi laúd, me fui separando un poco de mis dos acompañantes y empecé a cantar fuerte y alto para que todos me escuchasen. Me moví hacia la derecha, con pasos seguros, mientras mis notas y frases se iban extendiendo por el garito. De esta manera conseguía dos cosas, la primera, infundir valor a mis camaradas, y la segunda, atraer la atención de los compinches del imitador de bigotillos sexys (Lucius). Para hoy, para esta confrontación, elegí algo apropiado para el momento. Nada de odas al amor ni al sexo. ¡Todo lo contrario! Una oda al acero, al valor en combate y a la muerte gloriosa.

"Nuestros enemigos nos rodean por todos lados.
No hay escapatoria posible de la fortaleza,
si no es con una carga por sorpresa.
Pero no nos engañemos compañeros,
somos veteranos curtidos en el combate.
Sabemos que no tenemos posibilidad alguna.
Moriremos con cientos de muertes horribles,
ya sea por el hacha, la flecha o la espada,
nuestros cuerpos quedarán para los cuervos.
Más nuestros espíritus volarán hacia la Última Morada
y por siempre serán recordadas nuestras hazañas.
Las lágrimas correrán cuando sean cantadas,
viviremos eternamente en las leyendas.
Ahora, hijos míos...
¿Lucharéis a mi lado una última vez?"

Mi trabuco se relajó, ya que no quería dejar mal a los allí presentes. Las mayas estaban a su máximo punto de elasticidad, antes de romperse. Mi preciado laúd, amante de mis manos, refulgía ante las luces de las antorchas. Mi sonrisa, blanca y prístina, hacía las delicias de mujeres y algunos hombres. Iba a empezar un combate en el que se iba a correr la sangre a raudales.

Se bajó el visor del yelmo sin dejar de apuntar con su espada al joven encapuchado y más al que se había declarado indirectamente como Von Kammerstein, escudo embrazado en la zurda.

— ¡Sacad vuestra arma y veamos de qué estáis hecho! — la voz sonaba modulada por el cubo de metal tan hermosamente labrado que llevaba en la cabeza — Y vuestros siervos harían bien en deponer las suyas, si es que no quieren reunirse con su hacedor.

Crodos sentía el aura que empezaba a emanar de él. En su cabeza se veía a sí mismo brillando en medio de la oscuridad del lugar, como si la propia luz del sol reflejara en el acero de su armadura, ya brillante de por sí de darle al trapillo. Seyran estaba con ellos, y había llegado el momento de dar muerte a quien traía oscuridad y miseria a las buenas gentes de Encrucijada Vieja.

- ¡Ni se os ocurra moveros de ahí! - Le recriminó el encapuchado. - ¡Es una amenaza! - Confirmó.

- ¡Si, quietecita y las manos donde pueda verlas! - Le ordenó el que tenía al lado.

El aasimar fue el primero en entrar en acción. Desenfundando su espada bastarda a la carrera, cargó contra el joven encapuchado que ocupaba la mesa junto a Von Kammestein. El golpe que recibió sin saber muy bien de donde le venía, fue tremendo y le causó una herida terrible en el hombro. 

- ¡No dejéis que salgan de aquí! - Alzó la voz el joven de cabellos rubios. - ¡Por Seyran! - Gritó. - ¡Acabad con la prole de esa diosa profana!

- ¡No imaginas cuanto te has equivocado! - Le reveló a su agresor.

El joven encapuchado reaccionó de la manera que cabía esperar. Desenfundó su espadón y lo blandió con ambas manos.

- ¡Electrum! - Gritó y el filo de su arma se iluminó con un fulgor eléctrico. 

Entonces lanzó un ataque contra su adversario y éste, muy hábil, logró desviarlo al interponer su propio arma entre el filo eléctrico y el mismo.

Fue entonces cuando los dos encapuchados con túnicas granate movieron ficha. Uno de ellos, el que se encontraba junto a Akta en la barra, se movió entre los presentes mientras desenfundaba su espada y atacó al aasimar. Éste, logró desviar el ataque con gran fortuna. Por otro lado, el otro encapuchado, cargó desde su posición, pero cuando fue a atacar, tropezó y el filo de su arma, finalmente golpeó contra la pared sin herir a su objetivo.

Uno de los encapuchados, blandiendo su espada, se mantuvo en su posición atento a cualquier movimiento y listo para lanzarse al ataque en cualquier momento. Mientras, otro de ellos se colaba entre los encapuchados granate lanzado un espadazo contra el belicoso aasimar, que este pudo detener sin demasido problema.

