Partida Rol por web

Desesperación carmesí

Forja de libertad

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20/09/2009, 20:48
Arnvald

El cálido tacto de Gerhardine hizo vibrar el cuerpo de Arnvald, el cual había temido más por la vida de la mujer que por la suya propia.
Le faltaba el aliento, pero no podía asegurar que se debiera únicamente al combate que había tenido lugar un minuto antes. Su atención estaba puesta en los carnosos labios que ahora le sonreían, provocando un calor aún más profundo que el roce que le había confortado anteriormente.
El licántropo huía y no tenía intención alguna de perseguirle. Aún no sabía cómo podían continuar con vida, pero así era.
Sonrió a la mujer. - Estoy bien. - Y era cierto. Ni siquiera sentía la herida a la cual se refería Gerhardine. Quizá más tarde, pero por el momento se centraba más en lo dicho por ella.
¿Deberle la vida? Él la debía mucho más, aunque creía que jamás lo confesaría. ¿Cómo hacerlo? Lo habían perdido todo. Ya no tenían a nadie excepto a ellos mismos y no estaba dispuesto a hacer peligrar tambien eso. La observaría a distancia desde sólo un metro de distancia.

Tenemos que regresar. - propuso Arnvald mirando en todas direcciones, aunque debía reconocer que le costó un gran esfuerzo apartar la mirada del brillo que la luna arrancaba de los ojos de la mujer - Este lugar no es seguro.

Y parecía cierto, pues para corroborar aquella afirmación de Arnvald, una fuerte detonación se escuchó en la noche, seguido por unos rugidos que ahora reconocían muy bien.
Procedían del lugar donde se encontraba el campamento. ¿Habría más? ¿Acaso aquellos monstruos se habían dividido para atacar también al resto?

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20/09/2009, 21:02
Meredith Gailast

¿Qué había sido eso? ¿Magia?

Los ojos de Meredith eran dos puntos negros, pues el terror le había dilatado las pupilas hasta lo máximo. De pronto veía criaturas, cuya existencia jamás había creído posible, avalanzarse hacia ellos con el único y visible propósito de comérselos. O peor. Todos reaccionaban posicionándose con rapidez, como manecillas del tiempo girando sobre sí mismas, buscando a sus compañeras para hacer caminar al sistema, intentando encajar. Los brillos de las armas eran los relámpagos en la noche, visibles y letales; pero otras cosas habían sido los truenos. Meredith había identificado de dónde habían salido, pero no los había podido ver. El sonido le había puesto la piel de punta, y le había erizado todos los nervios. ¿Qué clase de truenos había concentrado el extranjero, que habían fulminado a la criatura?

Un solo vistazo de la situación le indicó la realidad: no tenía ningún rol que cumplir allí. Jamás había manejado una espada, ni se había acercado siquiera a una exhibición de combate. Lo único que conocía de eso había sido por él... y esos recuerdos habían quedado sepultados bajo demasiadas capas de tierra y dolor. Meredith no era capaz de excavar tan rápido en su memoria, estando tan asustada como lo estaba. Ni siquiera era capaz de moverse, mientras veía salpicar la sangre cerca suyo, y les veía acercarse y echarse cada vez más sobre los demás. Intuyó, por el cómo se habían dividido, que ella no les interesaba, ni la habían visto. Tenía tiempo para salir de allí. Tenía la posibilidad de correr, pero... ¿hacia dónde?

¿Cuánto tardarían en alcanzarla? ¿Cuánto tardaría en matarla la culpa?

Meredith lo hizo muy rápido. Ya lo había hecho antes, varias veces, pero se resistía a recordarlo. Se resistía a aceptar que ella había podido sobrevivir, tiempo atrás. Era preferible creer que no era capaz de hacerlo. No sabía de espadas, ni sabía de lucha, pero sí sabía una cosa básica: el fuego todo lo conserva y todo lo destruye. Antes de volver en sí, ya había agarrado un largo madero de la hoguera por la parte apagada, y lo levantaba en arco hacia el cielo. Sabía que nadie repararía en ella: nunca nadie lo hacía. Menos lo harían las criaturas.

Amparada en ese anonimato, Meredith se acercó por detrás de uno de los licántropos que iban hacia Zack. Esperó.

Cuando la criatura hizo el primer movimiento de ataque, el fuego fue directo hacia su nuca.

Notas de juego

Interpreto que en la edad de este mundo, no se han visto aún las armas de fuego :P

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20/09/2009, 23:34
Zack Shermann

A Zack no se le escapó ese extraño sonido que surcó la noche en el albor de la batalla, pero tenía cosas más importantes en las que centrarse. En concreto dos grandes y peligrosas cosas en las que centrarse. El joven herrero no sabía muy bien que hacer, pocas veces había combatido cuerpo a cuerpo y casi ninguna en serio y, mucho menos, contra criaturas tan espeluznantes y grandes como las que ahora tenía enfrente.

Sin encontrar el momento de atacar, pero sin descuidar su defensa, que era lo más que podía hacer en inferioridad numérica, Zack aferró con fuerza su espada dispuesto a utilizarla si le daban la oportunidad y con la otra blandió la ardiente estaca dibujando un arco luminoso delante suya para mantener a sus adversarios a distancia, dando pequeños pasos intimidatorios al frente esperando un despiste de aquellos grandes lobos, esperando su oportunidad.

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21/09/2009, 03:24
Gerhardine Hallberg

Gerhardine asintió al oír de boca de Arnvald que se sentía bien, respirando, pese a lo ocurrido, aliviada al ver que así era. Ambos estaban heridos, él más que ella, pero gracias a... bueno, gracias a la buena fortuna se trataba de heridas superficiales, o al menos eso creía la joven, ya habría tiempo de comprobar que así fuera cuando la mujer esa, Meredith, lo examinara. ¿No se negaría a hacerlo o sí?

-Tenemos que regresar -dijo él-. Este lugar no es seguro.

Y la joven no pudo estar más de acuerdo. Volvió a enfundar su arma pero no acababa de hacerlo cuando un estruendo muy similar sino es que igual al que oyera cuando estaba en Ródennos se oyó seguido de unos rugidos que ahora le parecían inconfundibles.

-¿Qué fue eso? -preguntó en referencia al estruendo, pero no preguntó con temor, o quizás sí, pero ese temor no era por el estruendo pues tenía el presentimiento que ese sonido estaba directamente relacionado con Kane y Leonard, sino por los rugidos, a esos rugidos sí que les temía.

{b]-¿¡Hay más!?[/b] -lo suyo era más una afirmación que una pregunta- Los atacan y el único que está con ellos es Harlan...

Una curandera, una mujer que hasta antes de emprender la marcha todos, o casi todos, creían se trataba de un muchachito enclenque y otra a la que no había visto más que llorar y dar muestras de debilidad. Y así comenzó a enumerar en su mente a las personas que componían el grupo y de todos los únicos que creía podían hacer algo eran el herrero, que por su oficio debía (o al menos así creía) saber usar un arma era Zack. ¿Pero qué había de Sadicer? Ya tendría tiempo de averiguarlo, por lo pronto el instinto y la razón le decían que debía correr... correr e intentar ayudarlos.

Y así, sin más, Gerhardine echó a correr en dirección al campamento. Puede que no corriera con la misma suerte y esta vez sucumbiera bajo las fauces de los licántropos, pero al menos lo habría intentado y confiaba en que Arnvald sería de la misma idea.

Notas de juego

No recuerdo si el que sobrevivió era Harlan o Serhjan xDDD

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24/09/2009, 10:50
Dhan

Dhanna observó como el brazo del licántropo se perdía en la oscuridad de aquella noche, dejando un cuerpo dolorido y desgarrado que rugía de dolor y de rabia.

No bajó la guardia, sabía quién había dado aquel golpe y no iba a girar la cabeza para perder de vista a su enemigo, ni un instante siquiera, eso muy bien se lo había enseñado su Maestro, a base de golpes en la cabeza con su garrote.

Es cierto que el disparo de la extraña arma no la hizo perder la concentración, pero el ver morir a otro de los licántropos simplemente por estar delante de aquel ruido ensordecedor si la sorprendió. Aún así su contrincante seguía vivo ante ella, había desviado su golpe con facilidad, demasiada, si no llega a ser por Sadicer habría estado en serio peligro. Eso la cabreó, no le gustaba depender de nadie, y sabía que Sadicer lo usaría para regañarla y advertirla de que no estaba preparada para lanzarse al combate sola.

