Partida Rol por web

- Sube detrás de mi. - Le dijo la mestiza a Alderic. - Guideon se las apañará solo. Y si no lo hace... - Miró fijamente a los ojos del asesino. - ...casi no queda tiempo. Los caballeros están encima de los enanos. No hay tiempo material de que vayas a por Guideon y volváis los dos. Depende sólo de él...

Lurzca no insistiría. Su misión era la de proteger a Thyga. Si se dejaba matar no podía hacerlo, así que sin duda alguna, la mejor opción que tenían era la de permanecer en el interior del espacio interdimensional hasta que hubiera pasado el peligro. La mestiza subió la cuerda sin dificultad y una vez en el interior se sentó junto a la Infanta y Murron y miró a Nindra agradecida.

- Has sido de gran utilidad. - Le dijo. - Esperemos que Alderic y Guideon lleguen a tiempo. Una lanza y unos caballos no vale sus vidas...

El enano no pudo ver el gesto de desprecio de Guideon dentro del yelmo.

—¿Ahora quieres mi ayuda? —le preguntó al enano—. ¡Haberlo pensado antes de tratarnos como prisioneros! 

Guideon no tenía ninguna ganas de plantar batalla entre un montón de completos desconocidos, y menos contra Derrick Drain. Algo le decía que se encontraría con el de todas formas, pero si lo hacía, preferiría estar rodeado de amigos y no de enanos borrachos.

Guideon sabía que no había tiempo, de modo que decidió prescindir de espantar a los caballos e irse directo al truco de la cuerda.

- No esperaba menos... - Dijo sonriente. 

No prestó más atención a Guideon. Era como si le diera igual si sus prisioneros se largaban o se quedaban. Ciertamente en ese preciso momento tenía mayores problemas que llevar ante las autoridades a un grupo de seis humanos que a sus ojos no habían hecho nada malo. 

- ¡Aguantaaad! - Alzó la voz mientras Guideon se alejaba.

Guideon apareció a la carrera y medio agazapado. Portaba su lanza consigo, aunque los caballos seguían donde los habían dejado aparcados antes de montar el campamento. Sin duda el tiempo apremiaba y ya tenía a los caballeros encima. De hecho, antes de que llegara a la altura de Alderic se escuchó a sus espaldas el choque de la caballería contra la falange enana. Choque de hierro, gritos de dolor, jinetes cayendo al suelo, caballos relinchando... un sonido pavoroso era el que se estaba produciendo a tan solo unos metros de donde se encontraban.

Nindra lo escuchó desde su escondite, al igual que Thyga, Lurzca y Murron. Las cuatro mujeres eran conscientes de que la lucha había empezado y ni Alderic ni Guideon se encontraban todavía con ellas. Fue entonces cuando Nindra, loca de desesperación, se puso en pie y se dirigió a la salida dispuesta a lanzarse hacia abajo si hacia falta e ir a buscar a Guideon y traerlo agarrado de los mismos huevos si era menester, pero nada más asomarse al abismo que le separaba de tierra firme, pudo ver como Guideon estaba subiendo por la cuerda ayudado desde abajo por Alderic.

Al ver a Nindra en lo alto del cubículo dimensional le acercó su lanza y ella, no sin dificultad la introdujo en su refugio ayudada por Lurzca y Murron en última instancia. Guideon accedió momentos después a aquel espacio seguro y Alderic comenzó su escalada para hacer lo propio. Cuando el asesino se encontró en lo alto de la cuerda, dedicó una mirada hacia el combate. Fue testigo entonces de como la falange enana había sido pisoteada.

Había muchos enanos muertos y tres caballos, por lo menos, en el suelo. Algunos enanos corrían despavoridos tratando de escapar de los cascos de los caballos, mientras eran ensartados por lanzas de caballería. El combate estaba del todo decantado y ni un solo enano iba a ver un nuevo amanecer si dependía de los umnios. Fue entonces, en una última mirada cuando pudo ver a Thwain.

Estaba rodeado por dos templarios y un caballero, todos ellos a lomos de sus corceles. El hacha de Thwain impactó en el costado de uno de los templarios que cayó al suelo. Acto seguido una lanza se clavó en el hombro del enano y éste la rompió con su hacha para seguir luchando. Lanzó un hachazo hacia uno de los templarios, un hombre esbelto de larga cabellera castaña, pero lo esquivó y entonces encabritó a su caballo que golpeó el pecho del enano haciéndole caer. El hacha de Thwain cayó lejos y el enano trató de arrastrarse a por ella, pero el templario había descabalgado y pisoteó con fuerza el brazo del enano. Desenfundó una daga de su cinto y la incrustó en el pecho de Thwain dándole muerte.

