Partida Rol por web

Oier dirigió una mirada más a aquel grupo de personas que se acercaban al cementerio. Su semblante era serio, no estaba para tonterías ahora, no estaba para juegos. 

-Non sabemos si son cuatro o son veinte- respondió a Elías - Tampoco sabemos si a la puerta de la iglesia esperará algún grupo. Lo mejor es seguir todos juntos.- Sabía que quedarse él y el judío enorme, a esperar a aquella multitud enfurecida, era lanzarse a los brazos de la muerte, y el mercenario podía ser algo estúpido, pero no tanto. Si podía evitarlo no moriría aquella noche.

- Tú, cara bonita, vienes con nosotros, delante de mí - Y apuntando con la ballesta hizo un gesto con la cabeza a Glancio, ellos abrirían la marcha, no pensaba dejar acercarse a ese guaperas  a la calavera, al mínimo indicio de que hiciese algo raro le dispararía -Et sin tonterías o date por muerto - 

El juglar sabía cuales eran sus planes, así que solo veía dos opciones, o matarle allí mismo o llevarle con ellos como si un prisionero fuese. De dejarlo allí cantaría a los campesinos dónde encontrarles con la calavera, y seguro que les vendería sin esperar propina alguna.

- Vamos, a la casa del cura, si sigue en su cama todo irá bien, además el tiene lo otro- No pensaba decir la palabra "legajos" delante de aquel tipo del laúd. Ahora llegaba realmente la hora de la verdad, Oier lo sentía en sus sangre, en la adrenalina y el vibrar de cada una de sus células. Se avecinaba algo muy gordo y tenían que actuar rápido para acabar con el problema o al menos dejar de ser el objetivo a eliminar.

Yosef tiene claro que si elimina al demonio que nos amenaza, se disipará la turba que nos persigue, carga de nuevo la honda, y dispara sobre Glancio.

Pues Yosef asume o intuye que es un enviado del Maligno.  Y Dolca no lo podía confirmar o sacar de su error.  Sólo lo miró compungida, pensando que podría ser una persona de buen haber que sólo no había podido comunicar de donde y a qué venía. 

Glancio, por el amor de Dios, si eres enviado de ángel o del Papa, sólo dilo ahora, que la duda viene honda. 

Te seguimos.  -dijo al Navarro.   Había sido parte del plan.  Sólo que sin la compañía vista. 

La segunda pedrada de Yosef impacta a Glancio en pecho. El rubio muchacho gime y se encoge sobre sí mismo todavía más. Parece no oír las imprecaciones de Dolça y Oier, que sigue apuntándole con la ballesta. En vez de contestar, comienza a emitir un gruñido inhumano. Ante vuestros ojos, su torso comienza a crecer de tamaño, hasta que la presión del cuerpo rasga el jubón y deja libre un gigantesco par de alas blancas surgidas de la espalda del muchacho.

El jubón roto deja ver más cosas: una brillante armadura plateada cubre el tronco y los muslos del joven. Y lo que no cubre la armadura presenta una sorpresa mayor: ojos. A Glancio le han salido ojos en diversos lugares del cuerpo: en los brazos, en las alas, en las piernas, en diversos lugares de la cabeza. Decenas de ojos que os miran fijamente (a todos a la vez).

El ángel blande una espada flamígera que le ilumina de manera sobrecogedora cuando termina de incorporarse. La espada la sujeta con la mano derecha. El brazo izquierdo le cuelga inutilizado por la pedrada anterior. Os habla con una voz suave pero poderosa:

-- ¡Insensatos! El tiempo apremia. ¡Vienen a por los restos de Santa Cecilia! !Hay que evitar que se los lleven!¡Dadme esa santa reliquia inmediatamente si no queréis sentir toda mi ira!

Mientras tanto, el grupo de campesinos ha llegado a apenas 10 varas de donde estáis. El asombro ante la transformación de Glancio no os impide oír los gritos de la docena de hombres que se os acercan con palos, cuchillos y hachas. A la cabeza del grupo, renqueando y sangrando, vocifera el padre Sao.

-- ¡A por ellos! ¡Tienen las reliquias! ¡Sacrílegos! ¡Matadlos a todos! ¡El Demonio los ha enviado! ¡Matadlos o destruirán Monegros!

Con Glancio delante de vosotros convirtiéndose en un ángel, no podéis fijaros con detalle, pero juraríais que el padre Sao tiene los ojos rojos, y que su voz es más grave de lo que recordabais.

Una extraña brisa comienza a levantarse. Las ramas de los árboles y las llamas de la espada de Glancio tiemblan. 