De nuevo blandió su espada, y recordando a su Maestro, lanzó otro golpe directo a la cabeza del animal, de arriba a abajo para si fallaba en su primer objetivo, el segundo fuera directo a su pecho y no lo pudiera esquivar. Quizás no tenía la fuerza ni la habilidad de decapitarlo a la primera como el soldado de Rosilynn, pero golpe tras golpe terminaría por acabar con aquella bestia infernal.

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24/09/2009, 11:14
Kane

Kane se fijo en que dos bestias, no sabía aún si llamarlas hombres lobo, puesto que le sonaba un poco a cuento infantil, se dirigían hacia él. Las demás, observó no con tanta tranquilidad como intentaba aparentar, que seguían en sus trece contra los que tenía más cercanos. No sabía contra quien luchaban ni a quien tenían cerca. Ni siquiera a quien tenía él mismo cerca para ayudarle. Tampoco sabía si aquellas dos criaturas iban a por él o a por alguien que estubiera cerca. Se encontraba metido en una burbuja de terror y no podía ver más allá de lo que sus sentidos le estaban indicando, y es que aquellas dos criaturas iban en su dirección.

Siguió con su arma levantada, siempre había sido un buen pistolero, fallaba pocas veces y ésta no podía ser una de ellas, pero claro, mientras disparaba a una de ellas, posiblemente la otra criatura se le acercaría demasiado como para que el arma de fuego no fuese suficientemente útil. Sin pensarlo y tal y como hacía siempre que se metía en problemas, su mano izquierda se fue derecha a por su cuchillo. Pocas veces había usado la pistola, y desde que todo esto había empezado, no paraba de usarla.

Ahora... tenía la sangre fría suficiente como para matar.

Respiró hondo, intentando que sus movimientos con la mano izquierda en busca de su cuchillo no le distrajeran ni le restasen puntería, y disparó nuevamente el arma, moviendo rápidamente el brazo hacia la otra criatura, sin saber muy bien si había acertado o no. Tenía que ser rápido si quiería sobrevivir.

El tacto del cuchillo en sus dedos le hiso sentirse más seguro.

Notas de juego

¿Quien anda cerca de mí?

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26/09/2009, 20:44
Licántropo

Era el caos. Parecía increíble cómo una escena de aparente tranquilidad, con un grupo de viajeros reunidos en torno a una hoguera y aprestándose a un descanso bien merecido, había sido transformada en un escenario de sangre y fuego.
Las sombras bailaban en torno a ellos, multiplicadas ahora por el uso de improvisadas antorchas que los humanos utilizaban en su defensa sin que estas frenaran el enloquecido avance de las criaturas.

En un intento de traer cordura a este escenario, el narrador que suscribe realizará una descripción de los diferentes combates que tienen lugar en la noche del primer día de viaje hacia lo desconocido.

Comenzaremos por la joven que, tras el primer ataque fallido, muestra el fuego de la furia en sus ojos. Sus manos son guiadas ahora por el ansia de demostrar que es digna de haber sido una de las elegidas...de corresponder a las enseñanzas dadas por su maestro durante años y así impedir que su nombre sea arrastrado por el barro de su vergüenza.
Las manos de Dhanna se alzan para trazar un arco mortal con su espada sobre el licántropo herido que se encuentra frente a ella.
El rostro de la bestia se encuentra vuelto en dirección a aquel que le ha arrebatado el brazo y que ha provocado un dolor jamás sentido, por lo que no ve el frío acerco que desciende sobre él.
Los brazos de la muchacha se tensan al encontrar la fuerte resistencia de una piel endurecida y cubierta por un denso pelaje. Siente el impacto y la espada vibra pero consigue que esta continue su viaje, rasgando el cuerpo lobuno hasta que la hoja se hunde profundamente en el torso de la bestia.
Ni un gruñido se desprende del licántropo que, con gesto de sorpresa, vuelve su mirada hacia aquella que ha sido capaz de herirle de muerte...pero no la ve. Sus ojos ya han perdido esa capacidad, así como sus piernas la de sostenerle.
La bestia cae para no volver a levantarse, llevándose con él la espada antes de que Dhanna sea capaz de extraerla de su cuerpo.
A su lado, Sadicer sonríe antes de volverse en busca de un nuevo peligro.

Un poco más allá, dos licántropos se avalanzan rápidamente sobre aquel que era capaz de matar a distancia. Para ellos era de vital importancia arrebatarle la vida para conseguir una victoria que ahora no tenían tan clara.
Nunca nadie les había ofrecido tanta resistencia, pero sí les habían obligado más de una vez a acechar a sus presas. Sitiarlas y girar en torno suyo hasta que veían el momento adecuado para atacar.
Sin embargo ahora eso no era posible, pues aquel hombre no necesitaba acercarse para abatirles...debían matarle, destrozarle, arrancarle la piel a tiras y disfrutar cuando su sangre recorriera cálida el interior de sus gargantas.
Les hubiese gustado atacarle desde dos direcciones diferentes, pero no disponían ni de tiempo ni de espacio. Es por ese motivo por el que corren separados por apenas medio metro. Dos moles de músculo y armas naturales con la muerte destilando de cada una de sus garras y bocas.
El hombre alza nuevamente su extraña arma y una nueva detonación se alza hacia la cúpula estrellada del firmamento.
Uno de los hombres lobo cae, mientras que el otro apenas se da cuenta de este hecho. Únicamente tiene un deseo y se acerca cada vez más a él. Si ansia es tal que no ve el brillo que surge ahora de la mano izquierda de Kane.
Su garra izquierda traza un arco pero el detective ya no se encuentra en el lugar esperado. Se ha desplazado un paso a la derecha para esquivarlo...no lo suficientemente rápido. Las uñas del licántropo desgarran ropa y carne de su hombro izquierdo.
Un rugido de satisfacción se desprende de la garganta de la bestia al sentir la cálida sangre, frenando su avance para volverse en dirección a su presa.
Nunca tendrá la oportunidad de volver a repetir semejante ataque. Una forma comienza a surgir del suelo. Allí donde un segundo antes no había más que suelo y sombras ahora se encuentra el cuerpo del otro extranjero.
Leonard alza su brazo hasta apoyar su arma sobre la sien del licántropo. Este no tiene opción alguna. Un nuevo disparo y trozos de cráneo saltan al aire. El cuerpo se agita durante un segundo antes de caer al suelo sin vida.

Junto a la hoguera un joven herrero se enfrenta ahora al ataque de dos enemigos. No parecen asustados por el fuego que este blande en su mano izquierda, pero sí han detenido su avance para evitar las quemaduras que este pudiera producirles.
No saben qué ha ocurrido con sus compañeros, pero por los rugidos de estos pueden deducir que los humanos están cayendo bajo sus ávidas fauces. No es extraño, ya que nadie puede vencerles.
Los licántropos se abren lentamente, agachándose para preparar el salto que les llevará a caer sobre su presa.
Están concentrados. No miran a su alrededor, por lo que la presencia de Meredigh pasa completamente desapercivida hasta el momento en que esta ataca con la tea que ha recogido de la hoguera.
La noche se llena del fétido olor producido por el pelo quemado. Este tardará tiempo en volver a cubrir la parte trasera del cráneo lobuno. Las llamas no permanecen encendidas pero el daño ya está hecho.
El dolor le obliga a volverse, dando la espalda a Zack para encontrarse con aquella que le ha provocado el dolor.
Un nuevo rugido. Una nueva amenaza...una nueva presa. Su brazo se alza con intención de descargarlo con toda su fuerza sobre la mujer. Sólo unos segundos marcarán la diferencia entre la vida y la muerte.
Por su parte, Zack mantiene su posición a la espera de encontrar una brecha en la defensa de los licántropos que le atacaban. Y ahora acaba de encontrarla, pero usarla significa bajar la guardia con respecto al otro atacante. ¿Qué hará? ¿Arriesgará su vida para defender la de Meredith?

