Partida Rol por web

Ash se mostró de acuerdo con Greeny, aunque hubiese agradecido poder hacer una hoguera con la que calentarse un poco. Cuando Alfa le preguntó por su extraña mutación, una vez le agradeció la ración extra de agua que le devolvía, se señaló las gafas.

—Por eso las llevo siempre. No me gusta demasiado, por eso prefiero que nadie me mire a los ojos directamente. Puedo… Puedo manipular la voluntad de las personas y animales.

El mecánico se mostraba visiblemente incómodo hablando de su mutación. Para él era algo muy íntimo y que prefería ocultar. No por guardarse un as bajo la manga, sino por si otros querían aprovecharse de él o si hería a alguien por accidente.

Solo con pensar en lo que podría obligarle hacer alguien como Lobo Gris le daba escalofríos.

—Me costó horrores hacerle eso al gul, pero era por el bien del grupo. Tal vez tuviese información útil y así fue. Aún así, me gustaría no tener que usarla.

El gesto del adiestrador no pudo ser más esclarecedor: le daba igual— Sin problemas, sólo quería saber cómo funcionaba —pero parecía dar a entender algo, que se podía interpretar una vez que habías pasado mucho tiempo junto a Alfa: Mientras lo usara en su beneficio, podía hacer todo lo que quisiera con su mutación, ya fuera usarlo contra guls o contra el Arca entera. El hosco adiestrador tenía un sentido claro de la manada, mientras cada uno hiciera todo lo que estuviera en su mano para alimentar y proteger al resto, lo que hicieran estaba bien.

—Vamos —espetó, de forma genérica señalando en la dirección que había indicado Morris. El sabueso trotó junto a Alfa con un jugoso trozo de ciervo mutante en las fauces y moviendo la cola.

Greeny demostró una vez más su utilidad, encontrando agua y dando caza a un animal que les sirvió para recuperar sus provisiones de comida. Comerlas ahora, incluso crudas, les ayudaría a matar el hambre, aún a pesar de que claramente estaban contaminadas con descomposición. Lo que estaba claro era que no podían encender una hoguera dada la proximidad del lugar al que se dirigían y la alarmante presencia de los gules aquella noche. Mientras caminaban alejándose de aquel sector, Greeny les obligó a tomar un pequeño desvío. El merodeador había visto las huellas de la manada de gules de aquella noche y prefirió evitar la amenaza que suponía un grupo tan grande. Una cosa era enfrentarse a cinco de ellos y otra muy distinta a una treintena. El camino de los gules se desviaba hacia el oeste, por fortuna, pero era posible que hubieran dejado a algún pequeño grupo rezagado para buscar a los desaparecidos. Y efectivamente así era, desde la distancia, y ocultos por la escasa vegetación que crecía en aquella zona yerma, pudieron ver como un pequeño grupo de gules buscaba rastros de sus colegas desaparecidos. Esta vez Greeny les había salvado de un nuevo disgusto. 

Continuaron la marcha hasta que pudieron ver la forma de algunos edificios en medio de la nada. También había tres rotulos soportados por postes que sobresalían por encima de los bajos edificios. Uno de ellos, el más grande, era visible desde bien lejos. Leech pudo leer lo que decía el cartel, con letras construidas a base de unos delgados tubos de colores y que a su lado mostraba las extravagantes piernas de una mujer: Love Ranch. 

El complejo estaba formado por cuatro conjuntos de edificios: un edificio de colores claros, otro de color rojo, uno que parecía ser un almacén de chatarra, y otro, el más grande, separado de los demás por un pequeño camino. En la entrada del complejo había una pequeña caravana o trailer de los Antiguos que estaba incrustado en el poste del gigantesco y extravagante cartel. 

—¡Ajá! ¡Aquí es! ¡Hemos llegado, amigos míos! —Exclamó Moris muy contento—. El almacén del que les hablé. 

Aquel lugar era enorme. Mucho más de lo que había esperado. Tan grande que no sabía ni siquiera por donde empezar, quizás por esa pequeña caravana para asegurarse de que no había nada ahí que les fuera a morder el culo por detrás.

- Hey, Moris, ¿sabes en cuál de esos edificios se metieron a por el papeo? – quizás lo más obvio era preguntarle al que había visto donde iban los otros a buscar.

Tras dar un par de vueltas de reconocimiento sin muchas ganas, el cronista se sentó a un lado del camino y se dispuso a consumir la carne cruda de bestia, sintiendo que ya no podría seguir andando mucho más sin probar bocado. Si bien no era una persona de paladar refinado ni mucho menos, tuvo que ayudarse con ingentes cantidades de agua para poder derrotar a aquella comida salvaje que por momentos parecía devolverle las dentelladas.

De camino, Alfa aprovechó para masticar algo de carne seca de origen dudoso, pero que sabía bien que no iba a pasarle factura. Pero cuando llegó al gigantesco complejo, se le quitó el apetito rápidamente. Era el lugar más grande que había visto jamás, aparte de El Arca. ¿Cuánta gente viviría allí? Se recordó que Morris había hablado también de otros animales, quizás sabuesos o quién sabía qué. No estaba de más estar preparado.