Los otros dos fueron contra Lerissa, ¿qué menos tras haber desatado el caos en el interior del local? El impacto de una de las espadas, le rajó un muslo, aunque por suerte pudo esquivar el segundo espadazo con gran gracilidad.

- ¡Yo te maldigo tiefling! - Dijo la elfa oscura. - ¡Deberás pensar dos veces las cosas antes de hacerlas! - Soltó una carcajada. 

Entonces apuntó con sus manos en forma de garra hacia la pícara y un haz de energía negativa viajó rápido hasta ella.

La  mujer rubia que ocupaba una de las mesas centrales de la sala, agarró un hacha de gran tamaño y cargó contra uno de los encapuchados vestidos de granate. 

- ¡Dejadle...! - Incrustó el filo de su hacha en el pecho de aquel hombre destrozando su caja torácica y matándolo prácticamente en el acto. - ¡...en paz! - Desclavó su hacha dispuesta a seguir aniquilando a quien osara enfrentarse al aasimar.

La anciana se puso en pie y dio un paso atrás. Acto seguido alzó las manos y señaló hacia Von Kammerstein y sus guardaespeladas.

- ¡Caed, malditos, caed! - Grito. - ¡Jijijijiji! - Rió de forma traviesa.

Acto seguido, el suelo bajo los pies de aquellos tres hombres se llenó de una extraña grasa arcana y empezaron automáticamente a resbalar. Los dos encapcuhados cayeron al suelo y tan solo Von Kammestein pudo mantener el equilibrio. La vieja apretó el puño y frunció el ceño fastidiada al ver el resultado de su conjuro.

El hombre con la piel azabache saltó sobre la mes blandiendo un reluciente espadón. Entonces lanzó un ataque contra uno de los encapuchados, quien, contra todo pronóstico, pudo desviar el golpe con su propio filo.

- ¡Cuidado! - Le gritó el negro a la anciana. - ¡No te expongas!

- Has cometido un grave error aasimar... - Dijo con odio Von Kammerstein todavía de pie sobre el charco de grasa que había debajo suyo. 

Entonces alzó sus manos y las colocó como si estuviera agarrando el cuello de alguien. Apretó entonces los dedos y el aasimar soltó su arma llevándose sus propias manos al cuello. En ese momento trató de hablar pero era como si estvuera siendo asfixiado por Von Kammerstein a distancia. Finalmente cayó al suelo inconsciente. 

- ¿Quién es el siguiente?

La respuesta no se hizo esperar. De repente, me encontré siendo atacada desde varios frentes, como si yo fuese el principal problema para todo el mundo, algo que si bien resultaba fascinante, dado que al fin tendría algo de entretenimiento que no fuese oír las canciones del bardo, tampoco había que pasarse más de la cuenta.

Ahogué un quejido cuando una de las espadas me hizo un corte en el muslo, pero no me esperaba aquel extraño haz de energía que llegó hasta mí y que me dejó completamente confundida, y sin saber qué hacer durante unos segundos.

-¡Maldita... sea.... !

Aquello no iba bien. Mitil se equivocó por completo y yo debía cruzar sobre más de un hombre o mujer para llegar a Von Kammerstein. Aquella mujer estaba doblegando a Lerissa, debía hacer algo y acercarme a Lucius, así que, sin sacar mi arma aún, retrocedí hacia la escalera, como si huyese de la batalla y con disimulo lancé fuerza de toro sobre mí.

Si todo salía bien, quizás pudiese amputarle las manos a aquella bruja y así evitar que siguiese conjurando o mejor arrebatarle la vida y así dejar de tener una molestia, pero necesitaba ser un tanto discreta tanto en mis movimientos como en conjurar. Eso me acercaría a mi objetivo. Dudaba si soltar la frase clave para que Mitil entrase o esperar un poco más. - ¡Por Seyran, Von Kammerstein os ejecutaré esta noche! - Recordé en mi mente. Pero debía estar más cerca de él y lograr abrirme paso.

Sin duda, si el encapuchado aquel no se movía, tendría que ser mi primer objetivo y si seguía al tanto de la batalla que tenía delante, no esperaría mi espadón a su espalda. Luego la vieja y sortear el barro del suelo subiéndome a la mesa... No sonaba mal en mi cabeza. Nada mal...