Alderic no pudo aguantarlo más y finalmente accedió al cubículo tirando de la cuerda para introducirla en el interior justo después y ponerlos a salvo definitivamente. Al menos de momento y hasta que los umnios les descubrieran, aunque... también podía suceder que no lo hicieran y de esa manera salvaran la vida...

Nindra ni siquiera terminó de escuchar a Lurzca, tampoco atendió a los agradecimientos, ni hizo caso del pedido de Alderic. De hecho las mujeres estaban hablando ya solas, Nindra se había lanzado por la cuerda hacia el exterior. Su mente funcionaba en una dirección en ese momento y a una velocidad endiablada, las fluctuaciones arcanas chisporroteaban a su alrededor llenando el aire de electricidad. Pero en cuanto se asomó, Gideon ya estaba allí y le alcanzó la lanza. Pesaba demasiado para ella y tuvieron que ayudarla las demás mujeres a introducirla en el refugio. Ella se desentendió de inmediato de aquel trasto y agarró a Gideon de las hombreras para ayudarlo a subir más deprisa. Solo cuando estuvo arriba le dio un abrazo, enredándose con él en la entrada del cubículo dimensional, sin darle espacio para respirar, tocándolo por todas partes. 

Había pensado en lo peor, los segundos de incertidumbre habían sido los más largos y terroríficos de su vida. Los sonidos que comenzaron a llegar del exterior la asustaron todavía más y escondió la cara en el hombro de Gideon para ponerse a llorar. Todavía fluía la magia a su alrededor, concentrada, a punto de explotar. No había pasado nunca tanto miedo y tenía la seguridad de que a partir de ese momento el pánico la acompañaría durante bastantes noches cuando cerrara los ojos.

-¿Dónde rayos estabas? -le gritó, sollozando. No debería haber abandonado el campamento. Nada de esto habría sucedido. Habrían podido salvarse todos-. ¿Qué ha pasado? 

Guideon abrazó y arrulló a Nindra.

—Ssssh... sssh...

Depositó un beso en sus cabellos y tomó su rostro entre las manos.

—Murron cogió un hatillo con nuestras armas, pero faltaba mi lanza —explicó. 

Cualquiera podría pensar que podría haber tomado un arma cualquiera, pero Nindra sabía de la importancia que tenía su lanza.

—Fui a buscarla, y tardé un poco en encontrarla, pero ya está. Ya estoy contigo. Es lo único que importa, ¿vale?

Tras comprobar que Nindra estaba más tranquila, juzgando sobre todo por el conflujo de magia a su alrededor, le dijo a Alderic:

—Hay un hombre entre los templarios de Seyran, Derrick Drain. Lo reconocerás por su cabellera castaña. Si no podemos eludir el combate y nos enfrentamos a él, y me temo que eso es exactamente lo que ocurrirá... mátalo. 

De todos los presentes, Alderic era el guerrero más diestro, y Guideon confiaba en él más que en su propio brazo.

—Ese hombre es peligroso.

Alderic no pudo evitar sonreir ante la tierna escena que daban sus amigos, parecía ser que lo de ellos iba más allá de una simple calentura, sólo esperaba que la próxima vez que decidieran irse a follar lo hicieran en un lugar y momento más oportunos... aunque lo cierto era que el refugio había resultado útil

Asintió ante las palabras de Guideon - Si no fuera porque está rodeado de sus hombres lo haría ahora mismo. Acaba de matar a Thwain, todos los enanos han caído, sólo nos queda esperar a que se marchen antes de que el refugio desaparezca. Si no lo hacen, será el primero en caer. - le pasó al sacerdote su mochila y acomodó la suya propia en una esquina para sentarse. - ¿Cuanto tiempo tenemos Nindra?

- ¡Si! ¿Cuanto tiempo podemos permanecer aquí ocultos? - Preguntó muy nerviosa la infanta. - ¿Nos pueden oír? Bajemos la voz por si acaso...

Thyga estaba realmente nerviosa y asustada. Aquella no era vida para ella. Eso era algo de la que todos estaban más que convencidos. Aunque tenía voluntad, estaba resultando un lastre en más de una ocasión. Nada que no esperasen.