Sin embargo, el perro no encontró nada destacable, y Alfa no tardó en comprender el por qué cuando olisqueó el aire: demasiados olores nuevos, todo demasiado confuso. Tendrían que acercarse más.

—Tienes razón Greeny, perdón. 

Ella quería ayudar, pero sin querer había obviado un detalle más que importante y era el no llamar la atención. Así que pese a la contaminación que tenía la guardó y comió la última que le quedaba en mejor condiciones. Al menos se sentiría un poco más fortalecida para esta nueva exploración. 

Otro detalle que me había interesado era sobre esa habilidad de Ash y se apuntó mentalmente el preguntarle un poco más sobre ella, solo que al haber llegado a destino, su atención se desvió hacia ese punto observando la zona o explorando desde la cercanía. 

—¿No está custodiado por nadie eso?—preguntó la pequeña, quizás no había escuchado ese detalle—. Puede ser peligroso. 

Ash era probablemente el más emocionado del grupo. Entre las máquinas y las estructuras que veía a lo lejos, jamás había presenciado un lugar semejante. Había soñado con lugares como aquel desde que le contaron las primeras historias sobre los Antiguos.

Haciendo visera con la mano, oteó el horizonte como le había enseñado Greeny, prestando atención hasta al más mínimo detalle y poniendo en práctica los conocimientos adquiridos también en el arca.

—En ese de allí —respondió a la pregunta de Greeny señalando al edificio más grande, aquel que estaba apartado del resto por un camino de tierra¹. 

El conjunto de edificios que veían los tenía abrumados, incluso al perro de Alfa, que parecía confuso con la cantidad de olores nuevos que tenía aquella zona y que no quiso alejarse mucho de su amo. Pero Greeny contaba con buena vista y con una gran imaginación para dar a la chatarra los más diversos usos, y también para adivinar los usos que la gente le daba. Lo primero que destacó Ash es que, si bien el recinto no contaba con una valla o muro defensivo, sí que había montones de materiales bordeando el lugar para servir a tal fin. Había también un buen puñado de vehículos abandonados desperdigados por los alrededores, unos más grandes que otros, y muchos también colocados en el perímetro para continuar esa especie de barrera defensiva. En el vehículo de mayor tamaño incrustado en la valla publicitaria había tres vehículos como los que Moris les había descrito, las llamadas motocicletas. Era la primera vez que veían unas a las que no les faltaran las ruedas o la mitad de los componentes. Parecía que aquel remolque servía como cobertizo para ellas. 

De vez en cuando se escuchaban ladridos por las cercanías que hacían que el chucho de Alfa moviera las orejas y se mostrara inquieto. Pero lo más preocupante fue la persona que Ash pudo ver subida en lo alto del tejado del edificio más grande, el que señalaba Moris, armada con un rifle y en actitud vigilante. 

Greeny miró a Moris con el ceño fruncido y los ojos tras sus goggles.

- ¿Estás seguro de que esto no es un Arca? – le preguntó.

- No, en un Arca veríamos a más personas por ahí, pero está claro que esos vehículos no se pusieron ahí solos. Alguien los trajo para hacer una muralla. – reflexionó. Quizás habían sido los antiguos.

- Lo que sea, está claro que seguramente no vamos a sacar la comida de aquí sin pelear. La pregunta es, ¿queremos intentarlo primero por las buenas con ellos o queremos ser los que den el primer golpe por sorpresa? – dejó la cuestión para que sus compañeros votaran – Si atacamos primero tendremos ventaja en el combate, pero podemos olvidarnos de intentar cualquier tipo de comercio con esa otra Arca. También ellos con esas motos podrán sacar comida de aquí mucho más rápido de lo que podremos nosotros viniendo a pie.

Parecía que Greeny era más partidario de atacar primero, pero respetaría la decisión de hablar primero si era lo que la mayoría prefería.

—Estoy seguro —dijo Moris asintiendo con la cabeza, aunque Greeny ya había llegado a sus propias conjeturas. 

Sin duda el lugar era propicio para formar un asentamiento, pero salvo el tipo del tejado armado con un rifle no se veía a nadie más por allí, aunque obviamente podrían estar en cualquier lugar de aquel gigantesco emplazamiento. El mercader escuchó la propuesta de Greeny y sacó su revólver. 

—Como vosotros digáis. Yo estoy listo. 

Alfa estaba inquieto. No sabía qué había dentro, cuántos eran y qué clase de sabuesos tenían. Demasiadas preguntas sin responder.

—Pelear sin saber cuántos son es una locura. Pero si entramos a pedirles comida, ¿cómo lo haremos? —inconscientemente, miró a Ash. Luego negó para sí, no era justo pedirle que usara su mutación cuando precisamente había dejado claro que no le gustaba hacerlo—. Seguramente se nieguen y estén preparados por si asaltamos. PERO entrar nos permitirá echar un ojo a su asentamiento, ver las defensas y cuántos son. Quizás incluso salga bien y consigamos aliados.