Volveremos nuestra atención ahora a la orilla del lago, donde Majud mantiene una postura defensiva mientras los combates se desarrollan a su alrededor.
Nunca ha tenido que enfrentarse a nada similar y ahora ve que se encuentra sola ante la bestia que se avalanza sobre ella. Los demás se encuentra ocupados y nadie está mirando en su dirección por el momento. Tendrá que luchar.
El licántropo sonríe...o eso parece, aunque no es posible asegurarlo. La ristra de dientes que muestra brillan anaranjados, producto de la luz proveniente de la hoguera. Son una promesa de dolor que se abate sobre la joven.
Los ojos de la bestia se fijan en el acero que esta sostiene y decide que no es lo suficientemente peligrosa para él.
Tras un segundo de duda, el licántropo salta hacia la mujer.

El último combate se desarrolla en el borde del claro, donde el licántropo de mayor envergadura gira en torno a Harlan, el guerrero de Rosslyn.
Él ha sido el primero en abatir a un licántropo, y por ello se ha ganado las atenciones de aquel que los dirige. El más antiguo y fuerte de la manada...y también el más sabio.
Los años han conseguido que la bestia sea capaz de mantener sus ansias bajo control, sin lanzarse al ataque llevado únicamente por su sed de sangre. Sólo él ha vivido la derrota en sus carnes y muestra de ello es la amplia cicatriz que muestra en su rostro animal. Únicamente uno de sus ojos tiene capacidad de visión, pero este se encuentra fijo en el hombre que porta la hoja ensangrentada.
Harlan espera en posición defensiva. Sabe del peligro que tiene utilizar dos veces la misma técnica y que este nuevo adversario no será tan fácil de eludir.
El duelo de miradas se mantiene durante unos segundos, hasta que el licántropo decide que ya ha esperado lo suficiente.
Se lanza hacia delante, pero no lo hace de un salto, ya que en el aire perdería la capacidad de reacción. Sus potentes patas traseras le impulsan hacia delante y ofrece su torso al humano...y este cae en la trampa.
Harlan ataca con potencia, pero el lobo ya ha cambiado de dirección cuando el acero surca el aire donde antes se encontraba su objetivo.
El error hace perder el equilibrio al de Rosslyn, sellando su destino. Un instante despues unas enormes fauces se cierran en torno a la cabeza del hombre y aprietan con una fuerza desmesurada.
Los huesos no son capaces de soportar la tensión y se quiebran con sonidos secos. La sangre fluye en la boca del licántropo que, con un rápido gesto, agita la cabeza hasta que la de su presa se desprende del resto del cuerpo...Harlan ha caído. Su cuerpo se estremece en el suelo, dejando un charco de sangre bajo su cuerpo mutilado.

Notas de juego

Recuento:

Dos licántropos junto a Zack y Meredith, otro frente a Majud y uno más que acaba de cargarse a Harlan.

Sigamos con el combate.

 

Kane. A tu lado se encuentra Leonard, que vete tú a saber de dónde ha salido...pero estás seguro que un segundo antes no estaba a tu lado.
Los demás no se encuentran demasiado lejos. Ten en cuenta que todos estábais junto a la hoguera y los combates tampoco os ha llevado a alejaros demasiado.

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26/09/2009, 21:47
Arnvald

Corrieron. Dejaron atrás el lugar donde habían tenido que luchar por su vida para llegar a un destino que ahora resultaba una incógnita.
Poco importaba el ruído que hicieran al correr, puesto que a cada paso que se acercaban al lugar de descanso elegido por el grupo, percibían con mayor claridad que allí tenía lugar un combate.
La oscuridad no era de mucha ayuda y no podían avanzar con la celeridad que les hubiera gustado, teniendo que tener cuidado de no tropezar con alguna raíz que acabara con su alocada carrera.

Arnvald seguía los pasos de Gerhardine. Era muy posible que hubiera podido adelantarla, pero su atención no estaba puesta únicamente en lo que encontrarían delante, sino en lo que habían dejado atrás.
Uno de los licántropos había escapado y nada podía asegurarle que no hubiera más en las inmediaciones...todo eso dejó de tener importancia cuando llegaron al límite del bosque y pudieron observar lo que ocurría en torno a la hoguera.

La imagen era dantesca. Sadicer y Dhanna se encontraban frente al cuerpo de un licántropo, donde la muchacha intentaba sacar su espada del cuerpo de la bestia.
Un poco más allá, dos licántropos se abalanzaron sobre Kane, aquel extranjero que no paraba de quejarse de casi todo.
De él había provenido el fuerte sonido que había viajado en el aire nocturno, pues ahora volvía a mostrar un objeto extraño ante él y el estampido se produjo nuevamente. Otro licántropo caía sin vida al suelo.
La otra bestia lanzó un zarpazo pero el hombre consiguió esquivarlo casi por completo...casi. Cuando parecía que la criatura sería capaz de acabar con él, de la nada surgió un Leonard que también portaba un arma parecida a la de su compañero. Un estampido más...una bestia menos.

Junto a la orilla del lago se encontraba Majud, en posición defensiva, acosada por otra de aquellas criaturas, mientras que a unos cuatro o cinco metros, Zack y Meredith se enfrentaban a otros dos.
El herrero portaba una espada en una mano y una antorcha en la otra, pero la mujer únicamente poseía una tea con la que defenderse.
Sin embargo era esta última la que había causado daño a uno de los licántropos, atacándole con fuego por la espalda mientras este tenía puesta su atención en el herrero.

Pero todo eso no importaba, pues la atención tanto de Gerhardine como de Arnvald se centró en el combate que tenía lugar más cerca de ellos.
Un licántropo yacía ya a los pies de Harlam, pero ahora se enfrentaba a uno que tenía una altura desmesurada. Era, de largo, el más grande de todos ellos.
Harlan esperaba en posición defensiva, con toda su atención puesta en los movimientos de la bestia.
El duelo de miradas se mantiene durante unos segundos, hasta que el licántropo decidió que ya había esperado lo suficiente.
Se lanzó hacia delante, pero no lo hizo de un salto, ya que en el aire perdería la capacidad de reacción. Sus potentes patas traseras le impulsaron hacia delante y ofreció su torso al humano...y este cayó en la trampa.
Harlan atacó con potencia, pero el lobo ya había cambiado de dirección cuando el acero surcó el aire donde antes se encontraba su objetivo.
El error le hizo perder el equilibrio al guerrero de Rosslyn, sellando su destino. Un instante despues unas enormes fauces se cerraron en torno a la cabeza del hombre y apretaron con una fuerza desmesurada.
Los huesos no fueron capaces de soportar la tensión y se quebraron con sonidos secos. La sangre fluyó en la boca del licántropo que, con un rápido gesto, agitó la cabeza hasta que la de su presa se desprendió del resto del cuerpo...Harlan había caído. Su cuerpo se estremeció en el suelo, dejando un charco de sangre bajo su cuerpo mutilado.
 

Notas de juego

Si entras en el claro ya puedes marcar a los demás.

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04/10/2009, 20:16
Zack Shermann

El herrero se encontraba cada vez más acorralado. Sabía que no podría mantener la posición mucho tiempo más, aquellos enormes lobos se estaban posicionando bien y pronto no tendría escapatoria. No sabía bien que era lo que ocurría con los demás, escuchaba mucho ruido pero, su posición tras la hoguera le impedía ver nada de lo que ocurría a su alrededor. - ¿Por qué tardan tanto? ¿Por qué no me ayuda nadie?.... ¿Será que ya estoy solo?... ¿Tan rápido ha acabado "nuestra gran misión"? -

Zack empezaba a divagar un poco, bajando inconscientemente la tea que le servía de barrera con el enemigo, aunque era difícil determinar si lo hacía por desesperación o por cansancio, pues el enorme tarugo llameante pesaba bastante. En ese momento una la ayuda llegó desde la espalada de los licántropos, aunque no pudo ver bien en la oscuridad quien era su benefactor. Una de las bestias soltó un rugido y se dio la vuelta, lo cual desconcentró ligeramente al otro. No era mucho, pero era lo que Zack llevaba esperando todo el tiempo y sabía que, probablemente, no volvería tener una oportunidad como aquella ni, por supuesto, una mejor.

