Partida Rol por web

El jefe orco no era tan zote como esperaba... el enano se dió cuenta de que era poderoso, merecedor de ser el líder de una partida... En resumen.... quería partirse la cara con él. Por un momento dudó sobre si lanzarse a por el clérigo o a por el jefe, pero parecía que el Destino ya había decidido.

Saliendo de la cabala, martillo en mano y escudo al frazo, soltando espumajos por la boca, Brummbar se lanzó de frente a por el jefe orco; ya no era momento de gritarle nada para amedrentarle ni para desconcentrarle.... simplemente se encomendó a su Dios y Señor:

-¡TEEEMPUUUUUS!!

Al primer golpe, siguió un segundo. El enano se sentía en comunión con su Señor, lleno del éxtasis de la batalla.

La batalla había comenzado y, por lo que veía subida a las murallas del alcázar, parecía que iban ganando. De momento.

Veía reflejada en sus propias pupilas el fuego que sus compañeros más apartados propagaron y cómo algunos de los orcos se precipitaban al agua para salvarse. Dudaba que eso los hubiera sacado de combate, más bien buscaría otra forma de entrar aunque fuera escalando. Hay que vigilar los laterales. Pueden sorprendernos por detrás.- Se giró para buscar a los supervivientes, que no sabía sus posiciones o siquiera si habían decidido formar parte de la defensa.

¡Vigilar la parte trasera! – No quería que los sorprendieran y, estando en la cima de la alcázar, tendrían mejor vista de todos los francos y atacar con flechas de ser necesario para cubrirlos.

Volvió a centrarse en la batalla que tenía al frente mientras concentraba sus energías en sus manos. Rezó mentalmente a Selune con ojos cerrados, murmurando en voz baja unas palabras que dibujaba en su mente a medida que realizaba su encantamiento.

Bendícelos Selune, y danos fuerza para lograr la victoria.

La batalla en el puente recién empezaba mientras Brummbar y un orco gigantesco parecían empezar a pelear y la cosa de momento parece muy favorecedora para vuestro clérigo.

Cuatro orcos quedaban todavía encima del puente y habían sacado sus arcos en vistas de los ataques parecerían venir de las torres. Un Mago, un Paladín y dos soldados estaban encima de las torres. Lúminos no era muy útil en ataques a distancia, pero se había quedado por si los orcos lograban entrar en el alcázar. Empuñando una ballesta prestada de la guardia del asentamiento dispara una saeta a los orcos pero su falta de destreza le hace fallar el tiro, sin embargo uno de los soldados si acierta a un orco en el brazo haciendo que por accidente dispare a un compañero suyo en la espalda acabándo con su vida en un instante. Otra saeta procedente del otro soldado impacta en el orco herido acabándo también con su vida.

Los tres orcos que quedan siguen disparando sus flechas hacia el alcázar, pero sus flechas se ven paradas por la cobertura de las torres.

En el otro lado del fuego la pelea sigue también y parece que los orcos que no han sido calcinados por el fuego empiezan a moverse al ver a su lider herido por un enano. Son un total de cinco orcos. Karag todavía está a tiempo de actuar antes de que los orcos les alcáncen.

Salió de esa cabaña aullando como un loco, con los ojos desorbitados, inyectados en sangre, moviendo su enrome hacha como si fuera una extensión de su cuerpo. No parecía que gritara maldiciones o palabras, era un dialecto primitivo y brutal nacido de años de dejarse arrastrar por sus pasiones. Su objetivo era el enorme jefe orco, al cual veía como un temible enemigo al cual abatir, cortar en pedazos y bañarse en su sangre. El entusiasmo era tal que el hachazo fue demasiado pronto, evitando que una lluvia de sangre cayera sobre el pobre enano que solo quería ver partido en dos a su enemigo.

Karag, ciego de rabia, falló un golpe que podría haber sido decisivo, mientras los enanos iban a por el que parecía ser el jefe. El orco vizco, invoca una arma etérea, parece una lanza y brilla en la oscuridad, parece eterea pero parece estar dispuesto a embestirla contra Karag al ver que se había lanzado peligrosamente hacia su jefe, pero el enano es muy expermientado en la batalla y ha esquivado el golpe, aunque por poco.

Darnys se había lanzado al ataque del orco vizco con toda su furia guerrera. asestándole dos tajos brutales con su enorme mandoble.

A la carrera, Edirian sube las escaleras del alcazar, mientras los soldados Nandar descargan sus arcos, sus ballestas, y el fuego de Reshi alcanza a los pobres diablos que mueren tras la empalizada.

