Partida Rol por web

Aenifer siguió avanzando hasta llegar a una encrucijada. Un largo pasillo descendía hacia el sur mientras que de frente tenía una nueva puerta, la cual estaba medio abierta. De nuevo daba a una estancia pequeña y tenía el mismo aspecto sucio y lleno de trastos como el resto de estancias. Una puerta, ésta si cerrada, daba al norte.

- Tarkhan - llamó el explorador - creo que encontré algo que te pertenece - dijo señalando la estatuilla rota en el suelo, no animándose a recogerla no fuera cosa que perdiera algun trocito y el anzano decidiera culparlo por ello.

... debo volver.... debo volver....

Pero mi curiosidad felina iba mas alla de mi instinto de conservacion. Tenia que encontrar a los enanos, tenia que encontrar algo que avisar a mis compañeros.

... tengo que....

Llegue a la puerta norte en el cuarto de aparejos. Olia rancio, y tal vez hacia mucho tiempo que nadie pasaba por alli, los enanos no estaban alli, pero podia haber algo oculto, algo fantastico, algo maravilloso para Belbara, un traje de cortesana con la que radiar carisma, un anillo para hacerme invisible, un....

Mientras fantaseaba en lo que podia encontrar que los ogros no hubiesen dañado investigue la puerta trancada del norte. 

Si no veo que la pueda abrir me voy por el pasillo del sur. Antes lo abandonado de todo ya no estoy en sigilo, solo pendiente de algun ruido extraño, o vision, pero ya no me voy cubriendo ni agazapada entre los aparejos o recostada de las paredes.

Tarkhan había vuelto a abrazar a Yoon cuando esta terminó de curarse la brecha de su herida. La principal razón por la que El Gato Sonriente de Anza había decidido saltarse las convenciones de su pueblo acerca de no mostrar su aprecio por Rayo de Luna en público era para ahorrarle lo que iba a suceder a continuación. Trató de que la niña no viera cómo degollaban como a bestias a los trasgos que había dormido hacía solo unos momentos. A bastante violencia había expuesto ya a la niña.

Cuando sus compañeros de expedición terminaron con su sombrío trabajo, el mago se separó de Yoon y le revolvió los cabellos. Fue entonces cuando el explorador vovit llamó su atención. Tarkhan se acercó, intrigado, y formó un cuenco con las manos para que Alex depositara en ellas la estatuilla de barro rota. El anzano acarició suavemente el relieve de la figura, utilizando sus pulgares, mientras trataba de contener sus emociones.

Aquella estatuilla de barro sin pintar, tan humilde y pobre, había empezado un camino que, contemplándolo en retrospectiva, le parecía más grande que Gea misma. Era la única pertenencia en el orfanato en el que creció, la única cosa que Tarkhan había considerado realmente suya. Esa estatuilla representaba un anzano entunicado, con un bastón del que brotaba un jirón de humo que representaba su magia. Había convertido esa miniatura en un sueño, una miniatura que el director del orfanato, harto de sus constantes escapadas, había hecho pedazos arrojándola contra la pared.

Su sueño también había terminado añicos de no ser por la misericordia de un monje de rostro desfigurado: Xhu Lei Hanzo.

—Gracias por traerme esto, Alex-san —le dijo con solemnidad al explorador antes de dedicarle una leve reverencia a la manera anzana.

Tarkhan se separó de Alex y cerró la mano con suavidad en torno a la estatuilla y cerró los ojos.

—Ast memperbaiki barang.

Cuando abrió la mano, la estatua estaba completamente recompuesta, tal y como la recordaba. El Gato Sonriente sonrió, radiante como un niño pequeño, y se acercó a Xhu Lei Hanzo para enseñársela¹.

—Mucho mejor, ¿no crees? —le preguntó a Xhu Lei—. ¿Te dije por qué esta estatuilla era importante?

Tarkhan lanza remendar sobre la estatuilla para repararla.

1: y la estatuilla, también.

Belbara estaba débil todavía. Parecía que el chico humano estaba ya fuera de peligro, aunque quien sabia a qué peligroso y cuándo deberían enfrentarse. 

Era muy consciente de que si no se salvaba a ella misma poco podría hacer por los demás, de modo que se concentró y murmullo unas palabras con los ojos cerrados. Mientras los trasgos morían sin opción a defenderse a manos de los vovits un calor agradable y reparador recorría el cuerpo de la enana, devolviendo la fuerza a sus músculos. 

