Partida Rol por web

"Las montañas se alzan majestuosas entre los tormentosos cielos. Entre ellas, sus oscuras cuevas y sus frondosos bosques puede encontrarse el principio del fin..."

Varias lunas han pasado desde tu marcha del poblado, de tu familia y de las tradiciones que tan hondamente fueron arraigadas en tu alma. Desde entonces has vagado, descubriendo la naturaleza de las montañas de "Los Ancestros" y alimentandote de lo que ella te ha proporcionado.

Esta noche la luna esta alta en el cielo e ilumina con dulzura a sus hijos e hijas mientras buscas un lugar donde dormir. Sabes que hacia el sur esta el pueblo donde viven los rostros palidos... a no mas de un dia de viaje (ahora sientes no haber cogido un caballo aunque era imposible dada tu huida inesperada). Quiza pudieses viajar alli algun dia pues tu curiosidad sobre ellos aun es muy grande...

Mientras te mueves entre el pequeño bosque de la falda de las montañas mas pequeñas, por un sinuoso valle sin apenas agua que discurre entre ellas y parece nacer en la mas alta, la de "Los Ancestros", te parece escuchar un lejano aullido.

Nada te preocupa por ahora pero debes moverte con precaucion y celeridad para encontrar cobijo antes de que los cazadores de la noche pudiesen dar buena cuenta de tu olor.

Finalmente descubres un pequeño lago donde desemboca una fina cascada. La montaña es rocosa y resbaladiza pero la vegetacion es firme y esta asentada en ella... quiza en la parte alta, por donde discurre el rio, pudieses encotnrar un cobijo donde no lleguen las alimañas... o quiza podrias pensar en otro lugar donde guarecerte. Sea como sea te acercas al agua y llenas tu odre con ella tras saciarte.

El agua era fresca y sacio tu sed reconfortando tu cuerpo y alma y preparandote para el esfuerzo que te disponias a realizar. Con cuidado pisaste entre las rocas y la vegetacion hasta llegar a la pared de rocas que se alzaba a los lados de la cascada para buscar un lugar lo mas accesible posible para iniciar tu escalada.

Tras unos momentos de respiracion y preparar tus brazos al fin descubres el camino oculto y trazas mentalmente cuales seran tus movimientos en el ascenso... y asi lo haces.

Las rocas tambien estan humedas... resbaladizas... peligrosas. Has elegido con sabiduria y afrontas el reto con decision. Primero una mano, luego un pie... despacio perop con seguridad logras alzarte mas de 4 metros del suelo antes de luchar contra el ultimo obstaculo cuando, de repente, una de las rocas donde habias afianzado tu mano se desprende. Con habilidad logras mantenerte aferrado a tus demas apoyos, colgando levemente un segundo antes de volver a aferrarte a las rocas.

Tras el pequeño susto haces acopio de fuerzas y logras alcanzar la cima respirando con fuerza y dando gracias a los espiritus por permitirte recurrir a sus guias, agilidad y reflejos.

El rio alli discurre con fuerza pese a su escaso caudal. La montaña continua con gran cantidad de rocas alrededor que hace que todo ello sea bastante escarpado lo que puede evitar que las alimañas den cuenta de ti. Examinas los alrededores y te cercioras que no hay rastro de osos o animales peligrosos pero tambien te das cuenta de algo extraño... las escasas plantas de alrededor parecen estar marchitas y sientes frio en lo mas profundo de tu cuerpo como si algo calase tus huesos.

Tras revisar tus posibilidades para pernoctar te das cuenta de una pequeña cueva a unos metros con la abertura suficiente para que entrases de pie incluso. En su entrada no hay tampoco rastro alguno de animales o plantas y de su interior surge un frio que podria corresponder a una corriente de aire. Aun asi es lo unico que tienes a no ser que prefieras pasar la noche a la interperie como lo has hecho otras noches...