Tenía dos posibilidades, atacar al lobo con el que se había quedado solo aprovechando que tenía la iniciativa tras el ataque a su compañero o atacar al que ahora le daba la espalda, que era un objetivo más seguro pero le dejaba bastante vendido el flanco a la otra bestia. Una decisión importante y demasiado poco tiempo para decidir.

Finalmente Zack se lanzó al ataque. Era lo que tenía que hacer, aunque no sabía como acabaría aquella acción. Separó los brazos, dirigiendo la tea hacia la bestia que aún le acechaba con la única intención de distraerla e intentar mantener la distancia mientras el brazo que mantenía elevada la espada se flexionó para coger todo el impulso posible y tratar de clavar el filo de acero en el costado, ahora desprotegido, del chamuscado licántropo.

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05/10/2009, 18:49
Majud Dahatsy

El corazón de la joven se detuvo un instante, los rugidos, el olor, los gritos de sus compañeros, todo desapareció cuando vio a aquella bestia lanzarse sobre ella como si fuera cualquier cosa. Majud no era tonta, sabía usar una espada pero por un momento se había quedado paralizada, pero no le tomó más que un instante retomar y con fuerza sostener la espada. Por su cabeza pasó un sólo rostro y una sola voz: la de su padre. Por muy dolorosa que había sido la mentira, ella lo amaba y sabía que él a ella, tenía que volver a verlo.

Mientras el animal o lo que fuera se avalanzaba sobre ella, levantó con firmeza la espada, mirando al animal fijamente a los ojos, con mucho odio y mucho miedo pero ese miedo era el que le daba la fortaleza, tiró con empeño de la espada intentando clavarla en el pecho del lobo, luego dio un paso hacia atrás buscando no quedar expuesta a él. Su corazón latía con fuerza, su frente mostraba perlas de sudor que brillaban a la luz del fuego pero ella no iba a detenerse y si moría..., si moría su padre sabría que ella había pensado en él en el último momento.

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11/10/2009, 21:48
Meredith Gailast

Todo sucedió como relentizado, como un sueño o una pesadilla. Meredith se vio a sí misma empuñando un arma inentendible, en dirección a quien necesitaba sólo de una uña para defenderse. El olor a la quemadura inundó el pequeño espacio que los separaba, y se metió de lleno en sus pulmones y su piel. La criatura había girado sobre sí misma para enfrentarla, y le enseñaba no sólo los dientes si no toda la furia animal que el ataque había despertado. El sonido se detuvo cuando el brazo del licántropo se alzó confundiéndose con el cielo, y sus garras brillaron tenuemente recortándose contra la oscuridad. Las pupilas de Meredith se volvieron sus ojos, dilatadas, llenas de adrenalina. Estaba viendo la muerte frente a frente, luego de tantos años de intuirla, de creerla. La muerte...

Sintió el enorme deseo de gritar. No pudo hacerlo, pues las cuerdas vocales se le habían hecho un nudo; y sólo le quedó agachar la cabeza y esperar. De hecho, por un segundo lo hizo, y fue la presa más fácil que el licántropo hubiese visto jamás, entregada a sus pies. A diferencia de todos a su alrededor, Meredith se había quedado quieta, con los ojos en el suelo, y se le había anulado toda reacción. La muerte por fin había aparecido, y estaba a punto de quitarle el peso de ser ella misma quien la hiciera caer sobre sí. Era el golpe definitivo, la supresión de su cuerpo. Ya hacía mucho tiempo que, anticipadamente, la muerte se había llevado todo lo demás. Nada importaba... todo terminaría. Zack tenía su oportunidad de vivir, y Meredith lo conseguiría. La vida sin corazón se había terminado. La muerte sería, por fin, permamente.

Pero un aullido de rabia, tan cercano como su aliento lleno de putrefacción, sacó a Meredith de su convencimiento. Por el rabillo del ojo vio una espada dirigiéndose a quien sería su verdugo. No necesitó mucho para identificar a quién pertenecía el arma, y por un instante, se encontró sorprendida y suspendida en la mayor de las incertidumbres. Zack había elegido mal. El licántropo se distraería, pero el otro le saltaría encima y lo haría pedazos. No había servido para nada. Al contrario, lo único que había hecho había sido ponerlo en otra situación de muerte. Y Meredith no quería arrastrar a nadie con ella... ¿por qué hacerlo? ¿Qué sentido tenía?

No tuvo poder de decisión. No fue más que un reflejo. Alzó la cabeza y el brazo al mismo tiempo, y dirigió en forma de arco el fuego a los ojos del licántropo frente a ella. Luego de hacerlo, soltó el madero y el arco de luz y calor salió despedido hacia un costado, hacia el sitio donde la otra criatura se preparaba para atacar a Zack. Empezó a caer cerca del herrero, relentizado, como en cámara lenta. Y ahí sí, Meredith se quedó inmóvil, sin saber a dónde correr.

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14/10/2009, 09:29
Kane

No estaba acostumbrado a disparar a nadie, pero desde que había empezado todo esto, lo había tenido que hacer en más de una ocación. Un recuerdo de lo que fue su vida antes de conocer su tatuaje le atravesó la mente como una flecha envenenada. Nunca más recuperaría aquella placentera vida de negocios oscuros donde se jugaba la vida... si... se jugaba la vida como ahora... sus pensamientos se liaron, se ocultaron, se confundieron con la acción que se estaba viendo delante de sus pupilas. Aquellos dos enormes molas de pelo, grasa y carne corrían a una velocidad endiablada y él no era muy rápido con su pistola.

El primer disparó mató a uno de ellos, pero cuando movió el brazo para acertar al segundo, éste ya lo tenía encima. Se intentó apartar, pero aquella criatura consiguó arañarle el hombro con gran violencia y de repente, como un angel vengador caido del cielo, apareció su compañero para disparar en la cabeza al licantropo.

El dolor hiso que Kane no pensara en que truco había usado Leonard para aparecer y desaparecer en aquel momento y lugar. Quizás conocía aquel truco, quizás lo había visto realizar antes, pero el dolor le impedía pensar. Se aferró el brazo, donde las heridas le escocían, y estubo a punto de dejar caer su pistola. Pero se autoconvenció de que aquél no era el momento de hacerse el herido, tenía que seguir disparando a los que quedavan con vida.

Miró alrededor de él con la máxima rapidez que le permitió el dolor y la situación, pero no consiguó ver mucho, ya que lo primero que vió fue al licántropo que había acabado con la vida de Harlan. Estaba sólo y era un buen objetivo. Levantó la pistola, apuntó, tenía tiempo para ello, y disparó como si la vida le fuese en ello.

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15/10/2009, 09:01
Dhan

Dhanna está satisfecha, sonríe pícaramente, su primera pieza... no era la primera vez que mataba un ser vivo, pero si la primera que lo hacía blandiendo su espada y estando en peligro su vida... sin contar que era un animal de leyenda, un terrible licántropo, lo que hacía la victoria mucho más impresionante.

Sin embargo, y para fastidio de la joven, la espada quedó incrustada en la fuerte musculatura de la bestia, con lo que la perdió de vista cuando cayó al suelo. Tras lo que Dhanna se apresuró para recuperarla lo antes posible, todavía se encontraba en una dura batalla y sin su arma, podría estar en grave peligro.

Su corazón latía con la fuerza y el vigor de la juventud, su mente pensaba con la rapidez y la picardía de las mujeres, pero sus brazos... no eran los de un hombre acostumbrado a la guerra. Así que tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para extraer la espada, llena de sangre y vísceras...

Dhanna estaba literalmente sobre la bestia cuando vio como el otro soldado perecía ante su oponente. Era mucho más grande que los demás, y sus ojos tenían un brillo de astucia y comprensión que la hicieron erizarse de miedo. Aún así Dhanna observó la situación, sus compañeros y sus opononentes, todos parecían estar combatiendo bien. Los extranjeros con sus extrañas brujerías y fuertes artilugios, mataban mucho más rápido y contundentemente, aunque parecían los más débiles, estaba claro que podrían arreglarse solos.

Majud atacaba ya a su oponente, parecía tan asustada y frágil como ella misma, pero sabía que podría con la bestia, era fuerte y luchaba bien.