- ¿Creéis que se irán? ¿No pueden vernos, no? ¿Nos han visto? ¿Creéis que pueden encontrarnos? - Pregunta tras pregunta, la Infanta demostraba estar histérica. 

Ya le habían hecho antes la misma pregunta y no la había respondido. Miró a Alderic, pero como si no lo viera; en la penumbra del refugio, iluminado con una esfera de luz anaranjada, el rostro de Nindra no reflejaba nada. Su poder se había apaciguado, ya no estaba lista para salir a combatir, y sin embargo no había calma en ella. Solo frialdad. 

-Cuatro horas, quizá unos minutos más, no estoy segura. 

Se apartó de Gideon para buscar su mochila y su libro de conjuros. Allí estaba, amontonado junto a las cosas de los demás, miró las cubiertas y pasó la mano para limpiar la tierra que lo manchaba. Luego se dirigió hacia un punto alejado del resto del grupo, en silencio. El espacio no era ni cuadrado ni redondo, no había esquinas o rincones, solo límites y éstos eran difusos. Lo único constante era el suelo, ablandando para comodidad suya y de Gideon, y el cielo estrellado sobre sus cabezas. A ella le había parecido bonito unos minutos antes. Ahora ya no le parecía bonito nada. 

Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y abrió el libro. Pasó las páginas. Se echó la capucha del abrigo por la cabeza y fingió estudiar sus conjuros. En realidad, llevaba un buen rato llorando y en ese momento las lágrimas comenzaron a caer sobre las hojas. Nindra buscó una en blanco antes de que sus lágrimas borrasen algún conjuro, a pesar de que sabía que eso no era posible. Contuvo los sollozos, pero la tristeza que sentía era demasiado grande y no la podía controlar. Porque era culpa lo que sentía. 

Los enanos estaban muertos. Thwain estaba muerto. Todo eso no debería importarle en absoluto, Gideon y Alderic estaban a salvo del peligro, las mujeres también. Sin embargo, el hecho de que los enanos hubiesen sido arrasados le importaba. Cuanto más pensaba en ello, más culpable se sentía y más lágrimas sin control salpicaban las hojas de su libro Se habían marchado del campamento para estar a solas, para disfrutar de un momento de placer. Eso los había salvado, pero había condenado a los demás. Quizá, si no se hubiesen marchado, podrían haber peleado o ayudado en la medida de lo posible. No estaba siendo racional, unos y otros eran enemigos, estaban en guerra. Sin embargo, Nindra seguía dándole vueltas al hecho de que no había escuchado la historia que Thwain quería contarles porque se había marchado con Gideon. Seguía dándole vueltas al hecho de que los enanos estaban bebiendo tranquilamente, habían sido amables con ellos y ahora estaban muertos. Seguía dándola vueltas al hecho de que ninguno volvería a cantar, bien o mal, porque todos estaban muertos. Siguió dándole vueltas al hecho de que podría haber ayudado. Podría haber salvado a alguno. Gideon podría no haber regresado de recoger su maldita lanza. Alderic podría haber sido asesinado. Las mujeres podrían haber muerto.

Debió quedarse en el campamento. Las cosas habrían sido distintas...

La voz de la Infanta la enfureció. Apretó los dientes, se tragó las lágrimas, no quería delatarse -a decir verdad, todos debían saber que estaba llorando, el espacio era amplio, pero estaban un poco apretados-. Respiró hondo y respondió sin volverse, con la voz congestionada. 

-¿Nos has visto u oído cuando habéis llegado? ¿No? En ese caso, ellos tampoco pueden vernos o escucharnos. Estaremos a salvo durante unas cuantas horas. Ya veremos después.

Guideon no le tenía tanto aprecio a los enanos. A decir verdad, en lo primero en lo que había pensado era en que lo mejor para ellos hubiera sido atacarlos en vez de deponer las armas. El tiempo le había quitado la razón, pues los enanos habían recibido la carga de los umnios y los templarios de Seyran en vez de sus amigos y él. El pensamiento le hizo sentir egoísta y culpable, pero no arrepentido. Prefería a sus amigos vivos y a los enanos muertos.

