Partida Rol por web

Amanece un nuevo día en Filipa, el sol reluce, hay una temperatura agradable, fresca a las primeras horas de la mañana. El puerto bulle de actividad, ha descargado un barco procedente de la Atlántida y otro de Lemuria, y traen todo tipo de mercancías exóticas, algunas encargadas a propósito por el mismísimo rey.

En la capital de Arcadia la gente sencilla vive con ciertas comodidades, y los menos afortunados malviven de la caridad y disfrutan de una comida diaria en un comedor social.

En los barrios más humildes, al norte del muro, se entremezclan todo tipo de razas y seres, algunos no demasiado deseables, pero que tratan de respetar el orden cívico para no meterse en problemas. Entre estas callejuelas algunos duermen entre montones de basura tras una noche de borrachera. Es frecuente encontrar por allí a algunas personas poco recomendables que tratan de prosperar, tienen ambición y están al tanto de cualquier oportunidad que les permita prosperar y gozar de ciertas comodidades. Entre esos tipos duros se encuentran nuestros aventureros, avizor y atentos a los rumores al tiempo que tratan de disfrutar de los placeres que aporta la vida en la ciudad.

Es temprano aún en la taberna, mientras que el tabernero está terminando de poner en su lugar las últimas sillas y taburetes, la camarera está corriendo las cortinas tarareando una de sus canciones...
Tas al oírla tararear cerca del almacén sabía perfectamente que ya era hora de levantarse antes que de mala gana llegara el tabernero y a patadas lo levantara...
¡Buenos días!... Con energía y con una gran sonrisa salió del almacén terminándose de colocar uno de sus botines e intentando no perder el equilibrio... En ese momento Pixy saca su cabeza de uno de los bolsillos de la chaquetilla de Tas... Pixy... Dentro... Después saldrás... Ahora no... Con las mismas vuelve a meter su cabecita dentro del bolsillo... Y estate callado, que sabes que aquí no puedes llamar la atención...
¡¿Ya estás otra vez hablado con ese maldito roedor?!... Dejó caer una silla el tabernero mientras apuntaba con el dedo el bolsillo de Tas donde se escondía Pixy... Si lo veo, lo hago a la parrilla contigo de guarnición... En ese mismo momento, en el último golpecito, saca la cabeza Pixy y le da un mordisco en el dedo al tabernero... ¡fuera...!, maldito roedor...
A ver trae ese dedo... no ha sido nada... ni si quiera llevas sangre... no seas tan duro con Tas, no vas a conseguir que cambie... Dijo la camarera...
Con las mismas Tas da un brinco agarra un trozo de pan y un trozo de queso y sale por la puerta dando brincos... Después te doy el dinero...
¿Porque sigue estando aquí?, ¿porque lo aguantamos?... deberíamos de echarlo a la calle... Donde están todos esos... Se queda señalando la ventana al azar calles que confluían en la taberna el tabernero...
Tas es buena persona... ¿se te ha olvidado que más de una vez si no fuera por el y sus palabras, las discusiones que hay algunas veces en la taberna, ya se hubiera reducido esta a escombros?... Respondió la camarera mientras señalaba aleatoriamente partes de la taberna...
Míralo... A saber en que lio se meterá esta mañana... Respondió el tabernero... ¡bah...! sigamos...
En ese momento empiezan a entrar los primeros parroquianos de la mañana.
Tas ya se ha perdido entre el bullicio de las calles, desmenuza un trozo de queso que lo mete en el bolsillo de Pixy... Vamos a comprar unas cosas... mmmm... Ganzúas... El último juego las rompí por culpa del tabernero... ¿porque cambió la cerradura de su cofre?... A ver si me acuerdo de donde las compré la ultima vez...

Terminé de meditar en el techo de un dormitorio en el que solía quedarme en la ciudad.   Una paga por un trabajo como rastreador había sido el derecho de usar la pieza más alta de una casona antigua.  No tenía mucho, pero era lo justo.  Después de bajar a lavarme la cara, me acerqué a la ventana.  Di un silvido y esperé a que apareciera Dubbs.  Alimenté a mi milcón y jugué un poco con él, como cada mañana, a lanzar y atrapar cosas en el aire.

Cuando ya ambos comenzábamos a aburrirnos, me calcé mi arco y mi carcaj, mi armadura acolchonada y mi bolsa y salí a las calles.  Cómo de costumbre, opté por no usar las escaleras, sino trasladarme por los techos hasta el mercado, el lugar de la ciudad con más movimiento... Sobre todo hoy, que llegaban barcos de continentes exóticos.

Había perdido mi sable en una expedición por lo que, al acercarme, me desvié hacia la herrería.  Una vez allí golpeé mis palmas para anunciar mi llegada.