Después la cosa ya estaba hecha. Por esta vez iba a ahorrarse los comentarios sobre el valor y el honor, prefería centrarse en otras cosas, como rescatar a los enanos prisioneros y descubrir aquella ciudadela enana, que tantas incógnitas estaba creando en esa enana de sangre ancestral. 

Agotada después del combate, no solo me senté, sino que también usé varias de las cargas de mi cinturón curativo. Al instante sentí como volvían otra vez las fuerzas a mi cuerpo, y todo a mi alrededor adquiría un aspecto diferente. Sabía que los problemas no habían hecho más que empezar y que a la vista de todos los enemigos que estábamos encontrando a nuestro paso, cada vez resultaría más complicado regresar con vida a nuestros hogares, pero como siempre, nunca rehuía un buen combate cuando lo encontraba y caer en batalla, vencida por alguien más fuerte o hábil que yo, era una dulce derrota.

Pero aún no había llegado ese momento. Pensé que así sería durante nuestro último enfrentamiento, pero no fue así y ahora, no solo sabía que moriría otro día, sino que tenía fuerzas para luchar y desafiar a la muerte muchas más veces.

Mientras descansaba, vi el acercamiento entre Aenifer y Alex. En aquellos momentos, aquella muestra de cariño me hizo ver lo que era más que evidente. Ambos estaban enamorados y también ambos, habían decidido ya un destino conjunto para ellos. Como guerrera, el amor no entraba dentro de mi estilo de vida y las posibilidades de hallarlo, eran bastante lejanas. Me alegré por Aenifer, aunque tenía claro una cosa.

Nuestros caminos nunca habían estado más separados.

Nada más reparar mágicamente aquella estatuilla, Tarkhan, al ir a enseñarla  a su viejo amigo Xhu Lei Hanzo, se quedó a vista de todos petrificado. Sus ojos se pusieron en blanco y así se mantuvo unos segundos hasta que volvió en si, aparentemente confundido.

Nada más reparar mágicamente aquella estatuilla y acercarse a Xhu Lei Hanzo para mostrársela, Tarkhan sintió una extraña sensación. Fue como salir de su cuerpo y viajar lejos, muy lejos, a otra época y a otro lugar, no obstante, el cuerpo en el que ahora parecía residir su alma, también era suyo, o más bien lo fue. Era el cuerpo de un niño, de Tarkhan concretamente, muchos años atrás, cuando todavía vivía en aquel orfanato.

Frente a él tenía a un anzano con un curioso bigote y mirada felina. Aquel niño no lo sabía entonces, cuando aquel encuentro tuvo lugar, pero aquel hombre no era otro que él mismo, muchos años después  y cuando ya había alcanzado unas metas que el joven Tarkhan todavía no se había ni tan siquiera planteado, pero que a raíz de aquel encuentro empezaría a soñar con ellas.

- ¿...y dice que viene a verme a mi? - Preguntó extrañado el chiquillo. - ¿Por qué? 

- Así es Tarkhan-sama. - Le respondió aquel extraño hombre entunicado.

Al pequeño Tarkhan le extrañó mucho la forma en la que aquel hombre de ridículo bigotillo se refería a él. El sufijo Sama, era una forma muy forma de referirse a alguien, que implicaba respeto y veneración. Se utiliza para hablar de una entidad divina o de alguien de rango muy destacable y él no era más que un mocoso que vivía en un orfanato.

- Tengo algo para ti, pequeño Tarkhan-sama. - Le dijo. - Mira.

Sacó una pequeña estatuilla de barro, humilde y sin pintar. Esa estatuilla representaba un anzano entunicado, con un bastón del que brotaba un jirón de humo que representaba su magia. Enseguida quedó, el joven Tarkhan, fascinado con aquella estatuilla. Poor humilde que fuera, representaba mucho para él, pues nunca había tenido nada igual y a decir verdad, no tenía muchas cosas.

- Tu futuro, querido Tarkhan-sama, está ligado a esta estatuilla y además de tu guía, será la llave de tu destino. - Le dijo aquel hombre de mirada felina. - Llegado el momento, sabrás que hacer con ella.

- Gracias. - Dijo sin despegar la mirada de la estatuilla. - ¿Cómo puedo llamarle...? - Preguntó aquel niño, pero al levantar la mirada, el hombre del bigote ya no estaba allí. Así como había llegado, había desaparecido.

