Partida Rol por web

—Hola Rayo de Luna —respondió Tarkhan con naturalidad, revolviendo los cabellos de Yhoon-Shun—. Todo bien. Nada de lo que debas preocuparte.

El Gato Sonriente devolvió una sonrisa gatuna a Yhu-Lien. Era una mujer astuta, pero él manejaba bien las conversaciones, como ya había demostrado sobradamente aquella mañana.

—Das a vuestra afirmación la forma de una pregunta, mas ya conocéis la respuesta —replicó Tarkhan—. No hay nada que un hombre de mi posición pueda enseñarle a una mujer de vuestra inteligencia y con vuestras habilidades...

No le dejó incidir en el tema, cambiándolo rápidamente.

—Hablando de ello, Caminante de Brumas, me gustaría que me ayudaras a encontrar a una persona. Feyrya, la hermana del Kark Belgarosh. ¿Podéis preguntarle a los espíritus todo lo que sepan sobre ella?

Comprendía las razones de la canonesa, pero estaba seguro de que Dodana también entendería las suyas.

-Un problema, asuntos del Kark y su familia. Dijeron que si no se solucionaba se anularía la fiesta. También han estado a punto de derramar sangre...- Negó con la cabeza. No quería aburrir a Dodana con cosas tribales pero era necesario explicarle algo, aunque fuese por encima, ya que estaba también el asunto de que un clérigo acompañase al anzano -La Thogain ha tenido un lío con un anzano, el embajador concretamente. Finalmente el Kark ha decidido que en vez de ajusticiarlo hoy, la sentencia era la muerte, lo enviará a buscar a Feyrya, pero ha solicitado que a ser posible le acompañe uno de nuestros clérigos. Es posible que Feyrya se encuentre en apuros -  Esperaba que la canonesa sugiriese a algún clérigo capaz, a Belbara se le pasaban algunos nombres por la cabeza, aunque temía que pudiesen perder la vida en aquella misión y por eso se guardaba bien de señalar a ningún candidato.

- Lo sé, señor Embajador. - Replicó con una sonrisa. - En ocasiones los espíritus me hablan sin tener que ser preguntados. - Hizo una pausa tratando de provocar tensión en el rictus de Tarkhan. Algo que no consiguió, pues la sonrisa del Gato Anzano era complicada de borrar y sólo lo lograban sucesos como la amenaza de muerte que había sufrido un rato atrás. - En ocasiones mis sueños son premonitorios. Puedo ver cosas del pasado y del futuro, pero también del presente. - Le confesó. - Pero ahora no es tiempo de historias. Quizás deberíamos disfrutar de la festividad. ¿No creéis embajador?

Yoo-Shun era una chica lista y curiosa. No perdió un solo detalle de lo que se había dicho entre su maestro y su otra maestra. De los dos estaba aprendiendo mucho y trataba siempre de quedarse con lo mejor de cada uno, lo cual no siempre era fácil, pues el humano acostumbraba a aprender siempre lo peor y los anzanos no eran diferentes en eso al resto de humanos. A punto estuvo de saltar con mil y una preguntas, pero al ver que Tarkhan y Yhu-lien se encaminaban hacia uno de los puestos de comida para almorzar algo, logró detener sus ansias de saber.

- ¿De quién estarán hablando? - Se preguntó la niña. - ¿A quién busca el embajador? Si ella lo ha visto en sueños, supongo que debe ser algo importante. ¡Debo enterarme! 

El templo de Brook Barba de Hierro había hecho algo inaudito. Algo que antes del día en el que se encontraban podría haber sido una grata sorpresa para el Kark, pero que ahora podría no ver con tan buenos ojos. Sin duda, aquello no era cosa de la canonesa Dodana. Aquella mujer era una gran religiosa. Sabía cualquier cosa que se le preguntara acerca de las sagradas escrituras del dios de las Montañas y Señor de los Enanos, pero en lo que se refería a innovación, no era para nada la persona más indicada. Tarkhan supuso que aquello era obra de Belbara.

Era conocido por muchos, que la cocina anzana era del agrado del enano medio. Los más vetustos de la raza, posiblemente descartaban aquella alimentación, más por costumbre o miedo a probar algo nuevo que por otra cosa, pero era un hecho, que los enanos viejos no comían pollo con salsa de curry y coco, ni din sum de la casa. En cambio, el resto de enanos, los maduros, los jóvenes y los más pequeños, disfrutaban como el que más con aquella amplia variedad de sabores e ingredientes que llevaban las recetas de la Panza de Anza.