La taberna es un lugar tan bueno como otro cualquiera para pasar las primeras horas de la mañana. La gente de bien, que prefiere aprovechar las primeras horas del día para realizar las labores más importantes de la jornada estan por el mundo molestando a otros que no son Solus, quien se encuentra tranquilamente sentado en la esquina de la taberna. "Aun tengo unas horas hasta que este tugurio se llene de molesta gente" piensa para si en el momento que el tabernero despertaba a Tasslehoff de un puntapié.

Los espectáculos que causa siempre el gnomo son precisamente lo que Solus odia de la gente: el bullicio y la vociferación. Pero por alguna razón los tejemanejes de este personaje en particular generan en el hechicero una sonrisa en lugar de un soplido de repulsa.

- Sidra y algo de comer -le pide desde la esquina a la mesonera, mientras sigue ojeando uno de los libros que siempre lleva encima. "Los escritos de las artes místicas siempre esconden algo entre lineas. A veces incluso lineas nuevas que tienen sus propias entrelíneas" se le ocurre.

No se quiere alejar mucho de la taberna. Su conexión mística con los espíritus le dice que es el lugar donde estar, pese a que le encantaría encontrar algunos cuerpos frescos con los que experimentar. De hecho, ahora que lo piensa, ha estado tan absorto en sus libros que ¡al menos hace días que no ve un cadaver!

"Debería remediar esto pronto..."

Estamos en la taberna Argos, regentada por un matrimonio de faunos, Argo y Marga. Tienen como empleada a un hermoso sobrino, Miros. El varón trabaja en cocina, la mujer atiende las mesas y Miros está en la barra y ayuda con las mesas. Los dos del matrimonio llevaron una mala vida en la juventud y conservan múltiples contactos en los bajos fondos, por ello eligieron este  barrio para abrir su negocio. El objetivo era ser un refugio donde la gente que vive de trapicheos pueda sentirse cómodo, aunque el lugar es un antro en toda regla, siempre tiene clientela fija.

Marga ve llegar a Solus y repara en su aspecto. No es como la mayoría que frecuenta el lugar, aunque, allí se ve francamente de todo, con lo que no se extraña ni sorprende de nada ni nadie. Así que le responde:

-Comer y beber, de eso hay aquí. Si no quiere usted nada en concreto, y como parece un tipo elegante, le ofrezco pechuga de pavo real con mollejas y guarnición y nuestra sidra es de la región... exquisita, ya lo verá. Serán 5 monedas de bronce, por adelantado, por favor... aquí no se fía porque ninguno de nuestros clientes es de fiar, y ojo, que al decir esto nadie se ofende, pues no es más que la verdad. Conocemos a nuestros clientes y les damos lo que necesitan, pero a cambio, necesitamos dinero, nada más. ¿No será usted uno de esos que ha desembarcado del barco que viene de Atlantis? No creo, no parece tan estirado.

Mientras tanto, al escuchar unas palmadas insistentes en el recibidor de su negocio, Vulcano mete el hierro que estaba trabajando en aceite y presta atención a cómo su aprendiz atiende el negocio. Casio ve aparecer a un jovenzuelo humano, de cabello enmarañado, peto de cuero y cara sucia. Sonríe y pregunta:

-¿Qué se presta? ¿Qué le puedo ofrecer? Está usted en la Forja de Vulcano, todo lo que pueda necesitar en armas y armaduras. Esa es nuestra especialidad, aunque también hallará si lo precisa utensilios de cocina.

Salí de mi pequeño agujero llamado hogar, por decir algo. Era una casucha húmeda y fría, compartida con gente poco recomendable y regentada por una mujer, menos recomendable y que también vivía allí. No era un buen sitio, pero era barato y tampoco es que pasara más tiempo que el que necesitaba para dormir unas horas. Uno de ellos me había robado mi daga y estaba de muy mal humor. Me encaminé hacia el mercado y entré en una de las herrerías que más me gustaba. No era la mejor pero el herrero era un hombre trabajador y de pocas palabras, y lo que más me importaba, de pocas preguntas. Me mira al entrar y lo saludo con un movimiento de cabeza que responde del mismo modo.

Necesito una daga...y también una capucha. Añado mirando alrededor, no sabía si tenía, pero mejor preguntar antes que ponerme a frecuentar más lugares. 

Buenos días niña... Dije al ver entrar a Cyna a la herrería.  Creo que alguien se levantó impaciente está mañana.  Completé.  El asistente de Vulcano estaba por escuchar una anécdota de cómo mi sable terminó atascado en un golem de piedra, por lo que necesito uno nuevo... Y flechas... Y, por qué no? Alguna armadura acolchonada.  No tengo mucho dinero niño, así que espero poder hacerme de lo que necesito con lo que tengo.

Crucé mis brazos sobre el pecho y miré a Cyna.  Había avanzado mucho en su existencia, aunque para mí siempre seguiría siendo, en parte, esa niña superviviente.  Qué decías sobre tu cuchillo?

