Partida Rol por web

Con un solo movimiento, Iirag rodó de la cama agarrando su enorme martillo y esperó, agazapado, un ataque que no llego. Su musculoso torso desnudo se movía arriba y abajo por la fuerza de sus enormes pulmones. Vestido solo con sus calzones y la manta que le colgaba de un hombro, habría resultado una visión dantesca de no ser por su enorme y atlética complexión.

Notaba el ambiente ciertamente fresco incluso para él, lo cual era extraño, los hijos del lobo acostumbraban a bañarse en mares helados, ninguno de ellos debería sentir frió en una habitación con una hoguera. Y notaba algo, una punzada en la nuca, alguien les observaba. Por la pinta de los demás todos debían de sentir lo mismo. Les miró, desorganizados y dispersos. Que vergüenza, no durarían ni un minuto en mis tierras

Se acercó hacia la hoguera y les llamo con gestos y rápidos susurros.

— Haced un semicirculo de espaldas a la hoguera ¡Rápido! — Después preguntó en alto, pero dirigiéndose a Nigrith realmente— ¿Habéis visto algo?

Acababa de dormirse por lo que su sueño era todavía superficial y se puso de pie rapidamente mirando a su alrededor alarmado. Con su arma de asta en la mano, hizo caso a Iirag, iba bien tener a alguien dispuesto a tomar el mando y parecía experimentado, solo el tiempo diría si merecía tener el mando o no.

Tras no ver nada alrededor, notando tan solo aquella extraña sensación, dijo unas palabras arcanas y aguantando la lanza con una mano usó la otra para escanear si había magia en los alrededores.

La mujer le dio la espalda al fuego y, con las piernas ligeramente flexionadas, empuñaba sendas armas en posición ofensiva. Miró de reojo a Iirag, que no se había  preocupado ni de vestirse y el frío antinatural ciertamente penetraba en los huesos. Le hizo gracia.

-No ver, sentir. Nada-dio un barrido con el estoque, señalando la estancia.

-Hombre decir mujer y frío, antes. Con sol arriba-dijo refiriéndose a Koinzell, que aún parecía confuso por las maneras tan abruptas con las que lo había despertado.

Luego señaló a Roy, que no sabía con qué apelativo llamarle, y se fijó nuevamente en sus alas.

-Alas ver sombra, ¿no? Con sol arriba-bajó la voz para dejar que el draconiano se concentrara en sus mantras.

Los intentos de Roy por detectar algún tipo de magia en la estancia fueron infructuosos. No es que no detectara magia, que lo hizo, pero toda provenía de ellos mismos y de los incontables objetos mágicos que portaban con ellos. En el resto de la estancia, nada. Ni una sola fuente mágica más.

Habían pasado unos cuantos minutos en silencio y tratando de descubrir que sucedía. Iirag seguía en guardia esperando que en cualquier momento alguien o algo apareciera por las puertas de aquel lugar o bien, por la única ventana. Nigrith trataba de percibir la fuente de aquellas "malas vibraciones", Roy seguía algo desconcertado por no haber detectado nada y Koinzell... bueno Konizell seguía con sus paranoias sobre la bruja que atormentaba su existencia.

En un momento dado, el fuego de la chimenea  centelleó forma súbita, cómo si alguien o algo hubiera pasado rápidamente por su lado. De hecho, vieron o más bien creyeron ver una sombra pasando por toda la estancia a gran velocidad para finalmente volver a desaparecer. Pero lo cierto era que ninguno de ellos podía estar seguro o decir con firmeza que era lo que había visto o tan siquiera si había visto algo en realidad.

- ¡Fuera de mi casa! - Se escuchó entonces un fuerte grito con voz de niña, que parecía proceder de los más profundo de una profunda e infernal caverna.

Los ojos de Iirag recorrieron la instancia de esquina a esquina, buscando la emisora de la orden. Se decidió por la diplomacia ante el silencio de sus compañeros, buscando de forma velada que aquella voz bajase la guardia:

—¡Somos viajeros, no queremos dañar a nadie! Solo queremos descansar y marcharnos.

Aun vigilante, pero para apaciguar a la supuesta dueña de la casa, enfundó su arma mientras repasaba mentalmente los otros poderes que poseía. Si aquello era un antepasado o algún ser de ultratumba lo destruiría con el poder de Yrg e Ygg.

¿Seria aquella la razón de que aquel pueblo estuviera abandonado? ¿O una consecuencia de aquello que vació el pueblo?

