Partida Rol por web

Cierto es que si tenían, Miguel... ¡Y es que aún no saben que están en el Condado de mi Padre! ¡Que Aguilera por Gracia de Nuestro Señor es su nombre! -las voces no eran más leves que las que se oían en el interior de la taberna...- Si te place, abridle la sesera a este truhán, no importa los métodos, que yo iré dentro y entablaré conversación hasta con las ratas. Y no te alejes mucho del caballo.

Marcial entró en la taberna. Abrió la puerta dejando caer al tipo medio cuerpo dentro y haciendo un ademán de salto. Luego la cerró de un portazo y se óía detrás y a través de las ventanas como los últimos parroquianos rugían por el alcohol y el juego.

-Cristo bendito!!!-

Con los pelos de punta y haciendo verdaderos esfuerzos por seguir adelante, Rodrigo no puede dejar de mirar las calaveras de las paredes, ¿ De dónde procedían ? ¿ Quienes fueron sus dueños ? ¿ Qué hacen ahí? ¿ Quién ha hecho esto ?. - Dios mio...dame fuerza y protégeme.- dice mientras se persigna.- Vayamos por la derecha Ricardo.

Miguel, cumpliendo ordenes, y dictámenes internos al mismo tiempo, se quedó fuera. Luego, recogió al hombre que estaba tirado en el suelo, lo cargó a hombros y se lo llevó lejos, pero sin perder de vista la taberna. Luego, lo sentó contra un arbol cercano y procuró despertarlo con un par de bofetones.

-Ey, despierta!

El tipo ladeó la cabeza. No estaba en muy buenas condiciones (totalmente ebrio). Hizo gestos de querer vomitar pero se contuvo, quizá al prestar una pizca de atención a Miguel. Sin embargo, esa disposición no le duraba mucho tiempo: alternaba cabezazos de sueño con caras extrañas de cansancio y agotamiento.

L...l...lso..osl...los d...lso...los dado...da...dados esta...esshh...est...ejem...estaban truc...turca..urcat... tru...turcados...¡ trucados! ejem... cough! cough!

El espectáculo era bochornoso.

Miguel sonríe para sus adentros

- Vaya que si estaban trucados, habría que detener a esos rufianes, no crees?

Oías hablar en el interior de la taberna a grandes voces. Quizá don Marcial estuviera "poniendo los puntos sobre las ies" a esos rufianes borrachos.

Miguel intentó hablar con el borracho e intentar sonsacarle e información por aquello de " los borrachos y los niños no mienten", pero según quiso hablar con el, el hombre se quedó dormido, inconsciente, así que decidió dejarlo allí, y regresar a la puerta de la taberna, quizá entreabriendo la puerta pudiese enterarse de lo que allí pasaba.

Entraste en la taberna. Marcial daba grandes voces con dos hombres que estaban sentados en una de las mesas. Tenían una botella sobre la mesa y un par de vasos, aparte de otros usados de alguien que ya no estaba allí. La cara de cansancio y desesperación del noble se hacía visible y, el tabernero, le miraba de reojo desde la taberna. Te diste cuenta de eso. El tabernero estaba algo nervioso, ciertamente. El fuego se había quedado en cenizas. Entonces, éste te vio entrar y dejó de secar los vasos con el trapo y te prestó atencion. Más bien se dio un susto.

-¿Él es su señor, ve...verdad? -te dijo en bajito atemorizado al verte llegar. No quiero problemas, buen hombre... hágale entrar, entrar en razón... no sa...sa... no sabemos qué quiere, no sabemos n...n... nada.

Miguel, desde la puerta, pues no puede dejar solo al caballo, le pregunta al tabernero:

-¿que os ha estao preguntando?, a veces es agresivo, pero es buen señor.

Cosas de la er...la erm... -apenas se atrevía a hablar. Era sabido que hablar de esa ermita era tema tabú en la pequeña aldea. No sé, no sé -dijo como desentendiéndose mirando a todos lados menos a los ojos del pastor-, ya te lo he dicho, ¡no quiero lios!

En un intento de calmar el tenso ambiente, Miguel  habla:

- Mi señor - dice Miguel, ya en alto- Mi señor!, que ha pasado?

¡Estos inútiles me lanzaron el vino cuando les hablé! -te dijo gritando mientras giraba su cabeza hacia ti como si tu tuvieras la culpa- ¿¡Lo puedes creer!? ¡¡A mi!! ¡¡A "MÍ"!!

En esos momentos, fruto de la tensión, don Marcial de Aguilera desenvainó su espada y extendió su brazo con la punta en dirección a los borrachos.

¡¡Os mataré!! ¡¡Os soltaré delante de la marca de Siracusa y los moros harán tiras con vuestra piel, perracos!!

El hijo del Conde estaba muy muy muy nervioso.

Miguel se estaba asustanto. Sin atreverse a acercarse a su señor le hablo lo mas calmado que pudo.

- Mi señor, pienso que deberíais calmaros. Cierto es que no se debe tirar vino al hijo del Conde de estas tierras, pero bien sabe usted señor, que el alcohol hace que la gente no piense. Contrólese y hagamos lo que hemos venido hacer.

Tomásteis el camino a la derecha. Lo cierto es que no variaba de un lugar a otro el aspecto de cada elección: las calaveras estaban presentes en ambas direcciones. Los lamentos seguían, pero se hacían algo más debiles al tomar el camino de la derecha. Pronto hubo otra elección: de nuevo izquierda o derecha.

Deteniéndose y levantando la mano con el dorso hacia detrás para que Ricardo hiciese lo propio - Nos alejamos de los sonidos. Vamos por el mal camino si queremos descubrir la verdad- según se mire- piensa.

-Vayamos por allí - dice señalando al camino de la izquierda- con un poco de suerte ese camino dará un rodeo y volveremos al origen de esos sonidos- dice haciéndose el duro.

Ricardo asintió y avanzó a través del tunel de la izquierda, delante de su compañero, iluminando el camino. Tras unos pocos pasos sacó un cuchillo que sujetó con su mano derecha. 

-Si llevas al...algun aaa....arma - le susurró a su compañero - t....tenla pr...preparada. 

Torciendo de nuevo a la izquierda pronto encontraron que aquel camino no tenía salida, era un hueco en la tierra, en aquellas catacumbas. Sin embargo, el fuego de la antorcha de Ricardo comenzó a moverse súbitamente, a balancearse como si un gran viento soplase y lo moviera; y lo cierto es que allí la ventilación escaseaba como para que eso ocurriera.

Cuando iluminaron la pared que les cortaba el camino, pudieron ver en ella una sombra. La pared mostraba una silueta totalmente oscura y de pie, la cual se movía y hacía gestos horribles: parecía como si estuviera estrangulando a alguien, como imitando esa acción, ¡Pero allí no había nadie! ¡Era una sombra sin cuerpo!