Alzó una ceja, dubitativa. 

—¿Y si vigilamos sus movimientos?—preguntó un tanto preocupada—. De ambas maneras puede ser muy agresivo. Pienso que mejor es saber contra quién nos enfrentamos. 

—No se preocupen —intervino mientras empezaba a desvestirse de la cintura para arriba—. He ideado una artimaña que hará salir de sus escondites a posibles enemigos ocultos.

Ya con el torso desnudo, tenía pinta de compartir genes con alguna especie extinta de espárrago blanco medio chamuscado, pero más importante, quedaba a la vista que no se guardaba ningún arma y que físicamente tampoco era una amenaza. En una mano llevaba su libreta y en la otra el cráneo saqueado el día anterior.

—Ustedes observen el desarrollo, flanqueando mientras por ambos lados el perímetro. Cuando levante por sobre mi cabeza la calavera del antiguo, es señal de que pueden proceder con el asalto. Yo huiré explotando mi don. Ah, en mi gabardina hay cuatro balas, pueden usarlas a discreción.

En tanto comenzaba a marchar hacia los edificios siguiendo el camino, se acordó de repente de un detalle que consideró importante, así que se lo comentó a White mientras se perdía en la distancia.

—Neófita, si decide empuñar la Rompecadenas, haga de cuenta que está troceando en pedazos a Lobo Gris. Es un método estimulante que empleaban los Antiguos, "Proyección de deseo mediante terceros". El Anciano no aprueba tales prácticas en circunstancias normales, pero cons...

Ash señaló una torreta del campamento.

—Parece que está bien protegido, será mejor que nos andemos con cuidado. ¿Qué sabes de ellos, Moris? ¿Son hostiles? ¿Crees que querrán negociar o deberíamos planear un asalto?

—No mucho —Moris se encogió de hombros en respuesta a la pregunta que le lanzaba Ash—. No tengo ni idea de si serán dialogantes o no, pero vale la pena probar, ¿no? 

Entre tanto, Leech se deshacía de sus ropas y mostraba al mundo su piel pálida y su constitución delgaducha. El cronista había tomado una resolución: se acercaría al complejo para llevar a cabo una argucia. Trataría de hacer salir a los enemigos ocultos para que los demás pudieran acribillarles a placer. El único problema era que aquel complejo era demasiado grande como para saber por dónde andarían o cuántos habrían por allí escondidos. Las motos que había en el trailer empotrado contra el cartel indicaban que al menos tres estarían por allí. 

 Cuando Leech se acercó lo suficiente a la entrada del complejo, el tipo que vigilaba desde el tejado del Love Ranch se percató de su presencia y le gritó que se detuvieran mientras le apuntaba con su rifle. Con la distancia que les separaba, y los ladridos de los perros que se intensificaron al sentir la presencia del cronista, apenas pudieron escuchar bien lo que se decían, solo unos murmullos arrastrados por el viento. El tirador parecía preguntarle quién era, o algo así. 

Conforme se acercaba, Leech pudo ir leyendo los carteles del resto de los edificios: el más grande, sobre el que estaba el tirador, era el Love Ranch; el primero que había a la izquierda del camino de entrada, pintado de blanco, era el Kitty Nevada; y el más alejado, el Red Light. Al fondo, había un viejo almacén de chatarra que haría las delicias de Ash, estaba seguro de ello. Pasó también junto al trailer incrustado en la valla publicitaria antes de que el tirador se dirigiera a él, allí pudo ver los tres vehículos motorizados, y un cuarto que se ocultaba en su interior. Antes de que el vigilante se diera cuenta de su llegada, los perros ya le habían olido y se pusieron a ladrar como locos, por fortuna los debían tener encerrados en algún lugar y no se acercaron a la puerta con intenciones de tomarlo como un hueso. 

—¡Quieto ahí! ¿Quién coño eres? —le espetó.

—¿Dónde se cree que va? —escupió el adiestrador, cuando Leech se marchó sin contar con nadie. Estaba claro que la admiración que White le profesaba constantemente — para mayor desgracia de Alfa — le había calentado la cabeza y le había dado a entender que era invulnerable. Alfa casi deseó que el tirador le reventara la cabeza en mil pedazos. Casi. Les convenía un tipo como él en el grupo para tomar notas y hacer de señuelo.

Antes de que pudiera objetar algo la sanguijuela ya estaba alejándose. Si le reventaban la cabeza se libraban de un posible traidor. Si la argucia salía bien, ganaban el ataque sorpresa. Si se podía negociar con ellos, evitarían tener que disparar. Parecía que en cualquier caso ellos ganaban, aunque no pudiera decirse lo mismo de Leech. No tenía sentido que Greeny se quejara de su actuar.

- Probablemente sea un buen momento para que hagáis uso de los rifles de los guls. Sus balas seguramente llegaran hasta donde está el tirador. – les comunicó.

Él por su parte ya estaba buscando un lugar donde apostarse para tener un buen ángulo de disparo contra el que estaba subido en la torreta. Era el primero a derribar.

¿Alfa podría dominar a los perros que traían los de las motos?