Fue en ese momento cuando el Tarkhan adulto regresó al presente situado en aquella fortaleza en el vientre de aquella montaña, junto a Yoon-Shun, Belbara, los vovits y junto al monje Xhu Lei Hanzo.

- ¿Tarkhan? - Preguntó el monje con rostro de preocupación, si es que su desfigurado rostro podía de alguna forma expresar emociones. - ¿Estás bien? - Le preguntó cuando el anzano volvió en si. - Has tenido como una ausencia. No, sólo me dijiste que tenía que traer la figurilla aquí. Es una suerte haberla recuperado.

Tarkhan parpadeó, saliendo de su ataque de introspección y miró a Xhu Lei sin verle realmente.

—¡Lo conseguí! —dijo exultante, enajenado, agarrando al monje desfigurado por los hombros—. Entonces quiere decir que...

Se apartó suavemente de Xhu Lei y se puso a deambular por la habitación, sonriente.

—... lo conseguiré. Y por tanto lo seré, lo soy y siempre lo fui. Y claro, me estoy guiando a mí mismo en el proceso. Excelente, ¡excelente!

Se giró y miró a sus compañeros.

—Bueno. ¿Cuándo seguimos?

Belbara estaba a lo suyo, poco sabía ni le interesaba saber de esa estatuílla anzana, un juguete casi seguro. Las estatuas anzanas que despertaban su curiosidad y el inquietaban un poco eran aquellas que se habían dedicado a molestarles durante el combate. ¿Qué hacían ahí?¿Cuál era su significado?

Entonces el gato sonriente se quedó convertido en una estatua de carne y hueso por un instante, algo perturbador dadas las circunstancias y el lugar en que se encontraban, rodeados de trasgos, ogros y a saber qué otros enemigos dispuestos a darles muerte sin preguntar. 

¿Qué truco es ese? ¿De qué diablos habla?

Belbara miraba fijamente al humano con el ceño cada vez más fruncido, los labios apretados y sus dedos acariciando el mango del hacha enana por puro instinto o costumbre. Sin duda temía que el anzano se hubiese vuelto loco presa de un hechizo.

-Espera, espera- dijo acercandose sin fiarse de Tarkhan, con los ojos achinados, como tratando de ver dentro de su cabeza -¿Qué has conseguido?¿Qué eres?¿Qué conseguirás?... ¿Por qué estás aquí?- ¿Cabía la posibilidad de que hubiese incluso olvidado su misión? Belbara se detuvo a una distancia que le permitiese darle un golpe con el hacha al mago, no sería fácil pillarlo por sorpresa, pero tal vez fuese necesario darle un golpe en la cabezota para dejarlo inconsciente un momento. 

¿Sonreiría todavía si cayese k.o. ?

A Aenifer le ganó la curiosidad y siguió avanzando en solitario. En ésta ocasión en dirección norte. Al abrir la puerta ésta chirrió levemente, pero nada se escuchó del otro lado, parecía que la estancia estaba vacía. Por ello, Aenifer decidió penetrar en la misma para inspeccionarla más a fondo.

En el interior de la estancia había luz procedente de un fuego. Una hoguera se encontraba en el centro de la estancia, rodeada de algunas mantas, cojines, bolsas y otros pertrechos allí dispuestos. Casi parecía ser un dormitorio. Lo que llamó la atención de la joven pícara fue que había gran cantidad de libros esparcidos por el suelo y fijándose un poco mejor, descubrió que muchos de ellos tenían páginas arrancadas.

Fijándose un poco mejor, se dio cuenta de que en los extremos de la sala, como apartadas adrede, se hallaban una gran cantidad de estanterías repletas de libros. Muchas de ellas estaban rotas, tiradas en el suelo o les faltaban estantes. Todo parecía indicar que quien fuera que moraba normalmente en aquella estancia, utilizaba todo lo que tenía a su alcance para mantener el fuego encendido.

Justo a su izquierda y perpendicular a la pared, se encontraba un pasillo, única salida de la estancia que Aenifer acababa de explorar además de la puerta por la que había llegado.

Yoon se limpió la sangre con un pañuelo. Tantos abrazos de Tarkhan empezaba a resultar raros, no solía mostrar emociones y aún menos a ella. La niña se encogió de hombros y se guardó el pañuelo cuando terminó de acicalarse.