“Que vuestro dios os acoja en su seno” ruega el semielfo, cuando al llegar hacia lo alto, observa el campo de batalla.

El plan ha funcionado. Los enemigos tras el puente, junto a las puertas del alcazar están a punto de ser eliminados por completo. Por desgracia, ningún plan carece de fisuras, y al fondo, Edirian observa como el resto de sus compañeros plantan cara a un enorme orco y a un sacerdote de un solo ojo.

"Demasiado lejos para atacar" piensa. Pero no para ayudar.

- ¡Dife fo! - susurra en la lengua perdida de las Hadas. 

Junto a sus compañeros y sobre sus enemigos al otro lado del puente, surge un cono de luz violácea, hermosa, de la cual unos fuegos fatuos danzantes comienzan a manar intentando rodearles y envolverles.

Cerca del fuego la cruenta batalla sigue y dos orcos se acercan a Karag con la intención de asestarle varios tajos, pero el hábil enano es capaz de manejar muy bien la situación y salir indemne. Una luz, que parece un fuego fatuo impacta en Darnys haciendo que se ponga a brillar mientras los dos orcos esquivan con suma facilidad las luces.

En el puente el mermado batallón sigue con sus ataques a distancia cuando Lúminos, harto de su ineptitud a distancia baja de la torre y se enfrenta cara a cara con los orcos. ─ TRES ORCOS NO PODRÁN CON EL ADALID DE HELM ─ Su gran maza desciende impactando en uno de los tres orcos y éste le responde al ataque con su hacha a dos manos que consigue impactar de lleno en la armadura del paladín, aunque no parece que el daño haya sido muy grave.

Con la mirada fija en su rival, el enano se dispone a lanzar otro ataque cuando ... "¿PERO QUE COJONES...?" ... se ve envuelto en un halo de luz primorosa, de colorcitos.... Lo más obvio es que el orco le haya echado algún tipo de mal de ojo, conjuro o un ardid similar... pero solo consigue cabrear al enano.

- ¡AH, NO! ¡LUCECITAS A MÍ NO!!

Y le suelta otro soberano martillazo, mientras es consciente de que parece una jodida luciérnaga.... En fín... así atraerá a más enemigos, y podrá aplastarles para más Gloria de su Señor Tempus.

-¡MUERE DE UNA VEZ Y QUE TUS DIOSES TE ACOJAN EN SU SENO!!!!

-¡AGHHHH ARAHAA KRAMAAAAA!- gritó el enano levantando su hacha y descargándola con toda su fuerza contra el jefe orco. Ni siquiera vio venir las luces de colores, las esquivó por instinto, el mismo que le permitió evitar perder la cabeza cuando fue atacado por un lobo en su juventud o los mismos ataques de los orcos que iban en ayuda de su jefe. Su mente estaba enteramente enfocada en destrozar a ese terrible enemigo que tenía en frente, para así continuar matando al que tenía al lado y luego seguir con los que estaban un poco más allá. Karag no se detendría y solo muerto soltaría su hacha.

Era increíble que aún no hubiera encontrado una compañera, con lo bueno que era destazando enemigos, uno creería que cualquier moza querría tenerlo a su lado para darle mucha y poderosa descendencia. Quizás solo debería continuar matando un poco más, a alguien le llegaría al corazón partiendo corazones ajenos con su hacha.

Y en este caso llegó al corazón del jefe orco, de una forma totalmente literal y visceral. Su hacha, afilada con ahínco en cada oportunidad, atravesó armadura, carne y huesos, para llegar al corazón y partirlo al medio. El filo del arma traspasó hasta asomar con timidez por la espalda. El enano apoyó su pesado pie en el pecho y arrancó el hacha provocando un geiser de sangre. Por cosas como esa disfrutaba su “trabajo”.

Dos orcos se alejan del fuego para atacar a Brummbar, que está delante del cadáver del jefe de los orcos, sin dudarlo ni un instante pero el Enano no es lo suficientemente ágil para esquivar el golpe de los dos orcos que parecen ir sincronizados y que clavan su hacha en el pecho del enano, atravesando armadura piel y huesos dejando al enano muy malherido, pero todavía con fuerzas para mantenerse en pie aunque sangrando copiosamente.

Darnys vé de reojo la escena y como hieren de gravedad al enano, pero tiene delante al orco tuerto y no puede alejarse sin ponerse en peligro. Su mandoble vuelve a silbar en la noche y asesta otro poderoso corte al orco.