Fue una grata sorpresa para aquellos tres anzanos arcanos encontrar en la Plaza de los Dioses, una parada de alimentación regentada por la propia Kazumi, una mujer que todos ellos conocían bien y que con su gastronomía, les hacía regresar a su país natal sin tener que viajar grandes distancias. Era sin duda alguna una buena noticia para todos que posiblemente Belbara, hubiera incluido a los "amarillos" en aquella festividad, por primera vez en la historia de Karak-Belgarosh. Al fin y al cabo, formaban parte de aquella comunidad casi desde su fundación.

- Buenos días, señor embajador. - Saludó una ajetreada Kazumi, la cual estaba cortando un rollo de sushi de maguro. - Me complace verle por aquí. - Dijo sin alzar todavía la mirada.

Se la veía con prisas por acabar con aquello y tenerlo todo listo para cuando se diera inicio a la festividad. Para lo cual no podía faltar demasiado, pues la plaza empezaba a estar abarrotada de enanos que parecían estar saliendo de debajo de las setas. Tarkhan no tenía duda alguna que la desaparición de Rovanan, en cierta medida también había retrasado los preparativos de la festividad. A punto había estado de ser cancelada, Belbara lo había dicho en algún momento y sin duda, en el momento en que se supo de la desaparición de la Thogain, se debieron detener los fogones. Tirar toda aquella comida podría haber sido una clara ofensa a los dioses.

- ¿Van a comer? - Le preguntó por fin al alzar la mirada y cruzarla con la del embajador. - Hemos tenido una mañana movidita. ¿Verdad Tarkhan? 

- ¡Diantres, hubiera sido del todo improcedente! - Exclamó tras escuchar las palabras de Belbara que hablaban acerca de la intención del Kark de ejecutar al anzano en día de festividad. - Eso no le hubiera gustado a los dioses... - Concluyó.

El rostro de la enana al escuchar lo siguiente que Belbara tuvo que decirle fue todo un poema. Belbara conocía bien a Dodana. A aquella mujer nunca le había parecido demasiado bien que los anzanos compartieran la vida privada de los enanos. Nunca había dicho abiertamente nada en contra de los llamados "amarillos", pero Belbara sabía que para Dodana eran más una molestia que otra cosa. No acudían a rezar al templo y se mantenían bastante al margen de la comunidad. Tan solo eran buenos para los negocios y aunque a ella no le gustaba su comida, entendía que a la gran mayoría de enanos sí. Más allá de eso, Dodana no quería oír hablar más allá de los asuntos de lo "amarillos". 

- ¡Ese bastardo! - Los ojos desorbitados de la mujer lo decían todo. - Una vez le dije: si tú no me molestas, yo tampoco lo haré. Esta vez se ha pasado... - Advirtió. - ¿Está loco el Kark? - Le preguntó entonces a Belbara al escuchar lo que pretendía el gobernador de la ciudadela. - ¿Exponer a alguno de los míos en las tierras sureñas plagadas de trasgos y otros demonios? No creo que haya nadie que se preste a esa locura, sinceramente...

—Kazumi... —saludó Tarkhan con una inclinación de cabeza. Tomó asiento antes de suspirar:—. Y que lo digas, amiga. Ponme una cerveza, cuando puedas. Comeremos aquí, sí, pero no tengas prisa para servirnos. Imagino que Yhu-Lien tomará nems y ha kao para variar... pero yo me dejaré aconsejar. ¿Tienes algo bueno fuera de la carta?

- Sabes que siempre tengo algo fuera de la carta Tarkhan... - Dijo entonces Kazumi. - Pero no hoy, pues hemos hecho lo que Belbara nos ha encargado. La Panza de Anza cierra hoy de hecho, aunque... - Miró debajo de la barra. - ¿Quieres que te caliente tiras de pasta de arroz con verduras? - Le preguntó. - Es lo que voy a comer yo y bueno... lo que va a comer todo el personal. - Se quedó esperando la respuesta.

Estaba de acuerdo con Dodana. Era una misión demasiado arriesgada, seguramente suicida, y para acompañar a un amarillo. Demasiado riesgo para tan poca cosa si se miraba desde ese punto de vista. Sin embargo se trataba también de una misión de rescate, para saber qué había sido de Feyrya y si había logrado levantar una nueva ciudadela.
-Estoy de acuerdo. Pero también está el asunto de Feyrya. Si hubiese logrado crear una nueva ciudadela Brook debe estar allí. Y de encontrarse en peligro y rescatarla, bueno, si no va uno de nuestros clérigos estoy segura de que el Kark acudirá a los otros templos, y al final alguno aceptará y si tiene éxito su dios se ganará la admiración de los enanos, ganando adeptos y poder sobre los otros dos.-

Hablaba según iba pensando.

