Partida Rol por web

Degenesis I: En el Polvo.

Diálogos.

Cargando editor
18/02/2018, 23:04
Degenesis.

DIÁLOGOS Y CONVERSACIONES ATEMPORALES:

- Escena para desarrollar conversaciones entre Personajes Jugadores.

Notas de juego

- Escena completamente narrativa. Aquí sólo hablan los Personajes, nunca los Jugadores que hay detrás.

- Se prohibe terminantemente el uso del apartado de Notas.

- Se prohibe toda tirada de dados y todo aspecto mecánico.

Cargando editor
29/05/2018, 08:06
Alejandro de Burgos.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.


Quizás, otro, hubiera tratado de acercarse en silencio. Sin embargo ni Alejandro trató de acercarse a Urraca en silencio, ni tampoco ello hubiera servido, con toda probabilidad, para que la spitaliana no lo percibiera. Sentía Alejandro un estremecimiento y un retumbar en sus entrañas que, estaba seguro, no debía diferenciarse de lo que a ella le pasaba. Verla, le había vuelto del revés, como si alguien hubiera metido su piel en sus entrañas y hubiera dejado sus entrañas expuestas.

No es que se acercara haciendo ruído. Sencillamente, una vez todos estaban descansando, salvo el primero de los encargados de montar guardia, Alejandro se acercó a su esposa, y se sentó al lado de donde ella se había tendido para dormir. Sin vacilar, pero lentamente, extendió su mano y la puso sobre el hombro de Urraca, apretando ligeramente.

- Un día más, y estamos vivos para contarlo- murmuró con una ligera sonrisa, rememorando viejos códigos que hubiera jurado no volver a repetir, para luego respirar profundamente, más un resoplido que un suspiro, meneando la cabeza- Pero no ha sido un día más, ¿verdad? Hasta que te vi estaba convencido que... - la voz se le quiebra, un instante, y dejar de mirarle, pasando a mirar al cielo estrellado sobre sus cabezas.

Cargando editor
30/05/2018, 11:28
Urraca Vargas.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.

Tumbada de costado, los ojos abiertos en la noche iluminada tan solo por la luna y las estrellas, Urraca pensaba en todo lo acaecido en aquella extraña y sorprendente jornada. El aire le trajo el olor de Alejandro, un aroma que reconocía perfectamente, quizá más penetrante y amargo que cuando era joven, pero aun así, era el suyo y lo hubiera reconocido entre un millón. Después, llegó el sonido de sus pasos sobre la tierra, la hierba y los guijarros. Finalmente, la mano se posó en su hombro.

Alzó la mirada hacia el rostro de aquella figura acuclillada a su lado, escuchando sus palabras que no eran sino ecos del pasado. Cuando calló, dejando en suspenso la palabra muerte, ella también guardó silencio. Pero lentamente, apartó la manta que la cubría, invitándolo a tumbarse a su lado.

-Acuéstate junto a mí. Tras todo este tiempo, duele verte, duele olerte, duele escucharte. Pero sobretodo duele no tocarte. Abrázame como si no hubiera un mañana, Alejandro, deja que el dolor se mitigue y después hablaremos.

Cargando editor
04/07/2018, 18:18
Alejandro de Burgos.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.


No se trataba de vivir, sino de todo lo contrario. La certeza de no volver a encontrarla nunca no había aparecido de pronto, se había forjado colina a colina, campamento de esclavos a campamento de esclavos, pelea a pelea, rumor a rumor.

Ella no estaba, y esa certidumbre, ahora, se veía desmentida como si alguien, en un segundo, hubiera destejido la misma esencia que componía su ser. Alejandro sintió el temblor sacudiendo sus entrañas y se negó a dejar que ese temblor se propagara por su cuerpo como una infección. ¿Qué había que pudiera decir ante las palabras de ella?, así que en silencio  asintió a las palabras de Urraca. Aunque poco duró el silencio

- Duele, es cierto. Pero saberte viva...- una sonrisa inesperada apareció en sus ojos, y contagió a sus labios. Se tendió de costado, y abrazó el cuerpo de ella, con fuerza, presionándola contra su pecho- ... demonios, bienvenido sea el dolor.