Finalmente, el joven indio se introdujo en la inhospita cueva. Parecia como si su corazon se le fuese a salir del pecho y su respiracion fuese un tambor que rompia el lugubre silencio. Alli no habia mas que rocas y ningun rastro de vida... animal o vegetal. Extrañamente la luz de la luna debia filtrarse por algun lado y, cuando ya sus ojos se habian acostumbrado, la penumbra le permitia ver a su alrededor con cierta soltura.

Tras un poco llego a lo que parecia el final de la misma pero alli no habia nada que le ayudase a encender un fuego y la extraña sensacion de frio se habia intensificado. Solo unas plantas putrefactas cubrian la roca desnuda del final de la cueva...

Por un momento recuerdas vagamente las palabras de los tuyos, mientras miras como las plantas de la pared parecen pastosas, humedas, como si se hubiese regado demasiado.

Hay oscuridades mas antiguas que nuestro pueblo y lugares sagrados que no deben ser descubiertos jamas por los rostros palidos.

Resuenan en tu cabeza por un instante, como una voz lejana que acaricia tus oidos y desaparece. Tus manos entonces, como guiadas por ese mismo eco, ese frio que atenaza tu espiritu, apartan algunas de aquellas plantas de la piedra y descubres que, bajo ellas, hay unas inscripciones en la piedra, un dibujo desgastado apenas reconocible (al igual que las letras) y extraños simbolos que reconoces vagamente como similares a los que realiza tu tribu en ciertos rituales. Parece que la pared este llena de ellos. En el centro hay una gran hendidura suficientemente ancha para introducir la mano (y suficientemente profunda para no ver su interior con claridad).

Introduces finalmente tu mano por la oquedad, palpando con ella la humedad del interior, las plantas putrefactas que se descomponen dentro y... ¿que es eso? dirias que dentro tambien hay decenas, quiza centenares de insectos y bichos muertos, carcasas vacias de una vida extinta. Finalmente te parece tocar algo duro al fondo, quiza un palo o algo similar, duro, rigido, aunque, antes de que te puedas dar cuenta, escuchas un tremendo ruido y notas como un pequeño destello te ciega, obligandote a retroceder y retirar tu brazo de la hendidura.

El ruido hace temblar la cueva por un segundo mientras la gran losa de la entrada se mueve hacia un lado y deja ver la continuacion de la cueva mas al fondo. Parece como si la cueva pareciese haber sido escavada por tus ancestros e incluso dirias que hay cierto grado de luz que te ayuda a entreveer su interior.

Sin poder evitarlo te acercas a la entrada y ves que la cueva se convierte en una gran estancia con cuencos y jarrones a los lados y un pequeño charco en el centro a modo de "fuente". Todo esta desierto pero parece que la cueva continua mas al fondo, donde la tenue luz que se filtra desde el techo parece morir hasta la oscuridad mas profunda.

Huesos.

El hedor de dentro de los antiguas vasijas y jarrones era hediundo e hizo que el joven explorador tuviese que retroceder y hacer acopio de fuerzas para evitar que su comida volviese a salir de su estomago. Aun asi volvio a mirar en su interior y discernio restos de entrañas y piel con los huesos, como si ofrendas se tratasen, devoradas por algo o alguien en aquel confinamiento.

De repente un ruido, en lo mas profundo de la cueva, helo la sangre de Ichii y le dejo petrificado. Era un quejido, un lamento hondo y lastimero que se aferraba a los huesos del indio y parecia capaz de arrebatarle el alma. Nada animal o humano que el conociese podia ser capaz de emitir sonido asi. Incluso el pequeño charco parecio temblar con aquello.

Durante un instante, el soplo de efímero de la brisa, o un fugaz latido, el indio adolescente que ya era hombre, se quedó paralizado. Los dedos helados del miedo tocaron su corazón colmándolo de terror. Se consideraba así mismo valiente, recordaba su enfrentamiento con el hermano lobo, o la vez que salvó a su hermana de las traicioneras aguas del río que tronaba cercano a su aldea. También en su primera lucha con una tribu rival; no se amedentró a la hora de empuñar el cuchillo.

