Partida Rol por web

Alderic asintió, esperaba acertar en sus apreciaciones pero no esperaba que admitiera pertenecer a la orden tan abiertamente- No, por supuesto que los clérigos de Maahn no sois asesinos, para eso nos forjan a nosotros. Y ya se que no buscais mi muerte, si has escuchado mi historia sabes que estoy al tanto del ridículo plan para su mesias y que no pienso formar parte del mismo. - se encogió de hombros y sonrió, esta vez una sonrisa un poco más cálida. - ¿O es que acaso me diras que esos planes no son ciertos y que ahora teneis otra forma de traer a "La Roja" a la tierra?

- ¿Crees que el universo gira entorno a ti, Alderic? - Le preguntó de forma un tanto enigmática. - No es así, amigo, no es así. - Dio una nueva calada a su pipa. - No todos los osos son pardos. ¿A qué no? Hay osos negros, osos blancos, incluso osos negros y blancos, pero todos siguen siendo osos. - Explicó aquello como si Alderic fuera un niño. - Con eso quiero decir que, ni todos los clérigos de Maahn creemos que la luna Roja deba ser atraída, ni todos creemos que un mesías tenga que jugar papel alguno en el futuro de nuestra fe. Cada hombre o mujer adora a sus dioses como cree que debe hacerlo...

- ¿Quién es éste hombre Alderic? - Preguntó entonces la Infanta quien se mostraba un tanto alterada en esos momentos.

Pese a que no había actuado de forma violenta, aquel elfo parecía ser una nueva amenaza y aunque tampoco había dicho nada que pudiera revelar que quería un mal para su amigo, pero sus formas no le gustaban. Era una ser sibilino, que ocultaba algo y que sin duda sabía más de lo que decía.

- Voy a sacar de aquí a la... - Miró a la Infanta. - A Esmeralda. - Dijo Murron poniéndose en pie y tomando de la mano a su protegida. - No sé si éste elfo representa una amenaza, pero no me quedaré para comprobarlo. 

Sin más tomó de la mano a Thyga y salieron del lugar apartada junto a la chimenea camino de la habitación de Nindra y Guideon. Thyga no opuso resistencia, pero se marchó sin dejar de mirar fijamente a Alderic con gran preocupación en la mirada.

La mestiza se puso en pie tomando el mango de su hacha. Avanzó varios pasos hasta ponerse a pocos centímetros de aquel elfo, que sentado y ante tan imponente fémina, parecía muy poca cosa.

- Dile a Alderic lo que quieras decirle. - Le ordenó. - Para andarte con subterfugios, mejor que te vayas a otro lado. No aguanto los acertijos. ¿Me entiendes? - Dijo acariciando el filo de su hacha.

Alderic rió abiertamente, una risa alegre y desprovista de malicia - Oh, no, Cathar, no creo que el universo gire alrededor mío, nada más lejos de la verdad, son los enfermos que masacraron a unos monjes pacíficos y me torturaron desde pequeño los que así lo creen. - Asintió ante la explicación del elfo - Si como dices hay diferentes facciones y tu realmente perteneces a alguna que no me necesita para sus planes, entonces no debería haber problemas entre nosotros. 

En ese momento Thyga hizo una pregunta que no llegó a responder ya que Murron se la llevó de allí, y una defensora inesperada saltó en su ayuda. Alderic se paró y apoyó una mano suavemente en el hombro de Lurzca - No creo que sea necesario recurrir a la violencia, pero mi amiga tiene razón en algo, preferiría que hablemos sin ambagues. ¿Que quieres de mi, Cathar Elmanwë? ¿Y por que dices que Tasha está viva?

- Nada quiero de ti, Alderic. - Respondió Cathar. - Simplemente cuando entraste por esa puerta creí reconocerte. Eras un niño cuando te vi por última vez. Con esa barba... - Sonrió. - Permítme que dudase. - Volvió a dar una honda calada a su pipa. - Nunca creí que esos sacerdotes que veían en ti un profeta, por decirlo de alguna manera, estuvieran en lo cierto. Pero ha sido verte y me pudo la curiosidad. Lo confieso. - Alzó las cejas y encogió los hombros. - Espero que me puedas perdonar, amigo. - Esperó unos segundos en silencio. Alderic esperaba la otra respuesta a la pregunta que más le importaba. - Lo de Tasha. Sé que está viva. ¿Cómo? No se porqué debería estar muerta... Sé que hay una Tasha y que es una gran asesina. Se que sirvió a la orden y que se marchó al noroeste. No sé más. Lo siento.