-De enviar alguno de los nuestros debería ser alguien capaz de combatir y tener opciones de salir con vida. Me temo que estará solo con ese anzano-
Poco o nada sabía de las habilidades marciales de Tharkan, así que partía de que debían ser nulas.

- El embajador está en lo cierto. - Intervino entonces aquella mística mujer. - Me conoce más de lo que me gustaría y eso que no tiene acceso a los ancestrales poderes que los espíritus conceden a sus elegidos. - Miró a Tarkhan haciéndole un guiño. - Pero supongo que será por las muchas veces que hemos compartido mesa en la Panza de Anza. Hasta el más tonto acabaría por memorizar mis gustos y tonto no es precisamente el apelativo que le pondría a este buen hombre. - Dijo a la vez que la daba unas palmadas en el hombro a Tarkhan.

- Y yo quiero pollo con arroz. - Dijo la pequeña becada del Gran Reino de Anza. - O arroz con pollo. - Añadió llevándose la mano al mentón. Lo que parecía haber sido una broma, no lo era para nada. Sin duda en la mente de Yoon-Shun había una gran diferencia entre ambas combinaciones, que ni Tarkhan ni Yhu-lien llegaban a captar y muy probablemente tampoco Kazumi, captaría aquel matiz. - Arroz con pollo, sí... - Se decidió al fin.

- Humm... - Dodana se llevó la mano al mentón y cruzó el otro brazo por debajo de sus senos apoyando el codo del otro sobre la muñeca.

Miró pensativa a Belbara. Algo estaba pasando por su mente. Eso no era una buena noticia para Belbara. Cuando algo pasaba por la mente de la canonesa, la resolución a esos pensamientos siempre llevaba mucho trabajo. Trabajo que ella no hacía y encargaba a otra persona. Esa persona solía ser en la mayor parte de los casos la enana barbuda que ahora tenía delante.

- Sí... - Apuntó con su dedo índice hacia Belbara mientra lo movía de arriba abajo. - Sí, eso tiene mucho sentido... - Lo que meneó entonces fue la cabeza de forma afirmativa. - Debemos enviar a alguien. Pero no a alguien cualquiera. No creo que el Kark envíe solo a Tarkhan. Sin duda lo enviará junto a un grupo de guerreros. De otra forma... ¿Cómo asegurarse de que cumple o de que al menos intenta cumplir con lo que se le ha mandado? - Sonrió ante tal despliegue de raciocinio. - Irás tú. Si alguien tiene que levantar la fe de nuestro dios patrón en una nueva ciudadela enana, esa eres tú Belbara. 

¿Pasta de arroz con verduras? ¡El embajador de Anza se merecía mucho más que comer las sobras que iba a comer el personal, especialmente después de la mañana que había tenido! De modo que sonrió y contestó:

—Por supuesto, Kazumi, tomaré pasta de arroz con verduras. Es más, comeré con ellos. Me gustaría dedicarles unas palabras de agradecimiento a su trabajo.

El Maestro O era una de las personas más poderosas de Anza y del mundo entero. Y, sin embargo, era conocido por toda la escuela arcana que el barría y limpiaba sus propios aposentos. Aquello no había menoscabado en absoluto su dignidad; más al contrario, aquel humilde acto hacía que los alumnos lo respetaran más y no menos, y contribuía a la leyenda de su figura. Busca tu escoba —le había planteado metafóricamente una vez—, eso te hará más influyente. 

Poder influir sobre la gente era una habilidad muy útil para un embajador, pero más aún para un aspirante a dios. La veneración de la gente común y corriente, llamada Gloria para algunos estudiosos del tema, era uno de los factores que podían encumbrar a un mortal y convertirlo en un dios y expandir su poder. Era una forma en la que los mortales otorgaban su quintaesencia, la chispa vital presente en todos los seres vivos, a aquella entidad que adorase. Cuanta más influencia tuviera en Gea, más probable era que tuviera su apoteosis.

Tarkhan le devolvió el guiño a Yhu-Lien.

—¿Eso también os lo han contado los espíritus o lo habéis descubierto por vuestra propia astucia? —bromeó, aunque había una parte de verdad.