-De nada, Alex-san -respondió al chico cuando le devolvió su daga. La enfundó en su cinturón y se pasó la manga de la túnica por la nariz-. Yo solo la uso para pelar patatas, así que si la usas que sea mejor que yo -dijo riéndose-. Espera, déjame ayudarte.

Le dio unos toques con la varita para curar sus heridas. Cuando inspeccionaron la sala, el hallazgo de la estatuilla llamó la atención de la niña, pero lo que sucedió después, fue totalmente inesperado. Mientras su maestro permanecía en trance, Yoon revoloteó a su alrededor buscando una explicación, preocupada por su estado, preguntándose cómo sacar al mago de ahí. Sin embargo, tan pronto se marchó, regresó, y su maestro empezó a decir cosas extrañas que al principio, Yoon no entendió.

-¿Qué...? -Pero enseguida cayó en la cuenta-. ¡Ah! ¡Aaaaaaaaaah! ¡Eso! ¡Genial!

La niña empezó a aplaudir y a dar saltitos entusiasmada.

-Sí, debemos seguir cuanto antes.

Se giró para encontrarse la actitud hostil de Belbara. La niña se puso al lado de su maestro con el ceño arrugado.

-Es Tarkhan -respondió como si fuese obvio-. Está aquí, como todos nosotros, para rescatar a la princesa Feyrya. ¿Qué más hay que saber? Continuemos.

Era extraño.... muy extraño.....

Era obvio que los trasgos no habian estado alli.... que mas podia ser. Algun mago perdido, prisionero? 

Los textos tampoco me decian nada. Tal vez Belbara o el mago sabrian algo. Era el momento de volver, pero antes tenia que revisar la nueva salida que habia hacia la izquierda. Si estaba cerrado seria mejor, pero sino, tenia que saber que habia tras ella antes de volver.

Una salida de esta montaña.... lo dudaba.

Tome dos o tres libros para llevarselos a mis compañeros y fui por la puerta oeste antes de volver.

Tan pronto como el anzano arregló la estatuilla se convirtió en estatua, y depués de aflojarse comenzó a decir incoherencias. Alex meneó la cabeza, nunca se sabía con esos magos las locuras que ocurrirían, pero al menos éste parecía estar de su lado.

El toque de la varita de Yoon lo tomó por sorpresa, y pudo sentir como algunas de las heridas continuaban el proceso de curación que se había iniciado con el toque de Belbara y la poción de Aenifer. Aún sentía dolor y si bien la mayoría de las heridas no sangraban, estaba mucho mejor que antes. - Gracias señorita - le dijo sonriéndole y desacomodando sus cabellos.

Aenifer se acercó al pasillo de la izquierda, pudo ver como aquel lugar era una especie de almacén, estaba repleto de cajas viejas, muchas de ellas rotas o con la madera podrida. Sin duda, podría haber algo de valor en su interior, aunque claro estaba, muy posiblemente ya hubieran sido registradas anteriormente por los viles seres que moraban en aquella fortaleza subterránea.

Sin embargo, lo que más llamó su atención, no fueron ni las cajas, ni las estanterías, ni los libros. Dos  pequeños seres de piel verduzca, se estaban moviendo en aquella sala en penumbra. No estaba sola, al menos dos trasgos estaban rondado aquella sala y ella, estaba totalmente sola y a merced de aquellas criaturas.

- Mirah keh tenmosh aki... - Aenifer escuchó  una voz procedente de su espalda en el justo momento en que iba a darse media vuelta.

Un gran trasgo la miraba con maldad y con lascivia mientras acariciaba el filo de su hacha. 

- ¿Hash benidoh a jugar? - Le preguntó.

La curiosidad mato al gato.....

Sabia que era un riesgo infiltrarme sola, habia sido una inconciente y ya escuchaba a Valy regañandome, eso era lo peor, pero mis ojos miraban aquel rostro repugnante que me miraba con lascivia y hambre a la vez. 

Tenia miedo, aunque no lo demostre. No era la primera vez que me pasaba algo asi, aquellos seres no eran diferentes a hombres comunes y todos podia morir por mis manos. 

Salte hacia la caja mas alta que pude mirar (fila A) para ponerme en una posicion alta, que fuese dificil de alcanzar y ademas no ser rodeada, y dispare mi flecha hacia aquel ser que bloqueaba la salida. 

Si no podia con ellos tendria que abrirme camino de regreso y estaba segura que no podia correr mas rapido que yo. En la sala grande podria esconderme o incluso llegar hasta mis compañeros, pero trataria de matarles primero.