¿Será un espectro? Tranquila criatura, si no nos quieres aquí nos moveremos a otro lugar..

Roy no perdió el tiempo y sin dejar de mirar a su alrededor recogió su mochila. No quería problemas con aquel tipo de criaturas, eran bastante peligrosos y dificiles de hablar con ellos según las historias que había escuchado en su tierra, y no creía que aquí fuera diferente.

- ¡Ajaa! - Gritó el paladín del sol naciente. - ¡No me engañas con esa voz de niña! - Desenfundó su espada y lanzó un corte hacia adelante partiendo el aire por la mitad. - ¡Miriel de Aster, una vez fuimos hermanos en batalla, pero no perdonaré tu afrenta! - Le amenazó lanzando un segundo espadazo que impactó contra una mesa partiéndola por la mitad. - ¿Dónde se esconde Wilfred? ¿Dónde esta Ulbert? - Y un nuevo golpe impactó esta vez contra la pared. - ¡Aaaahrg! ¡Salid de vuestro anonimato, pues os tengo bien calados! ¡Salid escoria! ¡Salid y pelead con honor si es que os queda algo!

El caballero estaba fuera de si. Era bien cierto que había demostrado signos de demencia con anterioridad, pero en ese momento parecía totalmente fuera de control. De no conseguir apaciguarle, sin duda acabaría por lastimarse o lastimar a alguien y no podían olvidar que alguien o algo les estaba hablando desde... ¿La ultratumba?

No hubo respuesta ni para Iirag, ni para Roy y por supuesto tampoco para el demente de Koinzell. Sin embargo, muy pronto, la presencia de algo en aquella casa se fue haciendo cada ves más y más palpable hasta el punto de que finalmente pudieron vislumbrar el ser que les había hablado.

Se trataba de un ser translúcido y casi invisible a la vista humana, de hecho tan solo se intuía su silueta en lo más oscuro de un rincón de la estancia donde se encontraban. Se trataba, como habían podido intuir de la silueta de una niña. Una niña que lucía un vestido largo o un camisón hasta el suelo y que... aparentemente levitaba a unos pocos centímetros del firme. 

Aquella niña parecía estar mirándoles muy quieta. Observándoles desde su escondite a la vista de todos ellos y no parecía moverse, ni tan solo respirar. Algo que por otra parte era lógico al tratarse sin duda alguna de un alma atrapada entre la vida y la muerte. Sin duda, ante ellos tenían la silueta de un espectro, que de buenas a primeras les había conminado a que abandonaran aquella casa y que ahora parecía haber enmudecido.

Algo molesto por el silencio Roy se quedó en guardia mirando a aquella niña intentando dilucidar que tipo de criatura era y si fuera necesario, como luchar contra ella. O en caso de que no fuera hostil como ayudarla a pasar a la muerte definitiva en los terrenos de su dios.

Al ver a aquel ser, la mente de Iirag volvió al encuentro con aquel Mago Rojo. ¡¡Vuelve a estar en mi mente!!. El vovit entró en pánico automáticamente y dejo de pensar racionalmente. No podía matar a un fantasma, no podía dañarle, de nada servia luchar. Perdió el control y salió despavorido hacia la calle. Solo pudo expirar un sordo ronquido a los otros

—¡Huid!

Corrió lejos de la casa vestido solo con una gruesa manta, sus calzones y con su arma agarrada tan fuerte que tanto esta como sus manos temblaban.

El caballero Konzell se había enfrentado a todo tipo de seres que causarían el temor en los más válidos y valientes soldados y caballeros. Había combatido demonios, muertos vivientes, seres sobrenaturales y todo tipo de aberraciones, pero lo que presenció en ese momento le dejó helado y encogió su alma. El valor del que siempre presumía aquel hombre, desapareció de golpe al ver aquella presencia pavorosa.

- ¡Por todos los dioses! - Gritó aterrado antes de salir corriendo siguiendo los pasos de Iirag.

Ni siquiera en su plano había topado con un ser que le causase tanto pavor. Traslúcida, mortecina... un alma entre la vida y la muerte. Aquello la sobrepasaba. Agradeció estar vestida, portando sus armas, porque no se habría detenido en recoger absolutamente nada.

-¡No! ¡No!- gritó mientras negaba con la cabeza. Nigrith salió corriendo de la casa sin saber muy bien adónde se dirigía, pero eso no importaba. Debía huir de esa imagen de ultratumba.