Yhu-Lien hablaba de manera que parecía que lo sabía todo, pero Tarkhan sabía que no podía ser tan poderosa y vivir con la relativa sencillez que vivía. Quien tiene poder, inexorablemente lo ejerce. Más bien, parecía que era una mujer muy observadora (ya lo había demostrado con la ropa arrugada de Rovanan), que lanzaba ideas ambiguas al aire y sacaba sus propias deducciones en función de la reacción de los demás.

Por último dedicó una sonrisa a Yoon-Shun.

—Kazumi necesitará saber si quieres las verduras en el arroz... —dejó la frase en el aire por unos segundos como un signo de interrogación —o en el pollo.

Porque por supuesto, no era lo mismo. Pese a que luego estuviera todo revuelto en el plato.

La sangre se le heló por un momento. ¿Ella? ¿Era ella quien debía ir a hacer de niñera del anzano? ¿Abandonar Karak-Belgarosh? La indignación se abría camino en las tripas de Belbara, y a punto estuvo de responder a la canonesa con la intención de librarse de esa misión, de hacerle cambiar de idea. Pero entonces se dio cuenta de su presuntuosidad al pretenderse imprescindible, por encima de los demás clérigos. Y también de que se había acomodado, aceptando las comodidades del templo y su rango.

Brook ha actuado a través de Dodana para volverme al buen camino. No quiero señalar a ningún compañero para no cargar con la culpa de la suerte que pueda correr, pero me niego a ser yo quien lleve la misión a cabo. ¿Por que creo que mi vida vale más que la del resto?
Bajó la mirada resignada.

Si logro dar la talla mi señor me recompensará, estoy segura. No voy a fallarle.

Tal vez le esperaba una ardua tarea en cualquier caso, pero estaba convencida de que la recompensa valdría la pena, ensalzando a Brook y a ella misma.

-Está bien canonesa. Si creéis que debo ser yo es que así es.-

Mostró determinación al fin, aquel fuerte carácter que siempre le había definido, aunque acababa de darse cuenta de que había olvidado parte de su propia naturaleza con el pasar de los años y la paz que los habían acompañado. Era momento de volver a ser ella misma por completo, era la hora de despertar y dar calor a su hacha, pues Brook también era un guerrero y regaría el filo del arma sagrada* con la sangre de los enemigos.

Muy pronto la plaza de los Dioses se llenó hasta los topes de enanos. No cabía un solo alma y como solía pasar en ese tipo de aglomeraciones, no faltarían los oportunistas. Cortabolsas y carteristas los había en todas las razas y en el krakado de Belgarosh no se hacían excepciones. Lo cierto era que aquella festividad tenía mucho éxito entre los pobladores de la ciudadela. Comida y bebida gratuita, música, discursos religiosos para los más fanáticos y como no mamporros, coscorrones y bofetadas en alguno o varios momentos del evento.

De hecho, ya se habían producido los primeros altercados y todavía no se había iniciado la celebración de manera oficial. Gorris cabeza de Puerco había dado un codazo a la mujer de Dunos el Gastador. Ella le devolvió un puñetazo, pues Oína tenía muy malas pulgas y en efecto las tenía. Llevaba varias semanas con unos picores espantosos en el pelo y en sus largas y frondosas patillas. Una colonia de aquellos molestos parásitos se había instalado en su cuero cabelludo y la había agriado aún más su habitual mala leche.

Pero por lo demás, todo estaba saliendo a pedir de boca y en el más puro sentido de la palabra, pues lo que estaban haciendo todos los enanos en esos momentos era ponerse morados con todas las viandas que los templos habían preparado como reclamo. Y si solo fuera la comida... porque bebida tampoco faltaba. Cerveza principalmente y también vino. Al parecer estaba prohibido beber agua durante aquella celebración, pues hasta los niños más pequeños bebían alcohol.

Y es que el alcohol tenía su parte negativa, las peleas y los conflictos aparecían enseguida después de las primeras diez o quince pintas, aunque no todo era malo y los enanos lo sabían. El alcohol ayudaba a olvidar, aunque fuera de manera temporal, las viejas rencillas y los dos enanos que más se odiaban podían abrazarse, besarse y jurarse amistad eterna bajo los efectos de aquel mágico brebaje. Otro de los efectos positivos era que un enano borracho perdía en apariencia el sentido del olfato. De no ser por eso, muchos de los presentes se marcharían abrumados por el apestoso olor a sudor y roña acumulada de la mayoría de los presentes.