Méndigo Glancio, que nos hubieras dicho que eras un ángel ophanim antes y esto no habría pasado.   

Claro, bien puede ser el ángel del apocalipsis y entonces lo que quiere es que llegue la confrontación final. De todas formas no nos irá bien con lo que decidamos.   

Dolca ve los ojos del Maligno en Sao y no tiene más duda, le va a dar la calavera a Glancio. 

Extiende tu mano buena. -Le dice.  Recita el adon o el kedushah de la mañana, y te la doy.   Si fuera engaño no podría. 

¿Habrá un pasaje en el apocalipsis en que uno de los hijos de Judá le truena el brazo al ángel?  Literal que mi paisano le rompió un rayo a las ruedas de la carroza que vio Ezequiel. 

Le hubiera mejor sacado un ojo, esos si le sobran.

Después de darle la calavera, vería como ayudaba más a que escapara a donde fuera que tuviera que irla a esconder. 

¡Es un ángel!  -les diría.  Nunca, en tanta confusión, había sido tan poco efectiva para decir las palabras correctas.

Tirada de Templanza para "estar" en el cementerio.

Maldito por Dios (-3) Sin alma. Si se usa un ritual de fe contra mí, se me considera adorador del diablo. Tirada de Templanza para entrar en recinto sagrado o tocar objeto bendecido. -50% a todo mientras esté en contacto.

En realidad no estoy "tocando" el objeto sagrado así que no debería afectarme si saco la tirada de Templanza, que he marcado como oculta y tú me dirás si tiene éxito o no. (así le damos más emoción)

Yosef no tiene muy claro si Glancio es un ángel de Yaveh o un demonio con alas.

Así que tira Teología.

La racionalidad no va a ser su fuerte, pues en este preciso instante se haya hechizado por Yedra y tiene (-50 de RR)

Pero por si acaso y visto lo visto, pedrada al Padre Sao. +20 por la distancia -25 por la luz = 75 (éxito: 33)

Daño: 3+2+2 = 7 (vientre)

Y que sea lo que tenga que ser.

La iniciativa para el próximo turno  

INI 17

Y me subo 1 en RR

Algo decía el rabino de ángeles con mil ojos para guardar el paraíso, lo recuerdas. También recuerdas cómo te trataba continuamente de zoquete porque no prestabas suficiente atención en las lecturas. ¿Cómo ibas a prestar atención si apenas cabías en los diminutos bancos de la sinagoga?

Has superado la tirada de Templanza. Dominas la repulsión que te produce el lugar y el ser angélico y eres dueño de tus actos. ¿Cuáles serán estos actos?

Con la intuición, más que certeza, de que es un ángel de Dios, Elías se aparta del camino de Glancio y se encara a los hombres del padre Sao, cuyos ojos vendrían a demostrar que de hombre de Dios tiene más bien poco. Ataque y ataque (dado que entiende, por su larga experiencia en la batalla, que no le van a atacar, centrados como están en llegar a la calavera antes que en repartir golpes. Si puede elegir, ataca al padre Sao en persona (que quizá a los cristianos les dé un poco de cosa atacar a un hombre de Dios y porque, de caer en la batalla, quizá apacigüe la ira de los que lo acompañan).

¡Lobisomes! -le grita a Sao y su gente.

¿Porqué quieren la calavera?  ¿Son ustedes sus guardianes y quieren quitarla de la mano del ángel de apocalisis?  -Quería tenerlo todo claro, antes de darle la calavera al ángel al que tentaba con ella. 

La paso a Yosef pa'que corra con ella si tengo razón en la intuición sobre los lobihumanos.

Glancio se gira hacia la turba que corre hacia vosotros, pero no por eso deja de observaros con varios ojos en su espalda. Las alas se agitan en el aire y alza sobre su cabeza. No va a dejaros escapar, pero ha decidido descargar dos ataques sobre los campesinos fanatizados que se acercan a por la calavera.

Dolça te está pasando la calavera, que es un objeto sagrado. La idea de tenerla en las manos te aterra. Tienes un -50% a la tirada con la honda. Además, tira Templanza para coger la reliquia, o se caerá al suelo.

La segunda piedra fue a dar contra el pecho del músico.

-¿Pero a ti que te pasa, muchacho?-

Exclamó Oier más con enfado que con asombro mientras se volvía hacia Yosef, al parecer dispuesto a darle una torta. El mercenario había decidido llevar al juglar como rehén por algún motivo, pero Yosef parecía dispuesto a pasar por encima de sus razones y matar a Glancio. Aquello era una falta de respeto y de juicio que el mercenario no estaba dispuesto a tolerar.