Luego no dijo nada. La presión de su abrazo se redujo, y se concentró en recordar el tacto de la piel, en comprobar como su olor había sido variado en sus recuerdos y, ahora, estos se ajustaban. En notar el tacto de la piel de ella hormigueando en sus dedos.

Tumbados de costado, ambos. En una tierra extraña, a miles de kilómetros del lugar que llamaron un hogar, en una tierra extraña, sin capacidad de saber si habría o no un futuro para ellos. Con suavidad besó el cuello de Urraca, y se mantuvo junto a ella, abrazándola, mientras dejaba a su mente convencerse que no era un sueño. Que a veces lo imposible ocurría.

Cargando editor
10/07/2018, 10:12
Urraca Vargas.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.

Calló, dejando que el calor de Alejandro penetrara su espalda. El beso había erizado el rapado vello de su nuca y una congoja acumulada durante años estranguló su garganta y dejó que por fin se liberara en forma de silenciosas lágrimas. Cuando el río fluyo, se secó con el dorso de la mano y se giró sobre sí misma, sin abandonar aquel abrazo, enfrentando su rostro al de su marido.

-Han pasado tanto tiempo y tantas cosas -dijo en un susurro. En la práctica oscuridad, la mano de Urraca recorrió la cara de Alejandro, las viejas y conocidas facciones. El arco de sus cejas, la línea de su mandíbula, la curva de sus labios, la áspera barba, el perfil de su nariz, la recta frente-. Te he echado tanto de menos, Alejandro. He sentido tu ausencia, tu vacío. Cuando te creí muerto pensé que no tenía sentido vivir, que no debería haber sobrevivido pero, pese a todo, intenté dar contigo pero mi búsqueda empezó tarde y yo... -la voz se estranguló, aferrada su garganta por la vieja historia-. Debes conocer la verdad. Mi verdad. Nuestra verdad.

Cerró los ojos, deseando no rememorar aquella etapa de su vida, sabiendo que las heridas ya restañadas y cicatrizadas se volverían a abrir creando además en él nuevas y desconocidas heridas.

-Me hirieron durante el ataque. No fue nada grave para mí, nada que hubiera podido acabar con mi vida pero acabó con la de nuestro hijo -su voz se volvió levemente ronca-. Sí, estaba embarazada. La segunda falta. Y aquella misma noche había de decírtelo. Pero no hubo ocasión

En los siguientes minutos y como en una letanía, la voz de Urraca desgranó lo ocurrido. El ataque, la agresión de la que fue objeto, su inconsciencia, despertar sintiendo la sangre entre sus piernas, cómo la auxiliaron y se la llevaron de allí un par de supervivientes, cómo la pérdida de sangre la tuvo en el límite entre la vida y la muerte. Y después, el luto. Por su hijo. La pérdida el norte, el absurdo de todo aquello, el dolor que la laceraba, las cartas a los padres de Alejandro y la confirmación de su muerte.

Cargando editor
29/07/2018, 10:54
Alejandro de Burgos.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.


Alejandro había mantenido su abrazo a Urraca mientras esta lloraba. Con suavidad había acariciado sus pómulos, limpiando el rastro de las lágrimas. ¿Qué podía decir? También él hubiera querido llorar pero, de alguna manera, y sentía cierta oscura vergüenza por pensarlo, las lágrimas de Urraca le hacían experimentar un oscuro consuelo. Allí, bajo las estrellas, abrazándola, sintió por unos segundos ridículos, que no compensaban el tiempo perdido para ambos, que todo estaba bien. Que después de todo el tiempo había servido para reunirlos y que, notar el temblor que agitaba el pecho de su mujer, mientras lloraba, sentir el calor que emanaba de ambos cuerpos, le hacía sentirse completo por primera vez en, tanto tiempo, que no hubiera podido saberlo, saber lo roto que estaba, de no llegar este momento.

Escuchó a Urraca, aunque su mente le llevaba por otros caminos. Las palabras podían ser terribles. Pero eran mucho menos terribles que las que no se habían pronunciado. Mucho menos terribles que la absurda certidumbre de una muerte, la de Urraca, que nunca hubiera sido tal. Sintió las manos que recorrían su cara, como si Urraca quisiera con los dedos recordar su cuerpo, sus formas. 