El Kark y su familia estaban también presentes. Se encontraban sentados alrededor de una mes amplia en una zona elevada y de cara al palco donde los representantes de las tres iglesias iban a dar sus sermones. Quizás para la mayoría de enanos la parte más tediosa de toda la celebración. No solo estaban el Kark, la Thogsi y la Thogain, sino que también estaba la madre de Tordwa y sus dos hermanos. Así como el tío de Belgrosh y todos sus consejeros.

De pronto se escuchó el sonido de un enorme cuerno retumbando en las paredes y el techo de la caverna. Esa era la señal de que la liturgia estaba por comenzar y de hecho, sobre el palco ya se encontraban los máximos representantes de las tres iglesias, junto a varios clérigos y sacerdotes que les acompañaban de forma silenciosa sobre aquel escenario dispuesto con tres altares.

Por un lado estaba Dodana, canonesa de la iglesia de Brook Barba de Hierro, dios de las montañas y señor de los enanos. Quien era quizás el más venerado y ancestral dios de la enanidad. Dodana vestía con una túnica larga hasta los pies con el símbolo de Brook, la silueta de un rostro enano compuesto por un casco con runas impresas, unos ojos profundos a los lados de una enorme nariz y sobre una excelsa barba.

Manverû, dios de la ingeniería, la minería y los metales preciosos, estaba representado por Patriarca Dulgo Ardo, un carcamal que llevaba toda una vida dedicada a aquella fé y que iba ataviado con una armadura completa e infinidad de joyas fabricadas con piedras preciosas. En su armadura, se encontraba grabado el símbolo de su fe. Un yunque, sobre el cual se encontraba un pico y un martillo cruzados y en cada uno de los ángulos que formaba una gema.

Por último allí también estaba Burgo el Montañés, el abad de la iglesia de Brogar, padre de los Olvidados y dios enano de la Redención. Aquel enano era todavía joven, pero había demostrado grandes dotes de mando y grandes conocimientos acerca de la redención durante su estancia junto a la orden de los Olvidados. Aquello le valió para acabar siendo una pieza importante de la fe y una vez Karak- Belgarosh fue erigido, acabó siendo enviado allí para representarla. El símbolo de esta religión era un pequeño saquito, igual al que todos los olvidados tenían y al que llamaban “solución única”.Principio del formulario

- ¿Qué no sois tonto? - Preguntó la anzana. - Eso es evidente, pues de haberlo sido ahora puede que no, pero mañana muy posiblemente penderías de una soga o habríais perdido la cabeza y por supuesto... - Sonrió. - No estarías ahora aquí degustando estos manjares... - Dijo la caminante de brumas.

Entonces dio un bocado a aquellos alimentos típicos del continente vecino y en cuanto se percató de que los religiosos se preparaban para dar la tabarra señaló hacia el escenario poniéndose cómoda y con ganas de escuchar lo que tenían que decir. Sin embargo, sin dejar de estar atenta a los movimientos de aquellos renombrados enanos, se dijo algo al embajador.

- ¿Por qué ese interés ahora Tarkhan? - Le preguntó la mística refiriéndose evidentemente a la petición que le había hecho nada más verla. - ¿En qué anda metido el embajador?

Aquella mujer era inteligente y persuasiva. Por suerte también sabía callar los secretos que se le confesaban. Sin duda era un defecto profesional. Mucha gente acudía a ella con consultas y los espíritus como ella decía, solían concederle sabiduría. Pero si esos secretos que le susurraban aquellos entes inmateriales, caían en manos de quien no debía saberlos, muy posiblemente su negocio se vería afectado y siendo sincera, le encantaba el estatus al que había llegado y no quería perderlo por una o varias indiscreciones. 

- Muy prósperos y apacibles días. - Habló el Patriarca de la Fe de Manverû. - Es para mí un honor presentar la convocatoria de esta festividad, que nos vuelve a reunir un año más a todos e hermandas. - Miró a los máximos representantes de las otroa dos grandes religiones de Karak-Belgarosh y estos le devolvieron la mirada deforma solemne. - Debo agradecerle al Kark todo el tiempo y recursos que ha invertido en los preparativos. Por este motivo, mis primeras palabras quieren ser de agradecimiento por su disponibilidad para albergar este evento, las facilidades de todo tipo para la organización y el alto grado de eficacia mostrada en las fases preparatorias del evento de este año. - Alzó las manos hacia la mesa del Kark y éste se puso en pie saludando y agradeciendo con una reverencia la amabilidad del patriarca.