Meredtih y Zack estaban siendo acosados por dos bestias, y solo Zack llevaba armas, aunque tenían el fuego de su parte.

Miré a Sadicer que continuaba cerca de mí... con un golpe de cabeza le indiqué la situación de Zack... ves tú, le dejé entender... No creo que pueda él solo con dos bestias, y estás más cerca que yo de ellos...

Acto seguido y tras la afirmación de Sadicer, que sale en su ayuda, me voy corriendo lo más rápido que puedo, espada en alto para atacar a la bestia que está ante Majud. En cuanto llego le asesto un fuerte golpe, al igual que hiciera con la bestia anterior, de arriba a abajo y tratando de golpear en cabeza y pecho, para evitar así que el licantropo pueda evitarlo por completo.

Apenas miro a la joven... esta chica terminará odiandome... pensé mientras sentía la dureza de la piel animal.

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15/10/2009, 20:51
Arnvald

La sangre regaba el suelo alrededor de la hoguera. Allí se mezclaba el fluído vital de hombres y bestias, demostrando que no existía tanta diferencia bajo la piel como sobre ella.
Puede que aquel claro fuese bautizado, en un futuro, con otro nombre por los trovadores, pero en aquel momento era un simple pedazo de tierra. Anónimo. Nada más que un lugar de paso para multitud de viajeros.

Los cadáveres mutilados de ambos bandos descansarían para siempre allí. Sus ánimas se encargarían de vigilar aquel lugar, avisando a los desprevenidos de la insensatez que sería reposar junto a aquellas aguas tranquilas.
Debería aún pasar algún tiempo, pero antes o despues la naturaleza reclamaría para sí la zona donde tenía lugar el combate. Los nómadas rehuirían el camino y trazarían un rodeo para no pasar por allí.
Incluso los animales del bosque evitarían un lugar que siempre habían utilizado para calmar su sed.

Pero ahora eso no tenía importancia, pues la muerte caminaba entre los que batallaban. Con la guadaña alzada y dispuesta para descender con prontitud sobre alguno de ellos.
Poco le importaba quien fuera el elegido. No hacía distinción alguna. Simplemente segaría el hilo de la vida de aquel cuyo destino le llevara bajo su afilada hoja.
La parca alzó la mirada, presta a acudir allá donde se requirieran sus servicios. Y no podía negar que precisaría ser veloz como el viento. Un suspiro que arrebatara el aliento a aquel cuyo tiempo hubiese terminado.

Primero centró sus inmateriales ojos sobre la muchacha que, junto a la orilla del lago, hacía frente a aquella mole de músculo.
Una fuerza de la naturaleza enfrentada contra las habilidades aprendidas durante unos pocos años. La balanza se inclinaba favorablemente hacia uno de los lados. Sólo tendría que esperar unos segundos hasta poder recolectar su alma.
Con lo que no contaba la parca, aunque en sus milenios de vida ya debería haberlo aprendido, era con la habilidad que tenían los humanos para esquivarla cuando las posibilidades eran excasas.
Se trataba de una especie que sacaba fuerzas de flaqueza y enfrentaban sus temores cuando estos hubieran debido dejarlos temblando en el suelo.

Así actuó Majud ante la criatura que tenía delante. Sus fuerzas no eran equiparables. Sería como comparar a un ratón frente a un furioso felino que pretende convertirlo en su cena.
El felino posee la fuerza...pero la maniobrabilidad del ratón es superior. Y eso sin contar con el peligro que conlleva la creencia de ser invencible.
El licántropo se avalanzó sobre la posición de la muchacha, pero ella ya no estaba allí cuando las garras sajaron la brisa nocturna. Su flanco había quedado completamente desprotegido y la joven aprovechó la oportunidad para hundir su acero en el interior del cuerpo de su contrincante.
Sin embargo no alcanzó ningún punto vital. El rugido procedente del licántropo aclaraba que, aparte del daño recibido, su furia se había incrementado.
Se volvió rápidamente hacia aquel insecto que acababa de picarle, sin importarle que la hoja de la espada de Majud agrandara la herida al encontrarse aún hundida en su cuerpo...sólo para encontrarse con otra hoja que descendía sobre su rostro.
Dhan había llegado junto a Majud. Crecida tras su reciente victoria sobre otro licántropo, sus fuerzas habían crecido exponencialmente.
La guadaña de la parca cayó y el licántropo se desplomó sin fuerza alguna en sus miembros. Un fino reguero de sangre realizó un breve camino hasta las aguas del lago.

Muy cerca de allí la lucha era más desigual. Dos licántropos amenazaban las vidas de Zack y Meredith, mientras estos disponían únicamente de un arma y dos teas para defenderse.
La mujer había salido de su aislamiento en el momento justo, provocando un instante de confusión que, muy posiblemente, había salvado la vida del herrero.
Pero no había tenido en cuenta las consecuencias de sus actos y ahora el enemigo centraba su atención en ella.
Aún así, no era tarea fácil olvidar un pasado de vocación. Unos días en los que vivía únicamente para salvar la vida del prójimo. Era su forma de vida, por mucho que durante años hubiese huído de ella.
Ahora, en un momento de crisis, las barreras caían y la naturaleza ganaba la batalla.
Por ese motivo, pese a estar en peligro, Meredith puso más atención en salvar la vida de Zack que la suya propia. El único arma que poseía, y que había utilizado con el fin de crear confusión en sus enemigos, fue utilizada nuevamente para darle tiempo a Zack para actuar.

El primero de los licántropos, cuya espesa pelambrera lucía ahora una fea quemadura donde la tea de la mujer había hecho contacto, clavaba unos ojos inyectados en sangre en aquella que le había molestado.
Grave error. No vió llegar la muerte disfrazada de un joven de manos encallecidas a base de hierro y fuego.
Zack pudo comprobar que atravesar la carne de un licántropo era un trabajo menos arduo que el requerido para conseguir que una espada tome la forma indicada. Los duros días frente a la fragua habían endurecido los músculos de sus brazos hasta límites insospechados incluso para él mismo.
Otro movimiento de guadaña y un enemigo menos.

Mientras tanto, la tea de Meredith había seguido su camino y tiznado de hollín el morro del segundo licántropo.
Este la había visto llegar pero no tuvo tiempo suficiente para apartarla. Su visión jamás volvería a ser la misma, pues uno de sus ojos había quedado dañado de forma irreversible, quemado por la llama de la improvisada arma.
El otro ojo podía aún serle de alguna utilidad...si tuviera tiempo para recuperarse.
Cegada, dolorida y humillada, la bestia blandió sus garras en la dirección donde sabía que se encontraban sus rivales. No podía verlos, pero aún disponía de otros sentidos que le permitirían llevar a cabo su venganza.
La primera garra no encontró resistencia alguna, pero la segunda iba perfectamente dirigida hacia el lugar donde se encontraba el rostro de Zack. Este no tenía oportunidad alguna de apartarse de su camino, por lo que la parca se preparó para reclamar el alma del herrero.
Una vez más, lo imprevisible de los hombres consiguió arrebatarle su presa. Sadicer había conseguido atravesar los pocos metros que los separaban y se plantó, espada en alto, en el camino de las mortales garras del licántropo.
Los movimientos fueron rápidos y simultáneos. En apenas un segundo el cuello del licántropo se encontraba seccionado y sus ojos ciegos, sin vida, observaban el cielo estrellado.
Sadicer se derrumbó con el pecho ensangrentado. Aún respiraba, pero la herida parecía mortal de necesidad.

Por su parte, Kane había centrado su atención en la bestia de mayor envergadura, la cual acababa de arrebatar la vida del guerrero de Rosslyn.
Una vez más alzó la pistola y la descargó en dirección al licántropo. No erró el tiro, pues la criatura se convulsionó bajo el impacto de la bala. Pero esta no debía ser igual que sus anteriores víctimas, o bien no había alcanzado ningún punto vital, pues se mantuvo erguida mostrando su amenazante hilera de dientes.
Casi podría decirse que sonreía.