El jovenzuelo aprendiz parece inhabituado a ver tantos clientes de golpe. Hurga debajo del mostrador y saca un trapo que despliega.

-Un momentito, un momentito. Dagas: la primera 4 monedas de plata, la segunda 3, la tercera 6.

Hace un gesto para que Cyna pueda probarlas.

-Ahora, sable, flechas y armadura... veré qué puedo hacer, un momento. Desaparece en la trastienda.

Estaba mirando alrededor cuando una voz me sobresaltó, por instinto mi mano se agarró a la empuñadura de mi estoque, pero al comprobar que era Casio la solté suspirando. Buen día Casio, no he dormido nada bien. Esas sabandijas con las que vivo han estado peleándose entre ellos toda la noche. Han cogido mi daga y a saber en que cuello ha terminado... Me dirijo a la mesa al ver que el ayudante sacaba las dagas. Las compruebo miniciosamente, observo las hojas, el tamaño, el peso...La primera y la última eran las mejores sin duda, pero el precio me parecía excesivo. Esperé a que el aprendiz regresara para intentar negociar por la última daga.

El aprendiz regresa acompañado del herrero, quien os mira, reconoce a Cuba, sonríe , es vecina.

Veo que sois amigos y vais escasos de dinero, sí ossi os lleváis todo os haré un descuentillo.

Sobre la mesa extiende tres sables y unas flechas, y arrastra un arcón que abre ante ellos. Hay varios ropajes. Extrae una armadura acolchada vieja, robusta y negra. 

Tengo alguna otra armadura, pero esta es la más económica que te puedo ofrecer. Que no te despiste su aspecto, es que es muy vieja, me la cedió un coleccionista que se mudaba a otra ciudad, aseguraba que es muy muy vieja, de cuando Arcadia estuvo en guerra, eché un ojo y vi que no solo es coleccionismo, es consistente... cuánto dinero disponéis? Tal vez podamos hacer un arreglo.

Entra un tipo encapuchado, alto y sin embargo su apariencia es elegante, parece incluso de la nobleza por el porte, se sienta en la barra, junto a Solís y mira de reojo al duende. Se dirige a Marga.

Una jarra de vino de la casa para un forastero, por favor, y algo de información.

El hombre embozado procura que lo escuchen los presentes aunque al mismo tiempo parece disimular.

Busco gente de mala calaña, esa a la que el adjetivo ni tan siquiera le ofende... Esos que matarían a su madre y a su hija por unas monedas. Y también alguien que me guíe estos días en la ciudad. Tengo entendido que este es el lugar idóneo para dar con alguien así.

Su acento delata que en efecto es extranjero y la raza, debajo de la capucha , no queda clara, podría ser humano, elfo, o quizás incluso reptiloide.

Miré con beneplácito lo que había sobre la mesa.

Me gusta la armadura y necesitaré las flechas y el sable.  Así que estoy proclive a llevar las tres cosas.  Digo a Cyna.

Miro más detenidamente los sables para saber cuál me sirve más.

Qué precios manejas? Pregunté al herrero.

Hay alguna capucha por ahí? Digo mientras remuevo por el arcón en busca de una que sea bien grande y pueda ocultar mi rostro en sombra. Si hay y nos haces precio yo me llevaría la capucha y esa daga tan bonita. Añado mientras señalo la tercera daga dorada.

Sí , sí, rebusca , al menos una hay ahí. A ver la armadura 4, el cuchillo 6, el sable 3, las flechas 1, y la capucha 5 de bronce... Os lo dejo todo en 12. Precio de amigo.

Mientras negociáis entra un tipo embravecido, un humano de color azabache, alto, colérico o nervioso. Se dirige a Vulcano, le saluda y dice que necesita urgentemente hablar con su aprendiz. El chaval se acerca al hombre preguntando qué sucede y el hombre le da un sablazo en el torso. Es profundo, el muchacho cae al suelo, la sangre brota abundante y os salpica...

Bien 12 será... Miré a Cyna y le dije: Tú debías pagar 6 platas y 5 bronces y yo 8 platas... Nos ahorramos 2 platas y 5 bronces... Te parece si pago 6 y 5 y tú 5 y 5.

Estaba negociando y evaluando con qué sable me quedaría, cuando entró el agresor.

Tomé uno de los sables de la mesa y arremetí contra el atacante que acaba de lacerar al aprendiz de Vulcano.

No sé qué crees que hacés... Pero no puedes simplemente entrar así y atacar a alguien...

Tas que habia salido de la taberna, va a buscar en la forja sus nuevas ganzuas...
 

Cuando el agresor escucha a Casio grita enervado:

-Esa sabandija engañó y deshonró a mi hija, ¡es lo que merece!