El sacerdote de Saule se acercó a Nindra y le pasó la mano por los hombros. No dijo nada. No creía que hiciera falta decir nada, sólo estar ahí y ser la roca sobre la que la maga se apoyase. ¿Fortaleza de carácter o debilidad de sentimientos? Depende a quién le preguntaras.

Alderic asintió cuando Nindra le dijo el tiempo que tenían hasta que los vieran y formó un cuadrado con sus armas y el morral. Se puso en cuclillas en el centro y cerró los ojos, dejando las manos frente a su abdomen como si sujetase una esfera. Bajó el ritmo de su respiración y luego al compás de la misma comenzó a mover sus manos acariciando la esfera, llevándola de un lado a otro de su pecho y sin perder nuca la forma de la misma. La respiración aumentó de ritmo y se paró en un salto que apenas lo elevó pero que le permitió quedar en la posición del jinete. Siempre dentro del cuadrado jugó con la esfera imaginara, aunque por un momento parecíó que realmente había una esfera de oscuridad en sus manos. Finalmente golpeó las manos contra su abdomen, como si hubiera metido la esfera en su cuerpo, y extendió las manos lentamente hacia el frente expulsando el aire de sus pulmones. Mantuvo la posición por un par de respiraciones y luego abrió los ojos.

No le extrañó la mirada extrañada de las tres mujeres, Nindra y Guideon lo habían visto hacer los ejercicios de meditación a diario en casi todas sus variantes. - Si nos descubren y debemos pelear, estoy preparado para enfrentarme a ellos y matar a su capitán. - le dijo a Guideon, luego miró a Lurzca - Si tenemos que luchar llévate a Thyga y a Murron, sin discusiones, les compraremos tiempo para huir.

Alderic acomodó su mochila y recogió sus armas, y luego acostó usando el morral de almohada. - Sugiero que descansen, hemos cabalgado todo el día y si nada malo sucede tenemos cuatro horas por delante... claro está a menos que prefieran hablar de algo útil y discutir estrategias para eventualidades no esperadas. - miró a la maga y le dedicó una sonrisa - ¿Hay forma de mover la bonita ventana del techo de forma de poder observar a los caballeros?

Nindra tocó la mano de Gideon, agradeciendo sus ánimos, pero incapaz de expresar lo que sentía. Quizá estaba siendo exagerada, estas cosas la afectaban; tal vez porque ante cualquier muestra de amabilidad, por parte de quién fuese, despertaba en ella simpatía y afecto. Se limpió la cara y le dio un beso a Gideon en la mano, pero no le miró, porque entonces se pondría a llorar otra vez y tenían que pensar en lo que sucedería si los caballeros no se habían marchado.

-No, Alderic, no hay forma de mover la ventana. La próxima vez la pondré en el suelo.

Pasó las páginas del libro, buscando algo que fuese de utilidad. De la mochila sacó los pergaminos para revisar lo que tenía.

- ¿Que ha sido eso, Alderic? - Le preguntó entonces al asesino una vez acabó con sus ejercicios de meditación. - Ha sido... Raro. ¿Tratabas de entretenernos o algo por el estilo?

La mestiza miraba de forma agria a Alderic. Era de conocimiento de todos que no se fijaba de él. Al menos esa era la impresión que daba a simple vista. Lo que era evidente es que era una mujer desconfiada por naturaleza. Algo debido a su condición híbrida, a saber por lo que había tenido que pasar, como también por los enemigos que les acechaban, que no era pocos.

- En cuanto a eso... - Respondió a la propuesta de Alderic. - Thyga se marchará, envídentemete. No irá sola. Eso también lo es. Pero Murron o yo nos quedaremos a pelear. Vosotros tres no podréis contra los umnios. Ni los cinco podríamos, pero cuatro retrasaremos más que tres lo inevitable.

Acto seguido se tumbó junto a Alderic. Muy cerca de él. Más de lo aconsejado por las normas sociales. 

- ¿Estaremos tranquilos cuatro horas, no? - Agarró el brazo de Alderic, tiró de él mientras se daba media vuelta y lo abrazo entre su propia brazo y su estómago a forma de cojín.

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- Es un alivio saber que si no nos han visto, no se acercarán a buscarnos. - Dijo entonces Thyga  interrupción Alderic y Lurzca de por medio. - ¿Por qué no los han visto? - Preguntó entonces sobresaltada de nuevo. - ¿No te han visto, verdad Guideon? Has sido el último en llegar, puede que te hayan visto. - De nuevo la Infanta se mostraba nerviosa, asustada y con el corazón a punto de salir de su pecho. - Si nos hubieran visto, puede que no sepan dónde estamos. Es imposible que nos encuentren aquí, ¿Eh Nindra?