¡HARLAN! - se escuchó un grito procedente del límite del bosque. Su dueño no era otro que Arnvald, el cual acababa de llegar al claro junto con Gerhardine.
Esta última se había quedado de piedra al ver cómo su compañero y amigo caía bajo las garras de aquella bestia.
Arnvald también estaba afectado, pero su reacción fue completamente diferente. Enarbolando el nombre de su amigo caído, como si fuese un canto de guerra, se lanzó en una carga descontrolada sobre el enorme rival.
Sus ojos se encontraban anegados por las lágrimas. Demasiadas pérdidas en los últimos días y la de Harlan era la que colmaba el vaso. Un torrente incontrolable se vertía desde su rostro hasta mezclarse con la sangre que manaba de su pecho.
El licántropo se giró hacia el lugar de donde procedía el nuevo peligro, dispuesto a acabar con aquella molestia.
Se preparó para recibir la embestida de Arnvald, pero para ello tuvo que dar la espalda al resto de contendientes, momento que aprovechó Leonard para emular a su compañero y disparar contra el licántropo.
Tampoco fue un disparo mortal, pero aquella bala dejó inmovilizado el brazo derecho de la bestia. Aquel era el que iba a ser la primera defensa contra el guerrero que corría enloquecido...no hubo defensa y la hoja de Arnvald se hundió firmemente en el torso de la criatura.
La guadaña bajó por última vez.

Notas de juego

El combate ha terminado.

Resumen: todos los licántropos muertos, al igual que Harlan. Sadicer herido de gravedad.

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22/10/2009, 06:48
Meredith Gailast

Gotas de sangre regaron el aire y un círculo de metros a su alrededor. Gotas o chorros a presión, que salieron despedidos en todas direcciones como ácido, que se mezclaron a pesar de perteneder a distintos dueños. Sangre, que se adhirió a las ropas, fluyó entre los pelajes, y cuyo olor marcó para siempre el destino de varios. Entre ellos, la bestia que cayó sin cabeza a los pies de los que habían salvado su vida. Entre ellos, Sadicer que empezó a derrumbarse en los brazos del aire, y su pecho amenazó con dejar escapar el corazón latiendo bajo las vísceras. Entre ellos, más que ninguno, Meredith.

La muerte...

La mujer reaccionó más rápido que un combatiente experimentado, y mucho más rápido que Zack. Posiblemente, porque el herrero aún se recuperaba del movimiento que había hecho para defenderse del ataque inminente, y Meredith se encontraba erguida y atónita sólo esperando morir. Pero en aquellos segundos, no importaban los motivos. La realidad era la única verdad. Y lo real fueron los brazos de Meredith alcanzando a Sadicer que se derrumbaba soltando la espada, aflojando el cuerpo, hasta que las rodillas crujieron como puertas en un movimiento doloroso e inhumano. Las manos delicadas, hundiendo los dedos en la carne abierta, apoyándolos sobre la tela destruida, con los nudillos blancos por el esfuerzo.

Pero Meredith no tenía tanta fuerza: su cuerpo bajo y delicado no podía con el peso muerto de un hombre. Aferró a Sadicer evitando su caída, pero ella misma cayó de rodillas pesadamente, sin soltarlo, amortiguando con su cuerpo el golpe del herido. La cabeza del mercader se apoyó sobre su hombro, una almohada privilegiada justo a la altura que correspondía, mientras su piel comenzaba a palidecer. Su ropa había perdido todo color que no fuera carmesí, como las manos de Meredith habían dejado de ser blancas para pasar a una tonalidad roja, sanguinolienta, llena de vetas. Sus labios se movieron, robando alguna palabra del aire que le costaba tanto recoger...

Meredith se halló de pronto sosteniendo a un hombre que se moría en sus brazos. Zack, tan cerca suyo, le pedía por favor que hiciera algo, cualquier cosa. Miró al herrero a los ojos, desconcertada, profundamente asustada y a punto de echarse a temblar. Instintivamente, mantenía apretado de forma tan estrecha el pecho de Sadicer que los dos extremos de la herida se tocaban y la sangre había disminuido su cauce, pero no cesaba. Tuvo el impulso de echar a llorar y abrazarlo hasta su último suspiro, convencida de que no había nada que hacer. De hecho, llegó a agachar la cabeza apoyando la frente contra el cabello de Sadicer, y trató de encontrar dentro de sí un consuelo para brindarle, una oración, la certeza de alguna reencarnación o de una posible vida en otro sitio. Pero no había nada allí para darle. La muerte era así: inevitable. Nunca heróica, siempre indigna.

Y se hubiera derrumbado, de no ser por la mano que Sadicer logró alzar, con los dedos trémulos, y apoyar sobre su antebrazo.

Por algún motivo, aquello detuvo la serenata de compasión de Meredith. La mujer alzó la cabeza con los ojos cristalizados de impotencia, y los posó sobre los dedos que se cerraban alrededor de su piel. Estaba totalmente segura de que aquel movimiento, en esas condiciones, había sido para el mercader como levantar una casa en su espalda para un hombre común. Sadicer estaba gastando sus últimos momentos en darle ánimos, o decirle algo, o pedirle que juntara a los demás... Los estaba gastando en ella. Sí, era la única además de Zack que estaba cerca de él, pero aún así, era ella. ¿Cömo podía dejarlo?

- No hable - dijo Meredith repentinamente, con voz dulce pero inflexible - Concentre su respiración, aproveche su aire y no quite los ojos de Zack. ¿Me oye, Sadicer? Quédese con nosotros.

Hizo un gesto al herrero para que le ayudara a sostener al mercader.

- Zack, sujétalo y bájalo lentamente. Hay que acostarlo sobre el suelo y prepararse para levantarle las piernas. Apriétale y presiona en la zona del pecho, cuidando de unir los extremos de la herida. Y háblale, no dejes de hablarle en ningún momento - Meredith se movió para dirigirse a los demás - ¡Sadicer está herido de gravedad! ¡Necesito jirones de tela, vendas, alcohol, fuego, lo que tengan a mano!

La mujer apretó las manos sobre Sadicer, mientras el movimiento empezaba para dejarlo sobre el suelo.

- Resista, Sadicer - dijo - Lo sacaremos de esta.

Notas de juego

Bueno, dejo abierto el post para ver qué hacemos con Sadicer. Meredith intentará curarlo cerrando la mayor cantidad de aberturas internas que tenga, para parar la sangre, y luego quemando la herida a fin de evitar que continúe sangrando hacia afuera.

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22/10/2009, 08:57
Dhan

Dhanna podía sentir la adrenalina que inundaba su cuerpo, el fuerte latido de su corazón, su alma saboreando la victoria y la dulce miel de la misión cumplida. Durante unos instantes respiró profundamente sintiendo el placer del trabajo realizado, la satisfacción del buen hacer y el orgullo del éxito.

Pero apenas duró unos instantes...

Dhanna comprobó que la bestia yacía muerta, no debía dar la espalda nunca a un enemigo moribundo, podían ser muy peligrosos, su fuerza se multiplicaba y sus ansias de matar llegaban al infinito. Sonrió al certificar su muerte.

Tras asegurar lo más inminente, observó a Majud, no le había pasado nada, le sonrió. Su sonrisa fue sincera, de admiración y comprensión, de cariño incluso. De nuevo se hinchó de orgullo, al comprobar que había sido útil y sus lecciones daban los frutos esperados. Sabía que tenía que salvarla tarde o temprano, me precipité, pero ahora he cumplido mi misión,

Las enseñanzas de su Maestro estaban bien aprendidas, aunque era la primera vez que realmente las pusiera en práctica, sabía que lo siguiente sería reagruparse y revisar los alrededores para no ser de nuevo sorprendidos por más bestias, pero cuando sus ojos se posaron en Sadicer, su mente se nubló por completo.

Su amigo, su compañero... había caído.

Sadicer yacía en los brazos de Meredith, mientras Zack trataba de ayudarles. Aquella visión cegó el juicio de Dhanna, que vio como sus palabras habían sido sentencia de muerte para aquel buen hombre. Ella le había indicado que fuera a ayudarles, le había mandado a la muerte, le había encomendado una tarea mortal sin tener en cuenta las consecuencias.

El amargo veneno de la culpabilidad descendió por sus mejillas, antes calientes y enrojecidas por la lucha, ahora blancas y sin vida. Apenas sus manos pudieron sostener la espada, aquella fuerza indomable de la que había hecho gala durante la emboscada, la abandonaba tan rápidamente como la sangre al cuerpo de su amigo. La espada cayó haciendo un ruido metálico al golpearse contra una piedra. Sonó a campana de muerte, ese sonido retumbó en la cabeza de la joven, como si fuera su propia cabeza la campana que anunciara tales augurios.