Alderic se encogió de hombros - Tasha debería estar muerta porque la maté con mis propias manos hace cinco años, si está viva es porque estaba de acuerdo con los sacerdotes para hundirme en la miseria... o quizá no, quien sabe. Si en algún momento me cruzo con ella se lo preguntaré. - Suspiró - Honestamente a esta altura no se si puedo llamarte amigo, pero al menos te daré el beneficio de la duda y no te consideraré mi enemigo. - Sonrió - Si alguna vez volvemos a cruzarnos me gustaría conocer tu versión de mi historia, como sabrás es difícil conocer la forma de la vasija cuando se la mira desde dentro. - Abrió las manos con las palmas hacia arriba y su sonrisa se volvió algo pícara. - Tu me llamas profeta, ellos elegido, el único asesino que capturé uso las palabras recipiente, sacrificio y mesías... demasiadas versiones y ninguna es vital para mi. - Negó con la cabeza indicando que no era el momento - No quiero imponerme ahora, y supongo que debo ir a tranquilizar a mis amigas antes de retirarme a descansar. Sé que tengo mucho que escuchar y no quiero hacerlo a medias.

Guideon se encogió de hombros.

—Quizá la tenía, y era una pusilánime que se contentaba con vivir a la sombra de su marido. Quizá, si hubiera sido alguien más parecido a quien describes, Drain no hubiera llegado tan lejos y ahora estaría vivo —dijo, y se rascó la barba—. Yo prefiero alguien razonable y con espíritu combativo a mi lado, que me diga cuando me equivoco y me haga cuestionarme mis propias certezas.

Atrajo a Nindra para si, en un elocuente gesto.

—Alguien como tú —le murmuró, comiéndosela con los ojos—. Tú también eres una buena mujer, y me siento agradecido y bendecido de tenerte a mi lado.

La besó en los labios.

Nindra volvió a suspirar, esta vez de forma más exagerada, con algo que debía parecer alivio. Rodeó a Guideon con los brazos mientras le devolvía el beso. Susurró un conjuro sobre su boca, moviendo las manos por detrás de su espalda, y Guideon sintió las vibraciones de la magia en los labios de Nindra, calientes y cargados de una electricidad que le provocó un escalofrío en la espalda. Ella se pasó la lengua por los labios y se apartó, los ojos le ardían como hogueras, las chispas arcanas le habían puesto la piel de gallina. Durante unos segundos, el sacerdote no sabía muy bien qué había hecho la maga, hasta que notó que las correas de la armadura se habían aflojado.

-No quiero que tu coraza se interponga entre nosotros -comentó la maga, poniendo la mano sobre el pectoral de acero y mirando a Guideon a los ojos-. No puedo sentirte cuando la llevas puesta y necesito sentirte. No me refiero a... ya sabes qué, eso no me importa, lo que realmente quiero es a ti. Tocarte, abrazarte o besarte; tu piel, tu calor, tu cuerpo, tu respiración, tus latidos... Tu ausencia me atormenta, igual que tu silencio. ¿Es eso racional? ¿O estoy exagerando? Dimelo, porque no lo sé, no tengo experiencia y necesito saberlo para poder estar contigo y corresponderte.

Cogió una de sus manos y le quitó el guante para poder tocar sus dedos calientes, su mano áspera. Se la puso sobre la mejilla para que el calor penetrara en ella y cerró los ojos, lanzando un suspiro estremecido.

-Te quiero.

- Creo que nos volveremos a encontrar Alderic. - Dijo el elfo poniéndose en pie. - Creo que lo haremos, si... - Le dedicó una sonrisa y se quedó mirando a aquel hombre unos instantes. 

Justo después se giró hacia Lurzca, quien todavía le miraba con el ceño fruncido y la mano en la empuñadura de su hacha. El elfo le dedicó una leve reverencia a forma de despedida.

- Debo atender a mis propios asuntos. - Le dijo a Alderic. - Despídase de las otras señoritas por mi. - Le ofreció la mano. - Mucho gusto.

Alderic le dió la mano al elfo - Igualmente - dijo con una sonrisa - ¿Hay algún lugar donde pueda buscarlo? ¿O debo esperar a que Maahn, Seyran o algun otro decidan cruzarnos en el camino?

- Dejemos que sea Seyran, Maahn o quien quiera que rija el destino, el que decida. - Dicho aquello se alejó de aquel agradable rincón donde habían compartido aquellas palabras y acabó por salir por la puerta del local camino de la calle.