- Infanta, Thyga, si me lo permitís... - Fue entonces Murron la que cortó a su protegida. - Sea como sea, hemos escogido venir a refugiarnos aquí. No podemos hacer nada más para que no nos encuentren. So tienen que encontrarnos, lo harán y si no nos han visto o nos buscan en otro sitio... - Se encogió de hombros. - ¡Pues mucho mejor! Sea como sea, lo mejor que podemos hacer es tratar de descansar. ¿No cree Infanta? 

Ante aquella aseveración, Thyga asintió y se tumbó sin volver a abrir la boca. 

Alderic le sonrió a Lurzca cuando preguntó - No intentaba entretenerlos, aunque si también sirvió para eso mejor, es una de las meditaciones de las sombras por la cual accedo a mis poderes.

El asesino escuchó las palabras de la mestiza y meneó la cabeza - Thyga las necesita a ambas, y si no podemos despistar a los templarios tendras que conseguir nuevos aliados. No pensamos morir, sólo sembrar suficiente caos para facilitar vuestra huida y llevarlos por otro camino, pero estoy preparado para lo peor.

Lo que no esperaba era el acercamiento de Lurzca, ni tampoco la propuesta nada velada y la posición física en la que habían quedado. - Me halagas, pero veo un par de inconvenientes si pretendes algo más descansar en mi compañía. El primero es el público y el segundo nuestras armaduras. - dijo susurrándole al oido mientras acariciaba su cabello.

Guideon dejó su mano sobre el hombro de Nindra hasta que Thyga se dirigió a él; entonces acarició sus cabellos rojos y giró sobre sus talones para responder a la infanta.

—Sí, me han visto —admitió el Saulita—, al menos los enanos. Thwain me pidió que me uniera la falange, si quería vivir.

Guideon suspiró. Había estado a punto de hacerlo, pero no para poner a salvo su vida, sino para proteger a sus amigos. Si los umnios mataban a los enanos y los templario de Seyran lo atrapaban o acababan con su vida, tal vez se marcharan de allí satisfechos y ellos estarían a salvo, pero sabía que sus amigos no lo iban a permitir. Iban a salir del condenado agujero e ir en su ayuda, y eso habría terminado muy mal. De modo que había seguido con el plan y se había replegado junto al resto. Así, al menos, tendrían una oportunidad.

No iba a expresar en voz alta su cauce de pensamientos, porque sabía que Nindra y Alderic le iban a regañar sólo por planteárselo. De modo que puso una expresión indescifrable y tiró una excusa.

—Pero ahora estaría tan muerto como ellos. Al menos, aunque nos descubran, espero haber ganado algo de tiempo para descansar y organizarnos.

- ¡Cállate capullo! - Le dijo Lurzca a Alderic con una amplia sonrisa en su boca repleta de poderosos incisivos. - Si en algún momento necesito de los servicios de tu flácida pichita blanquita ya te lo diré. - Le dio un codazo en el costado. Un codazo amistoso que por otra parte dolió como mío demonios. - Solo te necesito como cojín. Al menos de momento. ¿Entendido? 

Alderic rió abiertamente y asintió - Como la señora desee - dijo socarronamente - y si en algún momento quieres averiguar que tanto te equivocas en cuanto a lo otro, sólo tienes que pedirlo. - realmente Lurzca parecía ser el tipo de mujer que a Alderic le caía bien, directa y sin vergüenza de hablar alto y claro.

- ¿Te han visto? - Preguntó Thyga entonces. Estaba muy alterada. Ya había visto la muerte muy de cerca, tanto que de no ser por la intervención en primera instancia de Murron y después de la magia divina, no lo hubiera contado. - ¡Te ha visto! ¡Ahora nos buscarán! ¿Qué pasará cuando nos encuentren? ¡Nos van a matar! ¡Somos mujeres, antes nos violarán, nos harán cualquier cosa! - Thyga había entrado en pánico. Su temblaba de puro terror y su mirada estaba perdida en el infinito. - ¿Por qué has tenido que ir a por tu lanza? - Preguntó entonces enfocando la mirada en Guideon. - ¿Tan importante era? ¡Vamos a morir!

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