Pero aquello era distinto. El interior de las vasijas ya le había dado náuseas, y ahora, el escalofriante gemido que nacía de las profundidades de la caverna, pudo más que su valentía. La razón se esfumó de su mente, y solo quedó sitio para el instinto más básico: huir. Y eso fue lo que hizo. Se recuperó del terror que le impedía moverse del sitio, dio medio vuelta y corrió hacia la salida. Se llevó por delante en su veloz carrera, jarrones y vasijas, que se quebraron y desparramaron su contenido. Chapoteó en el charco, tropezó y cayó una vez, se irguió y salió de la cueva.

No paró hasta haber trepado varios metros, tumbándose al lado de un arbusto, respirando sonoramente, agitado, temblando sin poder controlarse.

Quizá había cosas que el hombre nunca debe conocer.

Ichii no podia entender que habia pasado. Cuando habia vuelto a recuperar la cordura la respiracion estaba desbocada y aun podia sentir el frio en sus huesos y el miedo en su garganta.

El gemido proviniente de la cueva parecia alzarse hacia el cielo alcanzando las nubes y ahora perseguia al joven indio. Extrañamente Ichii sentia que aquello que habitaba en la cueva ahora estaba libre... No podia hacer nada mas que esconderse en el cobijo de la noche, siendo el cansancio y el sueño el unico aliado que le proporciono un poco de verdadera paz.

Cuando las luces del alba hirieron nuevamente sus ojos, Ichii ya se sentia recuperado y no pudo evitar recorrer nuevamente el camino hasta la cueva pero parecia muy distinta a la noche anterior. Alli no habia nada; pese a que la piedra de la entrada seguia abierta, en su interior ya no sentia aquel frio intenso, aquel temor incipiente ni la presencia amenazadora... ahora simplemente era una cueva abandonada... nada mas.

Antes de que el Arakua se decidiese a abandonar ese "sacro" lugar hubo algo que llamo sus expertos ojos de cazador. En el suelo habia huellas... huellas humanas de pies descalzos que se alejaban desde el interior hasta mas alla de la salida pero, donde iban? de donde habia salido ese hombre?? estaba alli encerrado? por que??

Muchas eran las preguntas que asaltaban al joven indio y ninguna respuesta... que debia hacer?, seguirlas?

Respiro profundamente e intento pensar con claridad.

Por la mañana no supo si todo fue producto de una pesadilla o realmente había sucedido. Se bañó en el río, comió algo de sus provisiones y, auqnue hubiese querido pescar, la necesidad de explorar de nuevo la cueva le intranquilizaba. Así que fue para allí. Y comprobó, cuando vio las huellas, que nada fue producto de su imaginación, como en realidad sabía, sino que fue real todo cuanto aconteció la noche pasada.

Se sentía mal consigo mismo, en cierto modo humillado. No pudo controlar su miedo, el terror que experimentó en el interior de la caverna nunca antes lo hubo sentido. Era joven, se dijo a sí mismo, eso explicaba su comportamiento, no conocía muchas cosas del mundo, y menos lo referente a los espíritus. con todo, esa explicación que se daba no le satisfacía. Lo cierto es que huyó. Así de claro. No huiría frente a un animal, un oso por ejemplo, o frente a otro hombre. Pero aquello...quizá sí justificaba sus actos. ¿Qué era aquello?

¿cómo era posible que algo, alguien, viviese en la cueva y él lo hubiese liberado? ¿No había otra explicación más sensata. otro indio vagabundo, un paria; o, porqué no, un blanco ahí escondido. Fuese lo que fuese, determinó que era responsabilidad suya averiguarlo, de manera que tomó el resto del valor que le quedaba y que ´se había rehecho después del amanecer, y se decidió, con prudencia, a seguir las pisadas.

Con entereza y valor el joven explorador indio siguio las huellas por las tierras Arakuas, alejandose de las montañas y pasando a ver como el bosque, la vegetacion y los animales, morian para dar paso a la sequedad, al calor y al desierto pero, por el contrario, las huellas se movian como con pasos lentos, taciturnos, erraticos, como de alguien que ha bebido demasiado.

Tras un rato de seguirlas te alzas en un pequeño promontorio de rocas y observas tumbado con los incipientes rayos de sol a tu espalda...