- No me gusta. - Dijo Lurzca. - Ha sido... - Guardó silencio unos momentos. - Extraño. - Añadió. - ¿Te fías de él? - Negó con la cabeza.

A decir verdad, Alderic ya había sido testigo de lo desconfiada que podía llegar a ser aquella mujer. No se había fiado ni un pelo de él en un primer momento y eso que había tomado partido por ella y los suyos en aquel combate de las calles de Karkaba. Sin embargo, encontrar allí a un maahanita seguía siendo mucha casualidad. Más si decía conocer su historia y... a Tasha.

- Vamos con la Infanta... - Dijo más en tono impositivo que como pregunta.

Cuando el elfo hubo partido Alderic miró a Lurzca - No, no confío en él, y tienes razón, fue más que extraño. - volvió a mirar el lugar por el que había salido el Maahnita y se preguntó si realmente Tasha estaría viva, como, y por que. - Vamos - dijo al tiempo que apoyaba una mano en su hombro e iba hacia el lugar donde Murron y Thyga esperaban.

- Bien... - Respondió la mestiza. - Será mejor que no dejemos solas a Murron y la Infanta más tiempo.

Si Alderic no iba a hacer nada más, Lurzca tampoco. Los dos abandonaron la calidez de aquella chimenea y subieron al primer piso. Encontraron a Thyga y a Murron en la estancia que habían alquilado para pernoctar aquella noche y nada más entrar en las mismas se sobresaltaron. Alderic les contó como había quedado todo y ellas también encontraron extraño aquel encuentro. Fuera como fuera, parecía más que evidente que el Maahanita debía de ocultar algo o como mínimo, no había dicho toda la verdad. 

Alderic sentía que debía aclarar un punto acerca del extraño visitante - Como le dije a Lurzca, no confío en él, pero es el primero de los Maahnitas que encuentro que no intenta capturarme o matarme. - les sonrió a las tres - Es una pista que seguiré cuando estén a salvo en Umnia, sé que es riesgoso y que probablemente me mienta, pero es lo mejor que tengo hasta ahora. - se encogió de hombros y se dirigió a la puerta. - Y ahora las dejaré para que puedan asearse y descansar y yo pediré una habitación y haré lo mismo. Hasta mañana señoritas - dijo con una reverencia. 

Se giró antes de salir - Por cierto, ¿saben donde están mis pertenencias? - sabía que no estaban en el salón y esperaba que algunos de sus acompañantes las hubieran recogido, sólo esperaba que no fueran Nindra y Guideon o tendría que esperar al día siguiente para ponerse una muda de ropa decente.

Murron se afanó en encender un fuego en la chimenea de su habitación. No le costó demasiado que prendiera, se notaba que tenía experiencia en hacer fuego. 

- Te agradezco que te involucres así con nosotras. - Dijo entonces Murron. - Desde luego, no todos hubieran hecho lo mismo. Eres un buen hombre, Alderic. - Murron se puso en pie, se acercó al guerrero y le dio un fuerte abrazo. - Tus cosas se las llevó Guideon. No quería que te quedaras de nuevo sin ellas. - Le explicó al soltarle. - ¿Dormimos?

- Creo que va a ser lo mejor. - Respondió la Infanta. - No se vosotros, pero yo estoy agotada. - Para cuando dijo aquello ya estaba recostada sobre la cama. - Mañana volveremos al camino y pienso aprovechar esta cama. ¡Lo mío no es dormir a la intemperie y en un saco! - Exclamó entre risas. - ¡Qué soy aristócrata! - En ese momento se tapó la boca, como si hubiera revelado un gran secreto y en efecto lo había hecho. Suerte tendrían de que nadie les hubiera escuchado. - Perdón... - Dijo en un susurro. - Y gracias, Alderic. Otra vez. Durmamos.

- Si, dormir es necesario. - Añadió Lurzca. - Yo también quiero aprovechar esa cama. - Le guiñó un ojo a Alderic. - Quien sabe si será la última vez que podamos dormir tan cómodos. 

Sin más, la mestiza se quitó los correajes de su coraza y la dejó a un lado. No tardó demasiado en meterse en una de las camas, aunque no se tapó pese al frío que hacía en aquella habitación. Murron y Thyga se metieron en la misma cama. Se darían calor durante la noche. La chimenea todavía no había caldeado del todo el ambiente y se agradecía dormir pegado a alguien. 

- ¿Vienes? - Le dijo la mestiza a Alderic dando un par de palmadas al trozo de colchón libre de su cama.