Pero antes de que pudiese golpear al joven judío comenzó la transformación del ángel y Oier quedó fascinado y aterrado a partes iguales. Jamás había visto a un ser celestial y jamás hubiese creído que vería uno. ¿Cómo iba a estar preparado para afrontar algo así?

Dolça continuaba hablando y pidiendo pruebas al ángel.

¿Es que nunca tendrá suficiente?

El único que le parecía juicioso en sus actos ahora era Elias, quien parecía dispuesto a luchar contra la turba. Oier no le dejaría solo, pero tal vez hubiese un modo de terminar con aquello sin matar a posibles inocentes.

Muerto el perro s'acabó la rabia

Entonces, cuando Dolça le estiraba la calavera a Yosef para pasársela, Oier la interceptó con la intención de hacerse él con el cráneo de santa Cecilia.

Ya está bien de tantas tonterías, aquestos infieles non tienen respeto alguno por nuestras reliquias

Yosef se siente morir al ver que Dolça le ofrece la calavera. La sola idea de tocarla le provoca nauseas y un miedo atávico. Consigue mantener la compostura pero con gesto serio e inequívoco rechaza el ofrecimiento de Dolça. Y se concentra en su lanzamiento de honda.

El viento comienza a rugir en el cementerio de Monegros. Las faldas de Dolça se agitan, la espada flamígera de Glancio suelta sus llamas por doquier e incluso los tirabuzones del gigante Elías le pegan latigazos contra las mejillas.

La asustada mercader trata de pasarle la sagrada reliquia a Yosef, pero este la rechaza con cara de asco. Afortunadamente, el fornido Oier está al quite y toma entre sus hercúleos brazos la calavera, abrazándola como si fuera la cabeza de una hermosa meretriz.

Para entonces, la turba de campesinos monegreses ha alcanzado vuestro grupo. Es el ángel el primero en reaccionar. Sus alas se agitan, su espada corta con furia el aire de la noche... y solo el aire. Pero el truhán que se acaba de librar del primer espadazo se queda boquiabierto, y eso resulta fatal para él: el acero en llamas atraviesa la pierna del hombre con tal fuerza que las llamas arrasan su cuerpo del hasta el pecho, y cae al suelo sin exhalar un solo suspiro. 

A unos pasos de él, Yosef sí suspira, de alivio al ver alejarse la calavera sagrada, y se concentra en evitar que los rufianes se acerquen a ella. Silba la honda en medio del vendaval que se está levantando. Uno de los hombres detiene su carrera, se dobla sobre sí mismo y se sujeta los genitales. Los ojos se le salen de las órbitas, gime y queda hecho un ovillo en el suelo.

Es el momento del fuerte brazo del beato Elías. El primer golpe de su dabus se pierde. ¿Se pierde o ha sido una finta? El segundo ataque es tan devastador, que aplasta el cráneo de otro de los hombres que se lanzaban contra Dolça. Lo que cae al suelo ya no parece tener cabeza, sino un amasijo de tejidos, fluidos y esquirlas de hueso. 

Un par de pasos más atrás, el padre Sao, sangrando por el costado, con los ojos rojos y las manos peludas, lanza improperios sin cesar:

-- ¡Soltad las reliquias, malditos herejes! ¡Devolvédmelas! ¡Hermanos, matadlos si hace falta! ¡Traedme el cráneo!

Los campesinos parecen decididos a obedecer. Tres rodean ahora a Oier, que sostiene la calavera en la mano izquierda y la ballesta cargada en la derecha. Pero estos hombres se han acercado demasiado, a esta distancia no podrá disparar contra ellos. De pronto, uno de los tres hombres comienza a dar gritos cuando ve que el brazo se le queda muerto y se le cae la maza al suelo.

Otros dos hombres se enfrentan a Elías, con cara de estar dispuestos a acabar con él inmediatamente, y dos más han rodeado a Glancio. Yosef y Dolça quizás parecen menos amenazadores, puesto que solo un hombre ha llegado a la distancia de cuerpo a cuerpo de cada uno de ellos. Sao se ha quedado un poco más atrás, gritando y estirando las manos hacia las reliquias. 

Yosef no va a tener tiempo de cargar y disparar la honda otra vez puesto que su rival está casi frente a él, así que para este turno no le queda más remedio que pelear cuerpo a cuerpo contra el campesino. Saca el cuchillo y hace ataque y esquiva.