Reshi asoma de nuevo por la ventana. Hecha una mirada rápida y ve una flecha pasar zumbando por sobre su cabeza.

¡Mala idea! es lo único que atina a pensar el mago mientras lanza su propio conjuro. Aún a las apuradas, las zaetas de fuego son precisas y Reshi logra impactar en su objetivo. No obstante, previendo la posibilidad de otra flecha, en lugar de celebrar prefiere ocultarse.

Los ojos de la sacerdotisa se abrieron por completo al ver desde la distancia cómo los orcos aciertan de lleno en el pecho de Brummbar, quien podría decirse que “brillaba con luz propia”.

Nótt alzó el brazo, dejando que las mangas cayeran por sus codos y mostraran unas marcas enrojecidas en su piel que había intentado ocultar todo ese tiempo y que, ahora, le indicaban dónde apuntar. De sus dedos salieron chispas que le producían pequeños calambres indoloros en las yemas, formando una especie de flecha en una concentración de magia que lanzó hacia uno de los orcos que los rodeaban, impactando de lleno en su espalda.

Mientras Brummbar está a punto de caer, el orco tuerto se gira en furia contra su atacante, Darnys que le ha asestado un buen tajo. Su lanza espectral silva en el aire mientras la sostiene con las dos manos y Darnys se lleva un buen golpe en el hombro. Los dos únicos orcos que quedan cerca de su lider muerto atacan con furia a Karag pero no hacen mas que errar sus golpes y cabrear al enano, que no suele ser muy buena idea se dicho de paso.

En el puente una saeta y un rayo de luz acaban con los combatientes dejando el paso libre al fin.

A pesar del rostro surcado de venas, rojo por la sangre y la mirada homicida, el enano tenía la facultad para entender lo que pasaba, a pesar de dejarse arrastrar por su rabia. Barba partida estaba muy herido, lo mismo que la moza, pero esos cara cerdo estaban concentrados en él y el más peligroso era el cara cerdo de un solo ojo.

-¡Aghaaaaarrrrhhhh!- gritó desviando su hacha y golpeando con brutalidad al orco tuerto, más sangre salto por todos lados, sintiéndose complacido consigo mismo. Aunque lograra matarlo, el premio era para la moza, ella podría devorarlo primero. Era lo justo.

Edirian observa a su alrededor, intentando atinar lo que sucede en la lejanía, en el circulo de fuegos fatuos que ha creado con la esperanza de ayudar a sus compañeros... "Demasiado lejos" maldice, mientras los defensores del alcazar ponían fin al resto de orcos. 

El bardo podía haber malgastado algún conjuro, pero no está por la labor de agotar su fuente de magia en los enemigos que morían... Pues era así, morían entre gritos de horror... Delante suya. Un escalofrío recorrió el cuerpo del semielfo, comprendiendo que aquel dolor tan terrible era culpa suya. Su plan. Su muerte.

"Ya no importa" dijo, observando el combate en la lejanía. Si hubieran esperado escondidos hasta que los atacantes del alcazar hubieran caído, no estarían en esas mismas, pero era demasiado tarde. Mientras el último de los orcos del alcázar caía, Edirian desenvainó su púa y alzó su estoque al cielo.

- ¡A por ellos! ¡Por Piedra Nocturna! - rugió hacia los defensores, recordando a su viejo maestro y el poder de una buena arenga. 

Y sin más, cargó cruzando las puertas, el puente, hacia los enemigos, armado con su estoque y corriendo hacia sus compañeros... Cuando contempló el fruto de su hechizo, borró su concentración de su mente viendo lo que había conseguido. "¡Maldita Beshaba!" rugió para si, pues parecía que se negaba a librarse de la mala fortuna. Y entonces lo vio... El clérigo enano estaba a punto de caer ante el enorme orco tuerto, así que Edirian cruzó a toda velocidad la distancia que los separaba y lanzó su estoque para desviar el ataque de aquel monstruo, revolviéndose lo justo para ganar aire entre el clérigo de Tempus y aquel monstruo. 

- Grummsh ya no te protege, bestia - gruñe mientras mira de reojo al enano - Geri blese - murmulla, dejando que las heridas de este se cierren antes de abalanzarse hacia el enorme orco y clavar su estoque tras una ágil finta en su costado.