El coste del primer paso fue casi una vida entera, pero el segundo no fue menos, y el tiempo que tardó en llegar hasta su amigo podría haberse medido en segundos para los demás compañeros de lucha, pues apenas la vieron tocar el suelo con los pies... o en siglos... pues para ella cada paso fueron 100 años de angustia y tortura, de desesperación y tristeza.

Cuando por fin llegó a su lado, su rostro estaba desencajado por el llanto, sus ojos enrojecidos por la tristeza y su piel blanca por la pena. Sus manos se buscaron hasta encontrarse, las más pequeñas pronto se envolvieron en el carmesí que emanaba de las más robustas. Dhanna trató de emitir palabras de ánimo y de aliento, pero no lo encontraba ni siquiera para ella, ¿cómo iba a poder infundirlo en aquel buen hombre herido de muerte?

Apenas un murmullo salió de sus labios cuando pudo encontrar su mirada. La mirada casi vacía de un hombre al que se le escapa la vida, la mirada que le causó más heridas que una espada en su corazón. Quería decirle tantas cosas y a la vez no tenía palabras. Su mente estaba bloqueada por la angustia, y su corazón por la culpa.

- Aguanta… consiguió finalmente soltar en un esfuerzo sobrehumano de alentar a su amigo en su lucha, pues esta vez no había espada que Dhanna pudiera empuñar para salvarle.

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22/10/2009, 17:13
Majud Dahatsy

Creyó que moriría, un instante más, un paso menos y un segundo menos o más de velocidad habrían dejado a Majud lista para aquella bestia a la cual tenía tanto miedo como el que nunca había sentido en su vida. Sin embargo logró darle, sólo para descubrir con sorpresa que no le había herido mortalmente, que solamente había conseguido enfurecerlo más y ella ya no tenía las fuerzas para otro ataque. Pensó que quizás aquel era su momento, el momento de entregarse, pensó en soltar la espada que cada vez le pesaba más a sus largos y delgados brazos pero no lo hizo, quizás para morir con dignidad. Podía ver las fauces furiosas abrirse y cerrarse con un rugido que ella ya no alcanzaba a escuchar.

Cerró los ojos levantando nuevamente la espada sin éxito y entonces se hizo el silencio, el silencio más hermoso que hubiera escuchado jamás, se había resignado pero no caería con humillación, el viento golpeó su rostro, una sombra se apeó a su lado y la joven Majud abrió los ojos sólo para descubrir a Dhana. A ese jovencito que ella había amenazado con encerrar y que había terminado siendo un chica de temer, ese joven que había jurado protegerla y del que ella en su momento había desconfiado. Sintió un vacío en el corazón, un desasosiego, ni aún cuando vio a la bestia caer se sintió feliz, quizás tenía que haberla dejado morir y sin embargo, descubrió en los ojos de Dhana tras acabar con la bestia, que no había rencores. Majud dibujó un gracias con sus labios pero no salió palabra alguna de su boca, no podía, estaba exhausta y aún así le sonrió.

Y de pronto los gritos de Meredith llamaron su atención, la espalda de la joven de cabellos rubios estaba ligeramente arqueada, sentía dolor pero no sabía exactamente por qué y entonces vio a Sadicer y a Zack ayudar. Su corazón dio un vuelco, conocía poco al viejo pero le tenía aprecio porque sabía que su padre se lo tenía y se enderezó, por él había que poner manos a la obra. Se agachó justo al lado de Zack mientras con una daga, la daga que tanto atesorsaba, cortaba jirones del ruedo de su abrigo para darlos a Meredith. La había visto antes, cuando aquellos habían atacado el pueblo y sabía, estaba segura, quería estarlo, de que ella podría hacer algo por él. El llanto, la actitud de Dhana la conmovieron hasta el borde de las lágrimas, Majud estaba cansada de perder gente querida y habría cambiado su vida por la de Sadicer. Miró en derredor, había que estar atentos, no sabían si aquellos eran todos y se preguntaba dónde estaba Gerhardine.

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23/10/2009, 09:23
Kane

Kane bajo el brazo lentamente, como si el tiempo no corriese más rápido que el movimiento de su brazo. La pistola le pesaba pero era incapaz de bajarlo a más velocidad. El dolor de las heridas producidas comenzó a acentuarse. No eran profundas, pero ya no recordaba el dolor de una herida de este tipo. Miro alrededor y parecía que todo había terminado, no se fijó en los demás, si no en los licántropos caidos y no encontró ninguno de pie.

En ese momento su herido comenzó a llamarle a gritos, es como si se le fuese producido en ese momento. La adrenalina estaba desapareciendo, sustituida por un dolor intenso. Y se sorprendió mirando indignado la herida. ¿Como era posible qu estubiera herido? Se había sentido tan inmortal rodeado de toda esa gente tatuada, que no recordaba las muertes de sus compañeros, aún cuando había pasado poco tiempo desde la última de ellas. La que más sintió, la que le hiso confundir la realidad y nombrar a su compañero caido con el nombre de su mejor amigo: Bruiser.

Desde entonces, kane ya no era el mismo, estaba como perdido, buscando una personalidad que no ha vuelto a encontrar.

Cuando el brazo bajo, le pesaba la pistola, pero no la soltó y con el otro brazó instintívamente se sujetó la herida, como si de ese modo impidiera salir el dolor a gritos. Suspiró aturdido, y lo primero que hiso fue mirar a Leonard, que aún mantenía la pistola en alto. Aquel cabrón no había resultado herido y para colmo, había matado a dos Licantropos. Sin su ayuda, ahoramismo estaría muerto.

Gracias

Soltó sin mucho convencimiento, pues aúnque él sentía que Leonard le había ayudado con aquella matansa, también sabía que Leonard había actuado para salvar su propio pellejo.

De pronto un grito llamo su atención, la voz de Meredith gritando que Sadier estaba herido de gravedad. Ahora que lo pensaba, ésta había hablando algo más antes de gritar, pero no lo había oido. Se despreocupó de los alrededores, no se molestó en mirar por si algún licántropo se acercaba a ellos, simplemente caminó despacio hacia donde estaban ya todos reunidos para mirar estupefacto la herida de aquel viejo.

Sólo se le pasó una cosa por la cabeza. Si aquel hombre moría, ¿como iban a llegar a su destino si sólo él sabía hacia donde íbamos? No pensó en nada por la pesona que era, simplemente era un instrumento más. Una muerte más. Por eso se quedó allí parado, sin hacer nada y mirando con los ojos muy abiertos, mientras su cuerpo, se le volvía a relajar como siempre, curvándolo levemente hacia adelante. Estaban jodidos. Si, estaban muy jodidos desde que todo empezara.

Bruiser...

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25/10/2009, 21:14
Zack Shermann

Zack hundió con fuerza su espada hasta el fondo en el costado de aquella sucia bestia. El pellejo se desgarró como la mantequilla caliente, algo que sorprendió al herrero. - Pensé que opondría más resistencia. - Su ego se creció enormemente al ver caer a su rival. La espada quedó encajada entre las costillas y el joven se desplazó unos metros tratando de no perderla en el vuelco del animal. Pronto se desvaneció su euforia pues recordó que tenía a la otra bestia detrás y ahora era presa fácil. Escuchó un aullido y observó de reojo como una zarpa pasaba a escasos centímetros de su hombro. Parecía que el corazón le saldría por la boca. No podía recuperar su espada y no podía perder más tiempo en eso. Se giró de nuevo enfrentando al licántropo con la intención de esquivar su ataque. Pero era demasiado tarde pues la zarpa ya estaba encima suyo. No pudo hacer más que colocar los brazos en cruz frente a sí y cerrar los ojos con fuerza para aguantar el golpe como buenamente pudiese.