Nada más abandonar la seguridad de aquella vivienda encantada por aquel espectro, se toparon con un panorama mucho más desolador. Allí, en el exterior de la vivienda frente a ellos y aparentemente mirándoles aunque difícilmente podrían asegurarlo, porque aquella cosa no tenía ojos, sino dos cuencas oculares vacías, se encontraba lo que parecía ser un cadáver animado. No se trataba de un zombie o de un muerto viviente al uso, lo cual ya de por sí sería aterrador, sino que era una cosa todavía más alarmante.

Se trataba de una criatura con el aspecto de un cadáver descamado, casi esquelético. Su caja torácica estaba llena de unas extrañas vísceras rosadas que se retorcían horriblemente. Además, poseía un extraño apéndice que le salía de la boca. Era similar a una lengua larga y cartilaginosa que se movía como con voluntad propia y que estaba finalizada en una serie de garras afiladas. Aquel ser parecía haberles detectado pues alzó su brazo en la dirección donde se hallaban y de pronto tres humanoides salieron de las proximidades y agazapados junto al primer muerto viviente esperaron una orden suya.

Los otros tres seres tenían también una apariencia terrible. Eran criaturas inmundas, con su carne putrefacta y moteada que dibuja la tirantez de sus huesos casi visibles debajo de su piel. Carecían casi totalmente de pelo y poseían unos afiladisimos dientes de carnívoro. Sus ojos brillaban como con ascuas encendidas en lo más profundo de sus cuencas oculares.

- ¿Por qué tú no te vas? - Le preguntó el espectro de la niña a Roy. - Ésta es mi casa. No te quiero aquí. - Le dijo, aunque lo cierto fue, que en esta ocasión habló de forma mucho más sosegada y la voz de la niña sonó incluso con dulzura.

¿Qué pretendía aquel espectro? Roy no lo sabía, pero lo que estaba claro es que la desaparición de sus compañeros, parecía haberla tranquilizado. ¿Eran ellos a caso los que más la molestaban? Quizás pudiera preguntarle. Podría ser que le respondiese.

Iirag se detuvo en el umbral de la puerta ante la horrenda vision, la mano le temblo un segundo al agarra el mango de su martillo.

No habia escapatoria y se enfrentaba a enemigos terrorificos y desconocidos. No ardia en deseos de luchar, no como otras veces, pero aun con todo no era facil de vencer.

Tras ver el cambio de actitud de la niña Roy intentó relajarse y adoptar una actitud menos amenazante, aunque seguía alerta.

Por que quiero ayudarte. Roy habló con el corazón. Por muy monstruoso que fuera, era buena persona, y siempre que podía intentaba ser aquella mano amiga.

Y saber que ha pasado aquí. Fuera hace mucho frío, nos dejas quedarnos aquí unas horas, ¿Por favor?

Roy hizo una señal a Iirag con la mano para que se quedara donde estaba, y poco después para que saliera.

Tranquilo Iirag, espera fuera un momento, estoy hablando con ella.

- Malo... - Dijo la niña en un susurro casi imperceptible. - Muy malo afuera... - Añadió.

Parecía que el espectro de la niña había cesado en su hostilidad y que era ahora éste el que estaba aterrado por algo. Fue en ese preciso instante, tras alertar a Iirag de que esperara fuera a que él hablase con la niña, cuando se percató de lo que estaba diciendo el espectro y de cual era el peligro real más inmediato.

En el exterior de la vivienda frente a Iirag, Nigirth y Koinzell se encontraban unos seres terroríficos. Uno de ellos era un ser oscuro y sin ojos. En su lugar tenía dos cuencas oculares vacías y de aspecto cadavérico, pero animado. No se trataba de un zombie o de un muerto viviente al uso, lo cual ya de por sí sería aterrador, sino que era una cosa todavía más alarmante.

Se trataba de una criatura con el aspecto de un cadáver descamado, casi esquelético. Su caja torácica estaba llena de unas extrañas vísceras rosadas que se retorcían horriblemente. Además, poseía un extraño apéndice que le salía de la boca. Era similar a una lengua larga y cartilaginosa que se movía como con voluntad propia y que estaba finalizada en una serie de garras afiladas. Aquel ser parecía haber detectado a sus compañeros, pues les estaba señalando.

Junto a él se encontraban otros tres seres, también de apariencia terrible. Eran criaturas inmundas, con su carne putrefacta y moteada que dibuja la tirantez de sus huesos casi visibles debajo de su piel. Carecían casi totalmente de pelo y poseían unos afiladisimos dientes de carnívoro. Sus ojos brillaban como con ascuas encendidas en lo más profundo de sus cuencas oculares.