Entonces Urraca se giró, y empezó a hablar. Había mucho que Alejandro no entendía pero no importaba demasiado. Importaba la cercanía, el calor recuperado del olvido, importaba la reconocida intimidad. En algún momento, mientras hablaba, acarició el cuello de su esposa, la nuca. Quizás recordó cuando metía los dedos en su melena. La larga caricia se prolongó mientras ella hablaba, y al terminar, negó con la cabeza.

- Hijos de puta.

No había siquiera rabia en las palabras. Tan sólo una profunda decepción que no explicó si era por su familia, por su hijo perdido, por los africanos o, con casi total certeza, por todo lo anterior. Dejó pasar unos segundos y su mirada dejó de estar en Urraca, perdiéndose en el pasado y en sus recuerdos.

- No me dijeron nada de tu carta, nadie. Dejaron que pensara que estabas muerta. ¿Cómo pudieron...?

La rabia se filtra, ahora sí, quizás superada la primera perplejidad, en las palabras de Alejandro pero, luego, se desvanece. Aprovechando la cercanía sus manos acercaron el cuerpo de Urraca hasta el suyo propio, sin dejar espacio alguno entre ambos, y le besó en los labios. Fue un beso apasionado, pero corto, puesto que pronto las manos de Alejandro separaron a Urraca, solo unos centímentros, de sus labios, mientras le acariciaba las orejas y el cuello, susurrándole.  

- No hay nada que pueda hacer por limpiar el dolor de aquellos días. Hubiera sido feliz contigo y con nuestro hijo. Para mi... nuestros juramentos nunca han perdido validez. No importa la familia que hemos dejado atrás, ni tampoco nuestros oficios o trabajos. No importa nuestro pasado. Lo único que me importa es que no estás muerta. Eso es un milagro. Yo había perdido la esperanza. Yo...

Cargando editor
20/08/2018, 12:59
Urraca Vargas.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.

Acalló a su esposo con un nuevo beso, cargado del fuego del sur de su país, de la intensidad del azahar de sus naranjos, de la sensualidad de sus arroyos, de la memoria de su pasado. No fue corto, no fue amable. Era una pasión devoradora, hambrienta, dolorosa e intensa. Las manos de Urraca buscaron el cuerpo de Alejandro, desnudándolo, aspirando su olor. Sentía la necesidad de urgente del sexo, de la comunión, de hablar con sus cuerpos y no con sus bocas. Pero pese a la urgencia, habló, con una voz levemente ronca y marcada por el deseo.

-El pasado nos ha conducido a este punto. Llorar es un trabajo inútil y lamentarse es como golpearse contra una piedra. Nada nos ha podido separar y aquí estamos, años después, distintos pero iguales. No ha habido otro hombre. Ni lo he deseado ni lo he buscado. Te encontré en otro tiempo y en otro lugar y aunque te creyera muerto, no había lugar para nadie más -decía mientras se quitaba la ropa de forma apresurada-. Ahora... No es tiempo de hablar -un nuevo beso y una mano que se aferró al sexo de Alejandro-. Te quiero dentro de mí. Mañana quizá no estemos vivos. 

Cargando editor
20/08/2018, 17:48
Alejandro de Burgos.

VALLE DEL POLVO, PARTE NORTE.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: 29.

HORA: ENTRADA LA NOCHE.


Le acalló besándole nuevamente, ahora con fuerza, mientras le agarraba el culo y la acercaba, apretándola contra su cuerpo, dejando que no sólo la mano de Urraca, ahora atrapada entre el cuerpo de ambos, notara como el placer había aumentado la excitación y el deseo en el sexo de Alejandro. Entonces, sintiendo el placer tantas veces soñado, y dejado como imposible, por fin a su alcance, no se demoró. Con la mano libre se las arregló para terminar de despojarse de las pocas ropas que le restaban, con el deseo de unir, lo antes posible, su desnudez a la de su esposa. Mientras no dejaba de besarla, bajando desde los labios, al cuello, alternando los besos con mordiscos suaves y urgentes. En algún momento su mano había dejado de acariciar las nalgas de Urraca, descendiendo con una presión mantenida y en aumento, hasta apoyar la palma abierta, de modo que los dedos quedaron sobre el pubis de su esposa, introduciendo entonces entre los dos labios vaginales el dedo corazón, acariciando el sexo, buscando aumentar hasta el paroxismo la urgencia y el propio deseo de ambos.