Sin embargo el golpe nunca llegó. Se escucharon nuevos gritos y Zack retiró la protección de sus brazos de la cara para descubrir a su enemigo muerto junto a él. Al principio no entendió muy bien lo que había pasado. Se había hecho el silencio. El herrero giró la cabeza buscando a los extranjeros pues suponía que uno de sus trucos había sido lo que le salvó la vida. Pero la posición de estos era suficiente para rebatir su teoría, pues ninguno miraba en su dirección. Al volver la vista al frente lo comprendió todo. Meredith yacía junto a Sadicer que presentaba heridas más que feas. Al menos eso se intuía bajo la rojiza cobertura del mercader. Los ojos de Zack casi se salieron de sus órbitas, había quedado petrificado ante la visión.

Meredith:

- Concentre su respiración, aproveche su aire y no quite los ojos de Zack. ¿Me oye, Sadicer? Quédese con nosotros.-

- Zack, sujétalo y bájalo lentamente...-

El escuchar su nombre tantas veces le devolvió a la realidad. Zack no sabía muy bien que hacer, pero siguió las instrucciones de Meredith al pie de la letra. Ella era la única que podía conseguir mantener a Sadicer entre ellos, además de ser la única que había mostrado iniciativa ante aquella situación.

Zack se agachó y trató de hacer lo que le había dicho lo mejor que pudo. Pronto fueron llegando los demás y aparecieron los inevitables llantos. Zack trató de enjugar las lágrimas que se le escapaban, prometió que no volvería a llorar, sabía que eso no arreglaba nada y solo entorpecía las cosas. Tras unos segundos de autocontrol consiguió comenzó a articular palabras y trató de hablar todo lo posible, como Meredith le había pedido.

- Viejo loco, ¿por qué lo has hecho? - Aunque de las palabras de Zack no se pudiese extraer directamente la conclusión, estaba acostumbrado a dirigirse a Sadicer en esos términos de forma cariñosa y, de su tono, se desprendía un profundo agradecimiento que seguro que no pasaría desapercibido para el experimentado mercader. - Aquí yo soy el más prescindible, no puedo ayudar en nada. Pero tú... eres nuestro guía... el único que conoce la profecía. ¿Qué haremos si nos faltas?... - Conforme hablaba, Zack no tenía mucho tiempo para pensar, pero se dio cuenta de que, quizás, no estuviese utilizando las palabras más adecuadas para la situación. Observó como Dhanna se aferraba a la mano moribunda de su amigo. - Vamos Sadicer, tranquilo. Aún tienes muchas cosas que hacer. Estoy seguro que no ha llegado tu hora, saldremos de ésta, ¡JUNTOS! - dijo mirando a los que se arremolinaban junto a ellos. - Como lo hemos hecho siempre, viejo amigo. Como decía el maestro, como siempre nos has contado en tus historias: ¡No hay nada que pueda con Sadicer el mercader!, ¡nada que se proponga y no consiga!. Vamos, te has propuesto guiarnos en nuestro destino y debes hacerlo. ¿Qué haríamos sin tus consejos y tus sabias palabras, amigo?... Sé que lo conseguirás, no morirás a manos de estas sucias bestias de la oscuridad... no... Sé que el destino tiene reservado algo mucho mejor para ti. ¿Verdad? - Zack se dirigió a los demás, sobre todo a Dhanna y Majud para hacerles participé de aquello. Para que Sadicer se sintiese arropado en aquel momento por todos a los que había ayudado, para aliviar la impotencia que seguro muchos de ellos sentían y... porque no sabía que más podía decir en aquel momento.

Notas de juego

¿Hay que marcar a Gherardine o no?

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28/10/2009, 22:02
Sadicer

No existen vencedores en los combates. Todo aquel que alce sus armas contra un rival perderá algo durante el intercambio de golpes.
Esas pérdidas son de muy diversa índole, pues pueden ir desde la propia vida hasta el último vestigio de inocencia que aún permaneciera en el interior. ¿Por qué luchar entonces? La respuesta es sencilla...el único sentido de combatir se encuentra en defender aquello a lo que te aferras para continuar viviendo, ya sea una persona o, en las mentes más depravadas, algo inmaterial al que se le ha dado el dominio de tu corazón.

Así lo había hecho Sadicer. Su sacrificio no le pesaba en absoluto, puesto que su vida no era nada sin esperanza....y ellos, todos aquellos que le rodeaban ahora, eran esa esperanza.
Él sólo era un peon en un tablero demasiado grande como para querer entender la jugada de una mente incomprensible. Los hilos que los manejaban no podían verse, pero el mercader los sentía desde hacía muchos años, como una fuerza interior que le obligaba a realizar diversas acciones escondiendose tras una ilusión de autogobierno.
Pero eso ya había acabado. No hacía falta ser un genio para saber que la vida se le escapaba en cada aliento. Ni siquiera sentía dolor en la profunda herida que adornaba su pecho.

Cansado. Sólo cansado. Una vida larga que le había llevado de un lado a otro, adoptando una vida nómada para poder cumplir una misión que había aceptado con todas sus consecuencias.
Eso le había impedido llevar la vida que realmente hubiese disfrutado, pero no se arrepentía, pues cada paso del camino le había acercado hasta este momento.
Hubiese querido explicarlo a aquellos que le miraban ahora, pero no tenía las suficientes fuerzas para hacerlo. Ya no.
La visión se le nublaba y ya no conseguía distinguir los rostros que le rodeaban. No importaba. Sabía quienes eran y la importancia de que sus vidas continuaran adelante. Era preciso que su viaje no terminara allí.
¡Id! ¡Partid ahora! Pensamientos. Sólo pensamientos que le hubiera gustado transmitir. ¿Acaso no veían que intentar salvarle era una pérdida de tiempo? No tenían que quedarse a velar la muerte de un viejo...debían continuar su camino.

Intentó transmitir lo que pensaba al alzar la mano y rozar el brazo de Meredith. Sin resultado, como tampoco lo tuvo cuando las manos de Dhanna aferraron las suyas.
Era inútil. Se había convertido en una atracción de feria....¡No!...no era eso lo que pensaba realmente. Sabía que el interés que sentían era legítimo. Realmente se apenaban por lo sucedido, pero debían dejar ese sentimiento atrás o la carga que soportarían, de ahí en adelante, podría ser demasiado.

Mientras tanto, a su alrededor, la pena se desgranaba en cada una de las lágrimas que brotaban de distintos ojos. De cada una de las palabras que se vertían sobre el mercader, intentando que la conciencia de este no se eclipsara por última vez.
Zack presionaba la herida tal y como le había indicado Meredith, cuyos instintos habían vuelto como si nunca se hubieran marchado. Quizá ella no se había dado cuenta, pero todas las dudas habían desaparecido en el mismo instante en que la garra del licántropo había destrozado el avejentado cuerpo de Sadicer.
Majud, tambien bajo las instrucciones de la mujer, hacía jirones de sus prendas para que pudieran ser utilizadas. Simples tiras de tela que poco podrían hacer con aquellas heridas.
Dhanna, sin fuerzas y sin ideas, sólo podía permanecer junto a su amigo. Y Kane...bueno, Kane era algo diferente y no conocía de nada a Sadicer hasta hacía poco. No sentía nada especial.

Los únicos que no se habían acercado hasta el mercader eran: Leonard, que no se había movido aún de su posición. Y por otro lado Arnvald y Gerhardine. Ambos permanecían junto al cuerpo de Harlan, su compañero caído.
La mujer había tardado en acercarse, pero finalmente se encontraba arrodillada junto a aquel que acababa de perder la vida ante una de aquellas salvajes bestias.
Y sin embargo ahora alzaron su mirada, alejándola de aquel que era como un hermano para fijarla en el lugar de donde surgía una extraña iluminación.
Aquel lugar no era otro que donde Meredith movía sus manos, de forma frenética, en un último intento de salvar la vida del mercader.

Había sido en el mismo instante en que la mujer había colocado sus manos sobre el pecho de Sadicer para unir ambas partes de la herida.
Su intención era simple. Vendarle de forma que la propia presión frenara el caudal de sangre...pero no le había dado tiempo.
En el mismo instante que lo hizo una fuerte luz blanca surgió primero de sus dedos. Un segundo despues sus brazos brillaban con intensidad, y otro segundo más tarde era todo su cuerpo el que refulgía en la noche estrellada.

Ante la mirada atónita de todos, incluída ella misma, la herida comenzó a cerrarse.