Brummbar se quedó paralizado... como si fuese un espantapájaros... Bajó la mirada hacia su pecho, allí donde había impactado el hacha del orco. Su atacante ya parecía que le daba por liquidado, lo hacía arrancado de su carne, y pasaba a enfrentarse a otro rival más... "vivo" que el clérigo de blancas barbas.., ahora rojas por la sangre que manaba, y que formaba un charco en el suelo, entre sus piés...

No dolía..., aún. Y quizá la muerte le abrazase sin que sintiese el menor dolor... "Gracias, Tempus", musitó. Su señor le permitía vivir unos instantes más, sin un dolor incapacitante. Sabía que debería preocuparse en retirarse, pedir a su Señor que le sanase, y seguir vivo, pero...

... pero eso supondría huir de una batalla... Eso ofendería a Tempus. No, era impensable. Se enfadó por el mero hecho de haber dudado siquiera... ¡JODER!!  ¡QUE SEGUÍA EN PIÉ Y MARTILLO EN MANO!!! ¿QUE COJONES HACÍA AUTOCOMPADECIÉNDOSE???  En unos instantes, seguramente, moriría e iría a rendir cuentas ante su Señor. Debía poder ir con la cabeza bien alta, como tantos y tantos antes que él.

Escupiendo sangre por la boca, ya no le importa emitir luz como una luciérnaga; gritando para pedir el favor de si Señor, se lanzo a por uno de los orcos, el que le clavó el hacha en el pecho, visto que Karag se las estaba viendo con el de un solo ojo.

-TEMPUUUUS!!!!

El martillo cae, encuentra carne... pero difícilmente podré defenderme si sufro un contraataque....

Los orcos de la entrada habían caído y las puertas podrían abrirse para ayudar a los compañeros que estaban en peligro, sumándose la sacerdotisa al grito del bardo poniéndose en marcha. Le hubiera gustado seguir su velocidad, pero ella era más pequeña y menos diestra, agarrando el bajo de su vestido para no matarse escaleras abajo y causar una baja innecesaria, que capaz era con la torpeza que mostraba en más de una ocasión. Ya está yendo por delante, como siempre. Así sólo hará que nos maten.

Una vez en “tierra firme”, cruzó las puertas y esquivó con cuidado los cadáveres de los orcos que los habían perseguido, pisando con sus zapatos planos la sangre que decoraba el puente y dejando un rastro de huellas rojizas a su paso. Cuando pasó por el tablón de madera, a pesar de saber que podría seguir con el ritmo perfectamente, redujo la marcha al todavía escuchar las fuertes aguas que pendían sobre ellos, temiendo que se rompiera por su peso.

Había perdido mucho tiempo con precauciones, sobre todo si quería llegar al campo de batalla antes de que fuera demasiado tarde.

Podría decirse que estaba loca al bordear los cuerpos de la plaza central, de pasar prácticamente al lado los que estaban vivos y blandían armas más grandes que su cabeza, pudiendo cercenársela de un tajo directo, pero mientras corría en dirección a Brummbär sólo pensaba en que debía llegar. Antes de que fuera demasiado tarde.

Un pequeño derrape hasta llegar a su posición, colocándose a su espalda para no ser el objetivo directo. Sí, estaba loca pero no era tonta, ella no tenía la misma capacidad defensiva que los guerreros y no aguantaría un golpe de tal magnitud, debía quedarse detrás encargándose de protegerlos mientras ellos hacían lo mismo.

Estoy aquí, hermano. No dejaré que caigas.- Susurró entre jadeos por el cansancio mientras apoyaba la yema de sus dedos en los omoplatos del enano, dejando que la magia hiciera su efecto y curara sus heridas.

Reshi corrió hasta el borde del puente roto, pero se frenó ante el abismo de agua. Él había vito esa madera chamuscarse, el bardo y la clériga podían ser todo lo imprudentes que quisieran, pero él no iba a  caminar sobre un tablón quemado a medias suspendido sobre agua y piedras, de noche y mientras nadie le puede prestar socorro si se cae.

Lamentablemente el combate estaba apenas un poco más allá de los límites de sus conjuros, así que no podía hacer nada más que esperar.

El orco tuerto de pronto miro a su alrededor y no vió más que fuego y muertos, solo quedaban 4 de ellos. entonces gritó muy fuerte:

─ DUR GRUUMSH KRURTAL! DRAGAGH!

Haciendo caso omiso a su rival, Darnys el orco empezó a huir por donde había venido y al darle la espalda a la guerrera esta vió la oportunidad perfecta, pero se rehusó de atacar por la espalda como una cobarde, no iva a ponerse a la misma altura del orco. Los otros orcos hicieron lo propio y empezaron a huir.